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dicho al Rey Don Juan que aun estaba en Burgos, el qual asimesmo embió ver las villas é fortalezas que eran en frontero de Aragon, é mandó las reparar é bastecer, é mandó llamar Procuradores de doce cibdades de su Reyno, que fueron estos: Burgos, é Toledo, é Leon, é Sevilla, é Córdova, é Murcia, é Jaen, é Zamora, é Segovia, é Avila, é Salamanca, é Cuenca; é nombróse la causa ser para jurar la Infanta Doña Leonor, como ya era jurada por algu

nos; pero la intencion del Rey era por entender en la division que se comenzaba entre él y el Rey de Aragon; y el Rey se partió de Burgos, é se vino á Valladolid, donde mandó que la Reyna su muger se viniese con la Infanta Doña Leonor, su hija. E desde aquí el Rey embió en Portugal al Dean de Santiago, que ya otras veces habia embiado, por dar conclusion en los jueces que habian de ver los dañificados de ambos Reynos.

AÑO DÉCIMO NONO.

1425.

CAPÍTULO PRIMERO.

Como estando el Rey en Valladolid, parió la Reyna Doña María al príncipe Don Enrique.

E venidos el Rey é la Reyna en Valladolid, pasados quanto dos meses que ende estuvieron, la Reyna Doña María parió un hijo que llamaron Don Enrique, del nascimiento del qual el Rey é todos los de su Reyno hubieron singular placer, el qual nasció en viernes, cinco dias de Enero del año de nuestro Redemptor de mil é quatrocientos é veinte cinco años, víspera de la fiesta de los Reyes, é fué baptizado á los ocho dias de su nascimiento, é baptizólo Don Alvaro de Isorno, Obispo de Cuenca, é fueron Padrinos el Almirante Don Alonso Enriquez, é Don Alvaro de Luna, Condestable de Castilla, é Diego Gomez de Sandoval, Adelantado de Castilla ; é mandó el Rey que fuese nombrado por padrino el Duque Don Fadrique, que estaba en Galicia, é mandó que en su lugar fuese Don Enrique, hijo segundo del Almirante Don Alonso Enriquez; é fueron madrinas Doña Juana de Mendoza, muger del Almirante, é la Condesa Doña Elvira Portocarrero, muger del Condestable, é Doña Beatriz de Avellaneda, muger del Adelantado de Castilla, en el qual dia anduvieron por la Corte en procesion los Perlados que en ella eran é todos los Clérigos é Religiosos de todos los monesterios, dando muy grandes gracias á Dios. por este nascimiento, é vinieron así en procesion al palacio donde el Príncipe nasció por le dar sus bendiciones; y en todas las cibdades é villas del Reyno se hicieron procesiones é muchas alegrías por el nascimiento deste Príncipe; y en la Corte se hicieron muchas justas, é se hizo un torneo de cien Caballelleros, cinquenta por cinqüenta.

CAPÍTULO II.

Como el Príncipe Don Enrique fué jurado por primogénito heredero en la villa de Valladolid.

Y como quiera que los Procuradores de las doce cibdades vinieron allí por mandado del Rey como dicho es, no se juró la Infanta Doña Leonor con buena esperanza que el Rey tenía que la Reyna habia de parir hijo como parió; é mandó el Rey que todas las cibdades embiasen nuevos poderes para jurar al Príncipe Don Enrique, é asi se hizo. E pasada la fortuna del invierno, el Rey mandó que se hiciese el juramento en el mes de Abril, para lo qual mandó muy ricamente adereszar una gran sala, que es refitorio del Monesterio de San Pablo de Valladolid, é allí mandó hacer su asentamiento real en la forma que en Toledo se hizo quando fué jurada la Infanta Doña Catalina, é túvose en ello la mesma forma que en Toledo se tuvo. Y el Príncipe estaba en la posada donde nasció, que era en la calle de Teresa Gil, asaz lexos de San Pablo, é desde allí lo levó el Almirante Don Alonso Enriquez en los brazos, cavalgando en una mula, en torno del qual iban muchos Caballeros á pié, é delante dél iban muchas trompetas é ministriles de diversos instrumentos; y entrando en la sala fué puesto en la cama que para él estaba hecha, en torno de la qual se asentaron muchas dueñas é doncellas de grandes linages; é dende á poco el Rey vino con el Infante Don Juan, y el Condestable Don Alvaro de Luna, é muchos Perlados é Caballeros; é traia delante del Rey el espada Garcialvarez, Señor de Oropesa, que era su oficio; y el Adelantado de Castilla Diego Gomez de Sandoval traia un cetro de oro, el qual el Rey tomó é lo puso en la mano de Don Enrique, su hijo, é gele dió como á Príncipe de Asturias heredero de sus Reynos. Y el Rey asentado en su silla, Y

el Infante en su lugar, é todos los otros cada uno donde le fué mandado, el Infante se levantó é besó la mano al Príncipe, é hizo el pleyto menage en las manos del Rey en la forma que en Toledo lo habia hecho á la Infanta Doña Catalina; é por esta guisa el Almirante Don Alonso Enriquez, y el Condestable, é dende adelante los Perlados. E aquí hubo gran debate entre los Procuradores, por quien besaria primero la mano al Príncipe, é todavia precedieron los de Burgos; é dende adelante cada uno como mejor pudo. E no menos debatiéron sobre los asentamientos, é por aquesta vez no se determinó del asentamiento destas cibdades, é cada uno se asentó donde mejor pudo. E todos asentados, el Obispo Don Alvaro de Osorno se levantó á proponer por mandado del Rey, y el Infante Don Juan dixo que pues él era Señor de Lara, é tenía primera voz en Cortes, quél debia hablar primero por el Estado de los Hijosdalgo; y el Rey dixo al Infante quel Obispo que no hablaba por sí ni por la Iglesia, mas por su mandado habia de proponer la razon de aquel ayuntamiento, é por ende que le dexase decir, que la habla del Obispo no perjudicaba cosa alguna la preeminencia quel Infante Don Juan tenía. E luego el Obispo comenzó á proponer, é tomó por tema: Puer natus est nobis, que queria decir: Niño es nascido á nos. E sobresto traxo grandes auctoridades de los dos Testamentos viejo é nuevo, é hizo muy solemne proposicion, la conclusion de la qual fué que todos los destos Reynos debian dar muchas gracias á nuestro Señor de tan gran bien como les habia hecho, por ser nascido este Príncipe succesor destos Reynos, de legítima generacion de tan altos Príncipes quanto eran el Rey Don Juan é la Reyna Doña María, su muger; é concluyó como los que en aquellas Cortes eran venidos, fueran llamados para que hiciesen el juramento é omenage al Príncipe Don Enrique, como á hijo legítimo primogénito del Rey, su heredero universal en todos los Reynos é Señoríos de Castilla é de Leon. E acabada la proposicion del Obispo, el Infante Don Juan se levantó é dixo al Rey: «Señor: si todos los de vuestros Reynos son mucho alegres del nascimiento del Príncipe Don Enrique, vuestro hijo, mi señor é mi sobrino, por los grandes bienes que de su nascimiento se siguen y esperan haber, mucho mas placer he yo é debo haber de su bienaventurado nascimiento por el gran debdo que plugo á Dios que yo hubiese con Vuestra Señoría, del bien de lo qual yo he gran parte, así por él ser primogénito vuestro, como de la Reyna mi señora é mi hermana, vuestra muger; por lo qual doy infinitas gracias a Dios, pidiéndole por merced que guarde vuestra real persona por luengos tiempos, é acresciente vuestros Reynos é Señoríos, dando muy luenga vida al Señor Príncipe mi sobrino é mi señor, y á los otros que de vos, Señor, é dél descendieren.» E fenecida la habla del Infante, levantáronse tres Procuradores, uno de Burgos, é otro de Toledo, é otro de Leon, é comenzaron á contender sobre quien hablaria primero, é Búrgos no contendia con Leon, porque siempre

Leon dió lugar que Burgos hablase primero, pero contendia Toledo con Burgos. Entonce el Rey dixo: Yo hablo por Toledo, é hable luego Burgos; é así se hizo; y el Procurador de Burgos dixo en nombre de todas las cibdades é villas del Reyno de Castilla, cuyo poder tenía, que daba muchas gracias a Dios por les haber fecho tan gran merced é bien en el nacimiento del Señor Príncipe Don Enrique, primogénito del Rey que presente estaba, é que no habia al que decir, salvo que pedia á Dios por merced que acrecentase la vida del Rey é de la Reyna por luen gos tiempos, é les dexase ver hijos é nietos hasta la tercera generacion del Señor Príncipe Don Enrique, su primogénito, é de los otros Infantes que esperaban en Dios que habria; é aquello mesmo siguió el Procurador de Leon, é los otros Procuradores; é así el acto se acabó, y el Rey se fué à su palacio, y el Príncipe fué levado á la Cámara de la Reyna, el qual levó el Almirante Don Alonso Enriquez, en el qual dia se hizo una justa de muchos Caballeros muy ricamente abillados.

CAPÍTULO III.

De como el Infante mandó llamar al Infante Don Juan é á todos los otros Grandes é Procuradores para haber consejo sobre los debates que se esperaban entre él y el Rey de Aragon.

Ocho dias despues de hecho el juramento é omenage al Príncipe Don Enrique, el Rey mandó llamar al Infante Don Juan, su primo, é á todos los otros Grandes Señores, Perlados, é Caballeros, é Procuradores, á los quales dixo que él los habia mandado llamar por haber su consejo cerca de los debates que se esperaban haber entrél y el Rey de Aragon, para lo qual convenia que hubiesen larga informacion de todas las cosas pasadas, é mandó á Fernan Alonso de Robres que relatase todo lo pasado despues del caso de Tordesillas, el qual comenzó de relatar todo lo que en Tordesillas acaesció, despues en Talavera, y en Montalvan, é dixo de todos los allegamientos de gentes darmas que en estos tiempos é despues se hicieron, é de la prision del Infante, é de las causas que para ella hubo, é de las embaxadas que eran pasadas entre los Reyes de Castilla é de Aragon, é de las vistas que pidiera, é de lo quel Rey respondiera, é de la forma en que los hechos estaban; é relató la respuesta con que vinieran el Obispo de Cartagena y el Doctor Diego Rodriguez, la conclusion de la qual era que el Rey Daragon embiaba decir al Rey que queria venir á se ver con él sobre algunas cosas que decia ser mucho complideras á servicio de Dios é destos Reyes é al bien de sus Reynos, é que entendia de venir acompañado de gente darmas, por quanto decia que cerca del Rey estaban personas á él muy sospechosas; y el Rey dixo que sobresto queria haber consejo, así de los Perlados é Grandes de sus Reynos, como de los Procuradores, é que les mandaba que viesen lo que les parecia quél debia hacer, si el Rey de Aragon quisiese entrar en sus Reynos por la manera que decia,

CAPÍTULO IV.

De como los Procuradores respondieron al Rey.

Los Procuradores sobresto hubieron su consejo, é habia entre ellos grandes altercaciones é muy diversas opiniones, porque los unos decian que pues el Rey de Aragon embiaba á decir al Rey que queria entrar en sus Reynos con gentes de armas, quel Rey debia luego llamar sus gentes, y embiarlas á la frontera para resistir la entrada al Rey de Aragon; é otros decian que no solamente debia esto hacer, mas aun entrar poderosamente en el Reyno de Aragon. Otros afirmaban que lo uno ni lo otro era de hacer, porque podia ser que aunque aquello el Rey de Aragon embiaba á decir, que quizá no lo pornia en obra, mayormente que él no mostraba venir en Castilla por hacer mal ni daño, mas por bien de los Reynos ambos á dos; é á la fin concordáronse todos en esta sentencia: que si el Rey de Aragon entrase, que el Rey poderosamente gelo resistiese, é así lo respondieron al Rey: para lo qual así cumplir, se ofrescieron en nombre de las cibdades é villas de sus Reynos que estaban presentes de cumplir todo lo que para ello fuese menester; é que en tanto que el Rey de Aragon no lo ponia en obra, les parecia quel Rey debia embiar sus embaxadores, requiriéndole que no entrase en sus Reynos, haciendo sobresto las protestaciones que de derecho se requerian; lo qual aunque con otro Rey no se debiese hacer, era razon de lo hacer con el Rey de Aragon por el debdo tan cercano que entre estos Reyes habia, é por ser descendidos de una casa; é por él ser el pariente mayor entrellos, era razon de mostrar su magnificencia é mayor virtud é cortesía, é dar menos lugar á la guerra; é que en tanto el Rey debia mandar apercebir todas sus gentes, porque fuesen prestos si menester fuese; é los mas del Consejo fueron de la opinion de los Procuradores, é por eso húbolo por bien.

CAPÍTULO V.

De como el Rey Don Carlos de Navarra embió sus embaxadores á los Reyes de Castilla é Aragon por los concertar.

El Rey Don Carlos de Navarra interpúsose entre estos Reyes por los quitar de contienda, y embió sus embaxadores al Rey de Aragon, é asimesmo al Rey de Castilla por los concertar. Y estando ya las cosas en algun buen término para concertarse, un Secretario del Rey de Aragon buscó tiempo para dar secretamente al Infante Don Juan una carta abierta de llamamiento, firmada y sellada con el sello del Rey de Aragon, la qual en efecto contenia que por quanto él tenia de ver é de librar sobre algunas cosas muy arduas que mucho complian á su servicio é al bien comun de sus Reynos para lo qual habia mandado llamar los tres Estados dellos, por ende que mandaba al Infante por la fidelidad que le debia, que dentro de ciertos dias fuese personalinente donde quiera que él estuviese para

é

ser con él en sus Cortes, certificándole que si no lo hiciese, que lo pronunciaria á haber incurrido en las penas de aquellos que no obedescen á su Rey ni van á su llamamiento. Esta carta fué leida al Infante, díxose mostrador della un Escudero que venia con el Secretario, porque el Secretario diese fe de como se leyera. El Infante Don Juan hubo dello enojo, pero no respondió otra cosa, salvo que demandaba traslado della; y esta carta fué causa por donde se rompieron los tratos que por parte del Rey de Navarra se trataban. Y este Secretario se fue á Cigales donde estaban los Embaxadores del Rey de Aragon.

CAPÍTULO VI.

De como el Infante Don Juan se detuvo algunos dias de ir al llamamiento del Rey de Aragon, hasta que hubo licencia del Rey de Castilla.

Detúvose algunos dias el Infante Don Juan de ir á llamamiento del Rey de Aragon en que tenia grandes dubdas, porque si iba, temia enojar al Rey de Castilla, é si dexaba de ir era cierto que el Rey de Aragon procederia contra él; é á la fin de muchos tratos entrellos habidos, hubo de ir con licencia del Rey de Castilla, el qual le dió poder para que por él pudiese contratar con el Rey de Aragon lo que él mesmo por su persona podria. E ido, el Rey de Aragon no lo rescibió tan graciosamente como hermano, porque sabia bien que habia seydo en la prision del Infante Don Enrique, de que él tenia gran sentimiento: con todo eso comenzaron á tratar alguna concordia, é como sin la deliberacion del Infante no se pudiese ningun bien concluir, á esta en quanto podian no daban lugar los que habian seydo en la prision, porque de una parte temian al Infante, porque lo conoscian por vindicativo é osado y esforzado Caballero, é creian que si se soltase, querria haber venganza de los que habian dado consejo en su prision; é de otra parte temian haber de restituir lo que de sus bienes habian tomado, é perdian la esperanza de cobrar mas de lo suyo, é de los Caballeros que fuera del Reyno estaban, pues creian que seyendo él delibrado, ellos habian de ser restituidos en lo suyo. Y el Rey de Aragon tenia determinado de perder la vida y el Reyno ó de librar al Infante su hermano de la prision. Por eso hubieron de tratar tantas veces é tantas embaxadas que sobrello pasaron, que seria grave de escrebir, y enojoso de leer todos los tratos que en esto pasaron.

CAPÍTULO VII.

De como el Rey Don Carlos de Navarra morió de subito en la villa de Olit.

Estando las cosas en términos dubdosos de lo que se habia de hacer, el Rey Don Carlos de Navarra finó en la su villa de Olit, siete leguas de donde estaba el Rey de Aragon en su Real, y el Infante Don Juan con él; el qual murió viernes (1), víspera

(1) En el original decia Sábado,

de Sancta María de Setiembre del dicho año, é fallesció súpitamente, habiéndose levantado sano é alegre, é vínole un tan gran desmayo, que no pudo mas hablar de quanto dixo que le llamasen á la Reyna Doña Blanca, su hija, muger del Infante Don Juan, la qual vino luego é no le pudo ninguna cosa hablar. Y el Rey de Aragon se quisiera luego partir porque era muy mal contento de la forma que en los tratos se tenia, é húbose de detener tres dias, porque el Infante Don Juan estaba encerrado en su tienda, é no salia fuera. E pasados los tres dias, la Reyna Doña Blanca de Navarra embió al Infante Don Juan el pendon real'de Navarra, é venido, el Rey de Aragon cabalgó en un caballo, y el Infante Don Juan en otro, con paramentos de las armas reales de Navarra muy ricamente vestido, acompañado de muchos Caballeros de Castilla é de Aragon, los quales iban á pié en torno del caballo del Infante Don Juan, é los mas honrados llevaban su caballo por las camas; é iban solamente cavalgando los dos Reyes, Nuño Vaca, Alférez del Infante Don Juan, que llevaba delante dellos el pendon real de Navarra, é un Rey de armas vestido la cota de armas de Navarra. E asi anduvieron por todo el Real diciendo el Rey de armas en alta voz: Navarra, Navarra, por el Rey Don Juan é por la Reyna Doña Blanca, su muger. E volviéronse á la tienda del Rey de Aragon, sonando delante dellos las trompetas é menestriles, é allí hicieron todos colacion. Y en este dia no se acaesció ningun Caballero de Estado del Reyno de Navarra, aunque esto acaesció en el mesmo Reyno; é créese que se hizo á sabiendas, porque segun los fueros é costumbres de aquel Reyno, no le habian de alzar por Rey hasta que primero jurase de guardar los privilegios del Reyno en cierto lugar y en cierta forma; pero á la Reyna Doña Blanca hicieron en Olit otra semejante solemnidad. E de aquí adelante la historia llama al Infante Don Juan, Rey de Navarra.

CAPÍTULO VIII.

De como el Rey Don Juan estaba en Palenzuela con mucha gente de armas hasta que se publicase la forma de la paz entre él y el Rey de Aragon.

En este tiempo el Rey de Castilla estaba en Palenzuela, é de cada dia le venia mucha gente, é por causa de los tratos que estaban comenzados, el Rey no movia dende para ir á la frontera de Aragon, aunque tenia mucha mas gente de quanta era menester para resistir la entrada del Rey de Aragon; é no queria derramar la gente porque aun no eran publicados los tratos de la concordia, que lo principal era que el Infante Don Enrique fuese puesto en su libertad en cierto tiempo ante que el Rey de Aragon en su Reyno volviese ni derramase la gente de armas que tenia, de lo qual al Rey desplacia, é mucho mas á los que cerca dél estaban. Ca el Rey decia que en el caso que el Rey de Navarra condescendiera á la deliberacion del Infante, que fuera razon ser primero derramada la gente de

armas que el Rey de Aragon tenia junta, é ser vuelto primero á su Reyno, porque haciéndose así, parescia el Rey de Castilla soltar al Infante mas por fuerza que por ruego del Rey de Aragon ni de la Reyna su hermana. E para satisfacer la voluntad del Rey, el Conde de Benavente, Don Rodrigo Alonso Pimentel, é Fernan Alonso de Robres acordaron de ir á Burgos donde estaba Pedro Destúñiga, de quien se sospechaba que habia placer de la entrada del Rey de Aragon en Castilla; é rogáronle que escribiese al Rey de Aragon que le pluguiese de ser contento que el Rey de Castilla le entregase al Infante Don Enrique para que él lo tuviese en aquella fortaleza de Burgos ó en otra hasta que él hubiese derramado toda la gente de armas que tenia, é fuese vuelto á su Reyno, é que él haria pleyto é omenage que diez dias despues que él volviese en su Reyno é derramase la gente de armas, él soltaria al Infante Don Enrique desembargadamente é á toda su voluntad, é que él trabajaria como el Rey viniese en esto é á todas las otras cosas que tenia concertadas con el Rey de Navarra; lo qual Pedro Destúñiga puso en obra. En este tiempo el Rey de Aragon aquexaba mucho al Rey de Navarra porque se cumpliese todo lo que estaba concertado, é quexábase mucho dél por la tardanza. Y estando las cosas en este estado, llegaron al Rey de Aragon dos Caballeros de Pedro de Zúñiga con el trato que dicho es, de lo qual el Rey de Navarra hubo muy grande enojo, porque le paresció esto ser gran mengua suya; é habló con el Rey de Aragon é díxole que esto que Pedro de Zúñiga demandaba, que él lo haria, y era mayor razon que á él se entregase el Infante su hermano, que á Pedro de Zúñiga. Y el Rey de Aragon hubo de todo esto tan grande enojo, que movió su Real tres leguas adelante, é dixo al Rey de Navarra con muy gran saña que quando esto hubiese de hacer, que ante lo haria por Pedro de Zúñiga que por él. E sobre esto estuvieron los Reyes tan enojados, que hubieron de entender en ellos muchos Caballeros, así Castellanos como Aragoneses é Navarros, los quales todos tuvieron asaz que hacer en apaciguar al Rey de Aragon que estaba muy quexoso del Rey de Navarra. E despues de algunos dias pasados, concertóse que en el caso que el Infante Don Enrique hubiese de ser puesto en otro poder hasta que el Rey de Aragon volviese en su Reyno é derramase la gente de armas, que fuese en poder del Rey de Navarra é no de Pedro de Zúñiga, pero que esto se hiciese con que luego se publicasen los tratos de la concordia que estaban concertados, sin hacer mencion alguna de poner al Infante Don Enrique en poder de otro alguno; é así se puso en obra, é se publicaron é otorgaron luego los tratos por el Rey de Navarra en nombre del Rey de Castilla, por virtud del poder que dél tenian, por el Rey de Aragon por sí, sin hacer mencion del derramar de la gente de armas ni de volver el Rey de Aragon en sus Reynos. Estos tratos é concordia se otorgaron por ante Notarios públicos del Reyno de Navarra en cuyo territorio estaban, é por

é

ante notables testigos de los Reynos de Castilla é Aragon é Navarra.

CAPÍTULO IX.

De como el Rey Don Juan partió de Palenzuela, é anduvo toda la noche por prender á Juan Rodriguez de Castañeda.

Estando el Rey de Castilla en, Palenzuela como dicho es, fué certificado que Juan Rodriguez de Castañeda, Señor de Fuente Dueña, á quien el Rey habia algunas veces embiado llamar, no habia querido venir, que era del Infante Don Enrique é procuraba los hechos del Adelantado Pero Manrique, estaba en un lugar que se llamaba Siete-Iglesias, á ocho leguas de Palenzuela; é como el Rey lo supo, mandó aparejar mil lanzas, é cavalgó á dos horas de la noche, é anduvo tanto que llegó cerca de Siete-Iglesias; é no media hora ante Juan Rodriguez de Castañeda supo que el Rey lo iba prender, é cavalgó en un caballo é fuése fuyendo. El Rey mandaba ir en pos dél, y el Condestable Don Alvaro de Luna le pidió por merced que lo dexase ir, que en sus Reynos no se le podia esconder.

CAPÍTULO X.

De como el Rey llamó los Procuradores, é les demandó servicio para las necesidades que esperaba tener.

Estando el Rey en Palenzuela como dicho es, mandó llamar á los Procuradores, é hízoles una larga habla, la conclusion de la qual fué que ya sabian los grandes gastos que de necesidad habian hecho, é que como quiera que por entonce no paresciese tener guerra conoscida, que segun la condicion de estos Reynos é las cosas pasadas siempre se esperaba boIlicios, aun allende desto sabian bien quanto él tenia en voluntad de proseguir la guerra de los Moros quel Rey Don Enrique su padre dexara comenzada, é la habia proseguido el Rey Don Fernando de Aragon su tio, para lo qual le convenia tener aparejo de dinero por ende que les rogaba é mandaba que diesen órden como él fuese servido de sus Reynos, para lo qual mandó á Don Lope de Mendoza, Arzobispo de Santiago é á los Doctores Periañez é Diego Rodriguez, que en ello entendiesen con los Procuradores. A lo qual los Procuradores respondieron mostrando al Rey los grandes trabajos y daños é males que sus Reynos rescibieron despues quél reynara é la gran pobreza que generalmente todos tenian; pero á la fin otorgaron al Rey doce monedas é pedido é medio para que los maravedis que montasen, que podian ser hasta treinta é ocho cuentos de maravedis, estuviesen en depósito en dos personas quales el Rey quisiese escoger, uno allende los puertos é otro aquende, é que dellos no se tomase cosa alguna, salvo para guerra de Moros ó para otra grande nescesidad, y esto se hiciese con licencia de los Procuradores; é quel Rey é los de su Consejo jurasen de lo así tener é guardar, lo qual el Rey juró é todos los otros del Consejo, é las monedas é pedidos se cogieron é se depositaron como dicho es. Cr.-II.

CAPÍTULO XI.

De como el Rey de Navarra embió al Rey los capítulos de la concordia que con el Rey de Aragon habia concertado. Luego que los tratos é concordia fuer on fenescidos é otorgados, el Rey de Navarra los embió al Rey con Don Pero Maza, un caballero de Aragon, por quanto á este Don Pero Maza habia de ser entregado el Infante Don Enrique dentro de treinta dias del otorgamiento dellos; y embió rogar é pedir por merced al Rey que mandase soltar al Infante Don Enrique y entregarlo é este Don Pero Maza; é como el Rey no era contento de los tratos por las razones que la historia ha dicho é por otras algunas, no salia bien á ello, en caso que Don Pero Maza hacia sus requerimientos así al Rey como á los de su Consejo, é que corria el tiempo limitado por los tratos en que le habia de ser entregado el Infante, é con esto los negocios se dañaban todavía mas. Ca el Rey de Navarra habia por gran agravio de ser refusado lo quél con poder del Rey habia hecho, y el Rey habia por mucho desaguisado la manera de que se hiciera, por las razones que dicho habemos. Lo que mas tenia estos hechos embargados é turbados era que en caso que el Rey estaba enojado de la manera que en ello se habia tenido, no lo decia para que se emendase, ni tampoco mandaba complir lo contenido en la concordia. E por algunos de la Corte, especialmente por Diego Gomez de Sandoval, Adelantado de Castilla, fué escrito muy en breve al Rey de Navarra, que supiese quel Rey en ninguna guisa mandaria entregar el Infante Don Enrique á Don Pero Maza por la manera que en los tratos é concordia se contenia, é que cumplia que tuviese tal manera por que el Infante no fuese suelto de prision, sin derramar primero el Rey de Aragon su gente de armas que tenia, é volver á su Reyno; é que tuviese manera como fuese entregado al Rey de Navarra hasta que esto fuese complido. Vista por el Rey de Navarra esta razon, como quier que no era á él nueva, que ya sabia el descontentamiento del Rey por lo que habemos dicho que Pedro Destúñiga habia escrito é por otras partes, bló con el Rey de Aragon sobrello; y en caso que ya estaba proveido en esto é concertado entrellos lo que se debia hacer si el caso lo demandase como dicho habemos, con todo eso el Rey de Aragon placeramente se mostraba muy agraviado porque no se entregaba el Infante Don Enrique á Don Pero Maza, segun en los tratos é concordia se contenia. Esto hacia él por dar á entender á los mensageros de Pedro Destúñiga que dexaba de hacer lo que le embiara suplicar que le fuese entregado el Infante, porque los tratos habian de pasar como primeramente estaban, é que no hacia mudamiento ninguno de ellos. Esto les dió por respuesta que dixesen á Pedro Destúñiga, con la qual se volvieron á él; pero á la fin concertóse entrel Rey de Aragon y el Rey de Navarra quel Infante Don Enrique fuese suelto de la prision é castillo donde estaba, y en

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ha

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