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del gobierno se pidió que la comision investigadora fuese del seno de las Córtes, si bien otros diputados impugnaron esta proposicion como inconstitucional, y no fué aprobada. Aunque la Regencia se apresuró á separar á O'Donnell del mando en gefe de aquel ejército, le nombró comandante general del de reserva, que solo existia en proyecto; cosa que acabó de irritar y produjo amargas censuras y ácres recriminaciones de parte de muchos diputados (1),

(1) V. M. (decia uno) tiene ya el desengaño à la vista, pues que siendo el general en gefe el primer responsable de las operaciones militares con arreglo á ordenanza, el gobierno á la primera noticia que ha recibido le ha calificado de inocente, nombrandole desde luego para mandar un cuerpo de reserva: un general, pues, que así se halla sostenido por el gobierno, del que forma parte su hermano, sin embargo de haber sido el suceso tan escandaloso, ¿qué ventaja tan conocida no lleva sobre los oficiales y gefes de aquel ejército para prometerse muy felices resultados de la averiguacion mandada por el gobierno....?.

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¿Quién es el general en gefe? (esclamaba otro). El hermano de un regente. ¿Quién ha de nombrar el comisionado? La Regencia. ¿Quién será el que se nombre? Un militar subalterno, y dependiente más que otro aiguno del poder ejecutivo. ¿Quiénes los testigos? Militares. Pregunto abera: ¿tendrán estos libertad para deponer contra un general en gefe, hermano de un regeute, y ante un comisionado nombrado por la Regencia, que por más que se diga, ha de hallarse comprometido y envuelto en mil considera

ciones y respetos? Y cuando nos desentendamos de todo lo dicho, la nacion podrá mirar sin sospecha este proceder?. Y concluia diciendo, que el nombramiento de comandante general de un ejército de reserva, que no existia, era capáz de abatir el ánimo del comisionado, de los testigos, y de todos los que tuvieran que entender en el proceso.

Exijo autes de todo decia otro) por condicion indispensable que todos los gefes que han mandado en la accion de Castalla, incluso el general, se pongan en un castillo sin comunicacion, puesto que no lo ha hecho el gobierno, el cual además ha conferido al mismo general en gefe otro destino para que no le costase el trabajo de pedirle. Señor, si los clamores de aquellas provincias no hubieran llegado tan uniformes, podria haber algun género de duda; pero no la hay. El escánda ha sidomuy grande; llegue pues el castigo hasta el esterminio.....»

«Yo creo al regente O'Donnell (decia este mismo) capaz de fir mar la muerte de su hermano si le creyera delincuente; pero no podré asegurar del mismo modo que habrá veracidad en las declaraciones.......... Cic.›

Se acordó al fin nombrar una comision de guerra, la cual presentó al dia siguiente (18 de agosto) su dictamen, proponiendo que la Regencia nombrára iumediatamente persona de probidad, instruccion é imparcialidad que formára en el preciso término de quince dias el sumario correspondiente sobre los sucesos de Castalla, empezando por averiguar la conducta del general en gefe; que se enviára á las Cortes copia certificada del sumario y de todos los procedimientos hasta su conclusion, para publicarlos por medio de la imprenta; y que se desaprobára la resolucion de la Regencia en haber conferido á dicho general el mando de la reserva, quedando suspenso hasta saber las resultas del proceso. Todavía este dictámen fué vehemente y acaloradamente combatido por suave, pero al fin quedó aprobado. Lográronse con esto algunos objetos, y no fueron inútiles los debates de estas sesiones, en cuanto sirvieron de leccion provechosa para lo sucesivo. Mas respecto á la causa particular que los habia motivado estuvo lejos de producir los resultados que habia hecho esperar el calor con que se tomó, sucediendo con ella lo que muchas veces habia ya acontecido con otras de esta índole en España.

Afectó, como no podia menos de suceder, al regente O'Donnell el asunto de su hermano; afectáronle tambien espresiones fuertes que se emitieron en el calor de la discusion; era pundonoroso, y se creyó

en el deber de presentar á las Córtes la dimision de su cargo de regente, acompañada de una exposicion. Era el conde de La Bisbal hombre de aventajadas prendas, militar de gran reputacion, el más entendido de los regentes en materias de guerra, muy comprometido en la causa nacional, nada opuesto á las reformas políticas, y por tanto difícil de ser reemplazado. Por eso, si bien se mostraron propensos á admitir su renuncia los diputados afectos al régimen antiguo, y los americanos llevados de otros fines que les eran propios, oponíanse á ella los más distinguidos entre los liberales, y de éstos se habrian opuesto todos ó los más, á no obrar nos impresionados por lo de Castalla, otros por no disimularle el empeño, que calificaban de tenaz, en sostener á su hermano. Así fué que, con ser hombre de cuyas condiciones se tenia generalmente gran concepto, y con reconocerse la dificultad de su sustitucion, llegado el caso de votarse su renuncia. le fué admitida en votacion nominal por considerable mayoría. Tratóse todo

en sesiones secretas.

Dividiéronse primero los pareceres, y después los votos, en cuanto á la persona que habia de reemplazarle. Fijáronse no obstante más principalmente los dos grandes partidos del Congreso en dos sugetos notables que los representaban, á saber, don Pedro Gomez Labrador, y don Juan Perez Villamil. El primero, conocido ya por su firmeza en las conferen

cias de Bayona, hombre de luces é inclinado á las ideas reformadoras, tenia en su favor el haber venido de Francia donde estaba retenido, burlando la policía del Imperto. El segundo, con justa fama de jurisconsulto y de erudito, tenia en contra suya el haber venido tambien de Francia con permiso y pasaporte de aquel gobierno, si bien pedido para un objeto y con un pretesto ageno á la política; pero favorecíale en concepto de muchos el ser abiertamente enemigo de innovaciones y muy apegado á las viejas doctrinas. Disputóse, pues la eleccion entre los dos partidos; y por más que no se comprendan, ó parezca no comprenderse bien ciertos triunfos de los desafectos á las ideas liberales con la mayor parte de las providencias de las Córtes, venció tambien este partido en aquella lucha, quedando elegido regente, anque por muy corta mayoría, don Juan Perez Villamil; el cual, al prestar su juramento en las Córtes (29 de setiembre), se creyó obligado á pagar un tributo, siquiera fuése hipócrita, y que no salia de más adentro que los lábios, à las ideas modernas, prometiendo seguir por los rectos y luminosos principios del ad«mirable código constitucional que las Cortes acaba <<ban de dar á la nacion española (1).» Ya hemos visto que no fué éste ni el solo ni el primer ejemplo de

(1) A don Pedro Labrador le confirió la Regencia en propiedad, para darle un testimonio público de su aprecio, la secretaría del

Despacho de Estado, en reemplazo del marqués de Casa-Irujo, à quien exoneró de ella.

Inentidas ofertas de esta índole en aquella época. La sensacion fatal que habia hecho en Valencia el infortunio de Castalla se templó en mucha parte con el arribo á las aguas de Alicante de una expedicion anglo-siciliana, que se habia estado preparando en Palermo con 6,000 hombres de desembarco. De allí habia partido á Mahon, donde se le reunió la division de Whittingham que ocupaba las Baleares, compuesta de 4,500 hombres. Mandaba la expedicion el teniente general Maitland, y desde Mahon se habia dirigido á la costa de Cataluña con ánimo de desembarcar en el Principado. Mas los generales españoles, Lacy, Eroles y demás que allí guerreaban, indicaron al gefe británico que el país preferia sostener la lucha con las fuerzas de sus propios naturales para no llamar tanto la atencion del enemigo, y persuadiéndole de que seria más útil para la causa de España su presencia en Alicante. Dióse por convencido Maitland, hizo rumbo á esta plaza, y desembarcó en ella sus tropas (10 de agosto). Unidas con las nuestras avanzaron tierra adentro, obligando á Suchet á reconcentrar las suyas en San Felipe de Játiva y sus contornos, donde recibió refuerzos y levantó obras de defensa, dispuesto á resistir á los aliados.

No tuvo necesidad de ello, porque noticiosos los nuestros de que el rey José marchaba de Madrid con el ejército del Centro sobre el reino de Valencia, replegáronse otra vez sobre Alicante. Hemos referido

ya

la

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