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gel, donde sirvió á su majestad, y tuvo algunos encuentros sobre dar consejo acerca de la ganada de aquella ciudad, porque le dijeron que si pensaba que aquella guerra era con indios. desnudos de la Nueva España, á que respondió: "Un indio de ellos basta para pelear con seis vestidos de los de España."

Antes de ir á España, el marqués había enviado una armada á buscar la isla de la Especiería, en que gastó muchos dineros en la nueva navegación y murieron muchos soldados, y los que quedaron murieron presos en Malaca, donde desembarcaron, á manos de los portugueses, y había enviado orden á Francisco Cortés de San Buena Ventura, su primo, Alcalde mayor de Colima, para que fuese á descubrir y conquistar el reino de Xalisco, enviándole título de capitán general, como queda dicho.

Encontráronse también Nuño de Guzmán y los oidores con el Sr. Obispo Fray Juan de Zumárraga, sobre que se les oponía á sus tiranías que hacían, habiendo quedado él y los oidores absolutos en el gobierno, ostentando el oficio con desprecio de la gente más lucida y noble de la ciudad de México, por ser del séquito de Don Fernando Cortés, haciéndose aborrecibles á los españoles y naturales. Nuño de Guzmán, que pretendía el gobierno para sí, y procuraba enviar informes contra el marqués, por ver que estaba en España, y particularmente el Sr. Obispo se le oponía, por la venta y esclavitud de los indios, y sobre ello le levantaron tantos testimonios y dijeron tantas cosas de él y de los religiosos, que también se le oponían, que le obligaron á ir á España, como fué, y queriendo renunciar el obispado, no se le aceptó, antes fué electo en arzobispo, y con los informes que hizo y papeles que llevó, de los procedimientos de los oidores, se mandó quitar la audiencia que había enviado á pedir no volviese Fernando Cortés á la Nueva España, y fué de mucha importancia su ida para el marqués, porque con ella se mejoraron sus causas, y le hizo el emperador grandes agasajos y mercedes, nombrándolo capitán general de la Nueva España y de las provincias y costas del mar del Sur, y descubridor y poblador de la mis

1528.

ma costa, con la veintena parte de lo que ganase, quitándole el gobierno de México, para que no entendiesen los conquistadores que se les debía de derecho. Con esto volvió el marqués, y cuando más descuidados estaban, llegó nueva á Mexico, que había desembarcado en la Veracruz, á los 15 de Julio del año de 1530.

Año de Lo que más echó á perder á los oidores, fué que así que se fué el marqués á España, en seg uimiento de sus causas, quedó Nuño de Guzmán tan señor absoluto, tan soberbio, y hinchado y justiciero, y con tanta potestad, que espantaba á todala Nueva España, y con la autoridad de presidente, mandaba á todas las gobernaciones, sin saber lo que había en ellas; y también la demasiada licencia que daba para herrar indios por esclavos, pues él sólo cuando estaba en Pánuco (que es la Huasteca), á muchos indios dió cruda muerte, y á los que dejó con vida, vendió, y fueron tantos, que casi de los que vendieron, despoblaron aquella provincia, y los envió á vender á otras partes, cargando de esta mercaduría muchos navíos, haciendo tal barata de ellos, que daba ochenta indios por una yegua, y uno solo por un queso, y llegó á tanto su tiranía, que estando en México, á los ojos del Sr. Fray Juan de Zumárraga (primer obispo de aquella ciudad y protector de los indios), el cual predicaba contra él, jugó de una sentada cuatrocientos, y para haberlos de pagar, envió por ellos á la provincia de Pánuco, que gobernaba, y muchas veces, para cojerlos, aguardaba que los religiosos los juntasen y metiesen en la iglesia para predicarles y bautizarlos, y de allí los sacaba y los herraba por esclavos para entregarlos á los que en el juego los habían ganado, con harta aflicción del santo protector y de los pobres religiosos, que lo vían sin poderlo remediar. Así lo dice la historia de Santiago de la provincia de México, de la orden de predicadores, libro I, cap. 100 y 101, y el obispo de Chiapa, en el tratado de la Destrucción de las Indias, y de Pánuco y Xalisco; y no sólo eso, sino que Nuño de Guzmán, para que le tuviesen por franco, envió al contador Albornoz, que había poco que había venido de España, casado con Doña Catalina de Loaiza, una cé

dula de un pueblo, que se dice Huaxpaltepec, y hacía estas y otras franquezas y muchas molestias á Cortés y á los suyos, perdiendo el respeto al santo obispo Don Fray Juan de Zumárraga y á todos los religiosos franciscanos, porque se le oponían á sus maldades; y el Lic. Delgadillo hacía dar indios á personas que le acudían con cierta renta, haciendo compañías, y por haber puesto á un hermano suyo que se llamaba Berrio, por alcalde mayor en la villa de Oaxaca, el cual hacía muchos agravios á los vecinos, y usaba de muchas tiranías, recibiendo cohechos, y también había nombrado por teniente otro que se decía Delgadillo como él, en la villa de los zapotecas, el cual también hacía injusticias y se dejaba cohechar, y cometieron tan grandes maldades, tantos pecados, tantas crueldades, robos y abominaciones, que no se podrán creer, poniendo toda aquella tierra en la última desesperación, en tanto grado, que si Dios no les atajara con la resistencia de los religiosos de San Francisco, en dos años dejaran la Nueva España despoblada, como está la isla española; y hubo hombre que para cercar de pared una gran huerta suya, traía ochocientos indios trabajando sin pagarles ni darles de comer, y con la mucha hambre y trabajo, súbitamente se caían muertos, sin que á él se le diese nada por ello. También derribó Nuño de Guzmán la ermita de San Lázaro, donde se curaban los enfermos, para hacer casa para sí, y se dice que sacó seis mil pesos de la caja real, sin otras mil maldades. Llegó la noticia de estas maldades á su majestad por las probanzas y cartas que enviaron los prelados y religiosos, y habiéndolas visto el real consejo de las Indias, mandó quitar luego toda la audiencia sin dilación, y que fuesen castigados y puesto otro presidente y oidores, que fuesen de ciencia y conciencia para hacer justicia.

CAPÍTULO XXV.

En que se trata cómo su majestad envió la segunda Audiencia á México, informado de los
malos procedimientos de la primera.

Año de

1528.

Fué orden de su majestad al oidor Matienzo, que por ser ya viejo tenía menos cargos y fué tenido por mejor juez que los otros, para que fuese á la Provincia de Pánuco á saber que tantos mil esclavos se habían herrado, y se dieron por nulas las cédulas que se habían despachado para herrar esclavos, mandando consumir todos los hierros con que se herraban, y que para lo de adelante no se hiciesen más esclavos, y que se hiciese memoria de los que había en toda la Nueva España, para que ni se vendiesen, ni sacasen de una provincia á otras, y que todos los repartimientos y encomiendas de indios que habían dado Nuño de Guzmán y los oidores á sus parientes, amigos y paniaguados, ó á otras personas sin méritos, se los quitasen luego, sin ser más oídos, y se diesen á las personas que había mandado su majestad.

Habiendo llegado esta nueva á México, y que quitaban toda la Audiencia, hubo muchos pleitos y debates sobre el quitar los indios de encomienda que les habían dado Nuño de Guzmán y los oidores. Algunos alegaban ser conquistadores sin serlo, y otros á este tonor, en que hubo harto quehacer, y á unos se las quitaron y otros se quedaron con ellas. Viendo esto Nuño de Guzmán, Delgadillo y Matienzo, procuraron el remedio enviando procuradores á España, para que abonasen sus cosas con informaciones que hicieron á su propósito, para lo cual hicieron juntar en la iglesia mayor de México, todos los procuradores que tenían poder de las ciudades y villas, que se hallaban en aquella ciudad, y juntamente algunos conquistadores de cuenta, y querían que fuese por procurador á Castilla el factor Salazar,

porque aunque Nuño de Guzmán y los oidores Matienzo y Delgadillo, hacían tales cosas como quedan referidas, todavía los conquistadores no los querían mal, porque les daban de los indios que vacaban, con que creyeron sería electo el factor Salazar, que era el que ellos deseaban; pero juntos en la iglesia, hubo tantas voces y gritería, que no se podían valer, y particularmente de muchas personas que no fueron llamadas y se entraron en la iglesia por fuerza, y aunque les mandaban salir de ella, no querían ni callar, tanto que SE obligó á los que habían de elegir, á irse al presidente y oidores, y decirles que lo dejasen para otro día, y que mejor era que se hiciese en casa del presidente, donde fueron y eligieron dos personas, una por parte de los oidores, que fué Antonio de Carabajal, capitán que había sido de bergantines, y otra por la parte de Cortés, que fué Bernardino Vásquez de Tapia. Elegidos, pues, ya, hubo otras contiendas y alborotos sobre los capítulos que habían de llevar; el presidente y oidores decían que convenía al servicio de Dios y de S. M., que Cortés no volviese á la Nueva España, porque estando en ella, siempre habría contiendas y alborotos, y que acaso se alzaría con ella, y todos los más de los procuradores, contradecían diciendo, que era muy gran servidor de S. M. y muy leal vasallo.

Llegó en esta ocasión á México el capitán Don Pedro de Alvarado, que venía de España con hábito de Santiago, y venía casado con Doña Francisca de la Cueva, la cual, así que llegó á la Veracruz, murió, y venía nombrado por gobernador y adelantado de Guatemala, y fué con mucho luto él y sus criados, y habiendo entendido los capítulos que enviaba el presidente y oidores contra Cortés, dióse orden que el mismo adelantado con los procuradores, escribiese á S. M. todo lo que los oidores intentaban, y habiendo llegado los procuradores á España, conociendo los señores del Real Consejo que todo iba guiado con pasión contra Cortés, no quisieron hacer cosa que fuese en favor de Nuño de Guzmán y de los oidores, sino que se cumpliese lo mandado, y que de hecho les quitasen los oficios.

En el interin, el Lic. Nuño de Guzmán lo quería gobernar

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