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prudencia, y los errores aciertos. Si quiere derribar la soberbia de una monarquía, para que, como la torre de Babilonia 4, no intente tocar en el cielo, confunde las intenciones y las lenguas de los ministros para que no se correspondan entre sí, y cuando uno pide cal, ó no le entiende el otro ó le asiste con arena. En las muertes tempranas de los que la gobiernan, no tiene por fin el cortar el estambre de sus vidas, sino el echar por tierra aquella grandeza. Refiriendo el Espiritu Santo la vitoria de David contra Goliat, no dice que con la piedra derribó su cuerpo, sino su exaltacion 5. Pero si tiene decretado el levantar una monarquía, cria aquella edad mayores capitanes y consejeros, ó acierta á topallos la eleccion, y les da ocasiones en que mostrar su valor y su consejo. Mas se obra con estos y con el mismo curso de la felicidad que con la espada y el brazo 6. Entonces las abejas enjambran en los yelmos y florecen las armas, como floreció en el monte Palatino el venablo de Rómulo arrojado contra un jabalí. Aun el golpe errado de aquel fundador de la monarquía romana sucedió felizmente, siendo pronóstico della; y así, no es el valor ó la prudencia la que levanta ó sustenta (aunque suelen ser instrumento) las monarquías, sino aquel impulso superior que mueve muchas causas juntas, ó para su aumento ó para su conservacion; y entonces obra el acaso, gobernado por aquella eternamente, lo que antes no habia imaginado la prudencia. Rebelada Germania, y en última désesperacion las cosas de Roma, se hallaron vecinas al remedio las fuerzas de Oriente 7. Si para estos fines está destinado el valor y prudencia de algun sugeto grande, ningun otro, por valiente que sea, bastará á quitalle la gloria de conseguillos. Gran soldado fué el señor de Aubeni, pero infeliz, por haber campeado contra el Gran Capitan, destinado para levantar en Italia la monarquía de España, disponiendo Dios (como lo hizo con el imperio romano 8) sus principios y causas por medio del rey don Fernando el Católico, cuya gran prudencia y arte de reinar abriese sus fundamentos, y cuyo valor la levantase y extendiese : tan atento á sus aumentos, que ni perdió ocasion que se le ofreciese, ni dejó de hacer nacer todas aquellas que pudo alcanzar el juicio humano; y tan valeroso en la ejecucion, que se hallaba siempre el primero en los peligros y fatigas de la guerra; y como en los hombres es mas fácil el imitar que el obedecer, mas mandaba con sus obras que con sus órdenes. Pero porque tan gran fábrica necesitaba de obreros, produjo aquella edad (fértil de grandes varones) á Colon, á Hernan Cortés, á los dos hermanos Francisco y Hernando Pizarro, al señor Antonio de Leiva, á Fabricio y Próspero Colona, á don Ramon de Cardona, á los marqueses de Pescara y del

Gen., cap. 11.

5 In tollendo manum, saxo fundae dejecit exultationem Goliae. (Eccl., 47, 5.)

6 Pleraque in summa fortuna auspiciis et consiliis, quam telis et manibus geri. (Tac., lib. 3, Ann.)

7 Affuit, ut saepè alias, fortuna populi Romani. (Tac., lib. 3, Hist.) Struebat jam fortuna, in diversa parte terrarum, initia causasque imperio. (Tac., lib. 2, Hist.)

Vasto, y á otros muchos tan insignes varones, que uno como ellos no suele dar un siglo. Con este in mantuvo Dios largo tiempo el estambre de sus vidas, y hoy no el furor de la guerra, sino una fiebre lenta, lerta. En pocos años hemos visto rendidas á sus filos las das de don Pedro de Toledo, de don Luis Fajardo, del marqués Spínola, de don Gonzalo de Córdoba, de duque de Feria, del marqués de Aytona, del duque de erma, de don Juan Fajardo, de don Fadrique de Toledo, del marqués de Celada, del conde de la Fera y del marqués de Fuentes: tan heróicos varones, que no menos son gloriosos por lo que obraron que por lo que esperaba dellos el mundo. ¡Oh profunda providencia de aquel eterno Ser! ¿Quién no inferirá desto la declinacion de la monarquía de España, como en tiempo del emperador Claudio la pronosticaban por la diminucion del magistrado, y las muertes en pocos meses de los mas principales ministros 9, si no advirtiese que quita estos instrumentos porque corra mas por su cuenta que por el valor humano la conservacion de una potencia que es coluna de su Iglesia? Aquel primer Motor de lo criado dispone estas veces de las cosas, estas alternaciones de los imperios. Un siglo levanta en una provincia grandes varones, cultiva las artes y ilustra las armas; y otro lo borra y confunde todo, sin dejar scñales de virtud ó valor que acrediten las memorias pasadas. ¿Qué fuerza secreta sobre las cosas, aunque no sobre los ánimos, se oculta en esas causas segundas de los orbes celestes? No acaso están sus luces desconcertadas, unas por su colocacion fija y otras por su movimiento; y pues no sirve su desórden á la hermosura, señal es que sirve á las operaciones y efetos. ¡Oh gran volúmen, en cuyas hojas (sin obligar su poder ni el humano albedrío) escribió el Autor de lo criado con caractéres de luz, para gloria de su eterna sabiduría, las mudanzas y alteraciones de las cosas, que leyeron los siglos pasados, leen los presentes y leerán los futuros! Floreció Grecia en las armas y las artes; dió á Roma qué aprender, no qué inventar, y hoy yace en profunda ignorancia y vileza. En tiempo de Augusto colmaron sus esperanzas los ingenios, y desde Neron comenzaron á caer, sin que el trabajo ni la industria bastase á oponerse á la ruina de las artes y de las sciencias. Infelices los sugetos grandes que nacen en las monarquías cadentes; porque, ó no son empleados, ó no pueden resistir al peso de sus ruinas, y envueltos en ellas, caen miserablemente sin crédito ni opinion, y á veces parecen culpados en aquello que forzosamente habia de suceder 10. Sin obligar Dios el libre albedrío, ó le lleva tras si el mismo curso de las causas, ó faltándole aquella divina luz, tropieza en sí mismo y quedan pervertidos sus consejos ó tarde ejecutados 11. Son los prínci

9 Numerabatur inter ostenta, diminutus omnium magistratuum numerus, quaestore, aedili, tribuno, ac praetore, et consule, paucos intra menses defunctis. (Tac., lib. 12, Ann.)

10 Etiam merito accidisse videatur, et casus in culpam transeat. (Vellejus.)

41 Cujuscumque fortunam mutare constituit, consilia corrumpit. (Vell., lib. 11.)

pes y sus consejeros ojos de los reinos; y cuando dispone Dios su ruina, los ciega 12, para que ni vean los peligros ni conozcan los remedios. Con lo mismo que habu de acertar, yerran. Miran los casos, y no los reviene; antes, de su parte los apresuran. Peligroso ejemplo nos dan desta verdad los cantones esguízaros, lan prudentes siempre y tan valerosos en la conservacion de sus patrias y libertad, y hoy tan descuidados y dormidos, siendo causa de la ruina que los amenaza. Habia el autor de las monarquías constituido la suya entre los antemurales de los Alpes y del Reno, cercán

12 Claudet oculos vestros, Prophetas, et Principes vestros, qui vident visiones, operiet. (Isai., 29, 10.)

dola con las provincias de Alsacia, Lorena y Borgoña, contra el poder de Francia y de otros príncipes; y cuando estaban mas léjos del fuego de la guerra, gozando de un abundante y feliz sosiego, la llamaron á sus confines y la fomentaron, estándose á la mira de las ruinas de aquellas provincias, principio de la suya, sin advertir los peligros de una potencia vecina superior en fuerzas, cuya fortuna se ha de levantar de sus cenizas. Temo (quiera Dios que me engañe) que pasó ya la edad de consistencia del cuerpo helvético, y que se halla en la cadente, perdidos aquellos espíritus y fuerzas que le dieron estimacion y grandeza. Tienen su período los imperios. El que mas duró, mas cerca está de su fin.

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¿Qué fuerza milagrosa incluye en si la piedra iman, que produce tan admirables efetos? Qué amorosa correspondencia tiene con el norte, que ya que no puede por su peso volver siempre los ojos y fijallos en su hermosura, los vuelven las agujas tocadas en ella? Qué proporcion hay entre ambas? Qué virtud tan grande, que no se pierde en tan inmensa distancia? ¿Por qué mas á aquella estrella ó punto del cielo que á otro? Si no fuera comun la experiencia lo atribuiria á arte mágica la ignorancia, como suele los efetos extraordinarios de la naturaleza cuando no puede penetrar sus ocultas y poderosas causas.

No es menos maravilloso el efeto del iman en atraer á sí y levantar el hierro, contra la repugnancia de su gravedad; el cual, movido de una inclinacion natural que le obliga á obedecer á otra fuerza superior, se une con él y hace voluntario lo que habia de ser forzoso. Esta discrecion quisiera yo en el príncipe, para conocer aquel concurso de causas que (como hemos dicho) levanta ó derriba los imperios; y para saberse gobernar en él, sin que la oposicion le haga mayor ó le apresure, ni el rendimiento facilite sus efetos; porque aquella serie y conexion de cosas movidas de la primera causa de las causas, es semejante á un rio, el cual

cuando corre por su madre ordinaria fácilmente se sangra y divide, ó con presas se encamina su curso á esta ó á aquella parte, dejándose sujetar de los puentes; pero en creciendo, favorecido de las lluvias y nieves deshechas, no sufre reparos, y si alguno se le opone, hace la detencion mayor su fuerza y los rompe. Por esto el Espíritu Santo aconseja que no nos opongamos á la corriente del rio 1. La paciencia vence aquel raudal, el cual pasa presto, desvanecida su potencia; que es lo que movió á tener por mal agüero de la guerra de Vitellio en Oriente, el haberse levantado y crecido el Eufrates, revuelto en cercos como en diademas de blanca espuma, considerando cuán poco duran los esfuerzos de los rios 2. Así pues, cuando muchas causas juntas acompañan las vitorias de un príncipe enemigo, y felizmente le abren el camino á las empresas, es gran prudencia dalles tiempo para que en sí mismas se deshagan, no porque violenten el albedrío, sino porque la libertad deste solamente tiene dominio sobre los movimientos del ánimo y del cuerpo, no sobre los externos. Bien puede no rendirse á los acasos, pero no

1 Nec coneris contra ictum fluvii. (Eccl., 4, 52.) Fluminum instabilis natura simul ostenderet omnia, raperetque. (Tac., lib. 6, Ann.)

puede siempre impedir el ser oprimido dellos. Mas vale la constancia en esperar que la fortaleza en acometer. Conociendo esto Fabio Máximo, dejó pasar aquel raudal de Aníbal, hasta que, disminuido con la detencion, le venció, y conservó la república romana. Cobran fuerza unos sucesos con otros, ó acreditados con la opinion, crecen aprisa, sin que haya poder que baste á oponerse á ellos. Hacian feliz y glorioso á Cárlos V la monarquía de España, el imperio, su prudencia, valor y asistencia á las cosas; cuyas calidades arrebataban el aplauso universal de las naciones; todas se arrimaban á su fortuna; y émulo el rey de Francia á tanta grandeza, pensó mengualla y perdió su libertad. ¡Qué armado de amenazas sale el rayo entre las nubes! En la resistencia descubre su valor, sin ella se deshace en el aire; así fué aquel de Suecia, engendrado de las exhalaciones del norte; en pocos dias triunfó del imperio y llenó de temor el mundo, y en una bala de plomo se desapareció. Ninguna cosa desvanece mas presto que la fama de una potencia que en sí misma no se afirma 3. Son achacosos estos esfuerzos de muchas causas juntas; porque unas con otras se embarazan, sujetas á pequeños accidentes y al tiempo, que poco a poco deshace sus efetos. Muchos ímpetus grandes del enemigo se enflaquecen con la tardanza, cansados los primeros brios 4. Quien entretiene las fuerzas de muchos enemigos confederados, los vence con el tiempo, porque en muchos son diversas las causas, las conveniencias y los consejos, y no pudiendo conformarse para un efecto, desisten y se dividen. Ninguna confederacion mayor que la de Cambray contra la república de Venecia; pero la constancia y prudencia de aquel valeroso senado la divirtió presto. Todas las cosas llegan á su vigor y descaecen. Quien les conociere el tiempo, las vencerá fácilmente 5. Porque nos suele faltar este conocimiento, que á veces consiste en un punto de poca duracion, nos perdemos en los acasos. Nuestra impaciencia ó nuestra ignorancia los hace mayores; porque, no sabiendo conocer la fuerza que traen consigo, nos rendimos á ellos ó los disponemos con los mismos medios violentos que aplicamos para impedillos. Encaminaba Dios la grandeza de Cosme de Médicis, y los que quisieron detenella, desterrándole de la república de Florencia, le hicieron señor della. Con mas prudencia notó Nicolao Uzano el torrente de aquella fortuna; y porque no creciese con la oposicion, juzgó (mientras vivió) por conveniente que no se le diese ocasion de disgusto; pero con su muerte faltó la consideracion de tan prudente consejo. Luego se conoce la fuerza superior de semejantes casos, porque todos los accidentes le asisten, aunque parezcan á la vista humana opuestos á su fin; y entonces es gran sabiduría y gran piedad ajustarnos á aquella fuerza su

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3 Nihil rerum mortalium tam instabile ac fluxum est, quam fama potentiae non sua vi nixae. (Tac., lib. 15, Ann.)

4 Multa bella impetu valida per taedia, et moras evanuisse. (Tac., lib. 2, Hist.)

5 Opportunos magnis conatibus transitus rerum. (Tac., lib. 1, Hist.)

perior que nos

Thi To tad v

mas obediente
na. Menos pad
opone. Loca pi
tos de Dios. N
la estatua con
por haber heck
fuese adorada.

ta, creyendo q
que no puede r.
que este mismo
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con nosotros. I
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diencia. Al que
mitió que en
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ta en la ruina
siendo árbitro
criado, pudo

que s los decreuncios de odon r

ado e

muer

uno para ostentacion y gioria y otro para vituperio En la constitucion ab aeterno de los imperios, de sus crecimientos, mudanzas ó ruinas, tuvo presentes el supremo Gobernador de los orbes nuestro valor, nuestra virtud ó nuestro descuido, imprudencia ó tiranía; y con esta presciencia dispuso el órden eterno de las cosas en conformidad del movimiento y ejecucion de nuestra eleccion, sin haberla violentado; porque, como no violenta nuestra voluntad quien por discurso alcanza sus operaciones, así tampoco el que las antevió con su inmensa sabiduría. No obligó nuestra voluntad para la mudanza de los imperios; antes los mudó porque ella libremente declinó de lo justo. La crueldad en el rey don Pedro, ejercitada libremente, causó la sucesion de la corona en el infaute don Enrique, su hermano, no al contrario. Cada uno es artífice de su ruina ó de su fortuna 10. Esperalla del acaso es ignavin. Creer que ya está prescrita, desesperacion. Inútil fuera la virtud y excusado el vicio en lo forzoso. Vuelva vuestra alteza los ojos á sus gloriosos progenitores que fabricaron la grandeza desta monarquía, y verá que no los coronó el acaso, sino la virtud, el valor y la fatiga, y que con las mismas artes la mantuvieron sus descendientes, á los cuales se les debe la misma gloria; porque no me

6 Optimum est pati, quod emendare non possis, et Deum, quo auctore cuncta eveniunt, sine murmure comitari. (Senec., ep. 108.) 7 Nabuchodonosor Rex fecit statuam auream. (Dan., 5, 1.)

8 In manu Domini prosperitas hominis. (Ecct., 10, 5.)

9 An non habet potestatem figulus luti, ex eadem massa facere alind quidem vas in honorem, aliud vero in contumeliam? (Ad Rom., 9, 24.)

40 Valentior enim omni fortuna animus est, in utramque partem res suas ducit, beataeque ac miserae vitae causa est. (Sen., ep. 98.)

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Crecen con la concordia las cosas pequeñas, y sin ella cordia pintaban una mujer que rasgaba sus vestidos.

caen las mayores. Resisten unidas á cualquier fuerza, las que divididas eran flacas é inútiles. ¿Quién podrá, juntas las cerdas, arrancar la cola de un caballo ó romper un manojo de saetas 1? Y cada una de por sí no es bastante á resistir la primer violencia. Así dieron á entender Sertorio y Sciluro Scytha el valor de la concordia, que hace de muchas partes distintas un cuerpo unido y robusto. Levantó el cuidado público las murallas de las ciudades sobre las estaturas de los hombres con tal exceso, que no pudiesen escalallas; y juntos muchos soldados, y hechas pavesadas de los escudos, y sustentados en ellos con recíproca union y concordia, vencian antiguamente sus almenas y las expugnaban. Todas las obras de la naturaleza se mantienen con la amistad y concordia; y en faltando desfallecen y mueren, no siendo otra la causa de la muerte que la disomancia y discordia de las partes que mantenian la vida. Así pues sucede en las repúblicas: un consentimiento comun las unió, y un disentimiento de la mayor parte y de la mas poderosa las perturba y destruye, ó les induce nuevas formas. La ciudad que por la concordia era una ciudad, sin ella es dos y á veces tres ó cuatro, faltándole el amor, que reducia en un cuerpo los ciudadanos. Esta desunion engendra el odio, de quien nace luego la venganza, y desta el desprecio de las leyes, sin cuyo respeto pierde la fuerza la justicia 2, y sin esta se viene á las armas; y encendida una guerra civil, cae facilmente el órden de república, la cual consiste en la unidad. En discordando las abejas entre sí, se acaba aquella república. Los antiguos para significar á la dis

4 Funiculus triplex difficile rumpitur. (Eccl., 4, 12.)
Et justitiae legem in concordiam disposuerunt. (Sap., 18, 9.)

Et scissa gaudens vadit discordia palla. (Virgil.)

Y si hace lo mismo con los ciudadanos, ¿cómo se podrán juntar para la defensa y conveniencia comun? Cómo asistirá entre ellos Dios, que es la misma concordia, y la ama tanto que con ella mantiene (como dijo Job 3) su monarquía celestial? Platon decia que ninguna cosa era mas perniciosa á las repúblicas que la division. Hermosura de la ciudad es la concordia, su muro y su presidio. Aun la malicia no se puede sustentar sin ella. Las discordias domésticas hacen vencedor al enemigo. Por las que habia entre los britanos, dijo Galgaco que eran los romanos gloriosos 4. Encendidas dentro del estado las guerras, se descuidan todos de las de afuera 5. A pesar destas y de otras razones, aconsejan algunos políticos que se siembren discordias entre los ciudadanos para mantener la república, valiéndose del ejemplo de las abejas, en cuyas colmenas se oye siempre un ruido y disension, lo cual no aprueba, antes contradice este parecer; porque aquel murmurio no es disonancia de voluntades, sino concordancia de voces con que se alientan y animan á la obra de sus panales, como la de los marineros para izar las velas y hacer otras faenas. Ni es buen argumento el de los cuatro humores en los cuerpos vivientes, contrarios y opuestos entre sí; porque antes, de su combate, nacen las enfermedades y brevedad de la vida, quedando vencedor el que predomina. Los cuerpos vegetables son de

Qui facit concordiam in sublimibus. (Job, 25, 2.)

4 Nostris illi dissensionibus, et discordiis clari, vitia hostium in gloriam exercitus sui vertunt. (Tac., in vit. Agric.) Conversis ad civile bellum animis, externa sine cura habebantur. (Tac., lib. 1, Hist.)

mas duracion por faltalles esta contradicion. Fuerza es que lo que discorda padezca, y que lo que padece no dure. ¿Quién, desunida una república, podrá mantener el fuego de las disensiones en cierto término seguro? Si encendido pasan á abrasarse, ¿quién después le extinguirá estando todos envueltos en él? La mayor faccion arrastrará á la otra, y aquella por mantenerse y esta por vengarse, se valdrán de las fuerzas externas, y reducirán á servidumbre la república, ó le darán nueva forma de gobierno, que casi siempre será tirano, como testifican muchos ejemplos. No es el oficio del príncipe de desunir los ánimos, sino de tenellos conformes y amigos; ni pueden unirse en su servicio y amor los que están opuestos entre sí, ni que dejen de conocer de dónde les viene el daño; y así, cuando el príncipe es causa de la discordia permite la divina Providencia (como quien abomina della 6) que sean su ruina las mismas artes con que pensaba conservarse; porque, advertidas las parcialidades, le desprecian y aborrecen como autor de sus disensiones. El rey Italo fué recibido con amor y aplauso de los alemanes porque no fomentaba discordias y era parcial á todos.

Por las razones propuestas debe el príncipe no dejar echar raíces á las discordias, procurando mantener su estado en union; la cual se conservará si atendiere á la observacion de las leyes, á la unidad de la religion, á la abundancia de los mantenimientos, al repartimien to igual de los premios y de sus favores, á la conservacion de los privilegios, á la ocupacion del pueblo en la artes, y de los nobles en el gobierno, en las armas y en las letras; á la prohibicion de las juntas, á la compostura y modestia de los mayores, á la satisfacion de los menores, al freno de los privilegiados y exentos, á la mediocridad de las riquezas y al remedio de la pobreza. Porque, reformadas y constituidas bien estas cosas, resulta de ellas un buen gobierno, y donde le hay, hay paz y concordia.

Solamente podria ser conveniente y justo procurar la discordia en los reinos ya turbados con sediciones y guerras civiles, dividiéndolos en facciones para que sea menor la fuerza de los malos; porque el fin es de dar paz á los buenos, y el disponer que no la tengan entre sí los perturbadores es defensa natural 7, siendo la union de los malos en daño de los buenos; y como se ha de desear que los buenos vivan en paz, así tambien que los malos estén discordes, para que no ofendan á los buenos.

La discordia que condenamos por dañosa en las repúblicas es aquella hija del odio y aborrecimiento; pero no la aversion que unos estados de la república tienen contra otros, como el pueblo contra la nobleza,

1

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6 Et septimum detestatur anima ejus, eum, qui seminat inter fratres discordias. (Prov., 6, 19.)

7 Concordia malorum contraria est bonorum, et sicut optandum est, ut boni pacem habeant adinvicem, ita optandum est, ut mali sint discordes; impeditur enim iter bogorum, si unitas non dividatur malorum. (S. Isidor.)

esta emi
pasa á

nientes; porque viven mas atentos á contradecirse, y
destruir el uno los dictámenes y negociaciones del otro,
que al beneficio público y servicio de su príncipe. Cada
uno tiene sus amigos y valedores, y fácilmente se re-
duce el pueblo á parcialidades, de donde suelen nacer
los tumultos y disensiones. Por esto Druso y Germáni-
co se unieron entre sí, para que no creciese al soplo
del favor dellos la llama de las discordias que se habian
encendido en el palacio de Tiberio. De donde se infiere
cuán errado fué el dictámen de Licurgo, que sembraba
discordias entre los reyes de Lacedemonia, y ordenó
que cuando se mandasen dos embajadores, fuesen entre
sí enemigos. Ejemplos tenemos en nuestra edad de los
daños públicos que han nacido por la desunion de los
ministros. Uno es el servicio del príncipe, y no puede
tratarse sino es por los que están unidos entre sí. Por
esto Tácito alabó en Agrícola el haberse conservado con
sus camaradas en buena amistad, sin emulacion ni
competencia 8. Menos inconveniente es que un nego-
cio se trate por un ministro malo que por dos buenos,
si entre ellos no hay mucha union y conformidad, io
cual sucede raras veces.

La nobleza es la mayor seguridad y el mayor peligro del príncipe, porque es un cuerpo poderoso que arrastra la mayor parte del pueblo tras sí. Sangrientos ejemplos nos dan España y Francia; aquella en los tiempos pasados, esta en todos. El remedio es mantenella desunida del pueblo y de sí misma con la emulacion, pero con el temperamento dicho, y multiplicar y igualar los títulos y dignidades de los nobles; consumir sus haciendas en las ostentaciones públicas, y sus brios en los trabajos y peligros de la guerra; divertir sus pensamientos en las ocupaciones de la paz, y humillar sus espíritus en los oficios serviles de paiacio.

8 Procul ab aemulatione adversus collegas. (Tac., in vit. Agric.)

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