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plan tuvo cumplido efecto. Apenas acabada la cena, pagaron la cuenta, pidieron las caballerías, y partieron dando por motivo que tenian que llegar antes del dia á Aranda. No habia pasado media hora, cuando entró en la posada Cisneros; iba sin comitiva; pero no obstante el meson se alborotó como era consiguiente; se le preparó el mejor cuarto, y se aprovecharon todas las viandas para presentarle una cena lo mas decente posible. La trucha figuraba en primer término, porque la aficion del cardenal á este plato . era proverbial en toda Castilla. Cisneros cenó solo la trucha entera, y en seguida se acostó tranquilamente.

A los pocos minutos entraron en el meson dos frailes franciscos, y despues de preguntar el uno de ellos, que parecia superior, con visible ansiedad por el cardenal, se dirigió á su estancia todo azorado.

-¡Señor! ¡señor! le dijo casi sin aliento. ¿Habeis cenado alguna trucha? -Si, una.

—¡Infeliz de vos!

-¿Por qué, padre Marquina? ¿Qué motivo hay para tales esclamaciones? -Hace pocos instantes, señor, que viniendo à vuestro encuentro por el camino de Madrid, con otro religioso que me acompaña, hallamos un hombre que iha como de este pueblo, ginete en una gran mula y oculto con un sombrero de anchas alas y una capa negra. Al emparejar con nosotros se paró y nos dijo: «Padres, si van á ver al cardenal, dénse prisa á ver si »pueden llegar antes que cene, y díganle que no pruebe de una gran trucha »que le presentarán, porque contiene un veneno lento, pero muy eficaz; y >>si llegan despues de cenar, que disponga su alma, pues es muy probable »que no pueda resistir la fuerza del veneno.»

El cardenal se incorporó en el lecho al oir estas palabras; llevó la mano al corazon, y permaneció algunos instantes silencioso y pensativo. Despues, dejándose caer lentamente: «Padre, dijo el franciscano, si algo »>de esto hay, antes de ahora estoy envenenado, porque en Madrid recibí >> unas cartas de Bélgica, y me pareció que me entraba el veneno por los »ojos, y desde entonces comencé à enfermar de un modo notable (1).»

Desde esta noche fatal, Cisneros no tuvo un dia bueno, y á poco tiempo empezó á echar materia hasta por los oidos: tres meses mas tarde pronunció en Roa estas palabras: In te Domine esperavi, que fueron las últimas de su vida.

Tal es el modo, señores, como á mí me han referido este suceso, dijo el anciano. Por mas que repugne creer que un hermano atente contra la

(1) Todo este pasage lo refieren testualmente algunos historiadores.

vida de su hermano, no solo la tradicion sino la historia, nos asegura que Bernardino lo hizo tres veces con el Cardenal, sin que su ódio á lo que entiendo esté bastante justificado.»

Hacia ya un gran rato que nos habian avisado que estaba dispuesta la comida; nos sentamos á la mesa, y la hicimos los honores por completo sin tomar en cuenta la calidad de los manjares, porque el apetito suple á todo. Acto continuo y sin detenernos, montamos en el coche, despues de despedirnos cariñosamente del buen viejo que nos habia acompanado todo el tiempo, y cuya instruccion poco comun nos tenia sorprendidos. El por su parte, nos rogó que si á la vuelta de nuestro viage, cuyo objeto le habiamos indicado, pasábamos por Boceguillas, nos detuviésemos siquiera una noche para referirle algo de lo que hubiésemos visto, y asi se lo prometimos con la mejor voluntad.

CAPITULO III.

Aranda, Coruña y Clunia.

Desde Boceguillas á Aranda, nada nos ocurrió que merezca referirse. Este último pueblo, cuya fundacion se atribuye á los romanos, suponiendo que es la antigua Confluenta, que el geógrafo Tolomeo designa entre las ciudades de los Arevacos, se halla situado á la márgen derecha del Duero en un terrazo elevado para que no puedan nunca ofenderle las avenidas del rio. Circúndanlo por todas partes vegas fértiles de pan-llevar y viñedo, y ademas del Duero le riegan por Oriente y Occidente otros rios de menor caudal, el Bañuelas y el Arandilla, que vienen allí á confluir con el primero, uno de la parte arriba y otro de la de abajo, casi á igual distancia de un sólido puente de piedra, que da ingreso á la villa. Fué poblacion de mucha importancia, aun despues de entronizada la poderosa dinastía austriaca; pero en el dia está en un estado verdaderamente lastimoso, no obstante su privilegiada posicion y la ventaja de atravesar por ella la carretera de Francia. Como prueba de su antiguo esplendor, diremos que en Aranda residieron diferentes veces los reyes Católicos, y el cardenal Cisneros, gobernador del reino. Felipe II, siéndolo tambien por ausencia de su padre, cuando unidas las coronas de Aragon y de Castilla, y engrandecidas ambas con los heredamientos de la casa de Austria y con el descubrimiento de un nuevo mundo, se estendia el imperio español por cuanto el sol alumbra, estableció

por tiempo de dos años su córte en Aranda, con los tribunales supremos del reino. Alli se hallaba tambien Felipe IV, cuando le sobrevino una enfermedad que puso en riesgo su vida: alli la primera muger de Felipe V, cuando en abril de 1707 recibió la nueva de la victoria de Almansa, que decidió la guerra de sucesion, asegurando á su esposo y á la dinastía de los Borbones la corona de España; y de alli, en fin, partió en este mismo siglo el emperador Napoleon para Madrid, el 28 de noviembre de 1808. Tales son los hechos histericos mas notables, relativos á la poblacion que vamos á visitar.

Serian las cinco de la tarde, cuando paramos á la puerta de la posada en la plaza que llaman del Palacio, y al punto nos vimos acometidos por una turba de mendigos de asqueroso y repugnante aspecto que nos asediaron importunándonos con sus estudiados clamores, sin permitirnos dar un paso; esta escena que se repite con todos los viageros de cualquiera clase ó condicion que sean, unida á la mala vista y esterior ruinoso de las mas de las casas, y á sus calles tortuosas y mal empedradas, hacen que al pronto se forme de Aranda una idea mas desventajosa todavía de lo que es en realidad.

Mauricio quedó al cuidado del equipage, mientras yo busqué un mozo que avisase mi llegada á un antiguo amigo llamado don Félix Arias, que hace tiempo reside en esta villa con su familia, y á quien tenia precision de ver para arreglar algunos asuntos de interés; por esta circunstancia y por el deseo de visitar las ruinas de Clunia que distan cinco leguas, habia dispuesto que nos detuviésemos dos ó tres dias en Aranda.

Poco se hizo esperar Arias, y como era consiguiente, nos llevó á hospedar á su casa, donde por cierto estuvimos con mas comodidades, que lo que era de presumir, atendido al esterior de la poblacion. Al siguiente dia por la mañana, nos acompañó á visitarla, empezando por la iglesia parroquial de Santa Maria, que es lo mejor que hay que ver en ella, en punto á bellas artes. Es un templo de singular mérito, de estilo gótico florido, y de la época de los reyes Católicos, compuesto de tres naves bien compartidas, un crucero, capilla mayor y coro alto; todo de elegantes formas y arregladas proporciones. Está construido desde los cimientos á las claves, de granito amarillento, bastante duro para resistir sin descomponerse, la accion de la atmósfera y las injurias del tiempo; la fachada de Oriente donde se halla la puerta de uso general, está cargada de calados, frisos, medallones y filigranas, labradas con todo el primor de la mejor arquitectura gótica, coronándola unas torrecillas piramidales, con cresteria y balaustre del mismo estilo y de brillante efecto. En este frente están colocadas las armas reales, y juntamente los escudos de la villa y del obispo Fonseca, sin duda por la parte con que cada uno contribuyó á los gastos de la fábrica.

Desde la parroquia de Santa María, fuimos á la otra iglesia parroquial tambien, llamada de San Juan Bautista. Es mas antigua, y de género gótico como la primera, pero no de su mérito y capacidad. En ella se celebró un concilio en el año 1474, presidido por el arzobispo de Toledo, don Alonso Carrillo.

Hubo en Aranda otros dos buenos templos, pertenecientes á dos conventos de religiosos franciscanos y dominicos, pero ambos desaparecieron con la guerra de la independencia, lo mismo que una casa-palacio edificada por el señor Calderon, obispo de Osma, que su sucesor el señor Eleta habia destinado para establecimiento de niños espósitos, cuyo pensamiento no llegó á realizarse por las revueltas de los tiempos: en el dia solo existen las paredes esteriores con sus balcones y torres formando la fachada de la parte del Norte de la plaza que llaman del Palacio, por donde atraviesa la carretera. Perdió tambien la villa de Aranda en la guerra de la independencia un arrabal entero, habitado por mas de doscientas familias, que estaba situado en la otra parte del rio, á la entrada del puente, por el camino de Madrid. El comandante francés que guarnecia el fuerte de Santo Domingo, redujo á cenizas el citado arrabal, para impedir en el caso de ser atacado por las tropas españolas, que tuviesen estas donde guarecerse. Con tan bárbaro proceder, sumió en la indigencia á un sin número de personas, que aun hoy lloran los efectos de aquel acto de vandalismo.

-Han visto vds., nos dijo don Félix, de cuya boca oíamos estos pormenores, lo único que hay que ver en Aranda. Solo me resta enseñarles, no como objeto artístico, sino como curiosidad industrial, alguna de las muchas bodegas que tenemos aqui, pues la riqueza de este pueblo, la constituye en su mayor parte el vino.

Llegamos á la Plaza Mayor, cuya figura es irregular, muy semejante á la de un ataud, sin mas particularidad que un ancho soportal en la fachada del Norte que sirve de paseo en todos tiempos y de punto de reunion perenne para los ociosos. Don Félix nos entró en una de las casas mas principales de esta misma plaza y nos enseñaron la bodega, en que aparte de una gran porcion de cubas desde ciento á trescientas arrobas de cabida, nada mas ví que escitase mi curiosidad; pero el dueño, con todo el entusiasmo de un propietario, despues de darnos cuenta circunstanciada de la edad del vino encerrado en cada cuba, sin perdonar la mas pequeña, nos dijo que el mérito de las bodegas, consiste en que están cavadas en terreno compuesto de una greda arenosa tan pura, que evita las filtraciones del agua y hace que no se necesiten bóvedas ni arcos para su sostenimiento. La cosa á la verdad, no merecia la pena del tiempo que perdimos; pero considerando que los cosecheros de Aranda cifran la vanidad en su vino y en sus bodegas, nos ma

nifestamos sorprendidos y casi admirados de lo que en el fondo nada tiene de particular, y asi logramos que todo el mundo quedase satisfecho.

Al otro dia á las cinco de la mañana, caminábamos á caballo por la orilla derecha del Arandilla con direccion á Clunia, atravesando vegas fértiles plantadas en gran parte de viñas, y circundadas de colinas dedicadas á pasto y monte. A las tres horas ó algo mas de camino, llegamos al pueblo que da nombre al rio, desde el cual mirando hácia el Este en una meseta elevada, que enseñorea todo aquel valle, con la melancólica ternura que inspiran. los recuerdos de antigua grandeza postrada y abatida por la dura mano del tiempo, ó por las devastaciones de los hombres, pudimos esclamar como el proscrito de Troya: vidi campos ubi Clunia fuit; porque se descubre el sitio donde descolló esa Clunia de quien hacen tan honorífica mencion los historiadores romanos, que mereció todas las altas distinciones, y gozar de las prerogativas que esta soberbia nacion otorgaba á pocas pero señaladas ciudades.

Seguimos sin detenernos hasta media legua mas adelante, que se llega á Coruña del Conde, ó Cruña, como la llaman sus naturales, por corrupcion de Clunia, cuyas ruinas le caen cercanas. Tiene su asiento este pueblo á la márgen derecha del Arandilla al pie de una colina rebajada, que prolongándose un poco intesta con la base del cerro donde estuvo la poblacion romana. Descuella sobre el estremo occidental de la enunciada colina, dominando la villa, un antiguo castillo á medio arruinar, de mucha solidez y consistencia, obra militar importante de la edad media en que se fundó. Tiene sus torres y cubos, muralla, foso y barbacana, todo de cal y canto, con revestimiento de cantería, cuyas obras no ha destruido el tiempo, sino el abandono y el poco respeto con que han sido tratadas por los habitantes. El caserio de Coruña, su iglesia parroquial, que es espaciosa, las casas consistoriales, el castillo y los antiguos muros, fueron todos construidos con materiales sacados de los escombros de Clunia, como se infiere por la multitud de piedras labradas, por las inscripciones y dedicaciones que se leen en las paredes de dichos edificios, y por los fragmentos de columnas, cornisas y frisos que se hallan en los mismos, ó bien sueltos y esparcidos por las calles y por el campo. Fué Coruña villa murada, pero de sus obras de fortificacion, no quedan mas que algunos cimientos, y uno que otro trozo ruinoso, ya confundido é interpolado con el caserío y corrales contiguos. Consérvase aun entre Oriente y Mediodía, una de sus puertas en tan mal estado que causa recelo atravesarla; en ella hay una inscripcion que quisimos copiar: pero muy luego abandonamos el proyecto, convencidos de que solo esta tarea pudiera ocuparnos algunos dias, pues no se encuentra una sola casa en la villa que no ofrezca algo de curioso en este género.

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