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tregado al Rey de Navarra ó á su mandado con cierto poder, é que el Rey de Navara no le soltase hasta que primeramente el Rey de Aragon derramase la gente de armas que tenia é volviese en su Reyno. Esto así concordado entre ellos, el Rey de Navarra escribió luego al Rey, embiándole á rogar é pedir por merced que mandase soltar al Infante Don Enrique de la prision é castillo donde estaba, y entregarle á él ó á su cierto mandado, haciendo cierto á su Merced que él le ternia preso por él hasta que el Rey de Aragon derramase la gente de armas que tenia é volviese en su Reyno, aunque ya era derramada la mas della. El Rey Don Juan, visto como ya otra vez habia escrito al Rey de Navarra sobre el soltar y entregar del Infante Don Enrique, é certificado que la mas de la gente de armas del Rey de Aragon era derramada, é por satisfacer al Rey de Navarra é no dar mengua de lo que habia hecho é tratado, condescendió á aprobar é aprobó los tratos é concordia que el Rey de Navarra en su nombre con el Rey de Aragon hiciera é otorgara, y embió su carta con su mensagero á Gomez García de Oyos, su Caballerizo mayor, que tenia preso al Infante Don Enrique, por la qual le embió mandar que le entregase al Rey de Navarra ó á su cierto mandado, é tomase su conoscimiento, ó de aquel 6 aquellos á quien él lo entregase por su mandado, de como lo rescibia para lo tener preso hasta quel Rey de Aragon derramase la gente de armas é volviese en su Reyno.

CAPÍTULO XII.

De como el mariscal Pero García vino por el mandado del Rey de Navarra con quinientos hombres de armas para levar al Infante Don Enrique del castillo de Mora.

Esto así hecho, el Rey de Navarra ordenó que Pero García de Herrera, Mariscal del Rey, fuese por el Infante con quinientos hombres de armas, é fué asimesmo en su compañía Sancho Destúñiga, Mariscal del Infante; los quales llegados al castillo de Mora é mostradas las cartas que del Rey llevaban para que el Infante les fuese entregado, Gomez García de Oyos se lo entregó luego; y el Mariscal Pero García hizo pleyto menage de lo entregar al Rey de Navarra. E desque el Rey Daragon fué certificado quel Rey de Castilla aprobara los tratos de la concordia é mandara entregar al Infante Don Enrique á los Caballeros del Rey de Navarra, tan gran deseo tuvo de saber la salida del Infante de Mora, que escribió que luego en saliendo, por todas las sierras se hiciesen afumadas porquél brevemente lo pudiese saber: é hiciéronse de tal manera, que por ellas en dia y medio él supo la salida del Infante de Mora, el qual salió de Mora en miercoles (1) á diez de Otubre del dicho año; é luego el dia que se supo, partieron los Reyes de Aragon é de Navarra de San Vincente en Navarra, donde estaban, é fuéronse para Tarazona; y el Infante Don Enrique

(1) En el original decia Domingo,

partió de Mora el lunes (2), é anduvo sus jornadas hasta que llegó cerca de Agreda, donde el Rey de Navarra era llegado la noche de antes por lo rescibir, ante que entrase en Aragon. E como el Infante llegó quanto una legua de Ágreda, el Rey de Navarra lo salió á rescebir bien media legua; é como llegaron cerca, el Infante hizo muestra que queria descavalgar para besar la mano al Rey, el cual no gelo consintió; é así cavalgando, el Infante hizo gran reverencia al Rey é besóle la mano, y el Rey le dió paz, é así vinieron hablando alegremente, é se vinieron á Ágreda, y estuvieron ende aquel dia, donde el Mariscal Pero García hizo su auto ante Notarios de como entregaba y entregó el Infante Don Enrique al Rey de Navarra. Otro dia siguiente, el Rey de Navarra y el Infante se fueron para Tarazona, donde el Rey Daragon estaba, el qual mandó hacer muy solemne rescebimiento al Infante, donde mandó que todos los Grandes, Perlados é Caballeros que en su Corte estaban, lo saliesen á rescebir y él despues dellos. E desque el Infante vido al Rey Daragon bien cien pasos ante que á él llegase, descavalgó aunque el Rey muchas veces le dixo que lo no hiciese; é fuese para el Rey, é llegando a él, trabajó por le besar el pié, é porfiólo mucho, y el Rey no ge lo consintió; é besóle las manos, y el Rey, le dió paz con muy alegre cara; é lucgo el Infante cavalgó é fuéronse hablando hasta que entraron en la cibdad, en la qual fueron rescebidos con gran solemnidad é muchos trompetas. Y el Infante fué luego á hacer reverencia á la Reyna de Aragon Doña María, que ende estaba, é fué ver á la Infanta Doña Catalina, su muger, de las quales fué muy alegremente rescebido. E allí vino á hacer reverencia al Infante Juan Ramirez de Guzman, Comendador de Otos, el qual traia al Rey de Aragon é al Infante cartas de creencia del Maestre de Calatrava, cuyo pariente él era, é del Maestre de Alcántara é de otros algunos Caballeros de los que habian gran placer de la deliberacion del Infante; é la intencion deste Caballero é de aquellos por quien venia se creia ser porque pensaban quel Rey tuviese dellos enojo, por conoscer haberles placido la deliberacion del Infante, é querian haber sus alianzas con ellos para haber su favor si menester les fuese; é aun se decia que lo mas principal era porque si el Rey de Navarra y el Infante quisiesen ser contra aquellos que cerca del Rey estaban, fuesen ciertos que los seguirian é servirian sobresto. Este Comendador habló muchas veces con los Reyes de Aragon é Navarra é con el Infante. E á este tiempo llegaron á Cascante, que es en Navarra, Fernan Alonso de Robres el Doctor Periañez, é dende á dos ó tres dias el Rey de Navarra vino allí por se ver con ellos, con el qual venia el Adelantado de Castilla, é allí hubieron grandes hablas; é como quiera que ellos no ve nian derechamente al Rey de Aragon, hubieron pla cer de hablar con él, é á él pluguiera de hablar con elios, y el Rey de Navarra por maneras secretas lo

y

(2) Parece decir Jueves,

;

de Navarra se fué á Roa, donde el Rey estaba, el qual lo salió á rescebir fuera de la villa un gran rato, é hízole muy solemne rescibimiento como á Rey se convenia, y el Rey de Navarra le hizo gran reverencia é los Reyes se detuvieron poco allí, porque era ya el mes de Deciembre, y el Rey queria ir tener la Pascua de Navidad en Segovia con la Reyna su muger que ende estaba; pero con todo eso repartieron allí las mil lanzas quel Rey mandó que quedasen para en su guarda, las quales se repartieron entre él y el Rey de Navarra, y el Almirante Don Alonso Enriquez, y el Condestable Don Álvaro de Luna, y el Duque de Arjona, y el Conde de Benavente, Don Rodrigo Pimentel, y el Adelantado Diego Gomez de Sandoval; é de allí el Rey se partió para Segovia, é ordenó que todos los Grandes se fuesen tener la Pasqua á sus casas; é con el Rey no fué otro Grande, salvo el Condestable Don Álvaro de Luna, é algunos pocos Oficiales que no se podian escusar; y el Rey de Navarra se fué á Medina del Campo.

estorbó é se volvió á Tarazona ; é Fernan Alonso de Robres y el Doctor se fueron á Tudela é á Pamplona por ver aquellos lugares, é despues se vinieron para Tarazona, donde tornaron á sus hablas secretas ; é la conclusion que paresce dellas se tomó fué que el Rey de Navarra se viniese en Castilla para entender con el Rey en los hechos del Infante, é se cumpliesen las cosas ordenadas en los tratos de la concordia. E como quiera quel Rey de Navarra tenia asaz que hacer en su Reyno, todas cosas dexadas, determinó de venir en Castilla por dar fin á lo comenzado, é partióse de Navarra y con él el Adelantado de Castilla é Fernan Alonso de Robres y el Doctor Periañez; y en el camino alcanzólo el Adelantado Pero Manrique, é hubo el Rey de Navarra do embiar demandar seguro al Rey para este Adelantado, porque el Rey tenia mandado que no viniese á la Corte; por lo qual el Rey de Navarra se hubo de detener algunos dias, porquel seguro no se pudo haber sin gran dificultad. E viniendo el Rey

AÑO VIGÉSIMO. 1426.

CAPÍTULO PRIMERO.

De como el Rey se vino á Toro é allí vinieron el Rey de Navarra é los otros Caballeros que allí habian de venir; é de como se comenzó á entender en los hechos del Infante Don Enrique é de su muger.

E pasada la fiesta de los Reyes, el Rey partió de Segovia é fuese á Toro, á donde vinieron el Rey de Navarra é los otros Caballeros que habian de venir allí ; é luego el Adelantado Pero Manrique comenzó de entender en los negocios del Infante Don Enrique é de la Infanta Doña Catalina su muger, demandando que se cumpliese con ellos todo lo capitulado por el Rey de Navarra, en nombre del Rey, con el Rey de Aragon; lo qual era que al Infante Don Enrique é á la Infanta su muger fuesen desembargados los maravedís de las rentas de su Maestrazgo, é los que eran tomados les fuesen pagados, é asimesmo los maravedis que montaban del mantenimiento del Infante é su muger que del Rey tenia en cada año, que les eran debidos de quatro años. Otrosí, la plata, joyas, ropas, caballos, mulas é otras cosas que fueron tomadas al Infante de su casa é cámara al tiempo que fué preso. Otrosí, que el Rey dotase á la Infanta su hermana segun era razon, en la forma quel Rey su padre lo mandara en su testamento, é la heredase de vasallos se

gun á su estado pertenescia; é mas quel Rey le era deudor de grandes quantías de maravedís, por razon de la herencia del mueble quel Rey su padre habia dexado, que montaban en dinero y en joyas, y en plata é oro é otras cosas muebles, mas de sesenta cuentos de maravedis, de que le partenescian la tercia parte, por sí é por su muger é hijos. El dicho Adelantado (1) todos los maravedis que tenian en el libro del Rey, así de tierra é de merced, é racion, é mantenimiento, como en otra qualquier manera que les eran debidos de quatro años. A lo qual el Rey respondió, no á todas estas cosas juntamente, pero en la forma que la historia adelante lo contará. E porque las cosas dichas tocaban en lo que el Rey de Navarra por el poder del Rey concertó con el Rey de Aragon, el Rey de Navarra habló sobrello con el Rey largamente, descargándose de alguna culpa que le daban en estos tratos ; al qual el Rey respondió, que bien creia que todo lo que hiciera fuera con buena intencion, é que por esto lo habia por bien hecho, é que de las cosas.hechas no convenia mas tratar, pero que le decian que con el Infante Don Enrique tornaban algunos á hablar é tratar maneras de alianzas segun primero lo habian hecho, é que el Infante las oia é daba lu

(1) Parece falta el verbo pedia ú otro semejante,

gar á ellas, de lo qual si así era, le desplacia mucho, porque á él seria forzado de proveer sobrello, é los tratos é concordia que era hecha aprovecharia poco. El Rey de Navarra le respondió que él no sabia de tal cosa ni lo creia, é que Su Merced vięse lo que en ello debiese hacer, que presto estaba para ser en todo lo que mandase. Y es cierto quel Adelantado Pero Manrique à vuelta de los hechos del Infante movió algunas cosas de que asaz inconvenientes se siguieron, que luego comenzaron de andar hablas é confederaciones de unos é de otros en diversas maneras, de que grandes daños se siguieron, como adelante parescerá.

CAPÍTULO II.

(1) De como los Procuradores suplicaron al Rey no mandase que anduviesen en la Corte las mil lanzas que demandaba, y lo que se determinó sobresto.

que dentro en ocho dias fallesció, el qual habia hijos de tres mugeres : de la primera, que fué hija de Cárlos de Arellano, Señor de los Cameros, hubo á Ruy Diaz á quien se dió, á suplicacion del Rey de Navarra, la Mayordomía mayor, é á Juan Hurtado que fué Prestamero de Vizcaya ; é de la segunda muger, que era hija de Don Pero Gonzalez de Mendoza el Viejo, quedó una hija ; é de la tercera, que fué Doña María de Luna, quedaron Juan de Luna é Doña Brianda. E dexado el mayorazgo, todo lo otro, así mercedes de juro é de por vida, como en tierra, se partió entre estos hijos, como quiera que la mejor parte, excebtado el mayorazgo, hubieron los hijos de Doña María de Luna por el debdo que tenian con el Condestable, el qual les ayudó mucho. E dende á dos meses, en la mesma cibdad de Toro, adolesció el Almirante Don Alonз0 Enriquez de tan grave enfermedad, que todos pensaron que muriera. Y el Rey lo fué á ver dos veces, y el Almirante le suplicó que le pluguiese hacer merced del almirantazgo á su hijo mayor Don Fadrique, é de otras ciertas mercedes que dél tenia, é ordenó muy bien su ánima é su testamento. Y el Rey quiso de muy buena voluntad otorgar todo lo que le demandó, é le respondió que esperaba en Dios que le daria salud, pero que si otra cosa fuese, que por dicho se tenia él de dar á sus hijos el almirantazgo é todas las otras cosas que él le habia demandado, é de les hacer otras mercedes, acatando el debdo que con él tenian é los grandes servicios que él le habia hecho; y el Almirante guaresció, y el Rey le libró todas las cosas en la manera que él gelo habia suplicado. Y en este tiempo el Rey de Navarra dió al Adelantado Diego Gomez de Sandoval la villa de Castro Xeriz por manera de troque por Maderuelo é su tierra, de que el Rey de Navarra le habia hecho merced quatro años habia, é de un castillo que dicen Agosta en el Reyno de Cecilia, del qual le habia hecho merced el Rey Don Alonso de Aragon, y el Rey le dió título de Condado para que quedase perpetuamente para todos los que aquella villa heredasen, é así el Rey le hizo Conde de Castro, y el Rey de Navarra hizo grandes fiestas é justas, é le hizo mucha honra. Y el Conde de Castro repartió á los Caballeros y Escuderos de su casa caballos é mulas é ropas é otras muchas cosas. E de aquí adelante la historia llama á este Adelantado Conde de Castro.

Visto por los Procuradores el gran deservicio que al Rey se seguia de las mil lanzas que mandaba andar en Corte, sin para ello haber causa ni razon, en que se gastaban ocho cuentos cada año, suplicaron al Rey que pues à Dios gracias las cosas estaban llanas, é de aquella gente de armas que traia se siguia gran daño en el Reyno, é á él muy gran costa sin provecho alguno, á él pluguiese contentarse con las guardas é ballesteros é monteros de Espinosa que eran ordenados antiguamente, é se habian contentado los Reyes de gloriosa memoria antepasados dél. A los quales el Rey respondió que veria en ello, é mandó que se viese en Consejo. E como quiera que á los mas parescia bien lo que los Procuradores decian, á los mas de los que traian allí aquellas lanzas pesó dello, é daban muchas razones para mostrar el servicio del Rey, é que á su estado real convenia traerlas. E los Procuradores con la verdad é razon que tenian porfiaron mucho que todavía las lanzas se quitasen, é á la fin el Rey quisiera que á lo menos quedaran trecientas lanzas quel Condestable Don Álvaro de Luna allí traia, de lo qual el Rey de Navarra é los otros Caballeros fueron malcontentos; é sobre esto hubo muchas murmuraciones, é á la fin por mucho que los Procuradores porfiaron que todas las lanzas se quitasen, el Rey porfió tanto, que hubieron de quedar cien lanzas que el Condestable Don Álvaro de Luna allí traxiese, de lo qual pesó al Rey de Navarra é á los otros Caballeros. E desde aqui se comenzaron nuevos tratos entre todos, tales que son mas dignos de callar que de escrebir en Crónica.

CAPÍTULO III.

De como Juan Ifurtado de Mendoza murió, estando el Rey en la cibdad de Toro, y el Almirante Don Alonso Enriquez adoleció de grave enfermedad.

En este tiempo, estando el Rey en Toro, adolesció Juan Hurtado de Mendoza de tal enfermedad,

(1) El titulo de este capítulo se halla así enmendado de letra de Galindez, en lugar del que estaba en la edicion de Logroño, sin duda puesto por equivocacion.

CAPÍTULO IV.

De como los Procuradores dieron al Rey una secreta peticion so bre cosas muy complideras á su servicio é al bien comun de sus Reynos.

En este tiempo los Procuradores dieron una pe ticion secreta al Rey, las conclusiones de la qual eran que suplicaban á Su Señoría que hiciese mirar la gran fatiga é trabajos é pobreza que sus Reynos tenian, habiéndole hecho mas continuos servicios que á Rey de los antepasados dél, é mirase como las rentas de sus Reynos en ninguna manera podian bastar á sus desordenados gastos, é acatase

que

é

como el Rey Don Enrique su padre de gloriosa me-
moria habia tenido en muy tierna edad sus Reynos
en mucha paz é concordia, é que nunca diera lugar
á vandosidades ni á confederaciones que los Gran-
des en sus Reynos tuviesen, é quisiese haber con-
sejo de personas de consciencia, é no siguiese la
voluntad de los que mas procuraban sus propios in-
tereses quel servicio suyo ni el bien comun de sus
Reynos, é así lo haciendo, daria buena cuenta á
Dios destos Reynos que le habia encomendado,
cesarian los inconvenientes pasados, é los ade-
lante se esperaban. E como quiera que esta peticion
fué al Rey dada secretamente, suplicándole que en
todo proveyese como á su servicio cumplia sin la
comunicar con ninguno de los Grandes de sus Rey-
nos, pues era cierto que á los menos placeria de lo
en ello contenido, el Rey no lo dexó de mostrar á
algunos, de que ningun provecho se siguió. Pero
con todo eso el Rey quiso haber consejo para ver
de qué forma se podrian remediar las grandes cos-
tas que tenia, así de mercedes, é raciones, é qui-
taciones y tierras, que eran tanto crescidas, que
hallaba en sus libros de mercedes hechas despues
del fallescimiento del Rey Don Enrique de vein-
te cuentos cada año, allende de lo que tenia de la
vida suya; sobre lo qual hubo muy grandes al-
tercaciones en su Consejo, algunas veces seyendo
presentes los Procuradores, é otras veces ausentes.
E algunos decian que habia muchos en estos Rey-
nos que tenian gran suma de maravedis en los li-
habian
bros del Rey, y eran hombres que
poco ser-
vido, é no mantenian el estado que convenia segun
sus rentas, é que era razon que á los tales se quita-
se la parte que por su Consejo fuese acordado; otros
decian que esto era muy escandaloso, é se podia
dello seguir deservicio al Rey. E despues de habi-
do sobresto muchos consejos, determinóse quel
Rey hiciese una ordenanza, que no pudiese hacer
merced nueva hasta que fuese de edad de veinte

cinco años, é que todos los maravedis que en este
y
tiempo vacasen en qualquier manera que fuesen,
que se consumiesen en el Rey, salvo los que fue-
sen de juro, que aquellos era su voluntad que los
hubiesen los herederos de aquellos por quien vaca-
sen, é que el Rey diese su carta para sus Contado-
res mayores mandándoles que en caso que acaes-
ciese que Su Señoría librase alguna nueva merced,
que lo no asentasen, é así se dió: la qual ordenan-
za se guardó poco mas de dos años. Y en este tiem-
po murió Juan de Avellaneda, Señor de Ízcar é de
Montejo, Alferez mayor del Rey, y era mancebo, é
habia poco tiempo que era casado con una hija de
Carlos de Arellano, Señor de los Cameros, é su mu-

437

é

ger quedó preñada, é parió una hija que heredó su
mayorazgo; é hubo el oficio de Alferez á suplica-
cion del Rey de Navarra, Juan Alvarez Delgadillo,
como quiera quel Rey lo quisiera mas dar á Gar-
cialvarez, Señor de Oropesa. Y hechas las fiestas
del primero dia de Mayo, el Rey se volvió á Toro,
donde estaba su Consejo, é allí hubo grandes de-
bates sobre qual estaria de contino en el Consejo
del Rey, que pasaban de sesenta é cinco; é desde
allí se comenzaron á hacer ligas entre los Caballe-
ros por la parte del Rey de Navarra é del Infante,
é otros por la parte del Condestable, é decíase que
estaban acá dos Secretarios del Rey de Aragon, los
quales secretamente hablaban con los mas princi-
pales Caballeros del Reyno por los traer á esta liga;
y el Adelantado Pero Manrique trabajaba quanto
podia porque todas las cosas que eran acordadas
por los capítulos de la concordia se cumpliesen, es-
pecialmente las cosas que tocaban al Infante Don
Enrique é á la Infanta Doña Catalina, su muger,
al mesmo Adelantado; é al Rey plugo que todo se
cumpliese é se pagase. Para lo qual demandó á los
Procuradores que le diesen licencia para tomar los
maravedis del pedido é monedas que ellos le habian
otorgado para pagar todos los maravedis susodi-
chos, por quanto tenia jurado de los mandar pagar
al Infante Don Enrique é á la Infanta, su muger, á
cierto dia. Y el Adelantado Pero Manrique é los
Contadores le decian que no habian de que se pu-
diesen pagar, salvo deste depósito; é los Procura-
dores respondieron que no era este de los casos
porque ellos habian de dar licencia, ni fuera para
esto otorgado el pedido é monedas, y allende des-
to, que al Rey eran debidas grandes quantías de
maravedis por sus Tesoreros y Recabdadores, é que
tenia gran suma de quintales de aceyte en Sevilla,
é otras cosas que ellos entendian declarar, donde po-
dian pagar lo susodicho sin tomar del depósito. Los
Doctores del Consejo respondian que esta era causa
necesaria, porque el Rey so cargo del juraramento
habia de pagar las dichas debdas á dia cierto, é que
por ende se podia é debia pagar de aquellos marave-
dis. E sobre esto hubo muchas altercaciones, pero
por entonce no se dió la licencia; y el Rey hubo de
librar en lo ordinario de sus rentas, porque se pasa-
ba el término en que tenia jurado de lo librar; é á la
fin, porque lo ordinario era forzado de se pagar á los
que se debia, dióse licencia é tomáronse los mara-
vedis del pedido é monedas, pero lo susodicho é las
debdas quedaron á la larga. E por quanto Toro se
comenzó á dañar de pestilencia, partióse el Rey
dende á Zamora, é no fueron con él de los Grandes
salvo el Condestable Don Álvaro de Luna.

AÑO VIGÉSIMO PRIMERO.

CAPÍTULO PRIMERO.

1427.

De como el Rey se partió de Toro para Zamora, é dende se fué á la Fuente del Sahuco á tener la fiesta con la Reyna.

E dende allí se fué á la Fuente del Sabuco, donde estaba la Reyna su muger, por tener con ella la fiesta de Navidad; é allí le vinieron nuevas que en Valladolid habia acaescido grandes ruidos entre los vandos, en que habian seydo muertos é feridos algunos hombres, é casas quemadas; y el Rey propuso de ir por su persona á los castigar; y embió á su Relator que era hombre muy diligente é hacia las cosas sin codicia ni parcialidad alguna; y embió con él sus Alcaldes, é mandóles que luego como en la villa entrasen, mandasen cerrar todas las puertas porque no pudiesen salir los malhechores, lo qual se puso así en obra; é luego sin sospecha el Rey vino de noche é se metió en la villa, é mandó buscar todos los que se hallaron culpantes por las pesquisas. E como quiera que el Rey mandó con gran diligencia catar todos los Monesterios é Iglesias, no se pudo hallar ninguno de los culpados, salvo seis hombres que se metieron en la torre de la puente, y el Rey por su persopa fué á los mandar combatir, porque ellos se defendian; é tan grande fué el miedo que hubieron quando vieron el Rey, que los dos dellos saltaron en el rio, y el uno se ahogó, y el otro fuyó, é los quatro fueron presos, de los quales el uno fué hallado en mayor culpa, é aquel mandó luego enforcar, y el dia siguiente mandó enforcar otros dos, é algunos mandó azotar, é otros desterrar por siempre de aquella villa; é mandó condenar á ciertos hombres que se halló que habian puesto fuego en ciertas casas, que muriesen arrastrados é les cortasen pies é manos, é mandó llamar por pregones á algunos Caballeros con quien vivian los dichos malhechores. E porque segun las pesquisas se halló que los Alcaldes é Regidores no preveyeron como debian al tiempo de los ruidos y escándalos, privólos el Rey por toda su vida de los oficios, é proveyó á otros; é proveyó asimesmo al Escribano de Concejo é al Mayordomo, que eran oficios de por vida, é proveyó á otros, é desterrólos por ciertos años; é á otros Regidores que no habian seydo parciales, porque halló que no habian puesto la diligencia que debian para escusar los escándalos é ruidos, privólos de los oficios hasta que su merced fuese. A todos estos oficiales mandó el Rey que no entrasen en la villa ni en sus términos hasta que Su Merced lo mandase, é dexó

allí el Rey su Corregidor; é mandó á Fernando Díaz de Toledo, su Relator é Referendario, que quedase allí hasta que fuesen acabadas de hacer todas las pesquisas, porque sabia que era hombre que por cosa del mundo no se moveria, salvo á hacer lo que debiese. Estando el Rey en Valladolid fuéle dicho que llevando en Zamora la Justicia preso á un hombre, que salieron gente de la casa del Almirante Don Alonso Enriquez, é lo habian tomado á la Justicia, é que el principal de los que le tomaron habia seydo Don Alvar Perez de Castro, que era mozo é pariente del Almirante; y estos que lo tomaron, por se escusar dixeron que Doña Juana de Mendoza, muger del Almirante, lo habia mandado, lo qual paresció ser mentira. E desque Don Alvar Perez conosció el enojo que Doña Juana desto habia habido, tomó el hombre é llevólo al Alcalde, el qual no le quiso rescebir; y el Almirante que ende estaba mandólo llevar á Toro para que le entregasen á la carcel del Rey, el qual mandó al Doctor Pero Gonzalez que fuese á Zamora, é hiciese la pesquisa, é prendiese á D. Alvar Perez é á todos los que en el caso se habian acaescido, é llevase el preso para que allá se hiciese la justicia dél, lo cual así se puso en obra. E llevando el Doctor Pero Gonzalez apreso aquel hombre con un Alguacil del Rey, salió mucha gente de la cibdad, algunos á mirar, é otros con armas, é los Vicarios é Clerigos á leer cartas de excomunion al Alcalde é Alguacil é á los que traian el preso, diciendo que era de corona, que gelo debian entregar. E luego comenzaron á tirar piedras contra el Alcalde y el Alguacil é poner mano á las armas, en tal manera que hubieron de dejar el preso; é algunos de los que ende se acertaron é conoscieron que era mal, no lo soltaron, pero metiéronlo en la Iglesia, é pusiéronle en cadena. E un escudero de Joan de Valencia, caballero principal de aquella cibdad, soltóle de la cadena; lo qual sabido por el Rey, hubo dello muy grande enojo, é luego en punto partió de Simancas donde estaba, é allegó á Zamora, que son quatorce leguas, aunque partió á mas de tres horas del dia ; é aunque venia cansado, luego mandó cerrar todas las puertas de la ciddad, é dixo: «¿Quando seria aqui el Relator? quél desenvolveria prestó todas estas cosas »; é respondiéronle los que ende estaban: « Señor, segun las cosas que había de hacer en Valladolid, no es posible quél sea hoy ni mañana aquí. » E acabando de decir esto, el Relator entró por la puerta, de quel Rey fué mucho maravillado; é ha

é

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