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que mal hicieron é contra él erraron, é por reverencia de nuestra Señora, en quien se dice que vos, Sefor, habeis gran devocion, é por seguir exemplo de los notables Reyes que mucho á Dios se allegaron é le quisieron parescer en la misericordia, mayormente á los bienaventurados é gloriosos Reyes de Aragon, de quien vos, Señor, venis, le plega haber piedad con Don Jayme, mi marido, queriéndolo sogurar de muerte é de lision é de prision é de desterramiento de vuestros Reynos; y esto rescebiré en la mayor merced que Vuestra Señoría me puede hacer. E ruego á estos Señores nobles é Caballeros que aquí están, que me ayuden á conseguir esta mi suplicacion.» Lo qual todo la Condesa decia con muchas lágrimas. Y luego el Obispo de Malta en ayuda de la Condesa dixo al Rey: «Muy excelente Príncipe, poderoso Rey é Señor: como quiera que la Señora vuestra tia haya suplicado é dicho á Vuestra Alteza la razon por que vino, el ansioso dolor é angustia que tiene no le dió lugar á que del todo dixese lo que suplicar le convenia: por ende, Señor, yo continuando su razon en su nombre, por introduccion de mi decir, tomaré las palabras del Santo David, que á Dios clamaba quando mayor culpa contra él cometió; que le dixo: Miserere mei, Deus, secundum magnam misericordiam tuam. En las quales palabras mostraba la grande ofensa por él á Dios hecha, é demandaba perdon á la grandeza de su misericordia; é así Señor, la Señora vuestra tia no demandaba perdon con pequeño dolor; por ende, Señor, sea á ella comunicada vuestra misericordia, acordandoves, Señor, de la gran piedad que hubo David de Absalon su hijo, que se rebeló contra él, é perdonólo por suplicacion de una viuda, é quitóle el Reyno quered, Señor, ser espejo de clemencia en vuestros tiempos como lo han seydo algunos Emperadores é Reyes, cuyas historias hoy hacen durar sus nombres; é á la Señora vuestra tia da confianza de vuestra misericordia la excelente fama que de vuestra virtud se predica por todo el mundo,é de la muchedumbre de vuestras virtudes, de que se guarnece vuestra corona de piedras preciosas de muy gran valor.» E desque el Obispo hubo hablado, el Abad de Balaguer dixo al Rey: «Muy Excelente Señor, aquí es menester que se muestre la clemencia de Vuestra Real Magestad, é tiempre el rigor de vuestra justicia, como de tan alto é tan noble Príncipe quanto vos, Señor, sois, se espera, como le ha seydo suplicado por la Señora Condesa, é por el Reverendo Señor Obispo (1) de Malta, é haciendolo, Señor, asi, siempre nuestro Señor acrecentará vuestros dias, é vos dará victoria de vuestros enemigos, é á luengos años perdonará vuestras culpas, é vos hará para siempre reynar con aquel que es Rey de los Reyes, é Señor de los Señores.»

(1) Se halla en el original, de letra de Galindez, añadida la paJabra Obispo.

CAPÍTULO XIII.

De la respuesta quel Rey dió á la Condesa é á los que con ella venian.

Desque la Condesa é los que con ella venian hubieron hecho sus suplicaciones, el Rey respondió así: « A Dios, á quien ninguna cosa es escondida, é á todo el mundo es manifiesto que yo demandé el derecho de la succesion de aqueste Reyno que á mí pertenescia lo mas llanamente que yo pude, dexándolo á la determinacion de aquellos á ¡quien todo el Reyno dió cargo que determinasen la verdad é la justicia, para la dar á quien de derecho pertenecia así, é plugo á Dios é á la gran fidelidad de aquellos á quien fué encomendado que determinaron ser mia la justicia como lo era; é yo vine á llamamiento é requerimiento de los destos Reynos á recebir corporalmente la posesion dellos para usar del regimiento que Nuestro Señor me encomendaba, no con tiranía ni con violencia, mas con la mansedumbre que á los Reyes se conviene. E como supieron de mi venida todos los Grandes de mis Reynos por la mayor parte vinieron á mí, así los que los Reynos demandaban, como los otros, é personas eclesiasticas de cibdades é villas, salvo vuestro marido, á quien no bastó haber puesto muchos estorbos en la justicia ante de la declaracion, mas aunque los embaxadores de Catalueña le amonestaron é aconsejaron que viniese á mi servicio como era tenido, é por mayor abundamiento yo le embié al Abad de Valladolid, é á Mosen Ponce de Perellós por lo traer á mi servicio, á los quales respondió fuera de aquella reverencia que debia, por manera que hube de dexar de hacer en el Reyno algunas cosas que mucho cumplian, é fuí forzado de hacer grandes costas en llevar gentes de armas y pertrechos para lo castigar, é vine hasta Lérida, é allí me embió decir vuestro marido que me haria obediencia por sus mensageros. E como quiera que yo pudiera usar de rigor, é no rescebir su obediencia, pues la daba fuera de tiempo, usando de piedad é clemencia, recebí su omenage é fidelidad que por sus poderes bastantes me hizo, é perdonéle muchos yerros que contra mí en mis Reynos habia cometido, entre los qualcs habia crimen lesae majestatis, é lo demostró en mi deservicio; é despues comenzó á robar mi tierra é mis caminos públicamente, é dió acogida en sus lugares á públicos malhechores, é á personas que me eran en ira; y trató de salir contra mi persona con gentes de armas al camino á danificar á mí é á los que comigo venian, y en toda parte razonaba de mí no como vasallo ni como obediente, mas como enemigo; é todo esto disimulé pensando poderlo tornar á bien. E porque algunos me decian que esto hacia con gran menester, yo de mi largueza Real é propio motuo embié ofrecer que le daria ciento é cinqüenta mil florines de oro para rehacer su Estado, é le haria Duque de Monblanque, é le daria mi hijo el Maestre de Santiago que casase con su hija, é le pornia en mis libros de merced en

CAPÍTULO XIV.

De como el Rey dixo á la Condesa que se fuese en buen hora, quél no le entendia dar otra respuesta.

El Rey llegó á la Condesa por la levantar, y ella no quiso levantarse, y el Rey le dixo que se fuese en hora buena, que era muy tarde, é no le entendia dar otra respuesta, que aquella era su final intencion. Entonces la Condesa por no enojar mas al Rey tomó su licencia; y el Rey mandó á Diego Hernandez de Vadillo que la llevase á su posada, é le hiciese ende comer. E desque el Rey hubo comido é dormido, mandó llamar á los del su Consejo, y embió llamar á la Condesa, y en presencia de todos el Rey le dixo: «Tia, mucho he pensado en vuestra suplicacion, é de una parte la consciencia de la justicia que me es encomendada me acusa, é de otra vuestras peticiones muy humildosas me inclinan á misericordia; por ende entendiendo ser convenible, porque del todo no deseche vuestra suplicacion, ni tampoco así largamente la otorgue como por vos es pedida, quiero que por vuestra venida se tiemple en alguna parte la pena que Don Jayme vuestro marido merescia, que era capital, la qual le sea perdonada por vuestro acatamiento, é ruégovos que mas sobre esta cosa no me afinqueis. » E con esto la Condesa partió dende por no enojar mas al Rey, é volvióse para Balaguer.

cada año dos mil florines de oro, é otros dos mil para vos, é otros dos mil para la Condesa su madre; é con todo eso añadiendo mal á males, hizo tratos é alianzas con gentes extrañas fuera de mis Reynos para que viniesen poderosamente con él, para ser contra mí é contra mi Señorío; é probó de hurtar la cibdad de Lérida, é vino ende con pendon Real, é hizo correr cierta gente de armas que yo embiaba en Aragon, é tomó castillos y lugares fuertes mios do se hizo jurar por Rey de Aragon, é basteció lugares é castillos suyos para rebelar mas claramente contra mí; sobre lo qual hube consejo con muy solennes letrados para saber lo que debia hacer para remediar con derecho los males que mis Reynos é mis tierras rescebian; é por todos mne fué consejado que debia mandar tomar todas las fortalezas é tierras de vuestro marido, é que debia proceder contra él como contra inobediente, en la forma que las leyes é costumbres destos Reynos lo disponen; é con gran desplacer que habia de su daño, como quiera que me habia tan gravemente errado, detúveme en la esecucion, hasta que en pública audiencia fuí requerido por mi Procurador Fiscal que luego sin tardanza hiciese mi proceso contra vuestro marido é contra todos los de su parcialidad; é no pude buenamente escusarme, pensando la cuenta que á Dios he de dar de la administracion de la justicia que me encomendó. E por ende mandé á mi Governador General de Catalueña, que aquí está, que fuese poderosamente á tomar é ocupar las villas é castillos que eran de vuestro marido, porque dellos no viniese daño á mis súbditos é vasallos; el qual cumpliendo mi mandado fué á lo hacer, é halló quien gelo defendiese, é todos se rebelaron como es notorio, segun todo esto largamente parecerá por el proceso hecho contra él. Por ende me moví á lo cercar por mi persona, donde he hallado mayor dureza en él, mandando tirar á mi persona con tiros de pólvora é ballestas, habiéndome conocido, é habiendo acá muerto muchos buenos Caballeros y Escuderos, é non curó de mis pregones ni llamamientos. Pues ¿como quereis vos, tia, que tales cosas pasen sin escarmiento? Que esto que vos demandais, ni es servicio de Dios, ni place á Nuestra Señora por cuya reverencia vos lo demandais, ni es mi servicio, mas es gran daño de la cosa pública de mis Reynos, é seria dar materia á que otros se atreviesen é hacer semejantes crímenes é maleficios, é todos podrian decir que pues perdoné á Don Jayme tan grandes yerros é tan famosos delitos, que bien debo perdonar los que fueren menores. E por ende yo he determinado de no hacer trato con vuestro marido, mas que sueltamente se venga á poner en mi poder, é conozca su culpa, y entonce yo haré lo que buen Rey debe hacer, usando de justicia en uno con misericordia, seyendo ántes movido á piedad que á rigor.» Esto dicho, el Rey se levantó de su silla, é la Condesa quedó las rodillas en el suelo continuando su suplicacion, diciendo que aunque supiese allí morir, no se levantaria hasta que el Rey la otorgase la merced que le demandaba.

é

CAPÍTULO XV.

De como la Condesa de Urgel habia vuelto al Rey á decir como el Conde su marido estaba aparejado para venir à le hacer reverencia.

Otro dia viernes (1) veinte dias de Otubre del dicho año, la Condesa volvió al Rey, é le dixo que Don Jayme su marido estaba aparejado para venir á le hacer reverencia despues de comer, é que suplicaba á Su Señoría le pluguiese de asegurar á los suyos que por le servir habian hecho su mandado. El Rey por complacer á lá Condesa le dixo que él aseguraba á todos los que le habian ayudado, exceptando los que habian seydo en la muerte del Arzobispo de Zaragoza. E con esto la Condesa se partió é se fué para Balaguer; y el Conde fué mucho alegre en saber que era seguro de la vida, é que suyos eran perdonados.

CAPÍTULO XVI.

los

De como el Conde de Urgel habia venido á hacer reverencia al Rey.

El Rey se fué al Real, é mandó poner su asentamiento é silla donde solia salir á mirar la cibdad, é allí vino Don Jayme, é llegó ante el Rey con gran reverencia, é hincó las rodillas ante él, é besóle la mano, é dixo: «< Señor, yo vos erré, demándovos misericordia, é pídoos Señor por merced que vos

(1) En el original decia Mártes, debiendo ser Viernes,

cartas á la Reyna, teniendo en merced la gran ayuda que le embiaba.

CAPÍTULO XX.

De como el Rey de Aragon entró en la cibdad de Balaguer (1).

membreis del linage de donde vengo. » El Rey le respondió: «< Ya vos perdoné é hube de vos misericordia, é agora por ruego de mi tia, vuestra muger, vos perdono la muerte que merecíades por los yerros que me habeis hecho, é aseguro vuestros miembros, é que no seades desterrado de mis Reynos.» E mandóle levantar, é dixo á Pero Hernandez de Guzman que le llevase á su posada; é mandó al Duque de Gandía, y al Adelantado de Castilla, é al Mariscal Alvaro que fuesen con él hasta lo dexar en la posada de Pero Hernandez de Guzman; é allí estuvo esa noche la Condesa con Don Jayme, y el Rey le mandó embiar muy bien de cenar, é mandó que les fuese hecho mucho servicio.

CAPÍTULO XVII.

De como el Rey mandó llevar al Conde de Urgel á Lérida.

Otro dia el Rey mandó á Pero Rodriguez de Guzman que llevasen al Conde para Lérida, el qual lo llevó con hasta docientas lanzas, é púsolo en una torre del alcazar de Lérida, donde estuvo muy bien guardado. E luego el Rey mandó hacer alarde por saber la gente que cada uno tenia, é halló que ternia hasta tres mil quiñientos de caballo.

CAPÍTULO XVIII.

De como en Castilla hubo fama que mucha gente extrangera venia en ayuda del Conde de Urgel.

Como en Castilla hubo fama que mucha gente extrangera venia en ayuda del Conde de Urgel, la Señora Reyna Doña Catalina, como amaba mucho al Infante y era de gran corazon é muy franca, mandó llamar quatrocientas lanzas, é mandóles que á mas andar se fuesen para el Rey de Aragon su hermano ; é mandó embiar cartas de apercebimiento del Rey su hijo para quatro mil lanzas de sus vasallos; y escribió al Rey de Aragon que ella embiaba aquellas quatrocientas lanzas en tanto que se aparejaban quatro mil que á su costa le entendia de embiar para con quo pacificase sus Reynos y echase fuera dellos sus enemigos; é que si tal necesidad fuese, con todas las gentes del Rey su hijo le ayudaria, é venderia para ello si menester fuese todas sus joyas.

CAPÍTULO XIX.

Como las quatrocientas lanzas que la Reyna Doña Catalina embiaba, se volvieron desque supieron que el Conde de Urgel era preso.

Las quatrocientas lanzas que la Reyna embiaba supieron en el camino como los hechos de Balaguer eran acabados, y el Conde era preso; por eso se volvieron todos, salvo Gonzalo de Aguilar que llegó hasta Lérida con hasta cincuenta lanzas, al qual el Rey rescibió muy bien, é le hizo mercedes, é le mandó que embiase su gente, é quedase allí hasta ver su coronacion. El Rey de Aragon escribió sus

El domingo, que fueron cinco dias del mes de Noviembre, el Rey entró en la cibdad de Balaguer, acompañado de todos los Grandes que con él habian estado en el cerco, é de otros muchos Gentiles-Hom; bres que eran allí venidos por ser Caballeros el dia del combate ; é como el Rey quiso entrar en Balaguer, aquellos Gentiles-Hombres le suplicaron que aunque el combate no se habia hecho, los quisiese armar Caballeros ; é al Rey plugo dello, é armó bien cincuenta Caballeros en la entrada de la cibdad, donde fué rescebido con gran triunfo, metido debaxo de un paño brocado, segun es costumbre de meter á los Reyes que nuevamente entran en sus cibdades.

CAPÍTULO XXI.

De como el Rey de Aragon partió de la cibdad de Balaguer (2).

El Rey, otro dia lunes partió de Balaguer, é dexó todas las cosas de su Real á los Frayles de San Francisco de Balaguer, para ayudar á rehacer su monesterio que estaba derribado, é llevó consigo todas las gentes que en el Real tenia, y en pos de sí llevaba sus pendones é las vanderas de todos los Caballeros que con él estaban, así de Castilla como de Aragon é Valencia é Catalueña; y entró asi muy alegre en la cibdad de Lérida, donde fué recebido con grandes juegos é danzas, como se suelen recebir á los Reyes que de alguna conquista vienen victoriosos.

CAPÍTULO XXII.

De como el Rey llegó á Lérida, é mandó hacer cuenta con los Caballeros que de Castilla ende estaban, é les mandó págar, é se volvieron en Castilla.

E luego como el Rey llegó á Lérida, mandó hacer cuenta con todos los Caballeros de Castilla que allí estaban, é con todas sus gentes, é mandóles muy bien pagar todo el sueldo que les era debido hasta que cada uno llegase en su casa; é allende desto les hizo mercedes, proporcionando la persona de cada uno é como le habian servido; é así los Castellanos se partieron muy contentos é muy alegres del Rey, é se volvieron á Castilla.

CAPÍTULO XXIII.

De como el Rey continuó su proceso contra el conde de Urgel

E despues desto el Rey Don Fernando continuó su proceso contra el Conde de Urgel, é hizo publi

(1) En el original decia Urgel, pero por el mismo contesto se evidencia que está errado,

(2) En el original Urgel,

de quedar, é como vido que le llevaban camino de Castilla, hubo tan grande enojo, que se dexó caer de una azémila en que le levaban, en tal manera que hubiera de morir; é asi lo llevaron hasta el castillo de Urueña, donde quedó en poder de Peralonso Descalante; é Pero Rodriguez de Guzman se partió dende para su tierra. Por cierto grande exemplo es este, en que todos los hombres deben mirar que no hagan cosa contra su Señor, mayormente los Grandes, que cuanto mayores son, mas dinos son de reprehension, é mas peligrosa es su caida; los quales deben mucho trabajar de tener cerca de sí hombres graves é de honesta vida; que si el Conde de Urgel tales los tuviera, no cayera en los yerros que cayó. Mas tuvo cerca de sí por principal consejero á Mosen García de Sesé, el qual fué hombre de tan peligrosos consejos, que siempre se perdieron los que los seguian; é por su consejo se perdió Don Anton de Luna, é despues el Conde de Urgel, é á la fin Don Fadrique, Conde de Luna, que á causa suya dexó todo lo que en Aragon tenia, é se vino en Castilla, donde rescibió grandes mercedes del Rey Don Juan; é á la fin por sus deméritos fuð preso é murió en la prision. E Mosen García dió asimesino tan buenos consejos, que vendió los vasallos de que el Rey Don Juan le hizo merced, é murió asaz pobre en la cibdad de Segovia.

cacion de los testigos, é mandóle leer delante sus dichos, é requirióle que dixese contra ellos si algo queria, el qual respondió que él no habia que decir. Y el miercoles, que fueron veinte nueve dias de Noviembre, el Rey fué al alcazar é hizo ante sí traer al Conde de Urgel, estando presentes el Príncipe Don Alonso, é Don Pedro sus hijos, y el Duque de Gandía, é Don Enrique de Villena, é muchos otros Caballeros é Letrados, y el Rey dixo al Conde: « Dios sabe, á quien no se esconde cosa alguna, que yo quisiera escusar esto por que soy aquí venido; é á todo el mundo son manifiestos los yerros que vos contra mí hecistes, é contra la corona de mis Reynos, é con todo eso vos dí lugar para que vos pudiésedes emendar, é yo vos quise perdonar é hacer mercedes, como á todos es notorio; é vos continuando vuestro mal propósito, no distes lugar á que yo vos hubiese de perdonar, é á grandes preces é ruegos de mi tia vuestra muger, yo vos perdoné la muerte que teniades bien merecida, é do contra vos la sentencia que oiréis. » Y el Rey mandú á Pablo Nicolas, que era escribano del proceso, que leyese la sentencia, en la qual se repetian todos los yerros y excesos que el Conde de Urgel habia cometido, por los quales, como quiera que era dino de muerte, usando de misericordia la perdonaba, é lo condenaba á perpetua prision é perdimiento de todos sus bienes, é que dende adelante no seria mas Conde, é confiscaba sus bienes para su Corona Real. El Conde dixo en alta voz: « Señor, misericordia vos pido, que confiando en vuestra clemencia me vine poner en vuestro poder»; y el Rey no le respondió cosa alguna, é salió del alcazar, é se fué á su palacio.

CAPÍTULO XXIV.

De como el Rey determinó de embiar preso en Castilla al Conde de Urgel.

E todas estas cosas así pasadas, el Rey determinó de embiar en Castilla preso al Conde de Urgel, é mandó á Pero Rodriguez de Guzman, que lo llevase á Zaragoza, é que dende partiesen con él el dicho Pero Rodriguez de Guzman, é Pero Alonso Descalante, é lo pusiesen en el castillo de Uruefia (1), y ende le tuviese Pero Alonso Descalante. E los dichos Caballeros partieron con él, é quando llegaron á Zaragoza, pensó el Conde que allí habia

(1) En el original de Logroño decia Uruella, y se halla corregido de letra de Galindez.

CAPÍTULO XXV.

De como el Rey de Aragon hizo proceso contra la Condesa madre del Conde de Urgel.

A cabados los hechos del Conde de Urgel, el Rey Don Fernando hizo proceso contra la Condesa su madre, la qual se halló en muy grande cargo de los yerros quel Conde su hijo hizo, é probóse contra ella que quiso dar yervas al Rey é á los Infantes sus hijos, é hizo algunos tratos contra el Rey en Portugal, por lo qual el Rey la mandó prender; é fueron presos é justiciados algunos de los que en este trato entendieron, y ella fué condenada á perdimiento de todos sus bienes; y el Rey le perdonó la vida por ser muger de tan alta guisa.

En este tiempo hubo tan gran hambre en la mayor parte de Castilla, que llegó á valer la hanega del trigo á tres florines de oro (2).

(2) Estas últimas líneas, que tienen traza de una nota añadida por mano extraña, se hallan del mismo modo en la edicion de Logroño y en la de Monfort.

AÑO OCTAVO.

1414.

CAPÍTULO PRIMERO.

De como el Rey D. Fernando partió de Lérida, é se coronó en Zaragoza.

Estando el Rey Don Fernando en Lérida, determinó de se partir para Zaragoza, é partióse á diez de Enero del año de mil é quatrocientos é catorce, para se coronar, como es costumbre de los Reyes de Aragon de coronarse en aquella cibdad. E como la Reyna Doña Catalina fué certificada que el Rey Don Fernando de Aragon, su hermano, se iba á coronar á Zaragoza, hubo dello muy gran placer, é mandó traer ante sí todas las joyas del Rey Don Juan, su hijo, para le embiar alguna joya de gran valor, y entre aquellas halló una corona que podria pesar quince marcos de oro, en la qual habia muchos balaxes y esmeraldas, é zafires, é perlas muy gruesas de gran valor; é mandó llamar á Fernan Manuel de Lando, é á Juan de la Cámara, é mandóles que con ella fuesen al Rey Don Fernando, é le dixesen de su parte como ella habia habido muy gran placer en saber que se queria coronar, ‚é por eso le embiaba aquella corona con que se habia coronado el Rey Don Juan, padre del Rey Don Enrique, su señor é su marido, é suyo. El qual recibió muy graciosamente el rico presente que la Reyna le enbió, y escribióle teniéndoselo en merced, é dió á los mensageros sendas piezas de seda, é cada docientos florines para el camino.

CAPÍTULO II.

De como el Rey de Aragon mandó aparejar las cosas necesarias á su coronacion; é de los Nobles Caballeros que allí se hallaron (1).

Estando el Rey en Zaragoza, mandó aparejar todas las cosas que eran necesarias para su coronacion, en la qual vinieron muchos grandes Señores, así Perlados como Caballeros, é los principales que ende vinieron de Castilla, Perlados, fueron los siguientes.

Don Juan, Obispo de Segovia.

Don Alonso, Obispo de Leon.

Don Alonso, Obispo de Salamanca.

Don Diego, Obispo de Zamora.

El Abad de Huerta.

El Abad de Palazuelos.

(1) En el original de Logroño faltaba esta cabeza, que se encuentra añadida por Galindez en la tabla de capítulos del mismo.

Los notables Caballeros que de Castilla vinieron son estos.
El Infante Don Alonso, primogenito de Aragon.
El Infante Don Juan, Duque de Peñafiel, Señor de
Castro Xeriz.

El Infante Don Enrique, Maestre de Santiago.
El Infante Don Sancho, Maestre de Alcantara.
El Infante Don Pedro. Todos hijos legítimos del
Rey de Aragon.

Don Alonso Enriquez, Almirante mayor de Castilla, tio del Infante.

Don Ruí Lopez Dávalos, Condestable de Castilla. Diego Lopez Destúñiga, Justicia mayor de Castilla.

Juan de Velasco, Camarero mayor del Rey de Castilla.

Diego Gomez de Sandoval, Adelantado de Castilla. Don Pedro é Don Fernando, hijos del Conde de Monte-Alegre.

Garcífernandez Manrique, Señor de Aguilar é de Castañeda.

Pero Lopez de Ayala, Alcalde mayor de Toledo.
Pero Carrillo, Alguacil mayor de Toledo é de
Burgos.

Pero Gonzalez de Mendoza, señor de Almazan.
Pero Nuñez de Guzman, Señor de Torija.
Juan Hurtado de Mendoza, Mayordomo mayor del
Rey de Castilla.

Rui Gonzalez de Castañeda, Señor de Fuentedueña.

Iñigo Lopez de Mendoza, Señor de Hita trago.

Mosen Rubin de Bracamonte.

de Bui

Alvaro de Avila, Mariscal é Camarero del Rey de
Aragon.

Rodrigo de Narbaez, Alcayde de Antequera.
Gonzalo de Aguilar.

Garcigonzalez de Valdés.

Pero Diaz Quixada, Señor de Villagarcía. E muchos otros Caballeros y Escuderos que se dexan aquí de escrebir.

Caballeros de Aragon que vinieron allí.

El Duque de Gandia.

Don Fadrique, Conde de Luna, hijo del Rey Luis de Cecilia.

Don Enrique de Villena.
Mosen Bernaldo Cabrera.
El Conde de (uirre (2).

(2) El original dice Juirre,

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