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La Infanta D.a María se casó en 1629 con el Rey de Hungría en Madrid, convirtiéndose la capital en otra India: tal era el lujo de los trajes, tal la gallardía de los trenes, tal el inmenso boato que ostentó la Grandeza y la Corte. Barcelona recibió con gran riqueza á la hermana de Felipe IV, no habiendo quedado atrás Zaragoza. El Arzobispo de Sevilla y el Duque de Alba, encargados de la entrega de la Infanta á su esposo, llevaban por las caminos un séquito comparable con las flotas del Nuevo Mundo, notándose 40 acémilas con los reposteros de damasco carmesí; de plata maciza los garrotes para asegurar la carga y las planchas de las mulas, y de seda las cuerdas de sujeción. Una de las acémilas destinadas al agua la llevaba en cuatro cántaros de plata, de cuyo metal eran también las angarillas ó aguaderos.» (1)

Comprende 301 páginas la extensa descripción del Viaje de la Serenisima Reina Da Maria Ana de Austria Segunda muger de Don Phelipe quarto de este nombre Rey Catholico de España hasta la Real Corte de Madrid desde la Imperial de Viena por D. Hieronymo Mascarenas Obispo electo de Leyria. (2)

Verificado en Viena el matrimonio por poder, se puso en camino la Reina acompañada de su hermano el Rey de Hungría, y los Emperadores se apearon del coche á media legua de la capital para despedirse de sus hijos. La lista de las personas que formaban la comitiva ocupa cuatro páginas, y no es extraño que con tanta impedimenta se hiciera el viaje con la misma lentitud que en España, no excediendo las jornadas de dos á cinco leguas. Por otra parte, se realizaba la caminata á la entrada del invierno y hubo que cruzar las montañas de los Alpes, no debiendo extrañar que se tardase 40 días en llegar á Trento, en donde tuvieron el 20

(1) Viajes regios por mar, por D. Cesáreo Fernández Duro. Viaje de la Infanta doña Maria de Austria, Reina de Hungría, 1630.

(2) Se conservan en el Museo del Prado de Madrid los excelentes retratos de las dos esposas de Felipe IV pintados por Velázquez.

de Diciembre un brillante recibimiento que se repitió con magnificencia deslumbradora en Pavía, Bressa, Lodi y sobre todo en Milán-cabeza de uno de los principales Estados de la Corona de España.—

Lo que nos interesa consignar es, que en Italia se había generalizado ya el empleo de coches lo mismo en las cercanías de Verona como de Bressa (1) y de Milán. (2) En la solemnísima entrada en esta ciudad figuran «la litera, coche y silla de la Reina, todo de tela verde y oro con guarniciones de oro,» que empleaba según las circunstancias, pues entró en la ciudad montada «en hacanea morcilla con sillón y gualdrapa de terciopelo encarnado quajado de bordadura de plata.»

La Reina desembarcó en Denia, poniéndose en marcha para Madrid el 16 de Septiembre por Gandía, Bonete, Albacete, Illescas y Navalcarnero, á donde llegó el 6 de Octubre. Allí se le reunió Felipe IV y recibieron las bendiciones nupciales después de un viaje que duró diez meses.

El silencio del autor respecto de los vehículos empleados en el viaje de Denia á Madrid, se suple en cierto modo por el elogio que hace al final ensalzando los méritos del Duque de Terranova, Embajador en la Corte cesárea y Caballerizo mayor. «A muchos soldados imposibilitados de continuar el camino ó por años ó por heridas, les dió todas las comodidades para llegar sin trabajo ó costas á sus patrias. Sin el carruaje que ocupó con la mucha gente que le assistía hizo prevencion de pagar no poca de bacio para que se valiessen della todos aquellos que por algun accidente faltara. Diligencia tan importante en semejantes ocasiones que se vieran muchos imposibilitados á seguir el viaje sino hallaran la previsió del Duque.>>

(1)

Felipe IV se decidió en 1642 á marchar á Zaragoza con

Caminóse este día con buen tiempo, aunque caluroso; y fué tal el concurso de gente en el camino, que casi todo él estuvo ocupado de coches que de diferentes partes del Estado veneciano avian concurrido. »

(2) Domingo 30 de Mayo bolvió el Marques de Mariñan acompañado de muchos cavalleros y cabos del exercito con cantidad de carrozas y galas. ›

motivo de la sublevación de Cataluña, á pesar de la resistencia á su partida del Conde-Duque de Olivares. Su tren se compuso de seis literas, nueve coches, 103 caballos encubertados, 14 pajes y los oficiales de Palacio.

IV

Ya se ha consignado con referencia á los Avisos de don Gerónimo Barrionuevo que en Mayo de 1658 hicieron los Reyes é Infantas en coche, tardando dos días el trayecto de Aranjuez á Madrid «como quien se venía paseando habiendo los lugares allanado los caminos. >>

Las largas negociaciones precursoras de la Paz de los Pirineos- en la que se consumó el desmembramiento y la decadencia de España-se llevaron en repetidas conferencias celebradas en la isla de los Faisanes del Bidasoa, situada en la frontera de ambos reinos, construyéndose dos puentes de barcas para el acceso por ambas márgenes al pabellón levantado al efecto.

Salió de París el Cardenal Mazarino con un magnífico. tren que constaba de ocho carruajes de á seis caballos para su equipaje, siete carrozas, muchos caballos de silla y mulos, 150 lacayos y la guardia compuesta de 100 ginetes y 300 infantes, y el Embajador español D. Luis de Haro Marqués del Carpio se presentó también con un acompañamiento brillante de grandes de España, personas de calidad, guardia de á pie y á caballo, carrozas y literas con caballos y mulas ricamente enjaezadas. (1)

Como prenda de paz, después de 25 años de guerra, se concertó la boda de Luis XIV con la Infanta María Teresa hija de Felipe IV. Partió el Rey con la novia de Madrid el 15 de Abril de 1660 con el boato usual de la Casa de Austria llegando á San Sebastián en 11 de Mayo. «No bien se descubrió desde la muralla el coche en que venían las Reales personas cuando la artillería empezó á ejecutar sus

(1) Historia de la Paz de 1659.

funciones arrojando volcanes y conmoviendo la atmósfera con el estruendo de sus ecos. Realzaba sobremanera el regocijo un escuadrón de 1500 paisanos vecinos de San Sebastián vestidos de exquisitos trajes y plumajes en que brillaba la ostentación del pueblo que con tan ricos jaeces los había adornado, comandando á esta lucida falange uno de los alcaldes á cuya voz obedecieron descargando hasta seis salvas de mosquetería al tiempo que bajaba el Rey la cuesta de San Bartolomé, estruendo marcial que hacían más ruidoso los tiros de las embarcaciones que bordeaban la Concha. (1) (2)

El célebre pintor D. Diego Velázquez fué el encargado de organizar todos los preparativos y fiestas de esta jornada y debemos á Mr. Juste y á otros biógrafos del artista curiosas noticias del terrible voyage des Pyrenees.

Según Mr. Emile Michel no se puede formar idea de las incomodidades y cuidados de estos viajes en los que era preciso llevar todos los utensilios de mesa, como vajilla, cristalería y manteles; el tren de cocina, el mobiliario, el vestuario, las alfombras y las camas transportándolo á lomo en mulas «porque no se disponía para el transporte de canales, ni ríos navegables, sino de unos caminos apenas trazados, en medio de países que parecían desiertos. No cesaban los embajadores extranjeros en sus quejas, porque no podían resistir las naturalezas más robustas las fatigas de tales viajes. Los mismos españoles necesitaban para reponerse algunos días de descanso.» (3)

Para dar idea de las dificultades que era preciso vencer en estas caminatas observa el autor que solo la casa del Ministro D. Luis de Haro se componía de 200 personas y que cuando la comitiva salió de Madrid llegaba la vanguardia á las cercanías de Alcalá hallándose todavía el final en

(1) Camino, Historia de San Sebastián. Capítulo XXII.

(2) Hay en el Monasterio del Escorial un cuadro que representa la entrada de la Corte en aquella ciudad.

(3) Etudes sur L'histoire de l'art. Paris 1895. VIII.

la Corte. «En estos caminos no se recorrían más de seis leguas diarias y aun menos en las secciones montañosas habiéndose señalado 21 paradas entre la capital y San Sebastián.»

Es cierto que las calzadas españolas dejaban mucho que desear, habiéndonos adelantado para esta época los franceses por su mejor organización de las obras públicas, pero los viajes regios se hacían, según hemos visto, con igual lentitud en Austria, Italia y aun en Francia, porque los itinerarios comprendían una serie interminable de recepciones y fiestas en las poblaciones del tránsito.

Siguiendo Mr. Juste la costumbre de ridiculizar las cosas de España, atribuye el uso de los guarda-infantes ó tontillos en la Corte de Felipe IV— olvidándose de que se llevaban en Francia otros miriñaques parecidos en tiempo de Napoleón III-á la necesidad de proteger á las princesas de la sangre para impedir que nadie se les aproximara. «Estaba prohibido en los bailes tocar sus manos, y no se debía sospechar que tuviesen pies. A la llegada de Da María Ana de Austria (de 14 años) que iba á ser la segunda mujer de Felipe IV, le ofrecieron en una villa del tránsito medias de seda fabricadas por la industria local, é indignado el Mayordomo de tal inconveniencia las arrojó á la cara del atrevido donador diciéndole: V. debía saber que las reinas de España no tienen piernas. Al oirlo se echó á llorar la princesita, creyendo que al llegar á Madrid se las iban á amputar.»

Las fatigas del viaje, y sobre todo la fiebre perniciosa que cogió Velázquez en las orillas del Bidasoa, minaron su existencia, falleciendo mes y medio después del regreso á Madrid, á los 61 años.

Hacíanse en 1679 los preparativos para la boda de Carlos II con Da María Luisa de Borbón, cuando llegaron á Cádiz los galeones de América trayendo treinta millones, remesa tan oportuna, que sin ella, exhausto como se hallaba el tesoro, hubiera sido muy difícil y casi imposible atender

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