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No salieron de estas Córtes, mientras permanecieron en la Isla, medidas de importancia, fuera de las que hemos indicado: parciales las más, la única puede decirse de interés y de carácter general fné el Reglamento para el gobierno y direccion del estable

cial compuesta de los señores Castanedo, Mendiola, Ledesma, Gordoa y Sombiela, para que en la sesion extraordinaria de aquella noche presentóra su dictámen so bre tan atroz suceso.

nuestra generosidad al punto que piden nuestros deberes, confundiendo á los enemigos del sistema y la Constitucion (autores en mi concepto del horrendo crimen) con los beneficios de la Constitucion misma: demos al pueblo el noble ejemplo de que sabemos preferir la observancia de las sábias instituciones à la ven

Presentóse en esto el señor Antillon, y tomando la palabra habló sustancialmente en los términos siguientes: Señor, volviendo á presentarme en este augusto Congreganza ó condigna satisfaccion que so por haberse dignado la Providencia preservar mi vida, reputo como el primero de mis deberes espresar mi grauitad, protestando de nuevo que sacrificaré gustoso mi existencia en favor de la liber tad civil y de los derechos de los ciudadanos..

En la sesion extraordinaria de la noche se leyó un oficio del secretario de Gracia y Justicia, participando que la Regencia habia ordenado al juez de primera instancia de la Isla de Leon practicára las más esquisitas diligencias eu averiguacion de los autores del erimen, y diera cuenta diaria de lɔ que adelantase. El señor Capaz propuso se dijera al gobierno que se asignara el premio de ocho inil pesos en el acto mismo, al que descubriera los agresores, y si el delator fuese cómplice se le concediera su indulto. Coutra esta proposicion hablaron con valor varios diputados, y principalmente el señor Martinez de la Rosa, que pronunció estas enérgicas palabras: «Seamos los representantes de esta nacion magnanima el modelo exacto de la rigidez de los principios sancionados: llevemos

reclama un atentado enoriae, cometido contra nuestras leyes y sagrada representacion: llene el poder judicial sus atribuciones, y sostenga el legislativo su dignidad..... Lejos de nosotros, señores, ese degradante y soez premio á un delator: la nacion libre, la nacion sábia, jamás acogió delitos: importa menos que se oculte el crimen en la oscuridad, que irle à buscar con los pértidos lazos de la capciosidad, el espionage, y la recompensa de un proce der nás horroroso acaso que el atentado con que se ha ofendido à la soberanía. Estoy seguro de que si nuestro apreciabillsimo compañero el señor Antillon se hallase entre nosotros, sería el que con mayor firmeza sostendria estos principios: los ha proclamado constantemente, los abriga en su corazon heróico, y su alma elevada es incapaz de desmentir tau dignos sentimientos.......

El señor Cepero demostró que el atentado se dirigia contra el Congreso, y que el señor Antillon

era

una víctima que se había querido inmolar en ódio de sus virtudes y amor á la pátria. «De

cimiento del Crédito público, creado por las generales y extraordinarias para consolidar y estinguir la deuda nacional reconocida por las mismas por deereto de 3 de setiembre de 1811. Constaba este reglamento de 183 artículos, bien meditados para el objeto. Verdad es que en lo fundamental poco les habian dejado que hacer las constituyentes. Preocupaba á las ordinarias la idea de trasladarse á Madrid. Así es que otra vez en 22 de octubre decretaron: «que la Regencia del reino avise al Congreso en el momento « que el estado de la salud pública y las precauciones << tomadas por las juntas de Sanidad de los pueblos « hagan practicable este tránsito.» Y como por fortuna el mejoramiento de la salud pública coincidiese con los prósperos acontecimientos de la guerra de que hemos hecho relacion, parecia llegado el caso de poderse cumplir aquel deseo, y en la sesion de 26 de noviembre se acordó suspenderlas el 29 para realizar la traslacion á Madrid y continuarlas en esta capital el 15 del próximo enero de 1814 (4),

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En su virtud, y hechos los preparativos indispensables, púsose en camino la Regencia con sus respectivas dependencias y oficinas (19 de diciembre, 1813), marchando á pequeñas jornadas y recibiendo en todos los pueblos del tránsito las más vivas demostraciones de afecto, siendo en todas partes espléndida y cariñosamente agasajada. No era fácil ni propio que los diputados marcháran en cuerpo hicieronlo separadamente, pero todos eran acogidos en las poblaciones con obsequios y muestros de satisfaccion y regocijo. Grande fué el que esperimentaron los habitantes de Madrid, al ver dentro del recinto de la capital á la Regencia del reino el dia 5 de enero de 1814. Destinósele para alojamiento el real palacio.

Dejemos ahora al gobierno español restablecido en la antigua capital de la monarquía despues de cerca de seis años de heróica lucha, á los ejércitos aliados de España en el territorio de los que habian sido nuestros invasores, para dar cuenta de lo que entretanto habia acontecido á Napoleon en su gigantesca contienda con las potencias de Europa, de cuyo éxito pendia tambien inmediata y directamente la suerte futura de España.

Napoleon, que despues del error de dejar al Aus

didas sus circunstancias, y especialmente la de haberse instalaMo en ella las Cortes generales y

extraordinarias, concederle título de ciudad con la denominacion de San Fernando.

tria convertirse de mediadora en enemiga, impuso todavía á las grandes potencias confederadas y las intimidó con la batalla y triunfo de Dresde, comenzó á alarmarse, aunque sin caer en desaliento, con cuatro batallas que sus lugartenientes habian sucesivamente perdido (1). y que equivalian y aun escedian en importancia á aquella victoria. No es estraño que comenzára á inquietarse, porque de los 360,000 hombres de tropas activas que tenia junto al Elba desde Dresde á Hamburgo al dar principio á la guerra de Alemania, sin incluir las guarniciones del Elba, del Oder y de! Vistula, ni los cuerpos de Augereau y del príncipe Eugenio destinados á Baviera é Italia, no le quedaban sino 250,000 hombres disponibles: es decir, que entre los combates, las fatigas y la desercion, que era grande, porque los aliados, especialmente los bávaros y sajones, ó se volvian vestidos de paisanos á sus casas ó se pasaban á los enemigos, habia sufrido una pérdida efectiva de már de 100,000 hombres. Con aquellos 250,000 tenia que resistir á más de 500,000 confederados, bien alimentados, provistos de todo por los pueblos, y firmes en sus banderas, como que peleaban por la independencia de sus respectivos paises y naciones, mientras que á los suyos el cansancio, el hambre y el frio tentaban á cada paso á desbandarse, especialmente á

(1) Las de Katzbach, Gross-Beeren, Kulma, y Deunewitz.

todos los que no eran franceses, insinuándose ya en Alemania lo que en escala grande habia acontecido en Rusia.

El sistema de los confederados era atacar á los generales ó lugartenientes de Napoleon, y retirarse siempre que el emperador acudia en persona á socorrerlos, fatigándole así con idas y venidas inútiles, para abrumarle después cuando le juzgáran suficientemente debilitado. Apercibido él de esta táctica, estrechó el círculo de sus operaciones, y renunciando ya á la idea de resolver de un golpe la cuestion con una sola batalla general, porque no era posible, propúsose á su vez impedir la reunion de los ejércitos aliados, é irlos batiendo sucesivamente, con cuyo plan se prometia obtener el mismo resultado, aunque algo más lentamente. Así pensaba á su regreso á la capital de Sajonia á mediados de setiembre (1813). Los soberanos confederados por su parte discurrieron poner término á la guerra con una tentativa decisiva á espalcas de Napoleon. Prevaleció entre ellos la idea de Blucher de emplear en Bohemia la reserva del general ruso Benningsen, y de que bajase así reforzado el grande ejército de los aliados hácia Leipsick, mientras él se unia á Bernadotte, à fin de pasar juntos el Elba por las cercanías de Wittenberg y subir tambien á Leipsick con los ejércitos del Norte y de Silesia.

Vióse Napoleon en la necesidad de cubrir á Leip

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