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el peager debía reconstruirlo, á no ser que el accidente, fuese originado por una causa fortuita. En Blois, Auvernia, Tours etc. regian análogos reglamentos.

En el comedio del siglo XVI viajaban á caballo tanto los nobles como las damas, más en tiempo de Carlos IX se introdujeron los coches y carrozas (1) cuyo empleo se generalizó rápidamente para los viajes. Se transportaban las mensajerías en charriots-carromatos de dos ruedas-pero para el acarreo de grandes cantidades de granos y mercancías se utilizaban los ríos caudalosos de la nación vecina aun en los trozos que no son actualmente navegables. (2)

En cuanto terminaron las guerras religiosas dió Enrique IV gran impulso al progreso de Francia. Creó en 1599 el elevado cargo de Grand Voyer ó Intendente General de Caminos, que confió á su primer ministro Duque de Sully con la orden de vigilar las reparaciones necesarias de los puentes, murallas, puertos, pasos de los ríos, pavimentos. diques, calzadas, caminos y otras obras públicas «y á pesar de lo abrumado que estaba el Consejero del Rey con sus múltiples funciones militares y rentísticas prit á cœur las obligaciones inherentes á su nuevo puesto. (3) Encomendó sin pérdida de tiempo á los Tesoreros la formación de un estado de todos los portazgos y pontazgos establecidos, y de los impuestos destinados al entretenimiento de puentes y caminos (1) y se dió un vigoroso impulso al ramo de obras públicas, cuyo desarrollo correspondió á los años inmediatos del siglo XVII en que siguió ocupando el trono de Francia el mismo soberano.

El paralelo entre España y la nación vecina nos es ya muy desfavorable en tiempo de Enrique IV porque allí se habían echado los cimientos de la organización técnica que aquí faltaba, y no habiéndose aprovechado en la Península el

(1) Eran unos carruajes grandes abiertos y adornado con lujo que se usaban en las funciones de gala.

(2) Vignon. Etudes historiques. Tomo I. Parte 1."

(3) L Aucoc. Conference. Annales de Ponts et Chanssees.

(4) Sully Economiste por Edmond Bonall. Chapitre IV. Article II.

período de apogeo y el siglo de florecimiento en que reinaron los dos monarcas más poderosos y más capaces de la Casa de Austria, claro está que poco podía esperarse en lo porvenir una vez iniciada la rápida decadencia del Reino, mientras en Francia al término del período de las guerras civiles, se prestaba gran atención al fomento de las obras. públicas y al desarrollo manufacturero de la nación.

Carlos IX mejoró el ramo de correos estableciendo varias líneas nuevas y nombró en 1565 Cantrôleur général des chevaucheurs de l'escurie, autorizándole para hacer los nombramientos de empleados. Enrique IV creó en 1594 cl cargo de Superintendente de coches públicos, (1) y en Mayo de 1597 dió un edicto importante de postas estableciendo tiros de caballos de cambio para alquilar; las mudas se situaban á distancias convenientes y se hacía el transporte de viajeros, equipajes y encargos. Al efecto, había maestros de postas en las ciudades y pueblos é inspectores dedicados á la vigilancia del servicio. Las paradas se arrendaban por tres ó seis años con arreglo á una tarifa por cada caballo, y cualquiera podía utilizar las postas sin más formalidad que la de recabar un billete de ruta señalando el día y hora de la salida. (2) Como no se había generalizado mucho el uso de los coches, el reglamento lo limitaba á determinadas direcciones; en cambio se retrasó muchísimo tiempo el planteamiento en España del servicio público de carruajes.

(1) Sully Economiste, par Edmund Bonall, chapitre IV, article II.

(2) Verdegay. Capitulo X.

CAPITULO V

Obras militares y civiles. Régimen industrial

1.

II.

Fortificaciones construidas en España y en América.-Palacios Reales.-Se encomienda á D. Juan Herrera la Dirección general.-Arquitectura plateresca y clásica. Adelanto de España en las bellas artes, literatura y ciencias.

Acaparamiento de los altos cargos por los flamencos.-Su influencia en la política económica del Emperador. - Felipe II mantiene el mismo sistema. - Clamoreo de los antiguos escritores contra el régimen comercial.

III. Leyes suntuarias españolas. - Protección concedida en Francia á las industrias de lujo. ---Prohibiciones y trabas puestas en España al uso de coches. - Reclamaciones contradictorias de las Cortes y providencias generalmente desfavorables al interés nacional. IV. Manufacturas de Castilla y Cataluña.-Artículos de exportación.- La contratación en Medina del Campo.-Recuas de mulas y trenes de carretas para abastecer sus grandes almacenes. Decadencia de las ferias.-Marina mercante.

V.

Hegemonia de España.-Nuestros politicos y diplomáticos.-Extensión del idioma castellano y de las modas españolas. - Gastos cuantiosos de las guerras extranjeras.-Enormes tributos y bancarrota.--Decaimiento de las Cortes. -Sintomas de aniquilamiento del Reino.

I

Si la atención prestada al fomento de las obras públicas fué escasa en los tiempos más brillantes de nuestra historia, causa asombro la labor inmensa desenvuelta en otro orden de trabajos extendidos por todos los ámbitos del mundo. La colonización de las Américas y de las Indias orientales se hacía en otras naciones por compañías concesionarias, pero por una preocupación lamentable se rechazaba en España la asociación de capitales para este género de empresas, y declarada inalienable la jurisdicción Real de Indias, el Gobierno de España, y muy especialmente Felipe II, dirigió personalmente y con una actividad prodigiosa aquel cúmulo de construcciones, de las que decía Pompeyo Leoni: «Ni Roma bajo los emperadores tuvo tantos artífices y mecánicos á sus expensas como tiene el Rey de España en Euro

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pa. ¡Lástima que se emplease tanto dinero y tanto trabajo en obras improductivas y en su mayor parte estériles para el progreso de la Metrópoli!

En los volúmenes de Llaguno y Cean Bermúdez relativos á los Arquitectos y obras de arquitectura en España, ocupa todo el tomo II y cerca de la mitad del I y del III el período de 1517 á 1598 de los dos reinados. Se trabajó en el de Felipe II en las fortificaciones de Jaca, Rosas, Peñíscola, Barcelona, los Alfaques, Cullera, Ayamonte y Alicante, emprendiendo las de Cartagena; en Gibraltar se terminó el mandracho y se repararon las murallas, levantando en la Coruña los castillos de San Antón y del Morro; se trabajó en las fortificaciones de San Sebastián, Fuenterrabía, Pamplona, Setuval, Otón viejo, San Sian, Cabeza Seca y Peniche. Se hizo lo propio en las islas Baleares y en las Terceras, gastando millón y medio de ducados en las defensas de la costa de Africa; se construyeron de nueva planta ó se repararon todas las plazas fuertes del Estado de Milán, y las de Orvieto, Telamón, Puerto Hércules, Gaeta, Civitela, Brindis, Otranto, San Telmo, Cabel de Lobo, gastándose un millón de ducados en el castillo de Amberes y otro en el de Edinfor. Para proteger los inmensos dominios de América. se fortificaron la Habana, San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, y en el continente Cartagena de Indias, el río Chagre, San Juan de Ulua, el Callao, Guayaquil, Portobelo y otros muchos puntos estratégicos.

Levantáronse al propio tiempo numerosos edificios religiosos y civiles, como catedrales, iglesias, lonjas, casas de ayuntamiento, audiencias, seminarios, hospitales, y fueron tantos los conventos construídos, «que no cabría la lista en breves páginas, bastando consignar que un sólo fraile de San Agustín levantó cuarenta por orden del Rey.» (1)

El Emperador nombró Visitador de las Obras Reales á Bustamante de Herrera, quien dirigía los palacios y sus dependencias en Toledo, Granada, Sevilla, el Pardo y Aran() Picatoste. Los Españoles en Italia, tomo I, parte primera, cap. XXI.

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juez. Se restauró el alcázar de Madrid con el producto de los derechos impuestos por las primeras licencias para llevar negros á América. (1)

La dirección de los palacios, encomendada por Felipe II á Juan de Herrera, era una especie de Ministerio; allí se preparaban los planos para el gigantesco monasterio de San Lorenzo del Escorial, cuya obra costó, según Canga Argüelles, 360 millones de reales, cifra muy superior á la señalada por el P. Sigüenza y tal vez algo exagerada; se hacían también los proyectos de la iglesia de San Bernabé en la misma villa, los del palacio de Aranjuez edificado en aquel reinado, las Caballerizas Reales de Madrid y otras muchas obras y reformas en los palacios de Lisboa, del Pardo y otros puntos. También proyectó el célebre arquitecto la catedral de Valladolid, el archivo de Simancas, la lonja de Sevilla, la casa de Torrelodones, donde pernoctaba el Rey en sus frecuentes viajes al Escorial, no pocas iglesias y conventos y los puentes y acequias de riego antes indicados.

La arquitectura ojival se mantenía en España en la plenitud de su desarrollo al comenzar la XVI.a centuria, sin duda porque las prolongadas guerras de la Reconquista retrasaron la construcción de nuestras hermosas catedrales, y aun después de importados los cánones del Renacimiento, se aplicaba en los templos el arte ojival. Adoptábase para los edificios el nuevo estilo italiano, transformado en plateresco, por las reminiscencias de la exuberante y fastuosa ornamentación del gótico florido y de la arquitectura mudéjar, constituyendo el profuso pero hermoso decorado que campea en el palacio municipal de Sevilla y en las Universidades de Alcalá, Salamanca y Valladolid. En tiempo de Felipe II cayó nuestra arquitectura en la copia rígida y fría de los órdenes clásicos, sustituyendo al elegante bordado de las masas, la seca regularidad y la austera desnudez que resalta en el monasterio del Escorial y en la catedral de Valladolid.

(1) Canga Argüelles Diccionario, tomo II. Palacios y Sitios Reales.

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