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cedidas por las diputaciones provinciales. En cuanto se terminen las que están en construcción tendrá la red 36.815 kilómetros y 73.939 incluyendo las vías en proyecto y por estudiar. Ahora bien, comparemos con lo que ocurre en Francia:

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¿Cómo es posible que se haya realizado el prodigio de que nuestra nación iguale á la República vecina en la extensión de sus carreteras generales con un territorio poco inferior y un vecindario que solo llega al 45 por 100? La prueba está patente; consiste en el aniquilamiento de los organismos provinciales y municipales españoles para esta obra de progreso, ahogados por la omnipotencia del Estado español que nuevo Saturno ha devorado á sus hijos.

Adviértase que de los 6.832 kilómetros de carreteras provinciales corresponden 2.346 á los países autónomos de la región vasco-navarra, de modo que solo quedan 4.486 kilómetros para las 45 provincias sujetas al régimen general midiendo esta red la sexta parte de la francesa. Èn cuanto á los llamados caminos vecinales constituyen allí-y en todas las naciones bien regidas-un plan vastísimo encaminado á multiplicar extraordinariamente los medios de transporte por todos los ámbitos del territorio, realizándose su construcción con el concurso de las diputaciones provinciales, los ayuntamientos y las subvenciones del Estado.

Todo esto ha pasado completamente inadvertido á la perspicacia de nuestros legisladores, y como ni el Gobierno español ni los caciques políticos cejan en su afán absorbente y centralizador, han exprimido en favor del Estado todo el jugo de las corporaciones locales dejándolas exhaustas de recursos y de atribuciones, convertidas en meras sombras

sin vida ni acción, en una especie de comunidades mendicantes de los favores oficiales dispensados por los prohombres y diputados á Cortes. ¿Ocurre algo semejante en otras naciones? No podrá citarse un solo ejemplo de un atrofiamiento parecido de la vida regional.

España sigue siendo con las formas constitucionales un país de tendencias absolutistas donde merecen escasa tolerancia y consideración á los gobernantes de todos los partidos los organismos inferiores. Las amargas quejas de Jove Llanos acerca de la necesidad de crear diputaciones provinciales y de no cercenar las facultades de los ayuntamientos con pretexto de algunos casos de malversación, resultan tan oportunas ahora como un siglo ha. Es verdad que la Constitución de Cádiz fundó aquellas corporaciones, pero si el régimen absoluto les negó el derecho á la existencia, el sistema liberal les ha privado de la savia necesaria para su desarrollo.

Tiene otro defecto capital el sistema de nuestras obras públicas en el régimen de los ferrocarriles de interés local que merece también severas censuras: no es en España el Estado una autoridad paternal dedicada á estimular el espíritu de empresa y las iniciativas de las pequeñas compañías, si no por el contrario, un verdadero padrastro que está en acecho de su constitución para imponer á los accionistas impuestos y gabelas enormes, aun cuando no les haya concedido la más insignificante subvención ni obtengan ningún rendimiento para los capitales invertidos en estas obras de pública utilidad.

Se presentaron á las Cortes en los años 1888, 89 y 90 tres proyectos de ley para la construcción de una nueva red de ferrocarriles secundarios, muy necesaria, pero, adolecían de graves defectos basados en las mismas tendencias absorbentes y centralizadoras, no habiendo prosperado por los sacrificios que había de originar al Estado. La garantía de interés, la falta de intervención de las diputaciones provinciales y la tendencia á constituir grandes compañías de ferro

carriles modestos hubieran convertido este proyecto en nueva arma de caciquismo, ejecutándose las vías ferreas más improductivas é inútiles si se ofrecía una garantía bastante sólida para los capitales dedicados á tales empresas.

Pensar que España pueda prosperar sin más resorte que el del socialismo del Estado, con tal plétora en el corazón de la Monarquía y el ahogo simultáneo de la vida de las regiones que se manifiesta tan espléndida y potente en los países bien regidos, es un verdadero despropósito. No basta que el Gobierno se esfuerce en extender sus vías de comunicación, porque si á las principales arterias no afluye la sangre de las secundarias funcionará mal el conjunto del organismo, y no podrá nunca lograrse la prosperidad nacional sino se acometen con decisión y bajo sólidas bases los planes de vastas redes provinciales y vecinales de caminos, así como de ferrocarriles secundarios.

Para lo primero es preciso adoptar seriamente la prestación personal que utilizan en Francia obteniendo anualmente 60 millones de francos á pesar de todas las declamaciones contra la corvée de las que se ha hecho desgraciadamente en España más caso que en la República vecina, en Bélgica y otros países que cuentan con tan poderoso resorte para la ampliación de sus grandes redes de caminos. Y es en España doblemente necesario el fomento de sus carreteras y ferrocarriles por la pobreza en ríos navegables y la escasez de canales destinados al transporte de mercancías.

En resumen, no supo plantear la Casa de Austria las obras públicas por el sistema centralizador ni con el régimen de descentralización, porque ni costeaba las vías de transporte ni concedía á las regiones castellanas la autonomía necesaria para manejar con desembarazo sus intereses locales. Los Borbones empezaron á corregir el primero de aquellos yerros introduciendo el servicio de carreteras costeadas á expensas del Tesoro, pero mantuvieron á las pro

vincias sin organismos políticos ni administrativos durante el Gobierno absoluto. Promulgada la Constitución de 1812 se crearon al propio tiempo que las Cortes generales del Reino, las diputaciones provinciales, y desde entonces se ha desenvuelto en España el ramo de Obras públicas del Estado con vigor suficiente para producir los satisfactorios resultados antes mencionados, pero la segunda parte, ó sea el desarrollo simultáneo de la vida provincial con organismos fuertes, como complemento indispensable para el armónico desenvolvimiento de los intereses materiales de la Nación está todavía en mantillas y se debe reorganizar con decisión y energía.

Por desgracia, la imprevisión y falta de cálculo puestas de relive en las guerras coloniales ha desatado sobre la pobre España una furiosa tormenta de la que saldrá extenuada una vez más, no quedándole más salvación en lo porvenir que la de moderar sus incorregibles impetus guerreros en una política de recogimiento, y consagrarse con fe y ardor al fomento de sus fuerzas vivas como medio único para restañar las heridas y reconstituir el patrimonio derrochado. Una experiencia dolorosa nos enseña que es preciso ser fuertes y para conseguirlo en los tiempos actuales en que se hace la guerra con mucho oro se debe empezar por adquirir y consolidar las fuentes de riqueza, sin cuyo concurso- aunque sea triste confesarlo-el poderío y el derecho de las naciones carece en absoluto de consistencia. Siguiendo estos derroteros, practicando la sinceridad y apelando á radicales mudanzas de todas clases podrá lanzarse á una vida nueva nuestra infortunada Patria, á fin de preparar su futura regeneración basada en el amor al trabajo, en el desarrollo de su industria y de su agricultura, huyendo cuidadosamente del funesto quijotismo y engreimiento al que debemos las mayores desventuras.

EPOCA PRIMERA

DESDE LA MÁS REMOTA ANTIGÜEDAD

HASTA

EL

I.

II.

ADVENIMIENTO DE LA CASA DE AUSTRIA

CAPÍTULO I

Dominación de los fenicios, cartagineses y romanos.

Escasos vestigios dejados en España por los fenicios y griegos. -Invasión de los cartagineses.-Calzadas y monumentos.-El Correo en los pueblos antiguos.-Empleo de carros desde los tiempos fabulosos.

Los municipios y las ciudades de los romanos.-Tributos.-Carácter de los aborigenes.-Gran riqueza y variedad de restos romanos en la Peninsula.-Colecciones de los Museos.-Progreso de las Letras y de las Artes.

1II Plan estratégico de las calzadas romanas.-Vias militares y vecinales.-Estudios hechos para el conocimiento de la red de caminos que dejaron en España. IV. Puentes romanos. - El de Alcántara y otros que subsisten en Extremadura, Andalucia, Salamanca y en diversas regiones. - Noticia de algunos que han desaparecido. Cursus publicus.-Mansiones ó posadas.--El personal de Correos. - Perfeccionamientos introducidos en el servicio durante el Imperio.- Variedad de carruajes. VI. Ríos y canales navegables.-Acueductos romanos que se conservan en España.Acequia Condal de Barcelona y otros canales de riego.-Geografía de las costas españolas.-Faros de Chipiona y de la torre de Hércules en la Coruña.

V.

I

El pueblo fenicio era de origen semita y se hallaba constituído por una confederación de las ciudades autónomas de Arado, Sidón y Tiro, célebre esta última por sus inventos en la aritmética y la astronomía, por sus sederías y finos tejidos á los que daban el color brillante de la púrpura; fué la inventora del vidrio y muy reputada por su arte en la labra de los metales, por su activo comercio y sus riquezas. Edificada en una península de escaso territorio resultó incapaz para albergar su exuberante vecindario que, por fal

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