empresas no eche menos esta materia, tocaré aquí algunos puntos generales della con la brevedad que pide el asunto. La naturaleza, que en la variedad quiso mostrar su hermosura y su poder, no solamente diferenció los rustros, sino tambien los ánimos de los hombres, siendo diversas entre sí las costumbres y calidades de las naciones. Dispuso para ello las causas, las cuales, ó juntas obran todas en algunas provincias, ó unas en estas y otras en aquellas. Los geógrafos dividieron el orbe de la tierra en diversos climas, sujeto cada uno al dominio de un planeta, como á causa de su diferencia entre los demás; y porque el primer clima, que pasa por Meroe, insula del Nilo y ciudad de Africa, está sujeto á Saturno, dicen que son los habitadores que caen debajo dél negros, bárbaros, rudos, sospechosos y traidores, que se sustentan de carne humana. Los del segundo clima, que se atribuye á Júpiter, y pasa por Siene, ciudad de Egipto, religiosos, graves, honestos y sabios. Los del tercero, sujeto á Marte, que pasa por Alejandría, inquietos y belicosos. Los del cuarto, sujeto al Sol, que pasa por la isla de Ródas y por en medio de Grecia, letrados, elocuentes, poetas y hábiles en todas artes. Los del quinto, que pasa por Roma, cortando á Italia y á Saboya, y se atribuye á Vénus, deliciosos, entregados á la música y al regalo. Los del sexto, en que domina Mercurio y pasa por Francia, mudables, inconstantes y dados á las sciencias. Los del sétimo, sujeto á la Luna, que pasa por Alemania, por los Países-Bajos y por Ingalaterra, flemáticos, inclinados á los banquetes, á la pesca y á la negociacion. Pero no parece que esta causa sola sea uniforme ni bastante; porque debajo de un mismo paralelo ó clima, con una misma altura de polo, con iguales nacimientos y ocasos de los astros, vemos encontrados los efetos, y principalmente en los climas del hemisferio inferior. En Etiopia abrasa el sol y vuelve en color de carbones los cuerpos ; y en el Brasil, que tiene la misma latitud, son blancos, y el temple apacible. Los antiguos tuvieron por inhabitada la tórrida zona por su destemplanza, y en América es muy templada y habitada; y así, aunque tengan aquellas luces eternas alguna fuerza, obra mas la disposicion de la tierra, siendo segun la colocacion de los montes y valles, mayores ó diferentes los efetos de los rayos celestes, templados tambien con los rios y lagos. Verdad es que suele ser milagrosa en sus obras la naturaleza, y que parece que, huyendo de la curiosidad del ingenio humano, obra algunas veces fuera del órden de la razon y de las causas. ¿Quién la podrá dar á lo que se ve en Malavar, donde está Calicut 5? Dividen aquella provincia unos montes muy levantados, que se rematan en el cabo de Coma ejus, utrum fortis sit, an infirmus: si pauci numero, an plures. (Num. 13, 19.) 3 Mar., Hist. Hisp., 1. 26, c. 17. rin, llamado antiguamente el promontorio Cori; y aunque la una y otra parte está en la misma altura de polo, comienza el invierno en esta parte cuando en la otra el verano. Esta pues diversidad de climas, de colocaciones de provincias, de temples, de aires y de pastos, diferencian las complexiones de los hombres, y estas varian sus naturales; porque las costumbres del ánimo siguen el temperamento y disposicion del cuerpo. Los septentrionales, por la ausencia del sol y frialdad del país, son sanguinos, y así, robustos y animosos 4, de donde nace el haber casi siempre dominado á las naciones meridionales; los asirios á los caldeos, los medos á los asirios, los partos á los griegos, los turcos á los árabes, los godos á los alemanes, los romanos á los africanos, los ingleses á los franceses, y los escoceses á los ingleses. Aman la libertad, y lo mismo hacen los que habitan los montes, como los esguízaros, grisones y vizcaínos, porque su temple es semejante al del norte. En las naciones muy vecinas al sol deseca la destemplanza del calor la sangre, y son melancólicos y profundos en penetrar los secretos de la naturaleza; y así, de los egipcios y árabes recibieron los misterios de las ciencias las demás naciones septentrionales. Las provincias colocadas entre las dos zonas destempladas gozan de un benigno cielo, y en ellas florece la religion, la justicia y la prudencia 5. Pero, porque cada una de las naciones se diferencia de las demás en muchas cosas particulares, aunque estén debajo de un mismo clima, diré dellas, lo que he notado con la comunicacion y el estudio, porque no le falte esta parte principal á vuestra alteza, que ha de mandar á casi todas. Los españoles aman la religion y la justicia, son constantes en los trabajos, profundos en los consejos, y así, tardos en la ejecucion. Tan altivos, que ni los desvanece la fortuna próspera ni los humilla la adversa. Esto, que en ellos es nativa gloria y elacion de ánimo, se atribuye á soberbia y desprecio de las demás naciones, siendo la que mas bien se halla con todas y mas las estima 6, y la que mas obedece á la razon y depone con ella mas fácilmente sus afetos ó pasiones. Los africanos son astutos, falaces, supersticiosos, bárbaros, que no observan alguna disciplina militar. Los italianos son advertidos y prudentes. No hay especie ó imágen de virtud que no representen en su trato y palabras para encaminar sus fines y conveniencias. Gloriosa nácion, que antes con el imperio temporal, y agora con el espiritual domina el mundo. No son de menor fortaleza para mandar que para saber obedecer. Los ánimos y los ingenios, grandes en las artes de Homines, qui frigida loca, Europamque habitant, sunt illi quidem animosi. (Arist., lib. 7, Pol., c. 7.) 5 Graecorum autem genus, ut locorum medium tenet, sic ex utraque natura praeditum, quippe animo simul et intelligentia valet. (Arist., lib. 7, Pol., c. 7.) 6 Advenientes enim externos benignè hospitio excipiunt, adeò ut aemulatione quadam invicem pro illorum honore certent. Quos advenae sequuntur, hos laudant, amicosque Deorum putant. (Diod, Sic., lib. 6, c. 9.) la paz y de la guerra. El ser muy judiciosos los hace sospechosos en su daño y en el de las demás naciones. Siempre recelosos de las mayores fuerzas y siempre estudiosos en librallas. No se empuña espada ó se arbola pica en las demás provincias, que en la fragua de Italia no se haya forjado primero y dado filos á su acero y aguzado su hierro. En Alemania la variedad de religiones, las guerras civiles, las naciones que militan en ella, han corrompido la candidez de sus ánimos y su ingenuidad antigua; y como las materias mas delicadas, si se corrompen quedan mas dañadas, así donde ha tocado la malicia extranjera ha dejado mas sospechosos los ánimos y mas pervertido el buen trato. Falta en algunos la fe pública; las injurias y los beneficios escriben en cera, y lo que se les promete en bronce. El horror de tantos males ha encrudecido los ánimos, y ni aman ni se compadecen. No sin lágrimas se puede hacer paralelo entre lo que fué esta ilustre y heróica nacion y lo que es, destruida no menos con los vicios que con las armas de las otras; si bien en muchos no ha podido mas el ejemplo que la naturaleza, y conservan la candidez y generoso trato de sus antepasados, cuyos estilos antiguos muestran en nuestro tiempo su bondad y nobleza. Pero, aunque está así Alemania, no le podemos negar que generalmente son mas poderosas en ella las buenas costumbres que en otras partes las buenas leyes 7. Todas las artes se ejercitan con gran primor. La nobleza se conserva con mucha atencion; de que puede gloriarse entre todas las naciones. La obediencia en la guerra y la tolerancia es grande, y los corazones animosos y fuertes. Hase perdido el respeto al imperio, habiendo éste, pródigo de sí mismo, repartido su grandeza entre los príncipes, y disimulado la usurpacion de muchas provincias y la demasiada libertad de las ciudades libres, causa de sus mismas inquietudes, por la desunion deste cuerpo poderoso. Los franceses son corteses, afables y belicosos. Con la misma celeridad que se encienden sus primeros ímpetus, se apagan. Ni saben contenerse en su país ni mantenerse en el ajeno impacientes y ligeros. A los ojos son amables, al trato insufribles; no pudiéndose conformar la viveza y libertad de sus acciones con el sosiego de las demás naciones. Florecen entre ellos todas las sciencias y las artes. Los ingleses son graves y severos: satisfechos de sí mismos se arrojan gloriosamente á la muerte, aunque tal vez suele movellos mas un ímpetu feroz y resuelto que la eleccion. En la mar son valientes, y tambien en la tierra cuando el largo uso los ha hecho á las armas. Los hiberneses son sufridos en los trabajos; despre cian las artes, jactanciosos de su nobleza.. Los escoceses, constantes y fieles á sus reyes, habiendo hasta esta edad conservado por veinte siglos la corona en una familia. El tribunal de sus iras y venganzas es la espada. 7 Plusque ibi boni mores valent, quam alibi bonae leges. (Tac., de more Germ.) Los flamencos, industriosos, de ánimos cándidos y sencillos, aptos para las artes de la paz y de la guerra, en las cuales da siempre grandes varones aquel país. Aman la religion y la libertad. No saben engañar ni sufren ser engañados. Sus naturales blandos son metales deshechos, que helados retienen siempre las impresiones de sus sospechas; y así, el ingenio y arte del conde Mauricio los pudo inducir al odio contra los españoles, y con apariencias de libertad, los redujo á la opresion en que hoy viven las Provincias-Unidas. Las demás naciones septentrionales son fieras y indómitas. Saben vencer y conservar. Los polacos son belicosos, pero mas para conservar que para adquirir. Los húngaros, altivos y conservadores de sus privilegios. Mantienen muchas costumbres de las naciones que han guerreado contra ellos ó en su favor. Los esclavones son feroces. Los griegos, vanos, supersticiosos y de ninguna fe, olvidados de lo que antes fueron. Los asiáticos, esclavos de quien los domina y de sus vicios y supersticiones. Mas levantó y sustenta agora aquel gran imperio nuestra ignavia que su valor, mas nuestro castigo que sus méritos. Los moscovitas y tártaros, nacidos para servir, acometen en la guerra con celeridad y huyen con confusion. Estas observaciones generales no comprenden siempre á todos los individuos, pues en la nacion mas infiel y ingrata se hallan hombres gratos y fieles. Ni son perpetuas, porque la mudanza de dominios, la trasmigracion de unas naciones á otras, el trato, los casamientos, la guerra y la paz, y tambien esos movimientos de las esferas, que apartan de los polos y del zodiaco del primer móvil las imágenes celestes, mudan los estilos y costumbres y aun la naturaleza, pues si consultamos las historias, hallarémos notados los alemanes de muy altos y los italianos de muy pequeños, y hoy no se conoce esta diferencia. Dominaron por veces las naciones, y mientras duró en ellas la monarquía florecieron las virtudes, las artes y las armas; las cuales despues cubrió de cenizas la ruina de su imperio, y renacieron con él en otra parte. Con todo eso, siempre quedan en las naciones unas inclinaciones y calidades particulares á cada una, que aun en los forasteros (si habitan largo tiempo) se imprimen. Conocidas pues las costumbres de las naciones, podrá mejor el príncipe encaminar las negociaciones de la paz ó de la guerra, y sabrá gobernar las provincias extranjeras, porque cada una dellas es inclinada á un modo de gobierno conforme á su naturaleza 8. No es uniforme á todas la razon de estado, como no lo es la medicina con que se curan; en que suelen engañarse . mucho los consejeros inexpertos, que piensan se pue 8 Natura enim quoddam hominum genus proclive est, ut Imperio herili gubernetur, aliud, ut regio, aliud, ut civili, et horum imperiorum cujusque aliud est jus, et alia commoditas. (Arist., lib. 5, Pol., c. 12.) den gobernar con los estilos y máximas de los estados donde asisten. El freno fácil á los españoles no lo es álos italianos y flamencos; y como es diferente el modo con que se curan, tratan y manejan los caballos españoles y los napolitanos y húngaros, con ser una especie misma; así tambien se han de gobernar las naciones segun sus naturalezas, costumbres y estilos. Desta diversidad de condiciones de las gentes se infiere la atencion que debe tener el príncipe en enviar embajadores que, no solamente tengan todas las partes requisitas para representar su persona y usar de su potestad, sino tambien que sus naturales, su ingenio y trato se confronten con los de aquella nacion donde han de asistir; porque, en faltando esta confrontacion, mas son á propósito para intimar una guerra que para mantener una paz; mas para levantar odios que para granjear voluntades. Por esto tuvo dudoso á Dios la eleccion de un ministro á propósito para hacer una embajada á su pueblo, y se consultó consigo mismo 9. Cada una de las cortes ha menester ministro conforme á su naturaleza. En la de Roma prueban bien aquellos ingenios atentos que conocen las artes y disimulan, sin que en las palabras ni en el semblante se descubra pasion alguna; que parecen sencillos, y son astutos y recatados; que saben obligar y no prendarse; apacibles en las negociaciones, fáciles en los partidos, ocultos en los desinios y constantes en las resoluciones; amigos de todos, y con ninguno intrínsecos. La corte cesárea ha menester á quien sin soberbia mantenga la autoridad, quien con sencillez discurra, con bondad proponga, con verdad satisfaga y con flema espere; quien no anticipe los accidentes, antes use dellos como fueren sucediendo; quien sea cauto en prometer y puntual en cumplir. En la corte de Francia probarán bien los sugetos alegres y festivos, que mezclen las veras con las burlas; que ni desprecien ni estimen las promesas; que se valgan de las mudanzas del tiempo, y mas del presente que del futuro. En Ingalaterra son buenos los ingenios graves y severos, que negocian y resuelven de espacio. En Venecia los facundos y elocuentes, fáciles en la invencion de los medios, ingeniosos en los discursos y proposiciones y astutos en penetrar desinios. En Génova los caseros y parciales, mas amigos de componer que de romper; que sin fausto mantengan la autoridad; que sufran y contemporicen, sirviendo al tiempo y á la ocasion. En esguízaros los dispuestos á deponer á su tiempo. la gravedad y domesticarse, granjear los ánimos con las dádivas y la esperanza, sufrir y esperar; porque ha de tratar con naciones cautas y recelosas, opuestas entre sí en la religion, en las facciones y en los institutos del gobierno; que se unen para las resoluciones, eligen las medidas, y después cada una las ejecuta á su modo. 9 Quem mittam, et quis ibit nobis? (Isai., 6, 8.) Así como son diferentes las costumbres de las naciones, son tambien sus fuerzas. Las de la Iglesia consisten en el respeto y obediencia de los fieles; las del Imperio, en la estimacion de la dignidad; las de España, en la infantería; las de Francia, en la nobleza; las de Ingalaterra, en la mar; las del Turco, en la multitud; las de Polonia, en la caballería; las de Venecia, en la prudencia, y las de Saboya, en el arbitrio. Casi todas las naciones se diferencian en las armas ofensivas y defensivas, acomodadas al genio de cada una y á la disposicion del país; en que se debe considerar cuáles son mas comunes y generales, y si las propias del país son desiguales ó no á las otras para ejercitar las mas poderosas; porque la excelencia en una especie de armas ó la novedad de las inventadas de improviso, quita ó da los imperios: el suyo extendieron los partos cuando se usó de las saetas; los franceses y los septentrionales con los hierros de las lanzas, impelidas de la velocidad de la caballería, abrieron camino á su fortuna; la destreza en la espada ejercitada en los juegos gladiatorios (en que vale mucho el juicio) hizo á los romanos señores del mundo; otro nuevo pudieron conquistar los españoles con la invencion de las armas de fuego, y fundar monarquía en Europa; porque en ellas es menester la fortaleza de ánimo y la constancia, virtudes desta nacion. A este elemento del fuego se opuso el de la tierra (que ya todos cuatro sirven á la ruina del hombre); y introducida la zapa, bastó la industria de los holandeses á resistir al valor de España. En el contrapeso de las potencias se suelen engañar mucho los ingenios, y principalmente algunos de los italianos, que vanamente procuran tenellas en equilibrio, porque no es la mas peligrosa ni la mas fuerte la que tiene mayores estados y vasallos, sino la que mas sabe usar del poder. Puestas las fuerzas en dos balanzas, aunque caiga la una y quede la otra en el aire, la igualará y aun la vencerá esta si se le añadiere un adarme de prudencia y valor, ó si en ella fuere mayor la ambicion y tiranía. Los que se levantaron con el mundo y le dominaron, tuvieron flacos principios. Celos daba la grandeza de la casa de Austria, y todos procurában humillalla, sin que alguno se acordase de Suecia, de donde hubiera nacido á Alemania su servidumbre, y quizá á Italia, si no lo hubiera atajado la muerte de aquel rey. Mas se han de temer las potencias que empiezan á crecer que las ya crecidas, porque es natural en estas su declinacion y en aquellas su aumento. Las unas atienden á conservarse con el sosiego público, y las otras á subir con la perturbacion de los do minios ajenos. Aunque sea una potencia mas poderosa en sí que otra, no por eso esta es menos fuerte que aquella para su defensa y conservacion. Mas eficaz es un planeta en su casa que otro en su exaltacion. Y no siempre salen ciertos estos temores de la potencia vecina; antes suelen resultar en conveniencia propia. Temió Italia que se labraba en poniente el yugo de su servidumbre cuando vió unido á la corona de Aragon el reino de Sicilia; creció este temor cuando se incorporó el de Nápoles y todos juntos cayeron en la obediencia de Castilla, y llegó á desesperarse viendo que el emperador Cárlos V enfeudó á España el estado de Milan; y no por esto perdieron su libertad los potentados; antes preservados de las armas del Turco y de las ultramantonas, gozaron un siglo de paz. Inquietó los ánimos el fuerte de Fuentes, y fué juzgado por freno de Italia, y la experiencia ha mostrado que solamente ha sido una simple defensa. Todos estos desengaños no bastan á curar las aprensiones falsas desta hipocondría de la razon de estado, complicada con humores de emulacion y invidia, para que depusiese sus imaginaciones melancólicas. Pónense las armas de su majestad sobre Casal con intento de echar dél á los franceses y restituille á su verdadero señor, facilitando la paz y sosiego de Italia, y tratan luego los émulos de coligarse contra ellas, como si un puesto mas ó menos fuera considerable en una potencia tan grande. Desta falsa impresion de daños y peligros futuros, que pudieran dejar de suceder, han nacido en el mundo. otros presentes mayores que aquellos, queriendo anticipalles el remedio. Y así, depongan sus celos los que, temerosos, tratan siempre de igualar las potencias, porque esto no puede ser sin daño de la quietud pública. ¿Quién sustentará el mundo en este equinoccio igual de las fuerzas, sin que se aparten á los solsticios de grandeza unas mas que otras? Guerra seria perpetua, porque ninguna cosa perturba mas las naciones que el encendellas con estas vanas imaginaciones, que nunca llegan á fin, no pudiendo durar la union de las potencias menores contra la mayor; y cuando la derribasen, ¿quién las quietaria en el repartimiento de su grandeza, sin que una dellas aspirase á quedarse con todo? Quién las conservaria tan iguales, que una no creciese mas que las otras? Con la desigualdad de los miembros se conserva el cuerpo humano; así el de las repúblicas y estados con la grandeza de unos y mediocridad de otros. Mas segura política es correr con las potencias mayores y ir á la parte de su fortuna, que oponerse á ellas. La oposicion despierta la fuerza y da título á las tiranías. Los orbes celestes se dejan llevar del poder del primer móvil, á quien no pueden resistir, y siguiéndole, hacen su curso. El duque de Toscana Ferdinando de Médicis bebió en Roma las artes de trabajar al mas poderoso, y las ejercitó contra España con pláticas nocivas en Francia, Ingalaterra y Holanda; pero reconoció después el peligro, y dejó por documento á sus descendientes que no usasen dellas, como hoy lo observan, con beneficio del sosiego público. y la púrpura, por mas que la cubran el oro, las perlas y quantes; y múil le ostentacion de los palacios y inútil la familia y la pompa de las cortes si los reflejos del accro y los resplandores de las armas no ilustraná los principes. No menos se preció Salomon (como rey tan prudente) de tener ricas armerías que de tener preciosas recámaras, poniendo en aquellas escudos y lanzas de mucho valor 1. Los españoles estimaban mas los caba cuya los ánimos 1 Fecit igitur Rex Salomon ducentas hastas aureas de summa sexcentorum aureorum, qui in singulis hastis expendebantur: tre llos buenos para la guerra que su misma sangre 2. Esta estimacion se va perdiendo con la comodidad de los coches, permitidos por los romanos solamente á los senadores y matronas 3. Para quitar semejantes abusos, y obligar á andar á caballo, dijo el emperador Cárlos V estas palabras en las cortes de Madrid año 1534: «Los naturales destos reynos no solamente en ellos sino en otros, fueron por la caballeria muy honrados y estimados, y alcanzaron gran fama, prez y honra, ganando muchas vitorias de sus enemigos, asi Christianos como infieles, conquistando reynos y señorios que al presente están en nuestra corona.» Por alabanza de los soldados valerosos, dicen las sagradas letras que sus escudos eran de fuego, significando su cuidado en tenellos limpios y bruñidos; y en otra parte ponderan que sus reflejos, reverberando en los montes vecinos, parecian lámparas encendidas 5. Aun al lado de Dios, dijo David que daba hermosura y gentileza la espada ceñida 6. El vestido de Aníbal era ordinario y modesto, pero sus armas excedian á las demás 7. El emperador Cárlos V mas estimaba verse adornado de la pompa militar que de mantos recamados. Vencido el rey de Bohemia Ottocaro del emperador Rodulfo, venia con gran lucimiento á dalle la obediencia; y aconsejando al Emperador sus criados que adornase su persona como convenía en tal acto, respondió: «Armaos, y poneos en forma de escuadron, y mostrad á estos, que poneis la gala en las armas, y no en los vestidos, porque esta es la mas digna de mí y de vosotros.» Aquella grandeza acredita á los príncipes, que nace del poder. Para su defensa los eligió el pueblo; lo cual quisieron significar los navarros cuando en las coronaciones levantaban á sus reyes sobre un escudo: este le señalaban por trono, y por dosel al mismo cielo. Escudo ha de ser el príncipe de sus vasallos, armado contra los golpes y expuesto á los peligros y á las inclemencias. Entonces mas galan y mas gentil á los ojos de sus vasallos y de los ajenos, cuando se representare mas bien armado. La primer toga y honor que daban los alemanes á sus hijos, era armallos con la espada y el escudo 8. Hasta entonces eran parte de la familia, después de la república 9. Nunca el príncipe parece príncipe sino cuando está armado. Ninguna librea mas lucida que una tropa de corazas. Ningun cortejo mas vistoso que el de los escuadrones, los cuales son mas gratos á la vista cuan centa quoque scuta aurea trecentorum aureorum, quibus tegebantur singula scuta. (2, Paral., 9, 15.) 2 Plurimis militares equi sanguine ipsorum cariores. (Trog.) 3 Quibus quidem vehiculis, nisi castae, et spectatae probitatis foeminis, alias uti non licuit. (Alex. ab Alex., lib. 8, c. 18.) 4 Clypeus fortium ejus ignitus. (Nahum., 2, 3.) Et ut refulsit Sol in clypeos aureos, et aereos, resplenduerunt montes ab eis, et resplenduerunt sicut lampades ignis. (1, Mach., 6, 39.) 6 Accingere gladio tuo super femur tuum, potentissime: specie tua, et pulchritudine tua intende, prosperè procede, et regna. (Psalm. 44, 4.) 7 Vestitus nihil inter aequales excellens, arma, atque equi inspiciebantur. (Tit. Liv.) 8 Scuto frameaque juvenem ornant, haec apud illos toga, hic primus juventae bonos. (Tac., de mor. Germ.) 9 Ante hoe domus pars videntur, mox re:publicae. (Ibid.) do están mas vestidos del horror de Marte, y cuando en ellos los soldados se ven cargados de las cosas necesarias para la ofensa y defensa y para el sustento propio. No ha menester la milicia mas gala que su mismo aparato. Las alhajas preciosas son de peso y de impedimento 10. Lo que mas conduce al fin principal de la vitoria, parece mejor en la guerra. Por esto cuando pasó Scipion Africano á España ordenó que cada uno de los soldados llevase sobre sus hombros trigo para treinta dias, y siete estacas para barrear los reales. Estas eran las alhajas de aquella soldadesca, tan hecha á las descomodidades, que juzgaba haberse fabricado Roma para el Senado y el pueblo, los templos para los dioses, y para ella la campaña debajo los pabellones y tiendas 11, donde estaba con mas decoro que en otras partes. Con tal disciplina pudo dominar el mundo. Las delicias, las galas y las riquezas son para los cortesanos; en los soldados despiertan la cudicia del enemigo. Por esto se rió Aníbal cuando Antioquio le mostró su ejército, mas rico por sus galas que fuerte por sus armas; y preguntándole aquel rey si bastaba contra los romanos, respondió con agudeza africana: «Paréceme que bastará, por mas cudiciosos que sean. » El oro ó la plata ni defiende ni ofende 12: así lo dijo Galgaco á los britanos para quitalles el miedo de los romanos; y Soliman para animar á los suyos en el socorro de Jerusalem: L'arme, e i destrier d' ostro guernili, e d'oro Preda fien nostra, e non difesa loro. (Tass., cant. 9.) Y si bien á Julio César parecia conveniente que sus soldados fuesen ricos para que fuesen constantes, por no perder sus haciendas 13, los grandes despojos venden la vitoria, y las armas adornadas solamente de su misma fortaleza la compran; porque mas se embaraza el soldado en salvar lo que tiene que en vencer. El que acomete por cudicia no piensa en mas que en rendir al enemigo para despojalle. El interés y la gloria son grandes estímulos en el corazon humano. ¡Oh, cuánto se riera Aníbal si viera la milicia destos tiempos, tan deliciosa en su ornato y tan prevenida en sus regalos, cargado dellos el bagaje! ¡Cómo pudiera con tan gran número de carros vencer las asperezas de los Pirineos y abrir caminos entre las nieves de los Alpes! No parecen hoy ejércitos (principalmente en Alemania), sino trasmigraciones de naciones que pasau de unas partes á otras, llevando consigo las familias enteras y todo el menaje de sus casas, como si fueran instrumentos de la guerra. Semejante relajacion notó Tácito en el ejército de Oton 14. No hay ya erario de príncipe ni abundancia de provincia que los pueda mantener. Tan 10 Ferro geri bella, non auro, usu didicisse suppellectilem pretiosam nihil aliud fuisse, quam onus et impedimentum. (Cur., lib. 5.) 11 Urbem Senatui, ac populo Romano, templa Diis reddita proprium esse militiae decus in castris. (Tac., lib. 3, Hist.) 12 Ne terreat vanus aspectus, et auri fulgor, atque argenti, quod neque tegit, neque vulnerat. (Tac., in vita Agric.) 13 Quod tenaciores eorum in praelio essent metu damni. (Sueton.) 14 Quidam luxuriosos apparatus conviviorum, et irritamenta li bidinum, ut instrumenta belli mercarentur. (Tac., lib. 1, Hist.) |