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cio le habia hecho, seria mas por inducimiento de algunas personas que buscaban sus intereses, que por su voluntad; é que desto le pedia por merced lo mandase castigar como á su crianza é á persona tan cercana en debdo á Su Merced, é como aquel que nuevamente tocaba en error é creia que con pequeño castigo rescibiria grande enmienda; é asimesmo le suplicaba é pedia por merced que en estos hechos quisiese algo acatar á ella, que estaba muy tribulada é con mucho pesar quanto mas no podia, por estar el Infante Don Enrique su hijo en su indignacion, que por su voluntad él é los otros sus hijos le servirian mas que al Rey de Aragon su padre, si vivo fuese, por quanto él los mantenia é sostenia sus Estados, é con su ayuda el Rey su padre alcanzara el Reyno de Aragon. El Rey, oidas estas cosas, respondió graciosamente loando todo lo que la Reyna decia; pero en quanto á las culpas del Infante, dixo que no habia razon de dudar en ellas, pues que á todo el mundo eran notorias; por ende que las no repetia, salvo aquella en que de presente estaba, veniendo así como venia con gente de armas en menosprecio suyo. E finalmente dixo que ella podia bien ver si á él era honesto, é si se guardaba su preeminencia real otorgando cosa alguna por pequeña que fuese en favor del Infante Don Enrique é de los que con él estaban, estando así con mano armada cerca de su Corte contra su defendimiento, ni aun porque ella lo rogase, como quiera que de buena voluntad él la queria complacer en todas las cosas como á verdadera madre, é por ende le rogaba que hubiese buena paciencia, que en esto no entendia condescender á sus ruegos, mas proceder por todo rigor. La Reyna tornó hacer sus ruegos é peticiones sobre este hecho lo mejor que pudo, no solamente una vez, mas muchas, y el Rey todavía estuvo en su propósito.

CAPÍTULO XXVIII.

De como el Infante embió al Rey al Arzobispo de Santiago Don Lope de Mendoza.

Teniendo el Infante Don Enrique é los que con él eran, que pues la Reyna de Aragon su madre estaba con el Rey, que podia haber lugar de librar algunas cosas de las que pedia, acordó de embiar al Rey é á la Reyna su madre á Don Lope de Mendoza, Arzobispo de Santiago, è á Fernan Perez de Guzman, Señor de Batres; los quales venidos á Arévalo, é habida larga habla con la Reyna de Aragon, procurada é habida audiencia con el Rey en su Consejo, el Arzobispo hizo una larga proposicion, escusando al Infante Don Enrique é la Infanta su muger é á los que con ellos eran, trayendo para esto muchas auctoridades de la Sacra Escriptura; é porque asi la conclusion de su habla era la que ya otras veces habian traido los mensageros del Infante Don Enrique, como porque la respuesta del Rey fué la que solia, no se hace dello mas mencion. Y el Rey reprehendió mucho al Arzobispo de Santiago por haber estado tanto tiempo con

tra su expreso mandamiento con el Infante Don Enrique. A lo qual el Arzobispo dió sus excusaciones, las quales el Rey rescibió, porque conocia que era hombre de buena intencion, é con tal próposito era movido de venir al Rey.

CAPÍTULO XXIX.

De como la Reyna de Aragon y el Arzobispo de Santiago é los Caballeros que con él estaban se volvieron al Infante sin acabar cosa de la que suplicaron.

Y pasados algunos dias que la Reyna de Aragon y el Arzobispo de Santiago é Fernan Perez de Guzman habian estado en la Corte probando todas las vias que habian podido para mudar al Rey de su propósito, así en grandes hablas con él, como con Álvaro de Luna é con Fernan Alonso de Robres, que eran los que principalmente governaban, é visto como ningun remedio en esto hallaban, la Reyna y el Arzobispo é Fernan Perez de Guzman acordaron de se volver al Infante Don Enrique, é de le decir todo lo que habian hablado, amonestándole que no se quisiese del todo perder, é cumpliese todos los mandamientos del Rey, que no tenia otro remedio, y que esto hecho, esperaban en Dios que sus hechos habrian alguna emienda, sobre lo qual el Infante Don Enrique hubo muchos consejos; é visto lo que la Reyna y el Arzobispo le habian dicho, conociendo que algunos de los que estaban con él, así de los grandes é medianos, como de los menores estaban tibios, é les pesaba de haber estado tanto contra los mandamientos del Rey, de los quales el principal fué Pedro de Velasco, el qual mudó del todo el propósito que habia tenido en seguir al Infante Don Enrique; é como quiera que determinó de no se partir del Espinar basta que el Infante por una via ó por otra se partiese, tuvo sus formas porque el Rey conosciese el mudamiento de su propósito; é Juan Fernandez Pacheco, Señor de Belmonte, se partió del Espinar, é se vino para el Rey con cinqüentas lanzas que ende tenia, é así la gente del Rey cada dia crecia, é la del Infante cada dia menguaba: el Infante acordó que no solamente le era cumplidero, mas muy necesa rio de dexar su porfía é camino que habia tenido hasta entonce, é dexarse de mas embaxadas y tratos, é cumplir enteramente los mandamientos del Rey; é que otra cosa no se procurase, salvo seguridad de sus personas y Estados. E así lo dieron por respuesta á la Reyna de Aragon, la qual no fué poco alegre quando hubo traido al Infante Don Enrique su hijo á que dexase el camino que hasta entonce habia traido; é por acuerdo del Infante é de los que con él eran, ella hubo de volver al Rey, é con ella el Arzobispo de Santiago é Fernan Perez de Guzman, por le hacer saber lo que habia concordado con el Infante Don Enrique su hijo é con los que con él estaban.

CAPÍTULO XXX.

De como la Reyna volvió otra vez al Rey.

E llegada la Reyna de Aragon á la Corte, habida audiencia con el Rey, presentes el Arzobispo de Toledo é Alvaro de Luna é Fernan Alonso de Robres, dixo al Rey como ella habia ido al Infante Don Enrique su hijo, é habia trabajado quanto habia podido por el bien destos hechos, é porque la voluntad del Rey en todo se cumpliesc, é que lo que en ello era hecho, el Arzobispo de Santiago lo diría á Su Merced, al qual dió lugar que propusiese; é hizo su habla fundando las excusaciones del Infante é de los que con él eran, justificando sus hechos pasados, diciendo haber seydo todo con sana intencion é con voluntad de servir al Rey, é no en otra manera, suplicando al Rey que á tal intencion los quisiese juzgar; é que el Infante é los que con él eran, vista su voluntad, querian cumplir sus mandamientos, así en derramar la gente de armas, como en irse el Infante Don Enrique é los Perlados é Caballeros cada uno á sus tierras, é dexar todas las villas é lugares é fortalezas que el Infante Don Enrique é la Infanta Doña Catalina su muger tenian é poseian del Marquesado de Villena. A lo qual todo la Reyna de Aragon que ende era, en nombre del Infante Don Enrique su hijo, é de los Perlados é Caballeros que con él eran, y el mesmo Arzobispo que sobresto era con ello embiado, se ofrecieron de lo hacer é cumplir luego sin otro detenimiento; é dixo que como quier que los Caballeros que estuvieron con el Infante Don Enrique en los hechos pasados despues de Tordesillas, entendiendo guardar su servicio y el bien público de sus Reynos, habian hecho todo lo que hicieron, é nunca hicieron cosa porque meresciesen pena, ante mercedes é gualardones, pero que como cerca de Su Merced y en su Consejo estuviesen personas que les habian mala voluntad, las quales podian tener tales maneras por que así al Infante como á ellos no les guardando su justicia fuese dada alguna culpa é padeciesen por ello, que á Su Señoría pluguiese de dar seguridad á los Caballeros que con el Infante EstaDon Enrique habian seydo de sus personas y dos é oficios, é otras qualesquier mercedes que del Rey tuviesen hasta en aquel tiempo, de guisa que no les fuese removido ni contrariado en ninguna manera; é que esta seguridad así dada, todos se partirian como dicho era, é complirian enteramente todos los mandamientos del Rey. Y el Rey respondió recibiendo el ofrescimiento: y en quanto tocaba á la seguridad que para los Caballeros pedian, dixo que haria sobrello aquello que debiese.

CAPÍTULO XXXI.

De como vuelta la Reyna con la respuesta del Infante, é oida por el Rey, le respondió que no daria seguridad hasta quel Infante cumpliese todo lo que le habia mandado.

Luego que la Reyna de Aragon volvió con la respuesta del Infante Don Enrique su hijo, la qual

fué que al Rey pluguiese mandar dar la seguridad que le era pedida por parte del Infante é de los que con él estaban, y cumplirian enteramente todo lo que Su Señoría mandaba, el Rey dixo que no daria seguridad ni responderia en cosa alguna, hasta primero ser cumplidos todos sus mandamientos, certificándoles que si luego no se cumplian, que él entendia de proveer (1) en ello por todo rigor. E como quiera que la Reyna de Aragon y el Arzobispo de Santiago hablaron con Alvaro de Luna é con todos los otros del Consejo, é tuvieron manera como todos los Procuradores juntamente suplicasen al Rey por esta seguridad, jamás el Rey la quiso otorgar, ante siempre se mostró mas rigoroso, diciendo que sus mandamientos se cumpliesen una vez sin condicion alguna, é que esto así hecho, sin que cosa fallesciese, proveeria en las peticiones que le hacian como á su servicio cumpliese.

CAPÍTULO XXXII.

De como visto por el Infante que no podia acabar cosa que suplicaba, acordó de cumplir todo lo que el Rey le mandaba, é mandó hacer alarde é derramó la gente que tenia junta en el Espinar.

Visto por el Intante como ninguna cosa de lo que demandaba se podia acabar, ni por ruego de la Reyna su madre, ni por la intercesion de los Procuradores, ni por las letras é mensageros que muchas veces al Rey habia embiado, é conociendo como cada dia su partido iba menguando, acordó de cumplir todo lo que el Rey mandaba; é luego mandó hacer alarde en el Espinar de la gente de armas que ende tenia, el qual se hizo en veinte é tres dias del mes de Setiembre del dicho año, é hallóse que tenia dos mil honbres de armas é trecientos ginetes. Y esto así hecho, la Reyna de Aragon se fué para Arévalo, y el Infante se partió para Ocaña, é los Perlados é Caballeros é gentes darmas se fueron cada uno para su tierra, salvo el Condestable Don Ruy Lopez Dávalos y el Adelantado Pero Manrique, é Garcifernandez Manrique, Mayordomo mayor del Infante, los quales eran continuos en la casa del Infante. É luego como el Infante se partió del Espinar, Pedro de Velasco se fué luego para el Rey como lo ya tenia concertado. É quando la Reyna volvió al Rey, hallóle doliente de cesiones. E como quiera que el Rey habia acordado de luego mandar hacer alarde de la gente que tenia, húbose de detener hasta quel Rey pudiese cavalgar, porque queria ver el alarde.

CAPÍTULO XXXIII.

De como el Rey mandó hacer alarde en Arévalo, é derramó la gen. te, é dexó mil lanzas para que de contino anduviesen con él en su guarda.

En treinta dias del mes de Setiembre el Rey man. dó hacer alarde, el qual se hizo en batallas ordena

(1) Poner decia en la edicion de Logroño, y está enmendado de letra de Galindez.

é

embió decir é mandar que se viniese luogo para él á Toledo, por quanto entendia ver con los Infantes sus hermanos é con él é con los otros Grandes de sus Reynos é Procuradores de las cibdades é villas que con él en su Corte estaban, sobre el dote que él debia dar á la Infanta Doña Catalina, su hermana, é sobre otras cosas que mucho cumplian á su servicio; y esto mesmo embió sus cartas de llamamiento al Condestable Don Ruy Lopez Dávalos é al Adelantado Fero Manrique; y este mensagero del Rey halló al Infante é á los dichos Caballeros en un lugar que es á dos leguas de Montiel; el qual dadas sus cartas al Infante é á los dichos Caballeros, respondieron que embiarian su respuesta al Señor Rey con sus propios mensageros.

CAPÍTULO XXXIV.

De como el Rey embió al Dean Don Alonso de Cartagena al Rey de Portugal á le responder á las embaxadas que le habia embiado sobre las treguas.

das, é llevó el avanguardia el Infante Don Juan con los de su casa é con los que tenian dél acostamiento, que eran Don Luis de la Cerda, Conde de Medina-Celi, é Diego Perez Sarmiento, Repostero mayor del Rey, é Íñigo de Zúñiga, su Mariscal, Don Pedro de Guevara, é Juan de Avellaneda, Alferez mayor del Rey, é otros Caballeros y Escuderos sus vasallos que andaban contino en su casa, en que hubo mil é seiscientas lanzas; é fueron allende desto debaxo de su vandera Pedro Destúñiga, Justicia mayor del Rey, que traia seiscientas lanzas, é Diego Gomez de Sandoval, Adelantado de Castilla, que traia trecientas lanzas, é así que podian ser en esta batalla del avanguarda hasta dos mil é trecientas lanzas; é levaba el ala de la mano derecha del Rey el Conde Don Fadrique con nuevecientas lanzas, y el ala de la mano izquierda levaba Álvaro de Luna con la gente de la guarda, é con los Donceles de la casa del Rey, que serian mil lanzas é mas. Y el Rey iba en la meitad, discurriendo por todas las batallas, é con él el Infante Don Pedro mirándolas, en que hubo muy gran placer en ver tan noble gente junta, é tan bien armada y encavalgada, que era maravilla de ver; é hallóse que serian por todos hasta seis mil é seiscientas lanzas, é dende arriba. Y el alarde así hecho, el Rey embió mandar á sus Contadores mayores que hiciesen cuenta con todos del sueldo que habian de haber, é gelo librasen luego donde les fuese bien pagado ; é ordenó que quedasen con él mil lanzas para su guarda, las quales se dieron al Infante Don Juan é al Almirante Don Alonso Enriquez, é á Álvaro de Luna, y al Adelantado Diego Gomez dé Sandoval, á los quales mandó que las traxiesen en su guarda; lo qual así hecho, é la gente partida para sus tierras, el Rey se fué para Olmedo, por ser padrino de Don Cárlos, primogénito del Infante Don Juan, donde asimesino fué padrino Álvaro de Luna. Y el Infante Don Juan hizo allí al Rey mucho servicio é sala general, é á todos los que en la Corte venian; é de allí el Rey se partió para Arévalo, y embió mandar á la Reyna que estaba en Tordesillas, que se partiese para Ávila, donde la esperaria, y desde allí se irian juntamente á Toledo : y embió decir al Infante Don Enrique como él se iba para Toledo é con él los Infantes Don Juan é Don Pedro, é otros Grandes de sus Reynos, é que desde alli le embiaria llamar; por ende que estuviese en la comarca. Y él tomó su camino para Ávila donde la Reyna lo halló, é dende se fueron juntamente para Toledo, y entraron ende á veinte tres de Otubre; é desta partida del Rey para Toledo supo el Infante ante quel mandado del Rey llegase, é partióse de Ocaña para Montiel, y en el camino llegó á él Pero Manuel, que iba con el mandado del Rey, é díxole lo que el Rey le habia mandado; é despues que el Rey llegó á Toledo, embió á Diego de Córdova, hijo de Martin Fernandez, Alcayde (1) de los Donceles, Infante Don Enrique con su carta, por la qual le

al

(1) Se halla enmendado en lugar de Adalid, de letra de Galindez.

En este tiempo el Rey acordó, pues embaxadores de Portugal habian venido en tiempo de las tutorías de la Reyna Dofia Catalina é del Infante Don Fernando, á demandar paz perpétua, é no se les habian en alguna manera otorgado hasta que el Rey fuese de edad, é despues sobre esto mesmo habian venido á él quando el movimiento de Tordesillas, y el Rey les mandó responder quél embiaria sobre esto sus embaxadores en Portugal; parescióle que era razon de lo poner en obra, é luego acordó de embiar al Rey de Portugal al Doctor Don Alonso de Cartagena, Dean de Santiago y de Segovia, é del su Consejo; é mandó que fueso con él un Escribano de cámara suyo que llamaban Juan Alonso de Zamora; é mandó al Dean que concordase treguas ó paces con el Rey de Portogal por el menos tiempo que pudiese, con ciertas condiciones de las quales se hará mencion en su lugar.

CAPÍTULO XXXV.

De la respuesta quel Infante embió al Rey al llamamiento
que le hizo.

El Infante Don Enrique embíó responder al Rey al llamamiento que le habia hecho con un su Licenciado llamado Pero Alonso de Truxillo, el qual le embió á decir que hablando con la reverencia que debia, le parecia, segun los hechos pasados, no ser servicio suyo que él é los otros Caballeros que con él estaban viniesen á la Corte é hubiesen de estar juntos con los otros que con Su Señoria estaban, por la gran discordia que entrellos era, por la qual nunca se concordarian en cosa que hubiesen de tratar, é aun podria haber entrellos algunos escándalos de que el Rey rescibiese enojo é deservicio; é que le parecia que si á la merced del Rey pluguiese, podria haber consejo de todos en una de dos vias, es á saber la una quel Infante Don Enrique embiase á Su Señoría dos Caballeros con su poder é de los Grandes que con él eran, para que ellos hablasen,

é fuesen en aquellas cosas que ellos presentes seyendo serian é hablarian; é porque ellos mas en breve pudiesen consultar con él sobre las cosas que se hablasen, que se acercaria á una jornada de la Corte; la segunda que él viese lo que le placia con aquellos que entonce con Su Señoría estaban, é que visto é concluido con ellos, que se partiesen de la Corte, é que en su absencia vernia el Infante Don Enrique é los otros Caballeros, é viese con ellos lo que á Su Merced pluguiese de ver; y esto se hiciese tantas veces quantas el negocio lo requiriese; é que donde ninguna destas vias á Su Merced pluguiese,

que todavía pluguiese á Su Señoría quél no hubiese de venir á la Corte, estando ende los otros, ó que Su Merced fuese de dar seguridad para él é los Caballeros é otras personas que con él habian seydo y estaban; é que Su Señoría creyese que no demandaba esta seguridad porque él ni ellos hubiesen hecho cosa alguna que digna fuese de pena, ante de merced é galardon, mas que la pedia porque habia razon de dubdar en los que estaban cerca de Su Señoría, é con la mala intencion que á ellos habian, podian consejar á Su Merced que hiciese contra ellos algunas cosas, acaloñando las cosas pasadas,

AÑO DÉCIMOSEXTO.

1422.

CAPÍTULO PRIMERO.

Del enojo quel Rey hubo del seguro què Infante demandaba. El Rey hubo desplacer de todo lo que el Infante demandaba, paresciéndole ser todo injurioso á su preeminencia real, especialmente en demandar seguro para el Condestable é el Adelantado para Pero Manrique, que eran suyos, é quando la hubiese de dar, decia que seria para el Infante; é para Garcifernandez Manrique, que era su Mayordomo mayor é vivia con él; é quando esto se hubiese de hacer, debia el Infante primero nombrar los contrarios que tenia por quien demandaba esta seguridad; lo qual asimesmo el Rey embió decir al Infante Don Enrique por Pedro de la Cerda, Çaballero de Alvaro de Luna; é sobre esto el Infante tornó á rescrebir al Rey, diciendo que no era honesto que él hubiese de nombrar los contrarios que tenia, é demandándole ciertas condiciones é rehenes de que el Rey hubo grande enojo. E la Infanta Doña Catalina escrebió sobre esto al Rey, suplicando á Su Señoría le pluguiese dar la seguridad que el Infante demandaba para sí é para todos los otros que con él habian seydo en las cosas pasadas y estaban; é rogó afectuosamente á los Procuradores que esto mesmo suplicasen al Rey. El qual ni por la letra de la Infante, ni por suplicacion de los Procuradores, quiso hacer cosa alguna, y embió mandar al Infante que pues él demandaba mas de lo que debia ni le debia ser dado, que él ordenaria una seguridad para él é para aquellos que el Rey quisiese que con él viniesen, tal con que razonablemente se debia contentar, la qual era que el Rey daria su seguro para el Infante é para los que con él viniesen de todas las

personas que ellos nombrasen de quien se recelaban, segun lo mandaban las leyes de sus Reynos, lo qual le debia bastar; é si desto no fuese contento, que el Rey le daria por rehenes á Don Fadrique é á Don Enrique, hijos del Almirante Don Alonso Enriquez, é á Juan de Roxas, sobrino del Arzobispo de Toledo, é á Ruy Diaz, hijo de Juan Hurtado de Mendoza, é á Pero Sarmiento, hijo de Diego Perez Sarmiento, é á Don Juan Pimentel, hijo del Conde de Benavente, é á Juan de Robres, hijo de Fernan Alonso de Robres; é que aun llegando el Infante una jornada donde el Rey estuviese, mandaria ir toda la gente de armas que con él era, salvo las lanzas que Álvaro de Luna, Señor de Santistevan, traia en su guarda, en quien el Infante no habia sospe cha, segun parescia por lo que su Licenciado decis É aun porque el Infante decia que Toledo no le era seguro, que el Rey partiria dende é se iria á otro lugar conveniente, porque todavía el Infante viniese á él. Los Procuradores mandaron á los dos que del Infante embiaron que dixesen á él é á la Infanta su muger, que le suplicaban é pedian por merced que no quisiesen tener con el Rey las maneras que hasta allí habian tenido, demandando mas seguridades é condiciones de las que pertenecian, é se contentasen con lo que el Rey les embiaba decir que se haria, que así les cumplia; é que teniendo otras maneras, creyesen que no librarian mejor por ello. Lo qual todo Diego Perez Sarmiento y el Doctor Ortun Velazquez dixeron al Infante por la manera quel Rey gelo mandó, y el Infante no se contentó con cosa desto, é dixo que él responderia al Rey por sus mensageros.

CAPÍTULO II.

De como el Infante embió al Rey á su Licenciado con un memorial muy largo, é de la respuesta que llevó.

El Infante embió al Rey su Licenciado con un memorial muy largo, las conclusiones del qual eran que pues á la merced del Rey placia que todavía él é los Caballeros que con él eran por sus personas viniesen á su Corte, pluguiese embiarles su carta de seguro para él é para los que con él viniesen, por venida y estada é tornada; que no les seria hecho ni inovado contra sus personas, ni bienes, ni oficios é mercedes é dignidades, ni contra sus tierras, ni cosa alguna ; é para que esto les fuese guardado, le mandase dar los rehenes que de su parte le habian seydo ofrecidos por Diego Perez Sarmiento é por el Doctor Ortun Velazquez. A lo qual todo el Rey respondió que su intencion évoluntad era que el Infante é los Caballeros que con él estaban se contentasen con la que él les habia embiado decir con Diego Perez Sarmiento é con el Doctor Ortun Velazquez; é que en esto no le convenia mas altercar, que aquella era su final intencion.

CAPÍTULO III.

De como el Infante tornó embiar al Rey su Licenciado.

Oida por el Infante la respuesta del Rey, embió su Licenciado con dos escripturas de un tenor, las quales presentó en presencia del Rey é de todo su Consejo, la una en nombre del Infante Don Enrique, é la otra en nombre de Garcifernandez, las quales contenian que como el Rey hubiese embiado mandar al Infante é á Garcifernandez Manrique que nombrasen los contrarios que tenian en la Corte por quien pedia la seguridad, al presente nombraba por sus contrarios y enemigos capitales á Don Sancho de Roxas, Arzobispo de Toledo, é Diego Gomez de Sandoval, Adelantado de Castilla, su sobrino, é á Juan Hurtado de Mendoza, Mayordomo mayor del Rey, los quales eran presentes. É luego hizo juramento segun el derecho lo quiere en tales cosas, que sus partes no nombraban á estos por enemigos maliciosamente, mas porque era así verdad, é lo tenian é creian ciertamente, é aun era así notorio ; por lo qual dixo que estos estando así en la Corte, el Infante Don Enrique é Garcifernandez Manrique no vernian é la Corte, ni eran tenidos de venir á ella; é aquellos partidos, é idos á sus tierras, ellos vernian al mandado del Rey sin demandar seguridad alguna. É dixo que protestaba de nombrar ante de su venida otras personas por contrarios á sus partes. E luego el Arzobispo de Toledo pidió (1) licencia al Rey, é dixo: «Señor, yo he muy gran pesar porque el Infante Don Enrique haya é nombre á mí por enemigo, seyendo él hijo del Rey de Aragon á quien yo serví tanto quanto pude, é de quien res

(1) Pedia estaba en la edicion de Logroño, y está enmendado de letra de Galindez,

cebí muchas mercedes é beneficios; é sabe Dios que yo nunca lo deserví, ni hiciese cosa porque él me debiese haber por enemigo; pero consuélame una cosa, que si me tiene por enemigo, no es por al, salvo porque yo no quiero seguir la via que él tiene, é quiero mas estar en vuestro servicio del qual no me partiré por cosa del mundo; é si enemistad comigo quiere tener, tanto que Dios mantenga á vos, Señor, yo con mis parientes é amigos é mi casa me defenderé dél. En quanto es á lo de Garcifernandez Manrique no me curo de responder á su enemistad al presente.» É acabada la habla del Arzobispo, habló el Adelantado de Castilla, su sobrino, é dixo al Rey: «Señor, mucho soy maravillado é me desplace por el Infante Don Enrique nombrar á mí por enemigo, que yo deseo mucho que él sirviese á Vuestra Merced sobre todas cosas, é Vuestra Señoría le hiciese muchas mercedes, segun el debdo lo demandaba, por la gran crianza que hube en la casa del Señor Rey de Aragon su padre, é las muchas mercedes que dél rescebí; y él haciéndolo así, de muy buena voluntad le serviria yo despues de mi señor el Infante Don Juan su hermano, que aquí está presente, á quien soy mas obligado; pero teniendo él otras maneras que á Vuestra Alteza no plegan, no me debe él haber por enemigo, porque yo dellas me aparte é sirva á Vuestra Señoría, á quien natural razon me obliga sobre todas las cosas despues de Dios. É quanto á lo de Garcifernandez Manrique, escusado es al presente de responder.» Despues de la habla del Adelantado, Juan Hurtado de Mendozo dixo al Rey : «Señor, yo no puedo decir ni digo lo quel Arzobispo de Toledo y el Adelantado su sobrino han dicho, porque yo ni mi linage no servimos á otro Señor, salvo á los Reyes donde vos venis, é á vos Señor, ni recebimos de otros algunas mercedes ni ayudas, é por ende no he porque me maravillar desta enemistad; é bien ha razon de me nombrar por enemigo, por los agravios é sinrazones que dél é de los suyos rescebí, prendiendo á mí é á mi muger desnudos en la cama dentro en vuestro palacio, é haciéndome otras sinrazones que serian largas de contar é son á todos notorias; é quanto á lo de Garcifernandez Manrique, si Vuestra Señoría me da licencia, la qual suplico que me dé, yo le diré tales cosas é gelas combatiré por donde él no me pueda nombrar por enemigo, ni se pueda combatir con Caballero alguno.» Acabada la habla de los susodichos, el Rey enojado de las maneras del Infante dixo así: « Licenciado, decid las razones porque el Infante Don Enrique é Garcifernandez Manrique nombran por enemigos á estos:» é el Licenciado respondió: «Señor, yo he dicho ante Vuestra Señoría lo que debia de decir en este caso, é cada é quando por derecho se hubiese de declarar las dichas razones, yo las declararé. » El Rey hubo gran enojo de su respuesta, é le mandó que se fuese. É dende á cinco dias que esto pasó, el Licenciado volvió al Rey, é dió otros dos escriptos de un tenor en presencia de Su Señoría é de los de su Consejo: el uno por parte del Infante, el otro por parte de Gar

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