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tropas francesas diese el general don Miguel de Alava aquella proclama conciliadora, indulgente y generosa,

de que dimos cuenta á nuestros lectores, y como llegasen á Cádiz fuertes representaciones de los pueblos y del ejército contra los que habian tomado partido con el enemigo, levantóse en el seno de las Córtes gran clamoreo en contra de la politica de indulgencia del general Alava; dos comisiones, una especial y otra la de Constitucion, propusieron un nuevo proyecto sobre empleados del rey intruso, pronunciáronse discursos acaloradísimos (1), la mayor parte respi

(1) Tales como el siguiente del señor Capmany, que por su índole especial merece ser conocido. Señor ninguna enfermedad corporal puedo alegar que me obligue á pedir á V. M. la licencia que se ha servido conceder á tantos señores diputados para salir á tomar aires. Mi enfermedad no es física, es moral, es enfermedad de amor, de amor de la patria, dolencia que no la curan ni médicos ni medicinas. Deseo, no la salud, que à Dios gracias la disfruto, sino la prolongacion de la vida sobre mi avanzada edad: y este remedio solo de la benigna mano de V. M. puedo recibirlo. Necesito para dilatar y refrescar mi corazon besar las piedras de Madrid rescatado, suelo santo, que transforma á cuantos le habitan en criaturas de acerado temple. Pero, Señor, no oiga V. M. mi ruego, nó; porque ni debe concederme esta gracia, ni yo puedo admitirla, aunque aquí fallezca.

¡Qué me importa que hayan salido de la capital los enemigos armados de la España por una

puerta, si entran por la otra los enemigos de la patria, teniéndose por más seguros en re los mismos pacientes patriotas á quienes habian oprimido cuatro años continuos, con su insolencia y desprecio unos, con sus escritos y discursos otros, con el terror y la amenaza, y algunos con la prision y el dogal! Por más seguros, repito, se creen que entre las bayonetas francesas, que habian sido hasta ahora su guarda y su defensa. Muchos no han salido de sus nuevos domicilios, levantados de las ruinas de otros tímidos y vacilantes; y muchos han tenido que volver despachados de sus mismos infames valedores que se han desprendido de ellos como de instrumentos viles de que ya no necesitan.

Cobardes y avergonzados huyeron de la vista de los buenos; y vuelven con rostro sereno, esto es, con esperanza de proteccion, á presentarse en aquella desolada capital, sepulcro de mártires, y cuna de héroes, sin temor de que las piedras ensangrentadas de sus calles se levanten contra ellos, ya

rando rigor y dureza, siendo resultado de esta fogosa discusion el decreto de 21 de setiembre, reformatorio del de 11 de agosto.

Declarábase en él que los empleados del gobierno intruso no podrian obtener ni empleo ni cargo alguno,

que la discrecion y paciencia de aquel pueblo magnánimo les permita respirar.

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tados que desinficionar, para que nunca más pueda retoñar tamaño mal. Y no hay que esconderse

alli No faltarán algunos que aun pedírán premio por el mal que han dejado de hacer, ó por el menor mal que hicieron, pudién dole haber hecho mayor. Parece que muchos, no solo esperan la impunidad, segun la confianza con que se presentan allí y aquí, sino gracias por su pasada conducta.....

Purifiquese antes, y muy pronto, el suelo y entresuelo de Madrid, manchado por las inmundas plantas, é inficionado por el aliento pestifero de los sacrilegos y bárbaros satélites del gran ladron de Europa, y ahora profanado por la presencia de muchos infelices hijos de la madre España, vieja eterna, á pesar del que la queria remozar, y de los que de entre nuestra familia le habian vuelto la espalda despues de baberla escarnecido y acoceado. Lloren ahora de alguna manera su pecado, como pide la justicia, los que de tantas lágrimas de inocentes han sido causadores. ¡Yo me despido de tí, córte de Fernando, cabeza y centro de los patriotas españoles! Seré yo el desterrado mientras vivan otros dentro de tus muros (indignos de ser tus moradores) salvos y salvados, justificados, y quién sabe si despues ensalzados.

Grau dia de juicio aguarda la nacion en todas partes: pues que en todas hay rincones apes

los desleales eclesiásticos, porque allí serán buscados: no hay sagrado para ellos. La ley, la patria y la religion los llamará à juicio; les hará cargos, y muy rigurosos, porque han pecado á dos manos, como hombres y como ministros del Señor. Claman por este dia de juicio los desdichados inocentes, los robados, los apaleados, los hollados, los martirizados por los desleales españoles, servidores y siervos del intruso rey, á quien tan á costa de su propia patria han complacido. Claman justicia los niños que quedaron sin padre, que murió por la patria, ó en batalla, ó en la horca. Claman las esposas, desamparadas de sus esposos fugitivos de la crueldad de los delatores, y jueces intrusos. Claman los ancianos, que no verán mas su familia reunida como antes, comiendo debajo de la higuera: todo desapareció, hombres, animales y árboles.....

Todos los que han padecido constantes los trabajos que ha descargado sobre ellos la inhumanidad de les franceses, deben llamarse propiamente héroes, porque la virtud característica del heroismo es la fortaleza; esta será para siempre la virtud y la divisa del pueblo español, y por excelencia del de Madrid, en donde se encendió el primer fuego de la libertad, y se ha guardado hasta hoy inextinguible,

ni ser diputados á Córtes, ni de provincia, ni concejales, ni tener voto electoral, sin perjuicio de la formacion de causa á que por su conducta se hubiesen hecho acreedores. Los que hubiesen admitido insignias ó distintivos del rey intruso, quedaban inhabilitados para

aunque escondido á los ojos infieles, semejante al fuego eterno de Vesta, en cuya conservacion estaba librada la duracion del imperio romano. Ahora se trata de merecer otro titulo y otro nombre, el de furias; si, furias contra nuestros opresores: guerra nueva, y valor de otra especie, quiero decir, corage, furor sagrado. El que no tenga resolucion para mostrarlo con obras ó palabras, renuncie al nombre de español. Ya es preciso que seamos todos delincuentes ante Napoleon: este es el desafio que todos debemos anunciarle. ¿Qué nos resta, pues, que hacer? Quemar las naves como hizo Hernan Cortes para no esperar retirada. He dicho más arriba ante Napoleon, y he dicho mal, porque Napoleon ni es santo, ni es hombre, ni es nombre, ni monstruo tampoco, porque no está en el catálogo de los animales raros de la naturaleza. Con más propiedad pudiera haberle llamado volcan ó peste, esto es estrago y azote del género humano.

Perdóneme la circunspeccion de V. M. si me hubiese estraviado del asunto principal que está destinado al exámen y discusion de este augusto Congreso: si te rodeado, nunca he perdido de vista el punto á donde dirijo mis reflexiones. Sirva á lo menos esta exposicion preparatoria de desahogo á mi combatido corazon, y como de preliminar á la grave cuestion del dia: dia memorable y dichoso si acertamos

à unir á su tronco tantas ramas desgajadas por la ventisca de pasiones y de opiniones! He dicho todo esto con protesta de no renunciar la palabra en el curso de la discusion..

A continuacion se leyó la siguiente representacion de los oficiales del estado mayor general:

Señor, los oficiales del estado mayor general de los ejércitos nacionales, creyendo que como individuos de la primera corporacion militar de la nacion se hallan obligados à hacer presente á V. M. las ideas que juzgan más à propósito para exaltar el entusiasmo, y conservar el honor de la milicia española, se atreven á llamar la atencion de V. M. sobre un punto digno de su soberano exámen, y exponer:

«Que en estos dias felices y gloriosos, en que variando tan li sonjeramente el aspecto de los sucesos militares han evacuado los enemigos la mayor parte de la península, es tiempo de resolver acerca de los que han abandonado la patria en sus apuros, y quieren volverá su seno ahora que la ven triunfante. Ciertamente es notable cualquier ciudadano que haya mancillado el glorioso nombre de español con esta mancha; pero particularmente son acreedores à la execracion pública y á la indignacion de V. M. los militares de cualquier clase y graduacion que han

siempre de usar las que antes tenian por el gobierno legítimo, así como de las rentas, pensiones, encomiendas ó privilegios inherentes á ellos. Los duques, marqueses, condes ó barones que hubiesen admitido la confirmacion de sus títulos, no podrian usarlos du

abandonado las banderas que juraron defender, desoyendo los clamores de la patria cuando más necesitaba de los brazos y constancia de sus hijos. Muchos de estos hay que ahora se presentan á las autoridades legítimas y á los gefes que ocupan á los pueblos evacuados, y tienen la desvergüenza de hacerlo, adornados con las mismas insignias y graduaciones de que se han_hecho indignos. Es verdad, señor, que el gobierno ha circulado ya un decreto, probibiendo el uso de estos distintivos de honor á los que bayan estado ocultos en las provincias ocupadas, hasta que despues de averiguada su conducta se resuelva lo conveniente. Pero ¿cómo se harán estas averiguaciones? ¿Serán acaso como las que se han hecho hasta aquí con los paisanos emigrados, ó con los prisioneros fugados de entre los enemigos? ¿Y aunque se hagan con as legalidad y justicia, y aunque los militares que han vivido ocultos y retirados justifiquen que no han jurado ni servido al enemigo, ni aun reconocido al gobierno intruso, dejan por esto de ser desertores de sus banderas, y unos cobardes que privaron a la patria de sus servicios cuando más los necesitaba? Los militares, señor, que se han quedado en país invadido son delincuentes, sea cual sea su proceder; pues aunque no hayan cooperado à la ruina de la pacion, no la defendieron como habian jurado, y no son dignos de con

sideracion alguna, y deben de ser mirados como desertores y traidores á sus banderas, á sus juramentos, a sus más sagrados deberes. Siendo esto, señor, una verdad incontestable, si despues de sufrir estos malvados un juicio de mera fórmula vuelven á ostentar las insignias que afrentaron, y ocupar los destinos de que huyeron, ¿cómo los militares que han derramado su sangre, que han hecho tantos sacrificios, y que han sufrido con tan heróica constancia los reveses de la fortuna, han de mirar con indiferencia el verse confundidos con los perjuros, y tener tal vez que obedecer sus ordenes? ¿Cómo V. M. ha de tener confianza de ellos para entregarles una compañia, un regimiento, una plaza ó una division? Grandes males, señor, se seguirian de la menor tolerancia en asunto de tantas consecuencias.

«En atencion á lo cual, á V. M. rendidamente suplican, tenga á bien examinar esta reverente exposicion, y que en caso de que las paternales miras de V. M. no se avengan con el rigor que prescriben las reales ordenanzas para los desertores en tiempo de guerra, tenga á bien determinar que los que se han quedado ocultos en país ocupado, aunque no hayan prestado auxilios á los enemigos, sean mirados como desertores, quedando privados de sus graduaciones sin distincion alguna, como igualmente de las órdenes y demás distintivos mi

rante su vida. Iguales penas se imponian á los eclesiásticos, no pudiendo ejercer las funciones de sus beneficios mientras no se purificáran, quedando entretanto secuestradas las rentas de sus empleos ó dignidades, aun de las que antes tenian Los ayuntamientos de cada pueblo, y lo mismo los prelados respecto de los eclesiásticos, formarian una lista de las personas que quedaban inhabilitadas, y la remitirian á la Regencia, la cual pasaria copia á las Córtes y al Consejo de Estado para su inteligencia y gobierno. Los que solici taren empleos ó gracias, y tuvieran que purificar su conducta, lo harian en los pueblos de su residencia en juicio contradictorio, informando el ayuntamiento pleno con audiencia del procurador ó procuradores síndicos.

El gran número de personas á quienes habia que aplicar esta medida, las muchísimas familias que los interesados representaban, las dificultades con que se tropczó en la ejecucion, acaso algo de calma que recobraron los ánimos, todo hizo que los mismos que ántes habian clamado tanto contra la blandura y la in

litares. Y si acaso quieren expiar su delito, pueden servir de soldados en los puestos avanzados de mayor riesgo de los ejércitos, donde después de lavar con su sangre la mancha de su honra, vuelvan á emprender su carrera, subiendo sin consideracion alguna por todos los empleos meno res de la milicia, y esto formando cuerpos separados, pues los valientes soldados de la patria se

desdeñarán sin duda de alternar con los perversos. Esto, señor, nos dicta nuestro pundonor, y estos son los deseos de todos los militares españoles, que esperan con ansia la soberana resolucion de V. M., que es á quien toca mirar por el honor y buen nombre de los ciudadanos que defienden la patria de sus injustos inva

sores. D

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