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es su situación áspera y montuosa; su temperamento inclina a cálido; sus territorios producen mucho maíz y caña dulce, manteniendo abundantes crías de toda especie de ganados; en sus sierras se han descubierto infinitos materiales de plata de cortas e inferiores leyes, y el número de sus vecindarios puede exceder de 16,000 almas.

Los primeros gobernadores, abusando de sus facultades, repartían a los indios en varias encomiendas, sin poner particular cuidado en que les enseñasen los dogmas católicos, ni el interés y comodidades de la vida racional, hasta que los religiosos franciscanos de la Provincia de Zacatecas fundaron por los años de 675 y 676, ocho misiones en distintos territorios del Nuevo Reino.

Los encomenderos no recibían tributos de sus indios; pero les obligaban con rigor a que trabajasen en sus estancias y haciendas, abandonándolos cuando no necesitaban de su servicio, para que buscasen el alimento, en los montes y sierras, donde vivían bárbaramente en su entera libertad.

De todos los insinuados graves males, y de la situación debilísima en que se hallaban las ocho referidas misiones, dió cuenta al Rey el Reverendo obispo de Guadalajara, D. Juan Santiago Garavito, después de haber hecho la visita más prolija de su diócesis.

En consecuencia se expidió real cédula de 14 de marzo de 1765, en que conformándose con lo acordado en el supremo Consejo de Indias, en vista de un juicioso dictamen muy arreglado a las leyes de la Recopilación que expuso su fiscal, y de que se incluyó copia, se dignó prevenir S. M. que oyendo el Virrey el voto consultivo del acuerdo de esta audiencia y pidiendo nuevos informes al Obispo de Guadalajara, se tomasen prontas y serias providencias para poner en el mejor estado las misiones del Nuevo Reino de León, y reducir a los indios infieles, libertando a éstos y a los ya cristianos de todo servicio personal, y que se extinguiesen para siempre las encomiendas.

Conseguida la tranquilidad de unos y otros se suprimieron las encomiendas, y arregladas las misiones se fué también logrando la secularización de algunas, pues en el año de 1767 sólo existían la de Nuestra Señora de Guadalupe, Concepción, Purificación y San Cristóbal.

En este último tiempo ejecutó la visita y revista de presidios internos el teniente general marqués de Rubí; y habiendo manifestado en su informe general, que el Nuevo Reino de León no se hallaba ya expuesto a invasiones de enemigos y que sus vecindarios

podían defenderse por sí mismos en el caso de ocurrir nuevas hostilidades, mandó S. M. en el artículo 27 de la instrucción inserta al reglamento de presidios del año de 1772, que se reformase el que existía en la ciudad de Monterrey, capital de dicho reino y que en cada una de las cuatro referidas misiones se pusiesen dos soldados salvaguardias.

En el año de 1773 comisionó el Virrey D. Antonio Bucareli al gobernador de la provincia D. Francisco Echegaray, para que acreditase el cumplimiento de lo determinado por S. M. como se verificó inmediatamente, sin otra diferencia que la de no haberse puesto los dos solados salvaguardias en la misión de Nuestra Señora de Guadalupe, que ya se había extinguido porque no tenía indio alguno.

Es cierto que cuando ejecutó su visita el teniente general, marqués de Rubí, se hallaba sosegado el Nuevo Reino de León; pero en el año de 74 empezaron a experimentar grandes hostilidades de los apaches, lipanes y mezcaleros, que no resistían los vecindarios, poniéndolos en la mayor consternación.

Se tomaron las providencias de alistarlos en compañías de milicias, de prevenir al comandante inspector de presidios D. Hugo Oconor, que las tropas de la frontra de Coahuila procurasen precaver el ingreso de los indios enemigos, y de colocar un destacamento de 25 hombres en la villa de San Juan de Horcasitas, o Punta de Lampazos.

Todo fué infructuoso, porque cada día tomaban mayor incremento las hostilidades de los apaches, y aunque en el año de 78 trató el Virrey de facilitar auxilios más eficaces poniéndose de acuerdo con el comandante general independiente de Provincias Internas, caballero de Croix, le manifestó este jefe que todas se hallaban del mismo modo hostilizadas que el Nuevo Reino de León; que era muy corto el número de tropas de su mando para ocurrir a todas partes; y por último que el débil destacamento de Punta de Lampazos no haría progresos sobre los indios enemigos.

El virrey pensó desde luego en restablecer la compañía reformada por el reglamento de presidios, no con las 23 plazas de su antigua dotación sino con la 116; pero suspendió sus providencias hasta recibir la soberana aprobación del Rey, que solicitó en carta de 27 de enero de 1779, número 4,220, y S. M. se dignó concederla por real orden de 9 de mayo del propio año.

Sin embargo, la compañía no se arregló hasta fines del de 82,

gobernando estos dominios el Virrey D. Martín de Mayorga; pero como no cesaban las hostilidades, se trató de mejorar el establecimiento de milicias, formando un cuerpo de dragones provinciales, que debió de componerse de cinco escuadrones, para que alternasen en las fatigas del servicio de frontera.

Así se determinó y puso en práctica, originándose crecidos gastos y muchas confusiones en su arreglada y legítima distribución; por lo que volviendo a correr el expediente de la materia sus perezosos trámites, concluyó en marzo de 84 con haber resuelto el Virrey D. Matías de Gálvez, que quedando existente la compañía volante de Punta de Lampazos, se levantasen otras dos, poniéndolas todas en igual respectiva fuerza de 100 plazas.

Así se mantuvieron hasta el día primero del año de 1789, en que mi antecesor D. Manuel Antonio Flores dispuso la reforma de las dos compañías de aumento, y que lo tuviesen los sueldos y haberes de los oficiales y tropa de la de Punta de Lampazos, dando cuenta al Rey de estas providencias por conducto del Sr. bailío D. Antonio Valdés, en carta número 949, de 26 de abril del año referido.

No se ha recibido real orden de aprobación y aunque el gobernador actual del Nuevo Reino D. Manuel Bahamonde, ha solicitado en repetidas representaciones el restablecimiento de las dos compañías reformadas, nunca he condescendido a sus instancias, persuadiéndome de que por ahora no hay motivo urgente para reforzar las defensas de aquella provincia, constituyendo al real erario en un nuevo gravámen de gastos, cuando me desvelo para economizarlos en todo lo posible.

Así acaba de verificarse en las misiones que existían en el mencionado Nuevo Reino, pues conformándose con fundados dictámenes del Rdo. Obispo Dr. D. Andrés Llamas de Valdés, y a pedimento del fiscal D. Ramón de Posada, se han secularizado las de la Purificación y Concepción, agregándolas al curato del valle del Pilón, distante media legua de la primera y una de la segunda, porque aquella se componía de gentes que llaman de razón, sin indio alguno, y porque el número corto de los congregados en ésta, se hallan bien reducidos y civilizados, de suerte que sólo ha quedado la de San Cristóbal de Gualiaces.

Es de antigua fundación, y de las que se arreglaron en el año de 1715, por el gobernador D. Francisco Barbadillo: dista dos y media leguas al Poniente de la villa de Linares, y como treinta al

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