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y

año 1555 demuestra el desarrollo adquirido por los coches lo comprueba la siguiente descripción escrita por Pedro de Medina del paseo que tenía la capital de España al mediar el siglo XVI: «Llaman á estas alamedas Prado de San Hierónimo, en donde de invierno al sol y de verano á gozar de la frescura, es cosa muy de ver y de mucha recreación la multitud de gente que sale, de bizarrísimas damas, de bien dispuestos caballeros y de muchos señores y señoras principales en coches y carrozas. Aquí se goza con gran deleite y gusto de la frescura del viento todas las tardes y noches del Estío, y de muchas buenas músicas, sin daños, perjuicios ni deshonestidades por el buen cuidado y diligencia de los alcaldes de la Corte.» (1)

En 3 de Febrero de 1557 se apeó el Emperador de su litera en la puerta del monasterio de Yuste tan decaído de fuerzas como de espíritu, mostrando á la edad de 57 años la decrepitud propia de los 70. (2) El mismo que un día y otro, quebrantaba sin ceder al cansancio los pesados caballos flamencos y los bravos corceles andaluces, no podía resistir en su retiro el pausado movimiento de una jaca mansa. (3)

II

Contaba quince años el Príncipe Felipe en 1542, cuando desechando el Emperador la idea de unirle con Margarita, hija de su rival Francisco I, prefirió la alianza con Portugal, firmándose las capitulaciones matrimoniales entre su hijo y la Infanta D.a María, hija de Juan III y de Catalina su hermana, y así que los novios cumplieron la temprana edad de diez y seis años, pues sólo se llevaban algunos meses, se acordó realizar su enlace, designándose al efecto la ciudad. de Salamanca.

Encomendó el Emperador la dirección de esta jornada al (1) Grandezas y cosas memorables de España.

(2) Amador de los Rios. Historia de la Villa, etc., tomo III,

(3) Prescott. Historia de Felipe II.

Obispo de Cartagena, maestro y confesor de S. A., y al Duque de Medina-Sidonia, el magnate más acaudalado y poderoso de Andalucía. Partió el Prelado de Valladolid el día 26 de Septiembre de 1543 acompañado de gran tren de acémilas portadoras de los reposteros, camas, botellería, enseres de cocina, provisiones, armas, escudos, banderas y equipajes; seguía su familia, los caballeros principales de la Corte y último de todos el Obispo; en medio de Badajoz y Lugo con una ropa rozagante de chamelote de seda negra, aforrada de felpa del mismo color, con un chapeo muy grande á la forma italiana; llevaba delante doce lacayos muy dispuestos con cueros de terciopelo negro y calzas de refino acuchilladas y capas de contray. Tras dél iba un caballerizo vestido de terciopelo morado y guiaba veinte y cuatro pages con sus hermosos caballos con trages de terciopelo negro y mantos de grana con chapeos de seda.» (1)

La mesa del Prelado fué tan magnífica y espléndida que no faltó el pescado fresco ni los vinos más exquisitos y por separado de sus comensales, se daban 700 raciones diarias á mozos, pajes y cabalgaduras.

Lo más singular de estas prolijas crónicas consiste en que comunmente se olvidan sus autores de consignar la clase de vehículo ó caballo empleado por los personajes principales, descubriéndose á veces el secreto que encubre un punto tan esencial para el conocimiento de los medios de transporte de la época, en algún incidente ó episodio del viaje. Pernoctó el segundo día en Medina del Campo y partió el inmediato, después de comer, para Cantalapiedra y «yendo ya cerca del lugar, en un arroyo pequeño, bien lleno de cieno, queriendo beber un macho de los de la litera en que á la sazón iba el Obispo, entró tanto por el arroyo y cieno que se sumió del todo, sin que dél cosa se pudiera ver, y el

(1) Relación del recibimiento que se hizo à D. Maria, Infanta de Portugal, hija de Juan III y sobrina del emperador Carlos V, cuando vino à España á desposarse con Felipe II en el año 1543. Colección de documentos inéditos para la Historia de España, por D.. Martin Fernández Navarrete, etc., tomo III.

agua y lodo entró á rienda suelta por la litera y henchióla toda, y el Obispo salió della en hombros de dos lacayos con gran trabajo y alteración, y la litera salió de aquel lugar con no pequeña dificultad, porque cuanto más los machos procuraban salir, tanto más ahondaban en el cieno con las fuerzas que ponían.»>

Si era lujosa la comitiva que acompañaba desde la Corte de Valladolid al Prelado, no ostentó menos fausto el Duque de Medina Sidonia, cuando se le unió en Badajoz, donde hizo su entrada solemne el 15 de Octubre con gran séquito de pajes, maestresalas, cazadores con sus halcones, trompeteros italianos y españoles, atabaleros, indios con chirimías y sacabuches, que ostentaban en sus pechos escudos de plata con las armas de los Guzmanes, lacayos con elegantes libreas, locos, enanos, caballeros y magnates y «trás los pages del Duque montados en caballos bien aderezados venía una litera de raso carmesí llana, y la cubierta y sillones de los machos de lo mismo.» Según Sandoval los frenos, la clavazón y las herraduras eran de oro y ascendía á 3.000 el número de caballeros y criados que componían aquella brillante cabalgata, todos perfectamente montados y equipados. El Duque había alhajado su palacio de Badajoz con gran lujo para recibir dignamente á la Princesa: las colgaduras eran de paños de oro; las camas, aparadores y otros muebles de pulida plata; observándose igual riqueza en los demás detalles.

En cuanto llegó la comitiva portuguesa á Elvas, despachó un correo al Duque y al Obispo participándoles que se hallaban preparados á entregársela. Suscitáronse algunos rozamientos por cuestiones de preeminencia y de etiqueta, y vencidas estas dificultades se hizo el recibimiento en el puente de Caya, pequeño río que sirve de frontera entre los dos reinos. Venía la Princesa con el Duque de Braganza, el Arzobispo de Lisboa y un lucidísimo acompañamiento en el que no faltaba «un enano de estatura monstruosamente breve y con cara hórrida y grande. Su Alteza salió de la

litera, y tomó una mula guarnecida de lo mismo de tres altos, con gualdrapa. Vestía de raso blanco, toda recamada de oro, las mangas muy anchas y aforradas de carmesí, encima una capa castellana de terciopelo morado con tiras de oro y bonete portugués, arracadas pequeñas y una gorguera de red de oro, agorjolada. Paresció á todos muy hermosa y no nada empachada. >>

Hubo en Badajoz, Alburquerque y Alcántara y otros pueblos festines, fiestas con sus folias, toros, saraos y muchos fuegos. El Obispo tuvo que dar á su Alteza en la Barca «dos machos de litera rucios muy extremados, porque los suyos no la podían llevar, y el Duque cedió en este lugar su litera para que viniese en ella D.a María de Velasco y trújola casi hasta Salamanca.»>

El Príncipe D. Felipe acudió disfrazado á Aldea Nueva, y oculto en un mesón, vió pasar á la Princesa montada en una mula. Entró ella en Salamanca bajo un magnífico palio cuyas varas llevaban los regidores de la ciudad y las riendas de la cabalgadura las conducía D. Luis de Sarmiento, Embajador de Portugal, quien había ultimado las capitulaciones matrimoniales. De esta suerte llegó al palacio del Duque de Alba destinado para su alojamiento, en donde la recibió la Duquesa en presencia de muchas damas y caballeros ricamente ataviados.

Las bodas se verificaron en la noche del 12 de Diciembre. Hubo arcos de triunfo, solemnísimas funciones de Iglesia, simulacros, torneos, juegos de cañas, corridas de toros, fuegos artificiales, certámenes celebrados en la Universidad, saraos en que lucieron sus gracias las hermosas damas de Castilla, banquetes y bailes. El día 19 se pusieron en marcha los nuevos esposos para Valladolid, contemplando á su paso por Medina del Campo una lucida comparsa de carros alegóricos organizada por los gremios. Año y medio después dió á luz al infortunado D. Carlos, á cuyo nacimiento sobrevivió pocos días la soberana agostándose así en los albores de la juventud las risueñas esperanzas de

la que compartió el tálamo más codiciado de aquellos tiempos.

III

Concertado en 1554 el segundo matrimonio del Príncipe Felipe con la Reina María de Inglaterra, despachó al Marqués de las Navas con regalos de inestimable valor para su futura: diamantes, collares, arracadas, esmeraldas, brocados, sedas, ricos bordados, arneses, vajillas de oro y plata. Envió mas de 8o hermosos caballos, blancos, overos y castaños, 50 cuartangos y potros saltadores, todo lo cual se llevó á la Coruña para su embarque. (1)

El Príncipe fué agasajado durante el viaje terrestre por el Conde de Benavente y los pueblos del tránsito; la expedición se hizo con el sosiego habitual en tales jornadas, invirtiendo tres días desde Santiago á la Coruña. En aquel puerto se reunieron 125 velas para transportarle á Inglaterra con numeroso séquito, del que formaban parte el Almirante de Castilla y los principales magnates de la Corte. S. A. se embarcó el día 13 de Julio y aunque hubo niebla en el Canal, recaló el 19 entre Southamptón y la isla de Wight á donde salieron al encuentro las escuadras de Flandes y de Inglaterra que reunían otras 40 velas. (2)

No dan pormenores las crónicas acerca de la manera de caminar desde la Corte de España á la Coruña, pero debieron emplearse exclusivamente los caballos.

Recibióse en Londres la noticia del desembarco de Felipe con demostraciones de júbilo, salvas de artillería, repique de campanas, procesiones, luminarias en las calles principales y mesas públicas provistas de abundantes manjares, vinos y cervezas que pródigamente se servían, entregándose la ciudad á un regocijo general. El Príncipe se instaló en el palacio episcopal de Winchester y en todas las expedicio

(L

Viaje de Felipe II à Inglaterra, por Andrés Muñoz, Zaragoza. Año 1554(2) Viajes regios por mar, ordenados por D. Cesáreo Fernández Duro.

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