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gando al tercer ángulo, junto al que fué convento de PP. franciscos, tiene 44 pies de elevacion en el pilar doble, y 973 de longitud. En esta parte del acueducto están los arcos que se reedificaron á los principios del reinado de doña Isabel la Católica, por un fraile del convento de Peral, llamado Pedro de Meza; los arcos reedificados fueron treinta y cinco, y la obra se hizo con tal perfeccion, que hoy apenas se distinguen de los antiguos. Es verdaderamente un esfuerzo del arte la obra de este ángulo, pues el pilar que lo forma hace una curva, con la que varía la direccion del acueducto de S. á N., con una pequeñísima inclinacion al 0. Tiene 22 pies de frente, y 44 de elevacion. Aqui es donde principian los dos admirables órdenes de arcos, presentando la obra toda su grandeza, y sigue hasta la muralla, por donde entra el acueducto en la ciudad. En el primer órden hay 43 arcos, y el primero está destruido hace muchos años; en el segundo hay 47, y la elevacion es proporcionada al declive ó inclinacion que toma el cerro, para descender á la plaza del Azoguejo, y el que vuelve á tomar desde aqui para subir á la muralla. En el arco por donde se entra á la calle de San Antolin, tienen los pilares 91 pies de elevacion, y en dicha plaza del Azoguejo, que es el sitio de la mayor altura, 102: desde San Francisco hasta la muralla, donde se ha conservado enteramente la obra antigua, hay 386 pies de longitud, y la total estension del acueducto es de 2,920 con 114 arcos en el primer órden, y 47 en el segundo. El grueso de los pilares es de 11 pies por los costados y 8 de frente, y sus cimientos están á la profundidad de 14 pies. Para que el agua tuviese movimiento mas acelerado dieron sus artifices á toda la obra un declive de un pie por cada ciento de longitud, de manera que desde el punto de la Caseta hasta el último arco hay 29 pies de declinacion, y asi es que camina el agua con bastante rapidez. Los lechos de las piedras entre sí tienen tan exacta union, que parece incomprensible cómo pudieron juntarse unas á otras tan estrechamente, no teniendo trabazon de hierro, argamasa ni cal ó arena que formen mezcla, y es cierto que ninguna obra de semejante antigüedad se ha conservado tan bien, llenando el objeto á que fué destinada.

Ya has oido, añadí dirigiéndome á Mauricio, la historia, ó mejor dicho, la descripcion del acueducto de Segovia; pero mi amigo no oia nada, porque estaba durmiendo profundamente. Para auxiliar mi narracion, había yo sacado unos apuntes que llevaba en la cartera y que tomé en una romería que hice estando de temporada en la Granja. Ocupado con los papeles no habia fijado la atencion en Mauricio, y éste mientras tanto se quedó dormido. Casi estuve por enfadarme y me preparaba á despertarle en castigo del desacato, cuando repentinamente se paró el carruage y oí echar ternos á nuestro buen Sandia. Mauricio despertó con el ruido y la falta

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de movimiento; preguntamos algo inquietos la causa de la detencion y supimos con dolor que se habia roto un tirante, y como solo llevaba el calesero de prevencion para estos casos un pedazo de soga de esparto que no podia resistir el tiro, estando nosotros montados, tuvimos que echar pié á tierra y resignarnos á andar media legua que faltaba hasta Santa María de Nieva; y esto á las doce del dia y con un calor de 30 grados!...

CAPITULO XIX.

Segovia y su Alcázar.

Ya eran mas de las nueve de la noche, cuando divisamos de lejos las luces que ardian en las habitaciones de la ciudad de Segovia, con el mismo placer que el navegante descubre el faro del puerto, despues de una larga y penosa travesía. Nos alojamos en un meson de la plaza, que Sandía nos aseguró era el mejor, y aunque indudablemente nuestro calesero dijo en esto la verdad, declaro aqui, que la tal posada es una de las peores, entre las muchísimas detestables de que abunda nuestra España. Mala habitacion, pésima cena, infames camas, y luego tal abundancia de asquerosos huéspedes en ellas, que tuvimos que adoptar el partido de pasar la noche sentados en una silla, á pesar del cansancio consiguiente al dia tan incómodo que habíamos llevado. Por tin amaneció, no tan pronto como hubiéramos querido, y dimos con nuestros cuerpos en la calle, cuando mas de las cuatro quintas partes de segovianos, estaban aun entregados á las delicias de Morfeo.

Al bajar la escalera, nos encontramos con la dueña del meson, que salia de uno, que supongo seria su cuarto, á medio vestir y á medio despertar, y con aire de importancia, como quien está satisfecho de su obra, manifestando al mismo tiempo cierta estrañeza de vernos de pie, nos preguntó:

-¿Cómo tan temprano? ¿Van vds. á marchar ya?

-No señora, le contesté, vamos á dar un paseo por la ciudad.

-Pues para eso, replicó, tiempo tenian vds. sin necesidad de madrugar

tanto.

-Es que no hemos madrugado, dijo Mauricio.

-¡Que no han madrugado vds!... pues si no han dado aun las cuatro!,,

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-No hemos madrugado, prosiguió mi amigo, por la sencilla razon de que no hemos dormido.

-¡Jesus María!... con unas camas tan ricas, y unas sábanas de vivero sin estrenar, que dan envidia....

-Pase por las sábanas de vivero, señora, la dije yo, pero los huéspedes...

-¡Si no hay mas huéspedes que vds!... Como no sea que el mozo de mulas haya hecho ruido........... y eso que se lo encargué, pero estos mozos

son.....

-No señora, no se trata del mozo, interrumpió Mauricio con viveza, sino de que las camas están inundadas de...

-Dejemos ya eso, añadi yo para cortar la conversacion, y que nos indique esta señora, que no dejará de saberlo, lo mas notable que hay que ver en Segovia.

-Miren vds., lo que mas tiene que ver en Segovia para mi gusto, es un dia de mercado; y viene perfectamente, porque mañana es jueves, y lo hay; se pone esta plaza de vendedores!... y muy barato... La semana pasada compré yo una pieza de lienzo en...

Mauricio habia echado á correr, y yo le seguí antes que la buena posadera acabara la frase, sin poder contener la risa al verlo tan enfadado. -Si das en tomar asi estas cosas, le dije cuando nos reunimos, volvámonos á Madrid, que á tiempo estamos, porque te advierto que lo ocurrido hasta ahora no es nada en comparacion de lo que nos acontecerá, si llevamos á término nuestro plan.

Mi amigo me prometió la enmienda, y nos hallábamos en medio de la plaza, contemplando la fachada de las casas consistoriales, que es muy linda, con diez columnas dóricas, un balcon corrido sobre la cornisa, y dos torres cuadradas en los estremos, todo de buen efecto, cuando un hombre ya entrado en años, de pequeña estatura, rostro alegre y peluca rubia, se plantó delante de nosotros, y fijó sus ojos vivos y chiquitillos en Mauricio, como quien quiere reconocer á un antiguo camarada. -Si; decia entre dientes el recien llegado; el córte de cara, y el pelo, y..... Es vd. el hijo de don Prudencio Salazar? esclamó por fin.

-El mismo soy, contestó mi amigo.

-¡Y no me conoce vd.! ¿No se acuerda ya de Ferrer, el que en el memorable Dos de Mayo de 1808 libró la vida á su padre, cuando lo iban á fusilar los franceses en el patio del Buen Retiro en Madrid?

-De nada de eso me acuerdo, porque el año 1808 no habia yo nacido todavía; pero se acuerda mi padre, á quien lo he oido referir muchas veces, y sé por él que le hizo vd. uno de esos servicios que no es posible

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