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arquitectura latina en los modestos eremitorios, en los baptisterios y en los cruceros enclaustrados erigidos con formas toscas, y à veces, utilizando las columnas y restos de los edificios romanos. La iglesia de San Miguel de la Cogolla de Suso, fundada por Atanagildo, la de San Salvador de Leire, la de San Juan Bautista de Baños, construída por Recesvinto en el año 610 (1) y algunos otros templos que aun subsisten, conservan preciosas reliquias de los tiempos góticos.

Pero concretando este estudio á los medios de transporte y comunicación de la época, lo primero que debe hacerse para investigar en la materia, consiste en el examen de lo legislado desde que adquirieron los visigodos el grado de cultura necesario para dictar su primitivo Código.

El Fuero Juzgo contiene algunas leyes relativas á las carreras ó caminos, aunque son principalmente disposiciones de policía dictadas para la seguridad de los transeuntes. Prohibe bajo penas severas que se cierren las calzadas con seto ó valladar, así como la apertura de hoyos y la colocación de lazos y ballestas para la caza de animales, «porque non devien meter tal periglo en la carrera ó los omes suelen pasar;» (2) ordena que los caminantes no enciendan. fuego en los campos inmediatos sin tomar las precauciones necesarias, y se señalan castigos para los que detienen sin motivo á los viajeros.

Los invasores encontraron en la Península la extensa red de calzadas romanas, y no debieron preocuparse de continuar la marcha seguida por los predecesores, pues no hay apenas vestigios de sus obras públicas, lo cual es lógico, porque carecían del grado de civilización necesario para satisfacer este linaje de necesidades, salvo las derivadas de alguna urgencia militar en la reparación de puentes. Quedó intransitable durante el reinado de Ervigio el de Alcántara en Toledo, y lo mandó componer el Rey á un duque ó

(1) Noticias etc. por Llaguno y Cean Bermudez. Tomo I. Prólogo. (2) Los Códigos españoles, tomo I, lib. VIII, tit. IV, ley XXIII.

gobernador llamado Sola, el cual procedió con acierto é inteligencia, según se deduce de unos versos de Eugenio III, Arzobispo de Toledo. (1)

En el año 608 de nuestra Era se reedificaron varios arcos del puente de Mérida, (2) atribuyéndose también otra reparación del mismo al duque Pallá. En un erudito estudio que publicó D. A. Herrera y Bonilla, procuró demostrar que la fundación del puente de Zulema, sobre el Henares en Alcalá, era del tiempo de los godos (3) y mucho más antiguo del siglo XIV asignado por los historiadores á esta obra. A esto se reducen los datos que hemos podido reunir del período visigótico.

Se conservó el uso de carros que denota la existencia de caminos ó veredas transitables con vehículos. Cuenta Gregorio de Tours que concertado el matrimonio del príncipe Recaredo con Richunda, hija del rey de los francos, se puso la egregia dama en camino para las Españas, seguida de unos 50 carros cargados de oro y plata y muchas ropas de gran precio. Una noche fué asaltada la comitiva y desaparecieron cien caballos con sus frenos de oro y dos cadenas del mismo metal. (4)

Refieren las crónicas arábigas que se presentó el Rey Rodrigo en la batalla de Guadalete en un carro de marfil con diadema de perlas y manto de púrpura combatiendo y muriendo como bueno; pero esta versión, aceptada con escasa crítica por no pocos escritores, es completamente novelesca. En efecto, del erudito Estudio sobre la invasión de los Arabes en España publicado en 1892 por el académico don Eduardo Saavedra se deduce: en primer término, que la celebérrima batalla tuvo lugar en las alturas de la cuenca del Barbate y debiera llamarse con este nombre ó el de Medinasidonia, y de ningún modo con el de Guadalete; (5)

(1) Llaguno y Cean Bermúdez, tomo I, apéndice XI.

(2) Reseña de D. Pedro C. Espinosa.

(3) Revista de Obras públicas, tomo XVII, núm. 21.

(4) Colmeiro, Historia de la Economia Politica, tomo I, cap. XV.

(5) Capítulo IV, La Campaña de la intervención, pág. 25.

añade más adelante: «inmenso botín ganaron los vencedores, mas faltóles la prenda más necesaria al triunfo, la persona del rey...; el caballo y los regios atavíos abandonados en un lodazal daban á entender que el jefe enemigo estaba en salvo,»> y la muerte de D. Rodrigo la fija dos años después de aquella derrota. (1)

Aun prescindiendo del fantástico carro de marfil, es indudable que si desaparecieron por muchas centurias los carruajes romanos, se conservaban, sin embargo, las carretas en ciertas regiones, aunque predominaban los transportes á lomo. El servicio de correos debió ser en España extremadamente rudimentario, á juzgar por el único dato citado por el diligente Verdegay. «Tan sólo en la ley romana de los Visigodos, en el Breviario de Arriano, Ministro de Alarico, publicado en el año 506, encontramos algunos vestigios relativos al Cursus publicus.» En cambio, los ostrogodos, fundadores de la monarquía franca con Clovis, reorganizaron y perfeccionaron los reglamentos de postas allende los Pirineos.

Los visigodos estimularon los riegos, porque el Fuero Juzgo señala penas para el que hurtare el agua, y ampara en su derecho á los regantes. Dejaron algunos vestigios de obras hidráulicas en Valencia y Cataluña, y en el Rosellón, el antiguo canal de Alarico, que aun subsiste; también se aprovechó la fuerza motriz del agua para los molinos, cuyas presas crearon no pocos obstáculos á la extensa navegación fluvial de la época romana.

El Fuero Juzgo se ocupa también de los negociantes procedentes de ultramar que traían oro, plata, vestidos y artículos de lujo; y prohibía á los propietarios riberiegos ejecutar obras en las rías influídas por las mareas «porque vienen los salmones ó otros pescados de mar, ó porque vienen las barcas con algunas mercaderías» refiriéndose esto último sin duda, no solo al tráfico de cabotaje, si no al

(1) Capítulo V, Las Campañas de Muza.

comercio que entonces se hacía con Francia, Italia, Africa y las islas del Mediterráneo.

II

En todas las catástrofes nacionales desde la rota llamada de Guadalete hasta Sedán han necesitado los pueblos impresionables de un caudillo traidor y vendido al enemigo como atenuante y justificación del tremendo desastre. Pero á medida que se apela á las verdaderas fuentes para investigar las causas del trágico derrumbamiento del Imperio visigótico de Toledo, va perdiendo la leyenda todo lo que gana la veracidad histórica. Resulta de las disquisiciones del Sr. Saavedra que el Conde D. Julián no tuvo nunca el mando de la plaza de Algeciras, ni hay probabilidad de que fuera de origen godo sino que gobernaba á Ceuta ręconociendo la soberanía del Califa.

Se debió el triunfo de la Media Luna al espíritu de indisciplina-que causa todavía la desgracia de España-á las discordias perennes entre los visigodos; á la conjura de los hijos de Witiza cuando se proclamó á Rodrigo; al llamamiento al extranjero por preferir su yugo al del cristiano enemigo, hecho cien veces repetido durante nuestra accidentada Reconquista y causa principal del largo dominio de los muslimes en la Península. A estos motivos se unieron, para determinar la insólita victoria de los hijos de Mahoma, la falta de un elemento civil que prestase cohesión á aquel régimen exclusivamente guerrero y teocrático; á la defección de los judíos, que como vejados y oprimidos por el Gobierno establecido, prestaron su concurso y apoyo á la invasión triunfante; al carácter respetuoso de los sectarios del Profeta con las prácticas religiosas y las costumbres de los indígenas; al vigor juvenil, al espíritu de proselitismo, á la fe ciega en el Alcorán y á la sed de conquistas que á la sazón impulsaba á los árabes en sus empresas.

Y cuan profundo debió ser el infortunio de los que

vieron enseñorearse tan rápidamente en la segunda decena de la VIII. centuria á las huestes de Tarif y de Muza! Ante el común naufragio de su independencia, de sus hogares y de su doctrina religiosa tolerada en los templos existentes, pero poniendo coto á su extension, reúnense los restos dispersos de los vencidos en los campos andaluces, á los aborigenes guarecidos en los riscos asturianos, y al amparo de la cueva de Santa María, fúndense en Covadonga el profundo sentimiento cristiano, el amor al suelo natal y al régimen político fenecido, surgiendo potente y enérgico el grito de protesta y la guerra gloriosa de la restauración, mantenida con denuedo en la cruenta lucha de ocho siglos.

No hay que buscar en este largo lapso de porfiadas contiendas, las condiciones propicias para el perfeccionamiento de los medios de transporte; la guerra perpetua, el bandolerismo crónico, la inseguridad en la conservación del territorio conquistado palmo á palmo, y la zozobra continua, no dejaban espacio al ánimo, sino para el ejercicio de las armas; todos eran guerreros, y aun los ministros del altar se lanzaban en tan tremenda crisis á los combates, empuñando la espada en defensa de su Dios y de su Patria. Las escuelas fundadas por los romanos habían desaparecido con las invasiones septentrionales, y solo existían las creadas por el clero, que mantenía la antorcha del saber casi extinguida en la gran catástrofe, y tal estado de cosas era en absoluto refractario al cuidado de los intereses que estimula el fo- . mento de las transacciones, siendo por lo tanto muy rudimentaria la legislación de las obras públicas. También se debe tener presente que ocupado gran parte del litoral del Mediterráneo por los musulmanes desde el siglo VIII al XIII, el comercio exterior de los reinos cristianos tenía que ser escaso por quedar apartadas sus ciudades del vehículo. principal para el tráfico que, partiendo de las repúblicas italianas irradiaba á las mas apartadas regiones asiáticas.

En nada se asemejó la irrupción agarena á la de los

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