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carros á los carromatos de dos ruedas que recorrían el trayecto. En cambio, al elogiar los caminos de Valencia dice que excede á Cataluña en punto á carruajes, coches, calesas, tartanas y carros en gran número, siempre en movimiento. Hay días fixos en que salen para Madrid y las principales poblaciones de España para transportar géneros y pasajeros.>>>

«Los caminos de Castilla la Nueva no presentan los lodazales de los de Cataluña, ni las piedras y desigualdad de los de Aragón: generalmente son secos, llanos y cubiertos de polvo. Los que ultimamente se han abierto de orden del soberano son rectos y anchos, y se cuida bien de su conservación. Los carruages son aqui quasi los mismos que en otras partes de España: pero los buenos tiros de mulas y caballos para los coches, carros y calesas pertenecen á conductores catalanes y valencianos. Los castellanos son poco apasionados á este exercicio; sus carros y galeras se distinguen fácilmente, pues uncen las mulas á la par poniéndolas en fila aquellos. En Castilla son muy comunes los carromatos tirados por bueyes; pero sus ruedas chocan con unos cercos de hierro volantes colocados al extremo del exe, de lo qual resulta un ruído agudo, rechinante y molesto. Las jornadas de estos carruaxes suelen ser 4 leguas al día: á las veces marchan 100 ó 200 juntos, en dos filas, una á cada lado del camino, que vistos de lejos forman un expectáculo muy singular, presentando al viajero la imagen de una carabana de cochinchineses. >>

Pondera al ocuparse de Castilla la Vieja la hermosa carretera que desde las fronteras de Alava conduce á Madrid por Miranda, Burgos, Valladolid y Guadarrama. La mayor parte de los demás caminos estaban descuidados y las posadas y ventas incómodas y desprovistas excepción hecha en la citada ruta de Madrid á Francia.

Durante el bloqueo continental originado por las guerras de Napoleón I se desarrolló extraordinariamente el tráfico. interior de las naciones, especialmente en Inglaterra, donde

tomó inusitado vuelo á raíz de la batalla de Waterloo y del afianzamiento de la paz europea en el Congreso de Viena. Aumentó la capacidad de las diligencias para transportar 18 ó 20 personas en cada carruaje y á la vez numerosos encargos y equipajes, sustituyendo con tan voluminosos vehiculos á los que habían circulado anteriormente de cuatro asientos y caja para la correspondencia pública.

Francia fué la nación que después del Reino Unido acrecentó en mayor escala la industria de los transportes terrestres; los Países Bajos, la Confederación Germánica y el Reino de Prusia siguieron el general impulso, y aun en Austria y Rusia se estableció el servicio de diligencias, aunque en menor escala. «Las dos penínsulas española é italiana-exceptuando de la segunda la izquierda del Pó-son las que menos habían participado del adelanto que la precisión de viajar creó en Europa. En Italia, cuyo atraso en este punto no fué tan grande como en España, se ven ya diligencias que recorren desde las orillas del Pó hasta Roma por diversos caminos, y hay otros para seguir á Nápoles y penetrar hasta en los puertos de la Calabria.» (1)

Se habían acortado bastante los viajes en Francia con el esmerado servicio de diligencias, de modo que al adelanto anteriormente indicado del año 1782 siguió otro aun más acentuado en la forma siguiente:

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No era posible que nuestra nación quedase completamente divorciada de aquel progreso general. Se formó en Cata

(1) Manual de diligencias para el año 1830.

luña el año 1815 una sociedad para instalar el servicio de diligencias entre Barcelona y Reus, que obtuvo la Real autorización, empezando á funcionar en 1816, y poco después de este ensayo se constituyó también en el Principado otra compañía para el transporte de viajeros y la correspondencia pública fuera de Cataluña. Tuvieron que luchar con muchos obstáculos y arrostrar con valentía las preocupaciones existentes para romper el círculo vicioso «de que por falta de pasajeros no había medios de transporte y que por carencia de éstos no había viajeros.>>

Se estableció en 1818 la diligencia de Barcelona á Valencia por la empresa titulada Diligencia-correo, que en el año siguiente extendió su recorrido hasta Madrid, venciendo al efecto todas las dificultades para. organizar las postas y los tiros, y la repugnancia de los asentistas que creían imposible el buen éxito de semejante innovación; instalaron talleres para construir y reparar los carruajes, adoptando las medidas necesarias con objeto de ofrecer garantías de seguridad á los viajeros. Fernando VII, que se había familiarizado con estos adelantos durante su largo cautiverio, mostró empeño en favorecerlo y se generalizó paulatinamente gracias al privilegio exclusivo por diez años. Se abrió en 1821 la carrera de Madrid á Bayona; las de la Corte á Sevilla y Aranjuez en 1822; las de Barcelona á Perpiñán, de Madrid á San Ildefonso, San Lorenzo y el Pardo, y de Valencia á San Felipe de Játiva en 1824.

En 7 de Noviembre de 1825 se dividió la empresa catalana en dos, una con el título de Sociedad de diligencias y Mensajerías de Cataluña, domiciliada en Barcelona, y otra que con el de Compañía de Reales Diligencias se estableció en Madrid, fijando por límites de sus respectivas expediciones para la primera todo el Principado hasta las ciudades de Zaragoza y Valencia, reservando el resto de España á la segunda.

Publicó D. Santiago López en 1818 la Nueva Guía de caminos bajo el mismo patrón de las impresas en el siglo

anterior. Ensalzaba en el prólogo la buena idea que tuvo el autor de otro libro de la misma índole con la reseña de los caminos reales de rueda y de herradura que salían de Madrid á todos los reinos y provincias de España y Portugal, añadiendo: «pero después de más de noventa años. que se hizo y en un ramo como el de caminos, que posteriormente ha tenido tantas mejoras, ya se dexa conocer cuál sería la infeliz situación de este libro: era necesario que siguiendo los pasos de su primer autor hubiese quien se tomase el trabajo de corregirla, pues lejos de corregirla y mejorarla en las varias impresiones la han puesto en peor estado, llenándola de equivocaciones. >>

II

Estos datos consignados en varios Manuales de diligencias de aquella épocà se confirman respecto de las carreras abiertas al público al examinar la segunda traducción del Itinerario de Laborde impreso en 1826 que contiene las ampliaciones del primitivo Atlas para los nuevos servicios de coches. Abarca los

De Madrid á Barcelona por Valencia.

Idem á Irún.

Idem á Sevilla.

Idem á los Sitios Reales.

De Barcelona á Perpiñán.

Idem á Reus.

De Valencia á San Felipe.

Las diligencias tenían asientos de interior, rotonda y cabriolé no pudiendo despacharse los del departamento posterior del coche hasta que estuviese tomada la tercera ó cuarta parte de los de cabriolé é interior a fin de que resulte equilibrado en lo posible el peso del carruaje. Se admitían 25 libras de equipaje á cada viajero puesto en maleta sin recargo en el precio del billete.

Salían de Madrid para Barcelona los martes y sábados

á las cuatro de la mañana; pernoctaban los viajeros el primer día en Quintanar de la Orden y el siguiente en la Venta del Conde. Comían en Valencia los viernes partiendo á la una de la tarde del sábado para caminar durante toda la noche; se entraba el domingo á medio día en Vinaroz para dormir en la Venta de Burjasenia; el lunes respectivamente en Tarragona y Villafranca viajando también toda la noche y se llegaba á Barcelona los martes á las cuatro de la tarde tardando en el camino siete días y doce horas. Costaba el asiento 800 reales en el interior, 680 en cabriolé y 500 en la rotonda; el precio de la comida era de 10 á 12 reales; el de la cena generalmente de 10 reales, 4 reales la tarifa por la cama y otros 4 reales en concepto de asistencia.

En la carrera de Madrid á Irún había también dos salidas semanales en cada sentido; se pernoctaba en Buitrago, Lerma, Vitoria é Irún invirtiendo cuatro días con descanso por los noches, cuando menos de seis horas. Estas diligencias llevaban postillón, y tenían solamente asientos de interior y cabriolé que costaban por todo el recorrido 700 y 600 reales, siendo la tarifa de las posadas igual á la fijada en la carretera de Madrid á Barcelona.

De la capital á Sevilla había también dos expediciones semanales, empléandose cinco días en el viaje con descanso nocturno. Las diligencias tenian berlina, interior y rotonda; costaban los billetes 1.000, 960 y 500 reales.

Comprende además el Itinerario los servicios diarios de Barcelona á Perpiñán, de la Ciudad Condal á Reus y de Madrid á los Sitios Reales.

Las diligencias representan un gran adelanto en los medios de viajar, pero obsérvese que era á costa de tarifas enormes, sobre todo, si se atiende al estado de la riqueza en aquellos tiempos, de modo que los estudiantes, empleados y las personas de modesta condición tenían que utilizar las galeras ó caballerías, y las mujeres las artolas ó jamugas.

Hacían las galeras--carromatos de cuatro ruedas-- sus

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