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tes hasta que en la centuria inmediata reinó mayor espíritu de progreso, rechazándose tan infundadas reclamaciones.

Por lo demás, los minuciosos detalles consignados acerca de los medios de viajar en el siglo XVII demuestran el estado deplorable de los caminos, hallándose reservado el uso de coches fuera de las cercanías de las poblaciones, á los monarcas y personas de calidad, gracias á las perentorias reparaciones ordenadas á los pueblos por los Corregidores cuando se avecinaban las jornadas regias.

Comprometida España en una serie interminable de guerras en Europa y en América, se trabajó durante el siglo XVII en las fortificaciones de la Habana, Santiago de Cuba, Puerto Rico, la Florida, Panamá, Portobelo, Cartagena de Indias etc., y en la Península é islas adyacentes en el Castillo de San Sebastián, Gibraltar, Palma de Mallorca, Peníscola etc.

Se ejecutaron obras importantes en los Palacios Reales del Buen Retiro de Madrid, en el Panteón y Monasterio del Escorial, en el Pardo, la Casa de campo de la Zarzuela, y en las fuentes de Aranjuez dedicándose los restos de la actividad nacional en el arte de las construcciones á levantar conventos (') y templos, obras sin duda convenientes, pero cuyo predominio absoluto marcó un rumbo demasiado acentuado para el porvenir de España.

A la austera sequedad de la arquitectura fría del Escorial, sucedió durante aquella centuria la exuberancia de la ornamentación del estilo barroco ó churrigueresco que se señaló por las mayores extravagancias en la decoración de las portadas, balcones, columnas, pisos y remates recargándolos con profusión de figuras, hojas, flores y toda clase de

atributos.

Al tratar del reinado de Felipe II se han consignado los lamentos de las Cortes por el estado de aniquilamiento del (1) En la consulta elevada en 1619 por el Real Consejo de Castilla proponía que suplique á S. Santidad se sirva de poner limite en las fundaciones de religiones y monasterios y en el número de los religiosos, representándole los grandes daños que se siguen de acrecentarse tanto estos conventos, etc »

se

Reino en los últimos años del siglo XVI y desde entonces fuése acentuando la decadencia á pasos agigantados.

La consulta formulada por el Consejo de Castilla en cumplimiento del decreto de Felipe III, dictado en 6 de Junio de 1618, acerca del estado de la Monarquía española, es un documento lleno de entereza y sinceridad que resalta en las medidas propuestas para remediar «el miserable estado en que se hallan sus vasallos y las causas de la despoblación y enfermedad que padece esta pobre y necesitada. república.>>

Atribuyó en primer lugar tan precario estado al grave yugo de tributos reales y personales, siendo indispensable moderar su intolerable carga, porque así se repararían los daños y andando el tiempo se reducirían á su antiguo ser: > causa de que lo demas reynos y provincias sujetos á V. M. que no participan destas cargas estan muy poblados, muy ricos y descansados. >>

Lamentábase de que Castilla sufría todo el peso y si no se pone eficaz remedio está á pique de dar en tierra, pues las casas se caen y ninguna se vuelve á reedificar: los lugares se yerman: los vecinos se huyen y ausentan, y dexan los campos desiertos: y lo que peor es, las iglesias desamparadas; cosa que quiebra y lastima el corazon oirlo.» Trazaba la pintura de lo empeñadas que estaban las rentas y proponía la revisión de las mercedes concedidas con harta prodigalidad, la supresión de la tasa que obligaba á los pobres labradores por pasar todos los años por una de dos calamidades: la mala cosecha ó la venta barata.

Censuraba lo que ahora se llama absentismo, ó sea la atracción que ya ejercía Madrid respecto de los pueblos de Castilla, indicando algunos medios para corregirlo, y aconsejaba la rebaja de los gastos del Estado; las leyes para combatir el excesivo lujo; la supresión de las exenciones en el pago de cargas personales y la reducción del considerable número de conventos. «Teniendo atención á que Castilla que es cabeza desta monarquía, no quede tan enervada y

flaca que venga á ser presa de los que hoy se sustentan á su sombra seria cordura poner límite y raya á su extendido imperio.» Por último, recomendaba se alentara mucho á la labranza, concediendo privilegios, canalizando los ríos y extendiendo los riegos, haciéndose también algunas indicaciones acerca del fomento de las artes y oficios.

Pero si el desorden político y administrativo era grande en tiempo del piadoso Felipe III, se acrecentó en el reinado de su hijo, entregado de lleno á fiestas y pasatiempos, mientras gobernaba torpemente el Conde-Duque de Olivares. Perdimos varios Estados con una política guerrera insensata en las paces de Westfalia y de los Pirineos, y continuaron las desmembraciones en los tratados de Aquisgrán y Nimega celebrados en tiempo de su heredero débil y enfermizo, durante el cual se consumó la destrucción del Ejército y de la Armada, quedando aniquilado el Reino. Consta en una Real Cédula de 1692 que acosado el Gobierno de Carlos II el Hechizado por los acreedores, se hizo concurso, y poniendo en bancarrota la Corona, se formalizó públicamente. (1)

Hé aquí cómo resumió el catedrático D. E. Toledano su juicio acerca de la hacienda de la Casa de Austria: «Destruyó la base del buen sistema que con mano vigorosa y con ingenio claro comenzaron á desenvolver los Reyes Católicos. Desde el primero hasta el último momento de aquella dinastía los recursos públicos continuados ó de nuevo establecidos por Carlos V, Felipe II, III, IV y Carlos II fueron escasos para cubrir las grandes atenciones en que la política. invasora, intolerante y funesta de aquellos monarcas comprometió á la nación española; á la inmensa cantidad monetaria afluída á nuestros puertos desde América sucedió al finalizar el siglo XVII tal escasez de numerario en España que las contribuciones se pagaban en ganados y muebles. En cambio de las glorias militares adquiridas en lejanas tierras, la agricultura, las artes, la industria agobiadas con (1) Campomanes. Cartas politico-económicas. Carlos II.

el peso de los servicios y los tributos, y con el personal de sangre, decayeron rápidamente hasta venir á la ruina.» (1)

Tan vergonzoso estado de abatimiento originó los Tratados de la Haya y de Londres para el reparto de España, que se hubiesen realizado si no lo estorbaran los intereses de Francia.

Y téngase presente que se llegó á tan miserable epílogo á pesar del río de oro y plata procedente de los dominios. de América. Calculó Fernández Navarrete en la Conservación de Monarquías que las flotas y galeones trajeron durante 239 años á partir de 1519 metales preciosos por valor de 4.040 millones de pesos bajo registro, afirmando que agregando las sumas introducidas de contrabando y las destinadas á los extranjeros llegó aquel caudal á 9090 millones ó 38 annales. D. J. Ustariz valuó el importe de aquellos caudales desde el año 1462 á 1794 en 3.536 millones de duros; Moncada los estimó en 2.000 para el primer siglo y tres años más, á contar desde el descubrimiento de Colón.

Estos valores enviados en pago de mercancías pasaban por España con dirección en su mayor parte á las naciones extranjeras. Los caudales destinados al Erario fueron según Canga Argüelles de 22 millones de reales anuales en tiempo de Felipe III, y de 38,5 en el de Felipe IV; de unos 45 en el de Carlos III y bastante mayores en el de Carlos IV, sumas importantes si se tiene en cuenta el valor de la moneda en aquellos tiempos y la modestia de los Presupuestos de gastos de la Nación.

Mas no se supo fomentar la industria, ni se abrió un solo canal de navegación, ni una sola carretera con tan pingües tesoros, consumiéndose los caudales en las guerras crónicas sostenidas fuera de España, en el pago de enormes deudas amontonadas con tan poco cálculo y en el pago de las mercancías exóticas que surtían el mercado de las Américas, quedando reducidos los españoles en las nueve décimas.

(1) Instituciones de Hacienda Pública de España, tomo I, cap. XV.

partes de los artículos embarcados al papel de meros comisionistas.

Es lógico que postrada España en tan profundo marasmo haya resultado casi nulo el inventario de las vías de comunicación construídas durante la XVII.a centuria. Agréguese á la falta de canales y de caminos medianos, las trabas innumerables de las aduanas interiores, la tasa, las alcabalas y otras muchas restricciones, y se comprenderá cuan secas debían estar las fuentes de la riqueza pública, y lo pobre del comercio de exportación desde el centro de España hacía el Nuevo Mundo por los únicos puertos habilitados de Cádiz y Sevilla dada la dificultad y consiguiente carestía de los transportes terrestres.

V

Y mientras nosotros decaíamos á pasos agigantados de la hegemonía ejercida en los reinados anteriores, íbase levantando Inglaterra con paso firme de su secundario rango y Francia afianzaba su preponderancia en Europa. Es verdad que esta última tuvo dos reyes de la talla de Enrique IV y Luis XIV y ministros como Sully, Richelieu, Mazarino y Colbert mientras no contó España durante todo el siglo con ningún monarca ni gobernante digno de alabanza, demostrando todos ellos verdadera incapacidad · para organizar la administración pública. (1)

Aquí se dejaron sucumbir á fuerza de desaciertos y de errores económicos las fuerzas productoras mientras Colbert daba gran vuelo á la riqueza nacional á favor del sistema mercantil. Redujo los derechos de exportación y de entrada de las primeras materias, gravando los artículos manufacturados procedente de países extranjeros; suprimió muchas

(1) En el Bosquejo histórico ya mencionado que precedió á las Cartas de Sor Maria de Agreda trazó D. Francisco Silvela este mismo juicio al apuntar las causas de la decadencia de España, estimando como la primera entre todas la inferioridad evidente de nuestras aptitudes para ejercitar la administración y el gobierno, No tropezamos durante todo el siglo con un Cronwell ó Sully, Richelieu, Colbert ó Louvois que acertase á fundir el antiguo vigor individual en los nuevos moldes de las naciones modernas,

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