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PARTE PRIMERA

INSTITUCIONES Y LABOR

DE LA

IGLESIA ORGANIZADA

CAPITULO PRIMERO

NUESTRA MADRE SANTISIMA DE GUADALUPE

ORIENTACIONES HISTORICAS.-EXTENSION DEL CULTO SOBRE TODA LA NACION.-DIFERENTES ERMITAS Y SANTUARIOS.—LA VILLA DE GUADALUPE.-EL CERRITO Y EL POCITO.-SANTUARIOS DE NUESTRA MADRE EN PROVINCIAS.-SOBRE LOS MILAGROS.-INFORMACIONES DE 1666.-CARTAS DE LA REINA DOÑA ANA DE AUSTRIA.-EL PATRONATO DE LA CIUDAD Y DE LA NACION.-EL CABALLERO BOTURINI.—LA COLEGIATA.

BIBLIOGRAFIA ESPECIAL

AMORT, EUSEBIO.-De Revelationibus et Apparitionibus.-Venecia, 1750. ANTICOLI, ESTEBAN.-Historia de la Aparición de la Santísima Virgen de Guadalu pe.-México, 1897.

COLECCION.--Colección de Obras y Opúsculos pertenecientes a la Milagrosa Aparición de la Bellísima Imagen de Ntra. Señora de Guadalupe.

FERNANDEZ DE URIBE, J. PATRICIO.-Sermón de Ntra. Señora de Guadalupe de México.-México, 1801.

FLORENCIA, FRANCISCO.-Estrella del Norte de México.-Madrid, 1785.

MONTUFAR, ALONSO.-Información que mandó practicar con motivo de un Sermón, etc.-México, 1891.

VERA, FORTINO H.-Contestación Histórico-Crítica, etc.-Querétaro, 1892.

VERA, FORTINO H.-Informaciones sobre la Milagrosa Aparición.-Amecameca, 1889.

P

ONIENDO las cosas en su debido punto histórico y en su debido punto teológico, debemos comenzar este capítulo asentando claramente que la Virgen de Guadalupe y la devoción hácia Ella de todo el pueblo mexicano, no son, como alguien ha dicho, el alma de la Iglesia Mexicana, si con ello quieren dar a entender que sin esa Imagen veneranda no subsistiría nuestra fe; y que la material desaparición de tan preciosa reliquia determinaría la ruina irreparable de la labor católica en nuestra Patria. No hay ni verdad, ni utilidad en tales afirmaciones: el alma de la Iglesia aquí, como en cualquiera parte del orbe, es Jesucristo Dios y Señor nuestro, in quo est vita et resurrectio nostra.

Quedando la Virgen Santísima en su amable secundario puesto de mediadora, sí podemos afirmar que por Ella y bajo su precioso manto quiere Dios que se conserve la Fe Católica en México, y que su devoción venga a ser como el sello de nuestro carácter religioso así reconocido entre los fieles todos de la universal cristiandad. Por algo en las naciones extranjeras, cuando se quiere ser cortés con un mexicano decente, nada resulta tan oportuno como hablarle y preguntarle sobre la Virgen de Guadalupe. Por algo también atacan a la Virgen de Guadalupe los que quieren quitarnos el carácter nacional.

Desde que en 1531 se apareció milagrosamente en el Tepeyac hasta nuestros mismos días, no hay época interesante, ni momento crítico de nuestra historia, que no se vean iluminados por los reflejos del Tepeyac; nuestros gobiernos desde la época virreynal veían vinculado su prestigio y popularidad con su adhesión a la Virgen de Guadalupe, así como por el contrario, el apartamiento de Ella ha sido en determinados casos la inequívoca señal de gobernantes desprestigiados e inmorales.

No hay base histórica para suponer que los primeros años a raíz de la Aparición se haya contraído su culto ni a sóla la raza indígena, ni a sóla la Ciudad de México. Pocos textos hay tan claros y tan contundentes en este punto como el que en otro lugar estampamos, el de Fray Diego de Santa María, en su carta a Carlos V, fecha en México el 24 de marzo de 1575. A pesar de la poca afición que este fraile tenía a dicha devoción, por lo que ésta restaba de li

mosnas a su convento de Guadalupe de Extremadura, tuvo que confesar que: entre la gente de esta tierra (Nueva España) poco menos que todos dejaban de hacerle alguna manda en su testamento a Nuestra Señora de Guadalupe extramuros de la Ciudad de México. Lo cual, añade, se prueba por las cláusulas de los testamentos que se han hecho y hacen de aquel tiempo a esta parte. (1) Dios había querido que esta devoción fuese nacional, y la historia nos dice haberse realizado tan bondadosos designios.

La tempestad que en 1550 quiso armar Fray Francisco de Bustamante contra los sentimientos guadalupanos de las masas, parece haber servido entonces mismo para darles mayor auge y publicidad; y para tiempos posteriores cuales son los nuestros, nos dejó una prueba más de que el pueblo todo a quien él se oponía, creía verdaderamente en la Aparición y en la intervención sobrenatural para que en la tilma quedase estampada la Imagen; pues como es bien notorio, Bustamante combatía con el argumento de que la había pintado el indio Marcos. A nada vendría tal afirmación (por otra parte falsa) si solamente se tratase de impugnar una devoción: para quitar la devoción a una imagen no es razón de peso el que haya salido de pincel humano, cualquiera que sea. Traía Bustamante a colación el referido aserto porque lo que pretendía atacar era la creencia universal en que la devoción se fundaba, o sea la de la intervención sobrenatural de Dios en la pintura de la Virgen del Tepeyac.

Desde aquella época principalmente, la devoción del pueblo mexicano ha ido siempre en crecimiento.

Describirla es el tema de este capítulo. Muchos de nuestros lectores se han maravillado del silencio que sobre tema tan propio de esta obra hemos guardado en los dos tomos antecedentes de esta Historia. Obedecía tan sólo a conveniencias de método, las mismas que ahora nos llaman a reunir, haciendo centro en nuestro siglo XVIII, los elementos todos de la segunda etapa de nuestra Historia Guadalupana.

Incluímos aquí breves noticias sobre su templo patronal en el Tepeyac, los rasgos más salientes de su culto, la labor de la Iglesia y de egregios literatos en torno a la devoción nacional, que se

(1) Véase tomo II apéndices 8-10.

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