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llado en la llamada vía de la Plata, y en la de Jaén los de Andújar y Porcuna. Aparecen además en la reseña del Sr. Espinosa los puentes de Zuazo, Cádiz, el de Ulla entre la Coruña y Pontevedra, el de San Antón en Cuenca, el de Tudela sobre el Ebro que tiene 17 arcos y 334 metros de longitud; los de Orense y Bibey sobre el Miño y los de Lérida, San Juan de las Abadesas, Ricobayo-- OrenseSimancas y algunos otros. El Sr. Coello en su mencionado discurso de la Academia de la Historia citó algunos otros puentes romanos como el de Olloniego en Asturias, el de Uceda sobre el Jarama, y otro cerca de Grandas de Salimé.

Estos monumentos que han resistido la acción demoledora del tiempo, de las guerras y de las crecidas extraordinarias de los ríos en un período de 18 á 20 siglos, á pesar de hallarse construídos en época relativamente muy atrasada en el arte de cimentar los puentes, deben ser los vestigios nada más de la inmensa masa de fábricas debidas á los romanos; conservándose la memoria de otros muchos que han desaparecido por ruina ó reedificación, como los de Guádix, Alconétar y Garro en Extremadura; de Caparra, del Puerto de Santa María, de Segura en Murcia, y el de Huelles sobre el Rianzares; en Sacedón se conservaban en 1833 los cimientos de un arco, en Velilla del Ebro, y en Chaboya cerca de San Juan de Alfarache hubo vestigios de otras fundaciones, y si se guarda la noticia de tantas obras, no cabe duda de que sería mucho más largo el catálogo de los desaparecidos en la obscura noche de los siglos, pero cuanto antecede denota con toda evidencia las grandes dotes administrativas y organizadoras del pueblo romano.

La destrucción originada por las inundaciones la confirma la inscripción que mandó poner D. Alfonso el Sabio en el puente sobre el Tajo contiguo á Toledo (1.) «En el anno de MCCLVIII annos de la Encarnación de nuestro Sennor Jesucristo fué el grand diluvio de las aguas, é comenzó

(1) Noticias de los arquitectos y arquitectura de España, Tomo 1. Documentos N.o XXIV.

ante el mes de agosto, é duró fasta el Jueves XX é VI días andados de diciembre: é fueron las lluvias de las aguas muy grandes por todas las más de las tierras, é ficieron muy grandes dannos en muchos lugares, é sennaladamientre en Espanna, que derribaron las más de las puentes que y eran». A estos desastres ocurridos por las inundaciones del siglo XIII hay que agregar otros muchos accidentes cuyo recuerdo se ha perdido, y algunos más registrados en los archivos locales.

V

Conocida por la precedente reseña la extensa red de comunicaciones creadas por los romanos en las provincias españolas, la disquisición de los medios de transporte usados á la sazón exige el análisis del correo que las comunicaba con la metrópoli, para lo cual los biógrafos é historiadores romanos han porporcionado datos precisos y completos á quienes han hecho estudios especiales en la materia como el Sr. Verdegay.

La organización del servicio de postas coincidió con la apertura de las vías militares, como la Via Appia construída durante la República, 312 años antes de la Era Cristiana, y la Via Flaminia ejecutada cerca de un siglo después. Tito Livio describe los Cursus Publicus ó transportes del Estado y la Augariae dedicada al servicio de los particulares, mediante permisos especiales concedidos con bastantes restricciones.

El Gobierno estableció en las calzadas tres clases de estaciones: 1. Civitates centrales ó edificios destinados á depósito de los correos, de los forrages y á cuadra para cuarenta caballos; 2. Mutationes de relevo situadas á distancias convenientes dotadas de cuadra para veinte caballos á fin de mudar los tiros, así como los de silla, y 3.a Mansiones ó especie de posadas para albergue de los viajeros y de los soldados, con carroceros, herradores y veterinarios para

componer las averías y curar á los caballos, y provistas de víveres y forraje. El personal lo componían los inspectores, factores, conductores, postillones, carreteros, mozos, herradores y veterinarios que percibían su sueldo del Gobierno; les estaba prohibido recibir propinas, y la circunstancia de que no podían llevar armas los correos, ni los postillones, parece indicio de seguridad en los caminos.

Para poder hacer uso de la posta se necesitaba un permiso llamado evectio que solo lo concedían los Cónsules, Procónsules, el Prefecto y el Jefe de policía, autorización que servía á las personas favorecidas para viajar en coche y albergarse con su séquito en las posadas del tránsito. Los pases eran intransferibles y debían estar visados por los gobernadores de las provincias, lográndolos solamente los antiguos funcionarios civiles y militares, y rara vez los particulares.

Las cartas se escribían en papyrus que se doblaban en forma de librillos y también en tabletas de madera de boj ó de marfil cubiertas de cera blanca ó de color, sobre las que se gravaban las letras con punzón.

El servicio de correos se perfeccionó en los comienzos del Imperio, cuando Augusto realizó la construcción de la red de caminos destinada principalmente á asegurar el dominio de las provincias conquistadas. En prueba de la excelente organización del ramo de postas durante su reinado, se cita el hecho siguiente: Druso el hijo de Livia, á quien profesaba gran cariño el Emperador, cayó repentinamente enfermo en Germania, y ordenó á su yerno Tiberio, que partiese inmediatamente desde la frontera de la Galia— en donde se encontraba-á visitar á su hermano y recorrió las 200 millas romanas, equivalentes á 280 kilómetros en menos de 24 horas, gracias al cambio de tiros y de coches en las estaciones del camino, velocidad que no alcanzó en España la silla de postas hasta mediados del siglo actual, á pesar de los adelantos introducidos desde la última centuria en la construcción y conservación de las carreteras.

Una de las reformas de Augusto consistió, en la separación del servicio imperial destinado al tránsito de personas y de la correspondencia del concerniente á las requisiciones militares con el suministro de vehículos, caballerías, forrajes, víveres y equipo que fué en no pocos casos una carga municipal, pero no entra en nuestro propósito engolfarnos en la reseña de las vicisitudes que sufrieron los cursus publicus, debiendo limitarnos á dar una idea de los vehículos usados durante la dominación romana.

El servicio de postas era acelerado velox ó de acarreo clabularius, haciéndose el primero á caballo ó en carruajes, y el segundo con transportes á lomo y carros tirados por mulas ó bueyes. El coche primitivo fué la rheda, en un principio de dos ruedas y construcción ligera, y más adelante muy pesada, habiendo variado el número de las caballerías de tiro, pero fué generalmente de ocho colocadas de cuatro en cuatro. El carpentum se transformó de una especie de carro destinado al transporte de equipajes y paquetes en elegante carruaje que usaban los altos funcionarios del Imperio; la birota era un coche ligero de dos ruedas tirado por dos ó tres caballos veloces y servía para los viajes rápidos; hubo además otros vehículos de formas muy variadas, entre otros la carruca, de cuatro ruedas y construcción suntuosa, reservada para el Emperador y á veces para el Prefecto pretoriano, y por último la clabula, carro de igual número de ruedas tirado por bueyes ó por mulas que se empleaba para el transporte de efectos pesados ó de gran volumen y para la conducción de tropas, especialmente de soldados enfermos y licenciados.

Esta notabilísima organización de los servicios de correos y de caminos debió aplicarse en las provincias de Hispania al activo tráfico de granos y frutos que requería el abastecimiento de las poblaciones y la exportación á Roma del tributo impuesto como región nutri. Las noticias que nos proporcionan los historiadores acerca de los viajes de los caudillos romanos confirman la rapidez de las comunicacio

nes con la metrópoli. El uso frecuente de los vehículos se demuestra también en la reseña de varias campañas: al describir la guerra de César y Pompeyo en la Bética, dice Hircio Pansa: (1) «César pasó por la noche el río con sus tropas mandando hacer grandes fuegos en el campo, y tomó la vuelta de Teba la Vieja. Avisado de esto Pompeyo por los desertores, hizo retirar aquel día muchos carros y ballestas que había dejado en el camino, por ser embarazado y estrecho, y se entró en Córdoba.» Más adelante, tratando de su fuga, dice que «herido y torcido un pie, no podía huir muy de priesa por lo escabroso del terreno, ni á caballo ni en litera encontraba auxilio para salvarse.»

A pesar de los esplendores y magnificencias del Imperio y del grandísimo mérito del pueblo romano por su extraordinaria aptitud organizadora, hallábase minado por la tiranía desenfrenada y los crímenes de los Césares, la inmoralidad de las costumbres, el lujo desenfrenado, el olvido de la ley del trabajo, las preocupaciones que alejaban á los ciudadanos del comercio, de la industria y los negocios, asemejándose á un pesado gigante con pies de barro. Habíase extendido por el Occidente la luz del Cristianismo que venía á enaltecer á los humildes, á sublimar la caridad, el espíritu de sacrificio y de abnegación, á idealizar la vida y ensalzar la personalidad humana, avecinándose con tales mudanzas los acaecimientos que iban á producir el derrumbamiento de los ídolos gentílicos.

VI

Los romanos fueron muy hábiles en los trabajos hidraúlicos de todas clases. Construyeron el canal de Augusto derivado del Pó cerca de Rávena; el de Trajano destinado á preservar á Roma de las inundaciones; los de Plasencia á Parusa y del río Liris á las lagunas Pontinas, y refiere

Los Comentarios de Julio César. Biblioteca clásica, tomo XLV, pág. 299.

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