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tonces fué tambien cuando supo los acontecimientos de España, la retirada de sus ejércitos á Burgos, el gran desastre de Vitoria, y la entrada de su hermano José en Francia, lo cual le irritó de la manera que ántes hemos dicho, y produjo la indignacion contra su hermano y el nombramiento del mariscal Soult para lugarteniente suyo en España.

Este suceso, que debia servirle de aviso y saludable leccion para cejar en sus pensamientos de ambicien desmedida, y para aprovechar la ocasion que sus recientes triunfos en Alemania y la mediacion del Austria le ofrecian para hacer una paz honrosa y volver el sosiego al munde, no abre los ojos al hombre que se precipita desatentado y ciego por la pendiente de una ambicion insaciable y loca. En vez de apresurar la negociacion de la paz, difiere bajo diversos pretestos el envio de sus plenipotenciarios al congreso de Praga, cuando ya los de los otras potencias los esperaban allí impacientes. Su propósito es hacer de modo que el armisticio tenga que prolongarse hasta 1. de setiembre, porque así cree tener tiempo para ser otra vez el vencedor y el soberano de Europa. Pero estas dilaciones escitan ágrias quejas de los plenipotenciarios, y Metternich declara que no se diferirá un dia más el plazo del armisticio, y que el 17 de agosto se volverá infaliblemente á las hostilidades. Napoleon entonces envia á Caulincourt, pero con instrucciones que produzcan cuestiones de formas de

casi imposible solucion. Estas dificultades llegan á impedir la constitucion del congreso de Praga; la paciencia de los soberanos y de los plenipotenciarios se apura, y Metternich declara que si para el 10 de agosto á media noche no se han asentado las bases de la paz, será denunciado el armisticio, y el Austria se verá en el caso de dar por terminado su papel de mediadora, de abandonar á Francia y unirse á la coalicion.

Fecundo en recursos mañosos Napoleon, en vista de esta actitud, y discurriendo cómo parar el golpe del Austria, entabla por medio de Caulincourt secretas negociaciones con esta potencia. Sorprende á Metternich este nuevo paso (6 de agosto). Todavía ofrece á Napoleon à nombre de su soberano el emperador Francisco condiciones ventajosas para la paz, que él no podia prometerse en circunstancias tales. Caulincourt le brinda á que las acepte y hace sinceros y nobles esfuerzos para ello. Pero el hombre á quien la Providencia tiene determinado perder, y á quien por lo mismo permite que le siga obcecando su ambicion, las desecha todavía, que á desecharlas equivale la contra-proposicion que remite el mismo dia crítico, 10 de agosto. Apúrase con esto del todo la paciencia del mediador; Metternich á nombre del Austria declara disuelto el congreso de Praga antes de haberse instalado y proclama que aquella potencia se adhiere á la coalicion (12 de agosto). Inútil

mente intenta todavía Napoleon que Caulincourt prolongue su permanencia en Praga: los soberanos de Rusia, Austria y Prusia conferencian y se entienden: declarar inaceptables las últimas proposiciones de Napoleon, y la coalicion de la Europa entera queda resuelta contra el que menosprecia la ocasion de quedar un soberano poderoso, y elige ó ser el dominador de Europa ó no ser nada. Caulincourt se lamenta de esta ceguedad, como negociador generoso, previhonrado.

sor y

La union del emperador de Austria á los confederados del emperador de Austria aliado hasta entonces de Napoleon, mediador después, y cuya hija se sentaba en el trono imperial de Francia: esta resolucion de parte de un soberano unido con tan estrechos vínculos de parentesco con el francés, tomada en tales circunstancias y despues de tantos esfuerzos por persuadirle y atraerle à una paz honrosa, hacía cambiar enteramente la situacion de aquellos grandes potentados, llenó de júbilo y dió nuevo aliento á los aliados del Norte, regocijó á Inglaterra, y difundió en España la esperanza de la próxima ruina del coloso que se habia lisonjeado de ahogarla entre sus gigantescos brazos, y de los cuales ella misma se estaba á la sazon desenredando tan maravillosamente. Todavía sin embargo no se intimidó aquel génio atrevido y fecundo. Todavía á pesar de las inmensas fuerzas que reune la coalicion, se resuelve á

emprender la segunda campaña de 1813, y recurriendo á una de sus profundas concepciones medita batir una tras otra las masas enemigas. Muévese de Dresde; marcha contra el ejército de Silesia mandado por el prusiano Blucher y le obliga á replegarse (22 de agosto). Vuelve rápidamente á Dresde, porque sabe que el grande ejército de los coaligados se ha aparecido á espaldas de aquella ciudad. Los coaligados le atacan inútilmente el 26, y se da el 27 la famosa batalla de Dresde, en que Napoleon derrota otra vez más los ejércitos de la Europa confederada. ¿Se habrá hecho de nuevo invencible el gigante? Aquella misma ciudad lo habrá de decir no tardando.

Un proyecto que forma sobre Berlin, un concurso estraño de singulares circunstancias, produce en Kulma un desastre al general Vandamme, encargado de aquel proyecto. Ha querido herir à Prusia en Berlin, ha querido blasonar de que se estendia su dominacion desde el golfo de Tarento hasta el Vistula, y el infortunio dǝ Kulma, producto de un error á que le ha inducido la vanidad, vuelve á descubrir que no es invulnerable. Y como observa un escritor de su nacion y apasionado suyo: «Aquellos coaligados que al abandonar el campo de batalla de Dresde se consideraban como batidos por completo, y se preguntaban tristemente si al aspirar á vencer á Napoleon acometian la empresa de luchar contra el destino, de pronto, al aspecto de Vandamme vencido y prisionero, se juzgaron

restituidos á una excelente situacion, y creyeron ver á lo menos equilibrada la balanza de la fortuna..,..,. Para ellos el no ser vencidos equivalia casi á vencer, y al revés para Napoleon equivaiia á no haber hecho cosa alguna el no aniquilar á sus adversarios.»

Así estaban las cosas en el norte de Europa, cuande en España habíamos obtenido los triunfos de Vito ria, de San Sebastian y de San Marcial. Cuando allá se vislumbraba solamente que toda la Eurora coaligada y vencida podia vencer á Napoleon, acá las huestes imperiales de Francia habian comenzado á ser arrojadas del suelo español, y el ejército anglo-hispano-portugués amenazaba penetrar en territorio francés. España se habia anticipado á Europa.

TOMO XXV.

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