Imágenes de páginas
PDF
EPUB

na policía, y como eran pocos, se avecindaron en estas provincias y, olvidando la lengua mexicana, se acomodaron á la de los naturales de ellas, como consta por tradición de los indios de esta provincia de Xalisco y lo dan á entender los nombres de los pueblos, ríos, lagunas, cerros, valles, fuentes, árboles, animales, aves y pescados, que son mexicanos, y que los naturales NO hablaban mexicano ni impusieron los nombres que hallaron nuestros españoles cuando vinieron.

Pasados dos años que estuvieron los mexicanos y sus cuatro familias en el pueblo de Siete Cuevas, les mandó marchar su ídolo, y á pocas jornadas, llegaron á un valle que llamaron Cohuatlicamac y en él estuvieron tres años, y de allí fueron á Matlahuacalam, donde estuvieron dos, y de aquí fueron á Pánuco, donde los entretuvo seis años, porque hallaron gentes y poblaciones con quienes tuvieron algunas guerras y salieron victoriosos; de Pánuco marchó con sus mexicanos á unos llanos que llamaron Chimalco, que son los valles que hoy llaman de la Puana Xuchil, Nombre de Dios, donde están los pueblos y lugares de Pipiolcomic, Chimalco, Matahuacalam, Cohuatlicamac, donde asistieron otros seis años, y de aquí fueron la vía de Sain, Fresnillo, Trujillo, Valparaiso, y llegaron á los que hoy se nombran Zacatecas, Malpaso, Villa de Jerez, y en un valle que llamaron de Tuitlán poblaron una gran ciudad, la cual cercaron de una muralla y torres fortísimas con cuatro castillos (como se verá adelante), y estas familias últimas, que fueron las mexicanas, cuando fueron á México y salieron de Tuitlán, no pasaron el río grande de Toluca, que entra en la provincia de Tzenticpac, por que le dejaron á mano derecha, á la banda de mediodía.

Después de edificada la ciudad de Tuitlán (como queda dicho) estuvieron en ella veinte años, algo menoscabados, tanto por los muchos hijos que sacrificaban al demonio, como por los andenes en que los traía, y les mandó que le sacrificasen de los indios que había en aquellos valles, por lo cual los mexicanos los guerrearon; y un día dijo el demonio á los principales. mexicanos, que convenía á su servicio conquistar los valles de Tlaltenango, Teul, Juchipila y Teocaltech, y poblarlos de los

rústicos mexicanos que traían, los cuales no hablaban la lengua mexicana tan culta y limada como ellos, para quienes tenía la tierra prometida, de la cual estaban ya cercanos. Hiciéronlo así, y habiendo conquistado la tierra, los originarios y natura Sierra. les de ella se retiraron á las serranías de Tepec, Xora y Ahuacatitlán, que ahora se llama San Pedro de Analco, y otras partes donde se hicieron fuertes, viviendo. una vida feroz y bárbara, y allanada la provincia y valle de Tlaltenango, poblaron en ella cincuenta mil villanos y rústicos mexicanos, y edificaron pueblos, y los más señalados fueron Tlaltenango, con sus alTel. deas, y Tepechitlán y el pueblo del Teul, encima de un peñol de peña tajada, que tenía una entrada y no más, y una fuente de agua, y le torrearon y fortalecieron porque le querían tener para amparo de los sucesos de guerra, y edificaron un templo suntuoso, que fué el santuario general para ellos, donde sacrifi caban todos los que prendían en ella, con que volvieron al demonio en sus andas á la ciudad de Tuitlán, donde le recibieron con grandes danzas y regocijos, y en agradecimiento de esta victoria, le sacrificaron 200 niños que habían llevado del despojo, habiendo dejado en los pueblos recien fundados, caciques y sacerdotes, y les envió de Tuitlán un gobernador general que los gobernase.

Luego les mandó el ídolo que saliesen á la conquista de Juchipila y Tlaltenango, y llevasen los villanos que habían de poblar, para lo cual salieron cien mil rústicos mexicanos sin otros guerreros, y entraron por aquellos valles donde habitaban gentes bárbaras y sin policía, talando sus sementeras de maíz y otros frutos, ejecutando contra los moradores crueldades nunca vistas, los cuales viendo el estrago se huyeron á las Barranin Cris-cas de San Cristóbal, y allí poblaron el río abajo, á donde viviewbal ron enjaulados, pasando muchas calamidades y desventuras; en

Barran

ca de

más de doscientos y noventa años fué no comer sal, sino que en lugar de ella usaban de las cenizas de palmas silvestres, y cogiéndolas las espumas que creaban, las cuajaban y les servían de sal, con que paladeaban el gusto, hasta que nuestros españoles los conquistaron.

Quedaron los rústicos mexicanos en pacífica posesión de esta provincia, y fundaron la ciudad de Juchipila, que quiere decir flor de señores ó caballeros, y luego edificaron templos para la adoración de su dios (unque con reconocimiento al templo del Teutl); poblaron también los pueblos de Tenango, Jalpa, Mecatonasco, Toyaua, Apozol, Mezquituta, Moyaux, Cuixpalam y otros pueblos muchísimos, y pusieron gobernadores y caciques, mandando el demonio que de los primeros niños que naciesen le sacrificasen doscientos.

Acabada esta conquista, fueron á la del valle de Teocaltech, que estaba poblado de una nación de indios belicosos llamados tequexes, y así para darles guerra, se armaron con mayor prevención, y el demonio se puso una cota que llamaron los mexicanos ichcahueypili, morrión de plumas, alfange de pedernal, con arco y flechas en la mano; carcaj por la espalda que caía sobre el hombro izquierdo, sandalia de piel de venado adobado, calzón ancho de algodón teñido de varios colores, arregazado hasta la mitad del muslo, embijado el rostro con almagre, tinta negra y yeso, y en la mano una rodela de nequen aforrada de plumería pequeña, pendientes de la orla ramilletes de plumas de papagayos y guacamayas, y de este traje usaron en las guerras desde este día los capitanes y gente principal de los mexicanos. La demás gente llevaba unos arcos y flechas, otros hondas, dardos, macanas, alfanjes de pedernal y avajas, y de esta suerte llegaron á las puertas y pasos de Teocaltech donde los esperaban los zacatecos, huachichiles y tequexes para resistirles la entrada, y habiéndose trabado una sangrienta batalla, vencieron los mexicanos, y los contrarios, huyendo de su rigor y desamparando sus rancherías y patria, se retiraron á los montes y quebradas arrimadas al Río Grande que viene de Toluca, y luego el demonio hizo poblar el pueblo de Nochistián y edificar templo en un peñol rodeado de agua, donde le ofrecieron los sacrificios que les había mandado, y luego marchó el campo, y á cinco leguas pobló á Teocaltech y erigieron otro templo á su ídolo Huitzilopuchtli (Teocaltech quiere decir pueblo edificado junto al Santuario). Después de esto,

pasó á adelante á donde están aún poblados los pueblos de Mitic, Jalostotitlán, Mezticacán, Yahualica, Tlacotián, Teocaltitlán, Ixtlahuacán, Coacoalaocotic, Acatic, que eran de la nación tequexe, y escaparon de la rota de Teocaltech y se defendieron, no atreviéndose los mexicanos á pelear con ellos, y sustentaron la guerra con los mexicanos villanos y tochos más de doscientos y sesenta años, hasta que vinieron los españoles y asentaron paz.

Habiendo asentado sus poblaciones y puesto altar y sacerdotes en sus templos, rogaban los mexicanos á su ídolo los sacase de tantos trabajos y los llevase donde les había prometido, pues los rústicos quedaban ya acomodados, y el demonio les respondió que su deseo había sido siempre mejorarlas á tọdas las otras naciones que habían salido del Septentrión y que sus confederados quedasen acomodados, y que las familias que iban caminando adelante buscasen puestos agradables á sus viviendas con su ayuda, como lo habían hecho, y que claro estaba que pues ellos eran la familia á quien más amaba, que había de ser la más acomoda y favorecida. Luego les trató de la salida el demonio, y encargó á los rúst cos y tochos mexica nos conquistasen todas las naciones circunvecinas, y no pudiendo ellos extenderse por ser los tequexes 'zacatecos muy valientes, salió el demonio ordenando las jornadas y estancias y caminó hacia la parte del Oriente con muchas guiñadas y rodeos hacia la provincia de los tarascos á quien nombraron Michoacán. Entró por los Huáscatos, Pénjamo, Numarán y Conguripo, hasta dar vista á la laguna de Tzintzontzan, á donde fueron sin contradicción alguna recibidos de los tarascos, y el ídolo les hizo amigos é hicieron una fiesta á su concordia, y entonces dijo el demonio á los mexicanos que si querían quedarse en aquella provincía, y respondieron que no, porque era destemplada y montuosa.

Estuvieron en esta provincia dos años, con el tarascos, á los cuales se les pegó la idolatría que

cariño de los

hasta allí no

la habían usado. Estando en esto dijo el demonio á los mexicanos que convenía que se apartasen algunos, los más políti

cos, y se hiciese de ellos una familia para que quedase con los tarascos sus amigos, que por ser gente inculta tenía necesidad de quien les enseñase en el gobierno de la república y en el culto de la idolatría, y pareciéndoles bien, nombraron por caci que y señor á un indio mexicano noble y de gran talento, llamado Tzilantzi, el cual, con los de su familia, poblaron la ciudad de Huitzitzila, que ahora se llama Tzintzontzan, adornándola de muy fuertes vistosos edificios, y quedaron tan confederados los mexicanos y tarascos, que nunca tuvieron disgusto, antes los mexicanos olvidaron su lenguaje y de este cacique Tzilantzi descendieron los señores y reyes de Michoacán.

Asentado lo de Michoacán, ordenó el demonio que los mexicanos que habían de pasar adelante, saliesen de Tzintzontzan, y atravesaran por los puertos de Zurirapanduro, Cuitzeo, Acámbaro y Coroneo á dar vista á Chiapa, y de aquí fueron en busca de las demás familias, que se habían adelantado, como queda dicho, y haber entrado por Tierra Caliente las primeras familias que salieron, contrayendo amistad y parentescos con las naciones y pueblos que encontraban, y haciendo asiento entre ellos se vinieron á hacer todos unos en el lenguaje y trato, y de aquí quedó tener todos los pueblos, cerros y plantas nombres mexicanos, y á los pueblos que no los querían recibir, daban cruda guerra. Estos vinieron por lo de Xalisco y corrieron hacia el Valle de Banderas, Ahuacatlán y Jala, de esta parte del Río Grande, provincia de Tonalán, y todo lo que hay hasta Colima y de allí adelante, y cuando al demonio le pareció que ya era tiempo, ó á los tres demonios que guiaban las tres familias, les hizo marchar hasta las lagunas de México, donde poblaron, quedándose entre los naturales muchos de los que aquí habían nacido, otros por viejos ó enfermos ó impedidos, y otros por haber tomado amor á la tierra.

Todas las familias que vinieron de las partes septentrionales, se llamaron aztecas, por haber venido de la provincia de Aztatlán que cae entre el Norte y el Poniente, provincia grande, y se presume que para venir á esta tierra, pasaron el estrecho de Anian, y que la provincia de Aztatlán queda de la otra

« AnteriorContinuar »