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perdió en los asaltos muy cerca de 5,000 hombres.

Tan fatal y abominable con.o injusto e inmerecido fué el comportamiento de los ingleses en Badajoz. Como si hubieran entrado en una plaza enemiga, y no en una poblacion amiga y aliada, que los esperaba impaciente para aclamarlos y agasajarlos, así se entregć la soldadesca al destrozo y al pillaje, y lo que fué peor todavía, al asesinato, de que fueron víctimas más de 100 moradores de ambos sexos. Creemos que Wellington hizo esfuerzos por contener estos desórdenes y estos crímenes, y tal fué tambien la persuasion de las Cortes españolas y de la Regencia, en el hecho de haberle dado aquellas las gracias, y premiádole ésta con la gran cruz de San Fernando. Hizo el general británico con Badajoz lo que habia hecho con CiudadRodrigo, ponerla en manos de los españoles, entregándola al capitan general de Extremadura, que lo era entonces el marqués de Monsalud.

¿Qué habia sido de los duques de Dalmacia y de Ragusa? En cuanto à Soult, que se hallaba en el Puerto de Santa María arrojando bombas sobre Cádiz y persiguiendo á Ballesteros, cuando supo que los ingleses iban á sitiar á Badajoz, juntó cuantas tropas pudo en Andalucía, y marchó á Extremadura á reunirse con el conde de Erlon. El 7 de abril llegó á Villafranca de los Barros. No imaginaba él la pérdida de la plaza; teníale sin cuidado la resistencia de la guarnicion, y confiaba en la oferta que el de Ragusa le habia he

cho de venir á unírsele con cuatro divisiones en el caso de que Badajoz se viese amenazado. Por lo mismo fué mayor su sorpresa y su enojo cuando supo hallarse ya rendida. Volvióse pues á Sevilla airado y mústio, dejando en Extremadura al conde de Erlon. -En cuanto á Marmont, acudia en efecto con sus cuatro divisiones en socorro de Badajoz, segun habia ofrecido, pero encontróse con órden del emperador, comunicada por el príncipe de Neufchatel, significándole que el emperador estrañaba que se metiera en lo que no le incumbia; que no se inquietára por la suerte de Badajoz, porque sobraban para acudir á sostenerla los 80,000 hombres del ejército del Mediodía; y que si Wellington iba allí, marchase sobre el Agueda y le obligaria á volver sobre sus pasos. En consecuencia de esta órden Marmont detuvo su marcha y tomó otro rumbo. Cuando Napoleon supo la caida de Badajoz, echaba la culpa de ella al duque de Ragusa y al de Dalmacia. ¡Tan desatentado andaba ya en disponer de los hombres y en juzgar de la guerra y de las cosas españolas (1)!

En efecto, Marmont en virtud de aquellas órdenes dirigióse sobre el Agueda con 20,000 hombres, y aprovechando la ocasion de no haber quedado del lado de Ciudad Rodrigo sino algun regimiento inglés la gente de don Cárlos de España, hizo una tentati

y

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(1) Du Casse, Memoires, lib. XI.

va y aun intimó la rendicion á la plaza de CiudadRodrigo, y envió una parte de sus tropas á bloquear la de Almeida, llegando su vanguardia á CastelloBranco (12 de abril), no encontrando sino cuerpos de milicias portuguesas que habian incendiado los almacenes. Al mismo tiempo el general Foy pasaba el Tajo por Almaráz con 4 ó 5,000 hombres avanzando á Trujillo. Pero ninguno de estos movimientos inquietó á Wellington: por el contrario, Marmont fué quien, noticioso de la pérdida de Badajoz, recelando comprometerse si se internaba mucho en Portugal, retrocedió (16 de abril) replegándose otra vez á Salamanca, y sin otro fruto de su expedicion que haber amagado las dos mencionadas ciudades. Tambien Foy retrogradó sobre Almaráz Y Wellington, dejando á Hill en Extremadura, tornó á sus antiguos cuarteles de Fresneda y Fuenteguinaldo, entre el Agueda y el Coa.

Habia el 6. ejército español contribuido con sus movimientos al buen éxito de las operaciones sobre Ciudad-Rodrigo y Badajoz, mandado siempre por Abadía, aunque subordinado éste á Castaños. Este último general, que lo era en gefe de los tres ejércilos 5., 6. y 7., se trasladó en principios de abril por Portugal á Galicia, donde además de alentar con su presencia aquellos habitantes, dictó providencias militares y administrativas muy convenientes. Astúrias habia sido evacuada por los franceses á últimos

de enero de órden de Marmont, asustado con la pérdida de Ciudad -Rodrigo, lo cual no verificaron sin trabajo á causa de las muchas nieves, y de la persecucion de Porlier y de los mismos paisanos. Y aunque todavía en la primavera volvió Bonnet al Principado, su permanencia fué tan corta como agitada, volviendo á salir por el lado de la costa que parte término con Santander, no atreviéndose á verificarlo por la parte de Leon por temor al 6. ejército español que en aquella tierra acampaba. Mandaba ya otra vez este ejército con general aceptacion y aplauso don José María Santocildes, querido de la tropa y del país desde la defensa de Astorga.

Continuaba el 7. ejército á las órdenes de don Gabriel de Mendizabal, compuesto casi todo de cuerpos sueltos y de guerrillas: eran el alma de éstos, en los confines de Astúrias y Santander el infatigable y tantas veces nombrado don Juan Diaz Porlier (el Marquesito), en Cantabria, Salcedo, Campillo y otros activos guerrilleros; en las Provincias Vascongadas y sus limítrofes de Castilla, Renovales, Longa, Jáuregui (el Pastor), y el cura Merino. Renovales organizó una brigada de 3 à 4,000 hombres, que comenzó á operar en la primavera de 1812. Jáuregui tomó el puerto de Lequeitio, auxiliado por una flotilla inglesa que cruzaba aquella costa. Las juntas, que se situaban en los pueblos que podian con objeto de fomentar el espíritu de insurreccion y de auxiliar á

los partidarios, eran perseguidas con encono por los franceses. Sorprendida la de Burgos en un pueblecito de la provincia de Segovia, y trasladada á Scria entre bayonetas, cuatro de sus individuos y algunos dependientes de ella fueron allí fusilados, y colgados de horcas despues (marzo, 1812). Semejante crueldad irritó de tal modo al cura Merino, el cual tampoco adolecia de blando, que de los prisioneros franceses que en su poder tenia hizo pasar por las armas veinte por cada uno de los vocales de la junta, y otros por los empleados de ella tambien sacrificados, entre todos en número de 110. Matanza horrible, provocada por la injustificable crueldad del francés.

Descollaba, como siempre, sobre todos en Navarra y provincias colindantes don Francisco Espoz y Mina, que muy á los principios de este año (11 de enero, 1812), presentes Mendizabal y Longa, derrotó cerca de Sangüesa una columna francesa mandada por el mismo gobernador de Pamplona, general Abbé, cogiéndole 400 hombres y dos cañones. teniendo el francés que salvarse al abrigo y favor de la oscuridad. Prosiguiendo Mina en su sistema de dispersar y reunir su gente cuando le convenia, desesperaba de tal modo á los enemigos, que al modo que en otra ocasion lo habia hecho Reille, ahora tambien el general Dorsenne, juntando hasta 20,000 hombres de los cuerpos de Castilla de Castilla y de Aragon, determinó hacer una irrupcion brusca en Navarra; penetró en el valle del

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