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porque unos y otros obraban con prévio conocimiento de que no podia ser satisfactoria.

De todos modos esta nueva situacion del emperador francés esplica bien su aparente desprendimiento en renunciar á la antigua idea de agregar á Francia las provincias del otro lado del Ebro, en asegurar el mantenimiento de la integridad del territorio español, y en conferir á su hermano José, aunque tardíamente, el gobierno supremo político y económico y el mando superior militar en todas las provincias y ejércitos de España, de que hasta entonces le habia tenido injustamente privado.

Llegó pues el caso, tanto tiempo temido y previsto, pero Je inmensas y favorables csnsecuencias para la nacion española, de emprenderse la guerra gigantesca del imperio francés con el ruso. De aquí la disposicion de sacar de España la jóven guardia imperial y los regimientos llamados del Vistula, que Napoleon esperaba le habian de ser grandemente útiles en Polonia para reunirlos á las inmensas fuerzas que puso en marcha hacia el Niemen, que no serian menos de 600,000 hombres los que destinó á aquella campaña. De ellos cerca de 500,000 iban avanzando desde los Alpes hasta el Vistula. Salió Napoleon de París en la misma direccion el 9 de mayo. Dejémosle por ahora en Dresde, donde se detuvo y donde reunió á casi todos los soberanos del continente. Esta marcha necesariamente habia de influir en los sucesos de nuestra

península. Animado con ella Wellington, preparóse á abrir una campaña importante en Castilla, cuya relacion suspenderemos nosotros tambien, en la necesidad de dar cuentas de acontecimientos de otra índole que entretanto se habian realizado. Mas no terminaremos este capítulo sin presentar un nuevo bosquejo del cuadro triste que en este tiempo ofrecia la España por la miseria pública que la afligia.

«El Año del Hambre,» ha sido vulgarmente llamado éste á que nos referimos, y lo fué en efecto. Cuatro años de guerra desoladora sin tregua ni respiro, escasez de cosechas; mal cultivo de los campos; incendios y devastaciones; administracion funesta; recargos de tributos; monopolios de logreros; todas estas causas habian ido trayendo la penuria y la miseria, que ya se habia empezado á sentir fuertemente desde el otoño del año pasado, y que creció de un modo horrible en el invierno y en la primavera del presente, hasta el punto de producir una verdadera hambre pública, así en la córte como en casi todas las provincias. La carestía en los artículos indispensables de consumo y en los de primera necesidad se fué haciendo dificilmente tolerable á los ricos, de todo punto insoportable á los pobres. El trigo, base del sustento para los españoles, y cuyo precio es el regulador del de todos los demás artículos, llegó á ponerse á 450 reales fanega en Aragon, en Andalucía y en otras provincias; más caro todavía en Galicia, Cataluña y otras comarcas menos

á

producíoras. En la misma Castilla la Vieja, que es como el granero de España, subió bastante de aquel precio en ocasiones: llegó á verderse en Madrid á 540 reales aquella misma medida. El pan cocido de dos libras se pagaba á 8, 10, y más de 12 reales, pesar del acaparamiento que el rey José hacia en la córte del graro de las provincias á que se estendia su mando. Hubo que poner guardia en las casas de los panaderos de Sevilla para evitar que fuesen asaltadas por la muchedumbre hambrienta.

Al compás del precio de los cereales, subia, como hemos dicho y era natural, el de los demás víveres. El pan de maiz, el de patatas, el de las legumbres más toscas, era ya envidiado por la generalidad, que

ni éste podia obtener. Los desperdicios de cualquier alimento se buscaban con ánsia, y eran objeto de permutas y cambios. Devorábanse y aun se disputaban los tronchos de berzas, y aun yerbas que en tiempos comunes ni siquiera se daban á los animales. Hormigueaban los pobres por calles, plazas y caminos, y eran pobres hasta los que ocupaban puestos decentes y empleos regulares en el Estado. La miseria se veia retratada en los rostros: en el interior de las familias ántes acomodadas pasaban escenas dolorosas y que partian las entrañas: en las calles se veia andar como ahilados, y á veces caer desfallecidos niños, mugeres y hombres. La capital misma presentaba un aspecto, acaso más horrible que cualquiera otra poblacion; y

un escritor afirma haber sido tál la mortandad, que desde setiembre de 1811 hasta julio de 1812 se enterraron en Madrid unos veinte mil cadáveres.

Pero apartemos la vista de tan doloroso y aflictivo cuadro, y volvámos la á otra parte, donde por especialísimas circunstancias reinaban el bienestar y la alegría; el bienestar, por la abundancia de víveres y mercancías, y hasta de los más regalados sustentos que afluian de las regiones de ambos mundos; de alegría, porque en medio del estruendo del cañon y del estallido de las bombas enemigas, celebrábase con fiestas y regocijos los acontecimientos políticos que dentro de su recinto, aunque para el bien general de la nacion, se verificaban. Harto habrán comprendido nuestros lectores que nos referimos á Cádiz, asiento del gobierno y de la representacion nacional española, donde por este tiempo se solemnizaba con diversiones públicas el fruto y resultado de las tareas patrióticas á que nuestros legisladores se hallaban entregados, y de que ahora pasaremos á dar cuenta á nuestros lectores.

CAPÍTULO XIX.

CÓRTES.

LA CONSTITUCION.

1812.

(De enero á junio.)

Tareas legislativas.-Creacion del Consejo de Estado.-Nueva Regencia.-Reglamento.-Jovellanos benemérito de la patria.-Concluyese la Constitucion de 1812.-Idea de este código.-Títulos de que consta, y disposiciones principales que cada uno comprende.-Discusion sobre la sucesion à la corona.-Exclusiones que se hicieron.-Breve juicio crítico sobre aquella Constitucion.-Decretos sobre el dia y la forma de su promulgacion.-Juramento en Cádiz.-Clasificacion de los negocios correspondientes á cada secretaría del Despacho.-Creacion del Tribunal Supremo de Justicia.-Supresion de los Consejos.— Instalacion de ayuntamientos y diputaciones provinciales.-Pretensiones de los enemigos de las reformas.-Convocatoria à Córtes ordinarias para 1813.-Instrucciones para la Península y Ultramar.-Desagradable incidente en las Córtes por abuso de libertad de imprenta. -El Diccionario crítico-burlesco.-Célebre sesion del 22 de mayo.Tentativa para restablecer la Inquisicion.-Proposicion presentada al efecto.-Alarma de los diputados liberales.-Medios que emplearon para frustrar aquella tentativa.-Aplázase la resolucion.

Agradécese, y sirve como de alivio y de espansion al ánimo, fatigado con tanto tráfago de guerra, con tanto ruido de armas, y con tantas esce

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