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guro que se conceptuaba aquel recinto, plagadas como solian estar de franceses las provincias limítrofes, lo cual dió ocasion à que se llamára á la Liébana «cuna del 7. ejército;» denominacion que espresaba una verdad, y dictado más modesto que el de España la chica, » que en otros tiempos se le habia dado. Igual concepto que á Mahy y á Porlier merecieron aquellos montañeses al general en gefe del sétimo ejército don Gabriel de Mendizabal, que un año más adelante, al enviarles la nueva Constitucion, les decia: «Hora es "ya de que se publiquen vuestras virtudes..... Sin otra defensa que la naturaleza del suelo que habi«tais, una resolucion generosa supo romper el lazo «conque en diez y seis ocasiones se pretendió ataros «al carro del tirano. Sin otro llamamiento que el de «la patria clamásteis por armas, os fueron concedi«das y las manejásteis con tal destreza, que contais

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antos triunfos como acciones. Así habeis conser«vado vuestros derechos más sagrados, dando el me«jor ejemplo á nuestra nacion, á la Europa y al mun«de todo. Fuisteis y sois libres por vuestra heroi«cidad......

A esta singular y ya célebre comarca fué enviado por el mariscal duque de Istria en mayo de 1811 con órden de sojuzgarla el general Rognet, que mandaba 2,000 hombres de la guardia imperial, el cual habiendo llegado á Potes por el valle de Valdegrado (25 de mayo), no sin que le acosaran en su marcha los

urbanos de los valles, no hizo otra cosa que incendiar una acera de casas de la plaza; y sin emprender movimiento alguno contra los valles insurrectos, ni dirigirse siquiera á rescatar ochenta prisioneros franceses que los nuestros tenian en Mogrovejo, poco más de una legua de Potes, retiróse por el mismo valle, bien que torciendo después por el de Brañes y Sejos para dirigirse á Reinosa, por haber divisado las avanzadas de Porlier que se le venia encima por el puerto de Pineda.

Animaba la gente y la enregimentaba desde Bilbao el valeroso Renovales, tiempo hacia enviado á Vizcaya, como ántes hemos visto, por el gobierno central: : y bullian y se meneaban, molestando al francés incesantemente, por las tierras de Santander, Provincias Vascongadas, Búrgos y Rioja hasta los confines de Navarra, las partidas ya gruesas de Campillo, Tapia, Merino, Longa, el Pastor y otros.

Siguiendo nosotros en esta reseña el mismo rumbo que en otras ocasiones hemos llevado, y á que nos guia la contigüidad misma de los puntos, encontrámonos en Navarra con el más célebre de los caudillos que voluntariamente habian tomado parte en esta lucha, don Francisco Espoz y Mina. El hecho que vamos á referir fué una de sus más bellas proezas. Sabedor de que el mariscal Massena, cuando dejó el ejército de Portugal, se encaminaba á Francia llevando consigo un numeroso convoy de coches y de carros,

proyectó sorprenderle. Al efecto caminó de noche y con todo el posible sigilo por sendas y cañadas de la provincia de Alava que él conocia. El convoy seguia marchando por el camino real de Francia, aunque Massena se habia detenido en Vitoria. Escoltabanle 1,200 hombres, que llevaban tambien unos mil prisioneros, ingleses y españoles. En la madrugada del 25 de mayo cruzaban aquellos la sierra de Arlaban, limítrofe de Alava y Guipúzcoa. Mina, que con su gente habia estado emboscado y en acecho, de

jó pasar los que iban á la cabeza del convoy, y á las seis de la mañana cayendo repentinamente sobre los que marchaban como de retaguardia, los atacó con ímpetu, defendiéndose no obstante los franceses, en términos de durar la lucha hasta las tres de la tarde. Pero á aquella hora todo habia caido en poder del intrépido español: él mismo hizo prisionero al coronel Laffite: perdieron los franceses 40 oficiales y 800 soldados; rescatáronse los prisioneros nuestros: se cogió el convoy, compuesto de ciento cincuenta entre coches y carros: valuóse el botin en cuatro millones de reales: parte de las prendas y del dinero se repartió entre los aprehensores; parte de éste con las alhajas se reservó para la caja militar. Bella sorpresa, que levantó la reputacion ya muy alta de Mina.

Estos distritos que rápidamente acabamos de recorrer son los que Napoleon, como indicamos en otra parte, creyó necesario poner bajo la direccion militar

de uno solo, creando por decreto de 15 de enero lo que se llamó ejército del Norte, y cuyo mando confió al mariscal Bessières. Este ejército llegó á constar de 70,000 hombres, y los distritos que comprendia eran, Navarra, las Provincias Vascongadas, parte de Castilla la Vieja, Astúrias y reino de Leon. Y sin embargo, lejos de lograr Bessiéres el objeto de someter estas provincias, como Napoleon se habia propuesto y creyó fácil y hacedero, mortificábale pelear sin gloria con tantas guerrillas como le hostigaban sin dejarle descanso, y fatigado de lidiar sin fruto, volvióse á Francia (principios de julio), ansioso de conservar su reputacion empleándose en otro género de guerra. Sucedióle aquí el conde Dorsenne.

Prosiguiendo pues nuestro rumbo en la direccion geográfica que vamos llevando, preséntanse á nuestro exámen los sucesos de Aragon y Cataluña, de tal manera enlazados que seria muy dificil poderlos referir aisladamente, y no daria el que lo intentara cabal idea de ellos.

Rendida y tomada por los franceses la importante plaza de Tortosa (que fué el acontecimiento con que terminó el año 1810, y el estado en que dejamos las cosas de Cataluña en nuestro capítulo XI.), nada era más natural sino que el mariscal Suchet aprovechára la influencia de aquel suceso para su designio de acabar de someter el Principado, en el cual no quedaba ya más plaza importante en poder de los nuestros que

la de Tarragona. A este fin encomendó al general Habert la conquista del castillo de San Felipe en el Coll de Balaguer, posicion que domina el camino entre las dos ciudades nombradas. Intimada primero la rendicion al gobernador del fuerte (8 de enero), atacado éste despues, retirados luego los españoles de los puestos esteriores, influyendo en ellos el recuerdo de lo de Tortosa, y escalada por último la muralla por los franceses, rindiéronse al fin aquellos en número de 100 con 13 oficiales, salvándose los demás por el camino de Tarragona. Despuss de esto, dejando Suchet una division con encargo de vigilar las comarcas de Tortosa, Teruel y Alcañiz, encomendando á otras dos el de resguardar las márgenes y la embocadura del Ebro, y fortificando el puerto de San Carlos de la Rápita, volvióse á Zaragoza, donde le llamaban otros cuidados, y no era el menor de ellos el vuelo que aprovechándose de su ausencia habian tomado los cuerpos francos y las guerrillas de aquel reino y de las provincias comarcanas.

Quedaba, como hemos dicho, Tarragona siendo el blanco de los planes y designios del ejército francés de Cataluña. Los moradores de la ciudad, y en general los catalanes, escarmentados con lo acaecido en Tortosa, habíanse hecho recelosos y desconfiados. El mismo comandante general Iranzo no les inspiraba confianza, y solo la tenian en el marqués de Campoverde, sucesor de O'Donnell en el mando del Prin

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