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AÑO TRIGÉSIMO OCTAVO.

CAPÍTULO PRIMERO.

1444.

De como el Rey se partió de Rámaga é se fué á Madrigal; y de las cosas que despues subcedieron.

é

Estas cosas así hechas, el Rey se partió de Rámaga para Madrigal, é vinieron con él la Reyna su muger, y el Rey de Navarra, y el Almirante, y Don Enrique su hermano, y los Obispos de Coria y Orenes, é Fernan Lopez de Saldaña. E desque el Rey vino á Madrigal, Alonso Perez de Vivero é Fernand Iañez de Xerez fueron puestos en poder del Almirante, el qual los dió á dos caballeros de su casa, los quales los tuvieron en grillos por algunos dias, y el Rey se partió de allí para Tordesillas ; é como el Obispo de Avila Don Lope de Barrientos fuese enteramente del Condestable, ovo muy grande enojo de las cosas pasadas, é habló con Juan Pacheco, dándole á entender quanto cargo era al Príncipe todo lo hecho, é como gran parte de la culpa á él se atribuiria, segun lo que en el Príncipe tenia, que si él quisiese, él lo podria todo bien remediar. Juan Pacheco le dixo que juraba por su fe que en cosa de aquello él no habia seydo, é con su enfermedad aun no habia tenido lugar de hacer reverencia al Rey, é que viese el remedio que en estas cosas se pudiese dar, é con buena voluntad él trabajaria en ello quanto pudiese. El Obispo le dixo que para esto convenia que tuviese forma como el Príncipe se fuese á Segovia, é allí se daria la forma que cumplia para que el servicio del Rey é suyo se guardase. E luego Juan Pacheco habló con el Príncipe, é dióse órden que el Príncipe dixiese que queria correr monte en tierra de Segovia, é así se partiese de allí; lo qual se puso en obra, de que el Rey de Navarra y el Almirante ovieron muy grande enojo, especialmente porque recelaron que yendo el Obispo de Avila con el Príncipe, lo moveria del propósito en que estaba, é quisieran mucho estorbar la ida del Obispo de Avila con el Príncipe: E porque Juan Pacheco estaba doliente é iba en andas, el Príncipe dixo que cumplia que el Obispo de Avila fuese con él hasta Segovia, é que desde allí se volveria á Bonilla que era villa suya. E despues que el Príncipe se partió para Segovia, desdel camino embió decir el Obispo al Condestable quel habia sabido como despues del altercacion que se habia hecho en Rámaga, él se queria pasar al Reyno de Portogal, de lo qual él era maravillado, que no era auto de caballero; por ende, que en ningun caso lo hiciese, que él tenia movida tal habla con

el Príncipe como las cosas se acabarian como fuese servicio del Rey é honra suya. E asi continuó 'el Príncipe su camino hasta Segovia; é llegados alli, el Obispo, con acuerdo del Príncipe é de Juan Pacheco se fué para Bonilla, porque el Condestable estaba en el Andrada, villa suya, que es cerca de Bonilla, porque desde allí mas ahina se pudiesen concertar por mensageros ó por vista. E llegado el Obispo á Avila, antes que fuese á Bonilla, volvió el mensagero con la respuesta del Condestable de Castilla; con el qual le embió á decir que habia entendido lo que de su parte le era hablado, lo qual le tenia en mucha gracia, que bien parescia el zelo que habia al servicio del Rey é honra suya; pero que en esto se habian de sanear tres cosas: la primera, que el caudal de la gente del Príncipe ni la del Condestable Don Alvaro de Luna no bastaba para resistir tan grande hecho como el del Rey de Navarra, y del Infante Don Enrique y el Almirante, y de los otros Caballeros de su opinion; la segunda, que recelaba que por el Príncipe ser tan mozo, no llevaria este hecho adelante, é lo dexaria caer; la tercera, que tenia sospecha que este trato venia por sabiduría é consejo del Rey de Navarra y del Almirante, por el debdo que con él tenia Juan Pacheco traba

do, é que se hacia por lo asegurar y destruir mas ligeramente. El Obispo le replicó que si servicio deseaba del Rey é la salvacion de su persona y estado, que luego se reconciliase con el Príncipe, DO embargante las sospechas que él ponia; que él se ofrescia de traer á esta opinion al Arzobispo de Toledo y al Conde de Alva, é mediante estos entendia traer los Condes de Haro é de Plasencia y de Castañeda, é á Iñigo Lopez de Mendoza é á Perálvarez de Osorio, los quales en esto estaban de buena intencion; é que él le aseguraba que el Príncipe ni Juan Pacheco, su privado, no se apartarian deste propósito hasta lo acabar con ayuda de Dios; é que creyese que en esto no habria engaño ningunó, porque en ello no cabia otra persona, salvo él é Alonso Alvarez, Contador del Príncipe; é puesto que él algu na dubda en esto pusiese, lo que no habia, lo debia dexar á la disposicion de Dios.

CAPÍTULO II.

De como el Arzobispo Don Gutierre se conformó con el Rey de Navarra é con el Almirante, é le dieron lugar que tomase la po sesion de su Arzobispado,

Estando el Rey en Madrigal, vino allí Don Gu tierre, Arzobispo de Sevilla, el qual estaba provei

do por el Santo Padre del Arzobispado de Toledo, é allí se concordó con el Rey de Navarra é con el Almirante, é diéronle lugar que tomase la posesion de su Arzobispado. Y hecho esto, partióse luego de allí é fuese para su tierra, y él y el Conde de Alva su sobrino tomaron luego la opinion del Príncipe; lo qual trató entre ellos el Obispo de Avila, que era mucho amigo del dicho Arzobispo y del Conde de Alva.

CAPÍTULO III.

Como el Conde de Haro é otros Caballeros del Reyno comenzaron haber hablas entre sí para dar órden como el Rey saliese de Tordesillas, é como fueron contra él el Almirante y el Conde de Benavente,

El Rey estaba allí en Tordesillas muy enojado, porque se hallaba muy apremido por la gran guarda que sobre su persona tenia, que no dexaban hablar con él persona ninguna sospechosa al Rey de Navarra. Y estando las cosas en este estado, el Conde de Haro acordó de venir á Curiel donde estaba el Conde de Plasencia, para saber dél si querria que se juntasen para sacar al Rey de la opresion en que estaba en Tordesillas, porque creia que seyendo ellos dos juntos, hallarian gran parte de caballeros que se juntasen con ellos. E como quiera que él vino lo mas secretamente que él pudo, no se hizo tan secreto que no lo ovo de saber el Rey de Navarra é los otros Caballeros que allí eran con él, los quales eran el Almirante, y el Conde de Benavente, y el Conde de Castro, é Ruy Diaz de Mendoza, Mayordomo mayor del Rey, é Don Enrique, hermano del Almirante, y Pedro de Quiñones é Juan de Tovar. E desque el Rey de Navarra supo que el Conde de Haro era venido á Curiel, embió á Don Fernando de Roxas, hijo del Conde de Castro, é á Pero Manrique, hijo del Adelantado Pero Manrique, con cierta gente de caballo que le aguardasen á la vuelta é lo prendiesen. E volviéndose el Conde de Haro, supo como aquellos Caballeros le estaban aguardando para le prender, é torció el camino para otra parte; pero como ellos tenian sus guardas por todos los caminos, no se pudo tanto guardar el Conde de Haro, que no fue corrido de aquellos caballeros hasta los Balvases, que son behetrías del Conde de Plasencia. Desto el Conde de Haro ovo muy gran sentimiento, é luego ayuntó toda su gente en Santa María del Campo, é asimesmo se ayuntó con él el Conde de Castañeda, é Pero Sarmiento, Repostero mayor del Rey, é juntaron hasta mil de caballo; é luego que lo supo el Rey de Navarra, embió contra ellos al Almirante y al Conde de Benavente, é llevaban mil é quiñientas lanzas. E porque el Príncipe habia entonces allí venido á Tordesillas, pidiéronle por merced que fuese con ellos, lo qual el Príncipe hizo, porque aun no estaba del todo concertado con el Condestable; é llegados cerca de Santa María del Campo, que pensaba el Almirante y el Conde de Benavente que se habia de mostrar el Príncipe claro por ellos, no lo hizo así, antes se

puso por medianero entre ambas las partes, hasta que los igualó é concordó por entonces, é pasaron entre ellos ciertos capítulos. Y hecha esta concordia entre ellos, el Principe y el Almirante y el Conde de Benavente se volvieron á Tordesillas, y en el camino supieron como Peralvarez de Osorio, sabiendo que el Rey de Navarra estaba en Tordesillas con poca gente, amanesció allí una mañana con trecientos de caballo y ochocientos peones, pensando hacer la entrada de la villa, y llegó muy cerca della, y el Rey de Navarra é los que con él estaban dentro resistieronle la entrada, y él volvióse á Villagarcía, lugar de un pariente suyo, que se llamaba Gutierre Quexada, de quien ya la historia ha hecho mencion; é quando lo supieron el Almirante y el Conde de Benavente vinieron á Villagarcía, pensando hallar á Peralvarez de Osorio, al qual no hallaron, que era ido á una villa suya que llamaban Valderas, é desque no le hallaron volviéronse á Tordesillas.

CAPÍTULO IV.

Como el Principe desde el camino ántes que llegase à Tordesillas se fué para Segovia, é por intercesion del Obispo de Avila se concertó con el Condestable.

El Príncipe, desque la concordia fué hecha del Almirante é Conde de Benavente con los Condes de Haro é de Castañeda, como quier que habia dicho que iria á Tordesillas, partió para Segovia, é así por su partida, como porque no se habia mostrado claro en aquellos debates con el Conde de Haro, comenzóse á haber sospecha dél, y desto dieron cargo al Obispo de Avila é á Juan Pacheco, que ellos lo desviaban de su opinion. E llegado el Príncipe á Segovia, vino Nuño do Arévalo criado del Condestable al Obispo, con respuesta de la habla que el Obispo le habia embiado, é díxole de parte del Condestable que como quier que no se saneaban bien los tres inconvenientes que le habia puesto para se haber de juntar con el Príncipe, por delibrar la persona del Rey su Señor, él se queria confiar del Señor Príncipe, é juntarse con él é servirle para prosecucion de lo susodicho. E sobre esta habla el Obispo se quiso ver con el Condestable, é viéronse lo mas secreto que pudieron, é oviéronse de igualar, é pasaron entre ellos grandes firmezas de alianzas é confederaciones. Estos tratos duraron bien seis meses, que fueron desde el mes de Marzo del año mil quatrocientos quarenta y quatro años. E como quier que fué acordado que fuese secreto hasta traer otros grandes del Reyno para prosecucion de lo susodicho, no pudo ser tanto secreto, que no oviesen dello sospecha el Rey de Navarra é los otros Caballeros.

CAPÍTULO V.

De como por la sospecha que el Rey de Navarra ovo del Príncipe embió á él su mensagero, é lo que el Príncipe le respondió.

El Rey de Navarra é los otros Caballeros de su opinion que con él estaban en Tordesillas por la

por

sospecha que tenian quel Príncipe no se mostraba claramente por ellos é se apartaba de Corte, é asimesmo porque conoscieron por algunas presunciones que él traia algunas hablas secretas con el Condestable, acordaron por se certificar dello, é le hacer dar señal, de le embiar á decir que bien sabia como estando en Madrigal luego que el Señor Rey su padre vino allí desde Rámaga, habian todos acordado de la destruicion del Condestable, como que así cumplia al servicio del Rey é suyo é á la paz é sosiego del Reyno, é que le juraron todos de no se desistir dello hasta le dar fin: por ende que le suplicaba que viniese á la Corte para juntamente con ellos se pusiese en esecucion lo que estaba jurado é firmado. E como el Príncipe rescibió este mensagero del Rey de Navarra, respondió al mensagero que se volviese, que él con propio mensagero suyo responderia al Rey de Navarra; y este término tomó por quanto á la sazon el Obispo de Avila estaba en Bonilla, é no quiso responder sin haber para ello su consejo, é luego embió por él, y el Obispo no se detuvo, é venido allí á Segovia, díxole el Príncipe las cosas que el Rey de Navarra le habia embiado decir, sobre las quales habido gran consejo entre el Príncipe y el Obispo y Juan Pacheco, acordóse que el Príncipe fuese á Tordesillas, diciendo que iba á dar órden con el Rey de Navarra en la destruicion del Condestable. Pero en la verdad no habia de ir á ello, sino hablar con el Rey secretamente para le decir el concierto que tenia asentado con el Condestable por deliberacion de su persona, é que esperaba de tener mas parte de caballeros para poner en execucion su deliberacion; é acordado esto, respondió al Rey de Navarra por propio mensagero suyo, que le placia de luego ir á la Corte á se juntar con él é con los otros Caballeros que con él estaban, para que se diese orden en la destruicion del Condestable é porque ellos creyesen que luego ponia en obra su partida, embió sus posentadores á Tordesillas para que le tomasen posadas. Desto fueron muy alegres el Rey de Navarra é los otros Caballeros que con él estaban, é perdieron gran parte de la sospecha que tenian.

CAPÍTULO VI.

De como el Principe entró en Tordesillas, y de como el Rey de Navarra se desposó con Doña Juana, hija del Almirante, y el Infante Don Enrique con Doña Beatriz, hermana del Conde de Benavente.

Despues que el Príncipe supo que estaban tomadas posadas para él é para los suyos en Tordesillas, partió de Segovia, é iban con él Don Lope de Barrientos, Obispo de Avila, su maestro, é Juan Pacheco su privado, é Pero Giron su hermano, que comenzaba ya á privar con el Príncipe, é otros Caballeros é oficiales de su casa. E llegado á Tordesillas é rescebido del Rey de Navarra y de los otros Caballeros con mucho gozo, comenzaron luego á hablar é concertar que el Rey de Navarra se fuese á Doña Juana, hija del Almirante, segun primero

estaba concertado. E asimesmo se concordó el desposorio del Infante Don Enrique con Doña Beatriz, hermana del Conde de Benavente, é luego el Rey de Navarra partió para Torre de Lobaton, donde estaba la dicha Doña Juana á se tomar las manos con ella, é por le honrar é acompañar á este auto, fueron con él el Rey, é la Reyna, y el Principe, é la Reyna de Portogal Doña Leonor que allí en Tordesillas estaba; é todos los otros Señores y Caballeros que ála sazon estaban en Tordesillas, llegaron á Torre Lobaton martes (1) primero dia de Setiembre deste dicho año, donde el Almirante les hizo grande fiesta, é allí estuvieron este dia é otro dia se volvieron á Tordesillas. E luego desde allí partió Fernando Dávalos, Camarero del Infante Don Enrique, c poder del dicho Infante, para se tomar las manos con Doña Beatriz, hermana del Conde de Benavente; é luego fué ordenado que esta Doña Beatriz fuese llevada á Cordoba para se casar con el Infante, que estaba en Cordoba, é que fuesen con ella el Conde de Benavente, su hermano, é Don Fray Gonzalo de Quiroga, Prior de San Juan, é otros Caballeros é Dueñas, así de la casa del Infante, como de la casa del Conde de Benavente: lo qual luego se puso así en obra.

CAPÍTULO VII.

con

De como el Rey de Navarra, y el Principe desque volvieron á Tordesillas hablaron en la destruicion del Condestable, é como acordaron su partida para Arévalo.

Acabado el auto destos desposorios, volviéronse todos á Tordesillas, é luego el Rey de Navarra habló con el Príncipe, para que se diese órden en la destruicion del Condestable, como lo tenian jurado é firmado, é sobre esta habla acordaron que todos se ayuntasen en la posada del Príncipe, para que se diese órden como esto se oviese de hacer, é desque allí fueron todos ayuntados, é dados sus votos, desque la habla vino al Príncipe, segun ya estaba avisado de su maestro el Obispo, dixo que á él parescia que la destruicion del Condestable era bien que se hiciese, mas que era razon que para esto fuesen llamados todos los otros Caballeros ausentes que eran de aquella opinion, porque todos fuesen en ello; que de otra guisa podria ser que los Caballeros ausentes oviesen dello sentimiento, é se juntasen con el Condestable, é todos juntos con la voz del Rey les pornian en gran trabajo. Quando el Rey de Navarra é los otros Caballeros que allí en el Consejo estaban esto oyeron, como quier que ovieron algu na sospecha de aquella dilacion, pero parescióles ser aquello cosa razonable, ó acordaron de llamar todos los ausentes de su opinion. E porque alli en Tordesillas no podian ser todos buenamente aposentados, acordaron de se partir para Arévalo, é luego embiaron allá sus aposentadores.

(1) En el original decia Lunes.

CAPÍTULO VIII.

Como antes que el Rey y el Principe, y el Rey de Navarra partiesen para Arévalo, el Rey y el Príncipe hablaron en uno, é se concertaron.

Hasta aquí el Rey ni el Príncipe no habian en uno hablado en secreto, porque el Príncipe era tan mozo, que el Rey no se atrevia á hablar con él, y el Obispo de Avila se recelaba de hablar con el Rey por la grande sospecha que dél se tenia, é por las grandes guardas que estaban cerca de la persona del Rey, que no consentia que ninguna persona hablase con él sin tercero. Especialmente tenia cargo de la guarda del Rey, Don Enrique, hermano del Almirante, el qual notificaba al Rey de Navarra é á la Reyna todas las hablas que el Rey hacia, é las cartas que rescibia, é las que él escribia; pero al fin por medianero se concertó quel Rey llamase al Obispo de Avila, é hablase con él á una parte de la cámara, é hízose así. E como el Rey llamó al Obispo, é se apartó á hablar con él, dixo el Obispo : Señor, esta habla sea corta, é de palabras substanciales, dixo el Rey: Obispo, ¿que os paresce de como estó? el Obispo le dixo que le parescia muy mal, pero quel remedio estaba aparejado: ¿el remedio, dixo el Rey, qual es el Obispo le dixo: Señor, el Príncipe lo remediará, que está concertado con el Condestable. El Rey le dixo: Obispo, ¿esto es cierto? El Obispo le dixo: Señor sí, y vos, Señor, mañana estaos en la cama, 'diciendo que estais doliente, y el Príncipe verná á veros, y en achaque de catarros, si teneis calentura, tomadle la mano, y él vos hará pleyto omenage de todo esto que yo digo, é mas vos dará una cédula de su mano de seguridad para lo cumplir, é Vuestra Alteza dé otra cédula de seguridad para lo acrecentar é honrar é fiar dél. Y desto el Rey quedó muy alegre, é apartáronse luego. E otro dia siguiente, el Rey se estuvo en la cama, diciendo que se sintia mal, y el Príncipe fuélo á ver, é preguntóle como se sentia, é juntóse con el Príncipe el Obispo, é Juan Pacheco. E como el Obispo llevaba ordenadas las cédulas, dió al Rey la del Príncipe, é firmó el Rey la otra, é dióla al Príncipe, é tomáronse las manos, é hicieron pleyto omenage el uno al otro, y el otro al otro de lo guardar é cumplir. Hízose esto tan presto, y tan secreto, que no se pudo sentir de Ruy Diaz, ni de los otros que allí estaban por guardas.

CAPÍTULO IX.

De la sospecha que se tomó del Obispo de Avila de aquella habla que el Rey ovo con el Príncipe, como el Príncipe se partió para Segovia.

El Rey quedó tan alegre de lo que el Príncipe con él habia hablado é asentado, que no lo pudo encobrir en el gesto. E conoscido por las guardas que cerca dél estaban, fuéronlo á decir al Rey de Navarra, que les parescia que el Rey quedaba tan alegre é contento de la habla que el Príncipe con él habia tenido, que pensaban que algun concierto

dexaban hecho con él en su deservicio. El Rey de Navarra díxolo al Almirante, é acordaron que el Almirante preguntase al Obispo qué habla era la que el Príncipe habia habido con el Rey, de que él quedaba tan alegre. El Obispo respondió que no habia pasado en aquella habla sino algunas burlas de las cosas pasadas, las quales habia dicho porque se alegrase, que estaba muy enojado. El Almirante dixo al Obispo, que se guardase de otras hablas, porque el Rey de Navarra tenia dél gran sospecha, tanto que á su grado él seria ya empezado. El Obispo respondió que pues estaban ciertos que el Príncipe les habia de dar favor é ayuda y esforzar su opinion, que no debian poner en él sospecha, que él no habia de hacer vando en su cabo, salvo servir al Señor Príncipe, é seguir lo que él quisiese. Como ya el Príncipe estaba determinado de se partir para Segovia con el concierto que tenia con el Rey su padre, con consejo del dicho Obispo y de Juan Pacheco dixo al Rey de Navarra é á los de su opinion, pues que estaba acordada la partida para Arévalo, que él queria llegar á Segovia en tanto que se hacia el aposentamiento; é como supiese que el Rey era venido á Arévalo, que luego otro dia vernia allí ; é todo lo ovieron por bien, é luego el Príncipe se partió de Tordesillas para Segovia, é yendo por el camino dixo al Obispo é á Juan Pacheco, que venido el Rey á Arévalo, que si él allí viniese como estaba acordado, que qual escusa ternia para no jurar contra el Condestable Don Alvaro de Luna; por ende que pensasen bien lo que habian de hacer, é por esto fucron por el camino platicando de grande espacio; é al fin dixo el Obispo, que si el Príncipe le mandase luego volver á Arévalo, que él entendia de tener manera como el Rey no viniese ende, ni mucho ménos el Rey Don Juan de Navarra, é que en tal caso el Príncipe ternia justa causa de se quexar del Rey de Navarra, é de los caballeros de su opinion, que ellos querian guardar al Condestable, pues ellos no venian á Arévalo segun estaba acordado. Al Príncipe plugo mucho desta razon, é asimesmo á Juan Pacheco, é rogáronle que se partiese luego para Arévalo, é trabajase como lo que allí decia se pudiese hacer. E luego el Obispo se partió para Arévalo, porque allí tenia casa de su Obispado, é llegado allí embió por los aposentadores del Rey, é secretamente les mandó, que al Príncipe aposentasen con su gente dentro en la villa, é que al Rey de Navarra le diesen una posada principal en la villa, é otras tres ó quatro para sus oficiales, é que á la otra gente suya aposentasen fuera de la villa en la Morería. Desto se quexó mucho el posentador del Rey Don Juan de Navarra, diciendo que no tomaria aquel aposentamiento sin lo hacer primero saber á su Señor el Rey de Navarra, lo qual él hizo luego; é como el Rey de Navarra lo supo, y asimesmo, que el Obispo de Avila era venido allí á Segovia, sospechó que esto se hacia por su consejo, é como ya tenia al Obispo por su contrario, pensó que haciéndose el aposentamiento del Príncipe dentro en la villa con todos los suyos, y el aposenta

miento de los suyos en la Morería, que es fuera de la villa, que su venida á Arévalo no era á él muy segura, é por esto habló con aquellos Caballeros de su opinion, é todos acordaron que el Rey no debia ir á Arévalo, é luego embiaron por los aposentadores, é así por consejo del Obispo se dexó la ida de Arévalo.-En este tiempo el Rey Cárlos de Francia determinó de prender al Conde de Armiñaque, é para lo poner en obra, acordó que el Dalfin su hijo llamado Luis se partiese de la Corte, mostrando que iba mal contento del Rey, porque le no daba tanto quanto menester habia para mantener su estado, é que se fuese á Lilajordan, de quien podria ser socorrido para sus necesidades, é así el Dalfin se partió del Rey con cient lanzas de ordenanza, de que era Capitan Don Martin Enriquez, hijo del Conde Don Alonso de Guijon, de quien el Rey mucho fiaba, porque era caballero muy bueno, é mucho esforzado, é le habia mucho servido en los tiempos de su adversidad. E quando el Dalfin llegó quanto á un jornada, embió un Gentil-Hombre suyo al Conde de Armiñaque haciéndole saber como el dia siguiente entendia de ir comer con él, porque le cumplia hablarle algunas cosas, en que creia poder dél rescebir ayuda é consejo. E como el Conde de Armiñaque la embaxada del Dalfin viese, sin dubda no ovo placer de su venida; pero mandó poner la casa muy en punto para le hacer la fiesta que convenia, como á primogénito de su Rey con quien habia debdo muy cercano; é como fuese certificado que el Dalfin llegaba casi á tres leguas de la villa, salió el Conde de Armiñaque á lo rescebir con esta gente continua que consigo tenia, creyendo traer huésped de paz á su casa, á quien habia de servir é obedescer : al qual llegó con la reverencia que debia, y el Dalfin le mostró muy alegre cara, é fueron ambos á dos hablando quanto media legua. E como Don Martin Enriquez tuviese mandamiento del Rey sellado con su sello para lo prender, dixo al Conde de Armiñaque: Señor, plega á Vuestra Merced de se apartar un poco, porque le queria hablar algunas cosas que el Rey le habia mandado: el Conde se apartó, é Don Martin Enriquez dixo: Señor, Dios sabe quanto me desplace de yo haber de ser esecutor de lo que vereis por esta cédula del Rey nuestro Señor, por la qual él me mandó que yo vo➜ prendiere ;. así, Señor, desde aquí vos habed por su prisionero, é cumple que mandeis á estos Caballeros principales de vuestra casa que yo nombraré, que vayan presos sin ningun otro alboroto hacer, que ya, Señor, vedes que no estais en tiempo salvo de obedescer al mandamiento del Rey nuestro Señor. E asimesmo conviene, si vuestra vida quereis, que luego embieis mandar á vuestro Alcayde que resciba al Dalfin mi Señar en la villa é fortaleza con toda la gente que lleva, é vos ireis conmigo, y estos Caballeros que yo vos nombraré, á vos é á los quales el Rey nuestro Señor manda estar detenidos en la fortaleza de Carcaxona. E porque vos, Señor, conozcais quanto me desplace de vuestro daño, é quanto entiendo de procurar vuestra deliberacion, en este dia yo embiaré mensagero mio propio al Rey de Castilla, mi soberano Señor,

haciéndole saber este caso, suplicándole que luego trabaje por vuestra deliberacion, como soy yo cierto que lo él lo hará segun su virtud, é segun el debdo é amor que vos ha. El Conde gelo agradeció mucho, é así el Conde é siete Caballeros é Gentiles-Hombres de su casa fueron presos con Don Martin Enriquez; el qual llevó consigo cinquenta lanzas, que serian docientos é cinqüenta de caballo, é con otros tantos el Dalfin se metió en la villa, donde fué rescebido con poca alegría por el caso acaescido. E de allí se afirma que llevó en oro y en plata, y en tapicería y paños de oro y de seda, el valor de seiscientas mil coronas, é afirmase la causa de esta prision solamente haber seydo, porque se decia que se trataba casamiento de una hija del Conde de Armiñaque con el Rey Enrique de Inglaterra, y el Dalfin prendió en la villa á Charles de Armiñaque, hijo segundo del Conde, é à dos hermanas suyas, é apoderóse de aquella villa é fortaleza: é desde allí se fué apoderando de todas las cibdades é villas y fortalezas del Condado de Armiñaque. E habida esta nueva por el Rey Don Juan de Castilla, ovo dello muy grande enojo, porque allende del Conde ser su vasallo é pariente, le habia servido en los hechos de Aragon é Navarra. E luego determinó de embiar al Rey de Francia á Mosen Diego de Valera, Doncel, con sus cartas de creencia, por las quales embió á rogar muy afectuosamente le pluguiese por contemplacion suya de librar de la prision en que tenia al Conde de Armiñaque, é á sus hijas, é á su segundo hijo llamado Charles, para lo qual daba muchas razones porque asi lo debiese hacer. El Rey de Francia, vista la letra del Rey de Castilla, y esplicada la embaxada por Mosen Diego, detuvo el Rey la respuesta por quarenta dias, en el qual tiempo el Rey estaba en una cibdad que se llama Nansi en Lorena, que es en Alemaña, donde el Rey entonce hacia guerra á los Suiceros. E pasado este tiempo, fué respondido á Mosen Diego por mandado del Rey, que segun los grandes yerros y excesos que el Conde de Armiñaque habia cometido, seria muy grave cosa al Rey de Francia haberlo de librar por ende; que rogaba mucho al Rey Despaña su hermano haber en esto paciencia. Sobre lo qual, como Mosen Diego supiese el grande enojo que el Rey de Castilla oviese rescebido en la prision del Conde de Armiñaque, é quanto le placeria de su deliberacion, ovo de hablar tantas cosas al Rey de Francia, hasta que ovo de revocar su primero propósito, y determinó que embiándole el Rey de Castilla su hermano el sello suyo dándole por él su fe, que si el Conde de Armiñaque en algun tiempo errase á él 6 á su Corona, que el Rey de Castilla le hiciese guerra con Guipúzcoa, porque confina con sus tierras, é le quitaria el Condado de Cangas y Tineo, y el juro que del Rey tenia ; quel Rey de Francia delibraria al Conde Armiñaque, é á sus hijas é hijo, é le dexaria sus tierras é señoríos libremente; para lo qual mandó dar sus cartas para el Rey de Castilla al dicho Mosen Diego, é mandóle que viniese por Carcaxona donde el Conde estaba preso, y es

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