Imágenes de páginas
PDF
EPUB

EPILOGO.

El dia que sucedió á la terrible noche en que fué violada doña Mayor, desapareció esta del castillo de su padre el anciano Pedro Turrichao; el cual creyendo que su hija fuera robada por algun amante atrevido, y suponiendo que el rapto lo protegiera la esclava mora, por haber encontrado en sus arcas considerable cantidad de oro, hizo ponerla en el tormento. Alli confesó que el dean y su tio el arzobispo la sobornaron para dar á la inocente María el fatal brevaje que la entregó inerme en manos de sus violadores (1). En la tarde del mismo dia fué la esclava quemada viva en el gran patio del castillo, y don Pedro Turrichao recibió la noticia de que su desdichada hija, habia corrido á ocultar su dolor y su vergüenza en el monasterio de San Pelayo, donde habiendo tomado el velo, sobrevivió poco tiempo á su desgracia. Informado el rey en Sevilla de tan inaudito crimen, dispuso se formase un proceso secreto en averiguacion del caso, y justificado plenamente, quiso que los ofendidos tomasen por sí mismos la venganza á satisfaccion suya. Poco despues perdió don Pedro la corona y la vida en los campos de Montiel, y los Turrichaos, sus ardientes defensores, perseguidos por el usurpador, hubieron de abandonar el pais de sus padres y refugiarse en Portugal, donde tenian muchos deudos y amigos: sus tierras fueron confiscadas por diez generaciones en favor de la mitra de Santiago (que actualmente las posee), y sus castillos arrasados. Tambien se prohibió á sus descendientes llevar el noble apellido de Turrichao, y desde entonces usaron el de Suarez-Deza, que era el de la madre de Fernan Perez, y que aun llevan hoy los que de él proceden.-Cuando el viagero atraviesa el camino que pasa cerca de la pequeña aldea de la Rocha, descubre

(1) Algunos escritos de la época niegan completamente el hecho de la violacion de dona Mayor, atribuyendo á cosas puramente políticas la catástrofe del arzobispo y el dean, y otros suponen que la esclava hizo su declaracion engañada por un amante despreciado de la dama que fué el verdadero perpetrador del crímen, y tuvo habilidad suficiente para hacerlo atribuir á don Suero y su sobrino, de quienes era mortal enemigo. Lo único que resulta probado de un modo incontestable, es la muerte del arzobispo y del dean autorizadas por el rey.

dos eminencias, sobre las que se alzaban en otro tiempo las soberbias torres de los castillos de Turrichao y el arzobispo. Uno y otro no son ya mas que montones de escombros, y el tiempo no tardará en horrar aquel recuerdo de una familia respetable, de un gran crímen, y de una terrible venganza, que fué al mismo tiempo una justicia del rey don Pedro.

CAPITULO XLI.

Santiago, su historia y descripcion.

La terrible historia que acabamos de referir, nos la contó Caunedo dentro del coche que desde la Coruña nos condujo á Santiago, para hacer me-nos molesto el camino; y en verdad que consiguió distraernos á tal estremo, que apenas fijamos la atencion en los pueblos del tránsito, todos ellos insignificantes, incluso Ordenes, donde nos detuvimos á comer, que aunque cabeza de ayuntamiento y de un partido judicial de entrada, no pasa de ser una pobre aldea. Cerca de Sigueiro se atraviesa por un puente el rio Tambre, que es de los mas caudalosos de Galicia.

Al primer golpe de vista, Santiago nos desagradó por su cielo siempre encapotado, sus edificios ennegrecidos por la lluvia, y sus áridos alrededores, mas despues rectificamos aquella primera impresion al recorrer sus magnificos edificios, y al notar el trato finísimo de sus habitantes, lo que no es de estrañar, pues Santiago es la residencia de la principal nobleza de Galicia, y de una juventud ilustrada á causa de su universidad, que se cuenta entre las mejores de España. La historia de esta noble ciudad, que se alza en torno de un sepulcro, no se esconde como otras en épocas remotas y desconocidas, y puede decirse está incrustada, y es la misma que la de su famosa catedral.

Corria el año de 813, y reinaba en Asturias y Galicia el célebre Alfonso II, el Casto, cuando varias personas de autoridad acudieron al obispo de Iria-Flavia llamado Teodomiro, á noticiarle un suceso estraño. Era este, que en un monte no muy lejano de la espresada ciudad, se divisaban por la noche resplandores y luminarias estraordinarias y sobrenaturales. Acudió el santo prelado al indicado sitio, y habiéndose asegurado por sus propios ojos de la verdad del prodigio, hizo escavar en un gran monton de

:

tierra, cubierto de malezas, y se encontró allí, el domingo 25 de julio, una especie de caseta ó capilla, dentro de la que habia tres sepulcros de mármol. El del centro era el del apóstol Santiago, y los otros dos de sus santos discípulos Atanasio y Teodoro. Existia desde mucho tiempo en España la tradicion de que Santiago vino á predicar el Evangelio, y de que sus restos fueran por sus discípulos conducidos á Galicia. Por eso en esta provincia, aun antes del hallazgo de su sepulcro, consta que se tenia gran devocion á este santo. Teodomiro participó al rey que se hallaba en Oviedo, su feliz descubrimiento, y éste, seguido de sus magnates, se dirigió á Galicia á prestar sus reverentes homenages á las reliquias de Santiago. Con su piedad acostumbrada, dispuso el rey Casto se edificase, aunque pobremente (1), una iglesia en aquel mismo sitio, y le donó para su sostenimiento todo el terreno que habia en derredor del sepulcro hasta la distancia de tres millas. Valiéndose tambien el monarca de su amistad con Carlo-Magno, le rogó influyese con el papa Leon III para que el obispo Iriense trasladase su residencia á aquel santo lugar, lo que se verificó. Dióse al nuevo templo el sobrenombre de Compostela, derivado segun unos de Campus-Stellæ, campo de la Estrella, aludiendo á las milagrosas luces que alli se vieron, y segun otros de Campus-Apostolus, y á sus inmediaciones se fueron edificando algunas viviendas, primero para los clérigos y dependientes de la iglesia, y despues para otros que no lo eran, con las que se formó la ciudad, que al poco tiempo fué la metrópoli de Galicia. En 863, habiendo sido jurado por rey Alfonso III, llamado el Magno, aunque vivia aun su padre Ordono I, fué enviado á Galicia, y fijó su residencia en Santiago hasta la muerte de aquel. Desde luego hizo derribar la antigua iglesia del Apóstol que construyó el rey Casto, con objeto de edificar en su lugar otra mas grandiosa y magnífica: terminadas estas obras á principios de 874, despachó Alfonso el Magno, que ya ocupaba el trono de Asturias, dos presbiteros á Roma para solicitar del papa Juan VIII, el permiso de solemnizar con un concilio la consagracion del nuevo templo, lo que aquel concedió, verificándose con este objeto una reunion de catorce obispos el ano de 876, un lunes 7 de mayo. Dedicaron el altar mayor al Salvador, y otros tres á él contiguos, á San Pedro, San Pablo y San Juan Evangelista. El rey que se hallaba en Santiago con ocasion de estas sagradas ceremonias, hizo una donacion á la catedral, en la que estendia á seis millas en rededor del sepulcro del Apóstol, los dominios de la misma que antes no eran sino de tres, y la ofreció

(1) Ereisa de pedra con tapeas de terra, como dice un antiquísimo cronicon escrito en gallego.

una rica cruz de oro y piedras preciosas, copia aunque en pequeña dimension, de la célebre cruz de los Angeles, que se venera en Oviedo. El 7 de mayo de 899, el obispo Sisnando consagró por segunda vez la basílica, y poco despues cercó de murallas la ciudad, y para defenderla de las correrías de los enemigos, en especial de los normandos, que molestaban de contínuo las costas de Galicia. El primer domingo de Cuaresma de 968 entraron en Santiago, é hicieron grandes destrozos en la catedral.

En otra entrada de estos piratas en 979, quemaron muchas aldeas ́y castillos, y el prelado Sisnando II, hijo del conde de Galicia, don Mendo, ayo de Alfonso V, fué muerto de una saeta por ellos mismos el 29 de marzo en el pueblo de Fornellos. Por fin, despues de dos años de guerra y desolacion, el conde que á la sazon era de Galicia Gonzalo Sanchez, acometió á los normandos cerca del mar, hizo en ellos cruel matanza, rescató los muchos cautivos que llevaban, y por últimó les quemó todas sus naves. Cuando don Bermudo, hijo de Ordoño III se alzó con el reino de Galicia en 981, fijó su córte en Santiago. En este mismo año los moros cordobeses, acaudillados por El-Mansur, entraron en la ciudad á viva fuerza, y derribaron uno de los muros del templo; era obispo á la sazon Diego Martinez. Reinando Alfonso V, en 1004, entraron otra vez los moros con su general Mahomad; la ciudad fué incendiada, y las puertas y campanas de la catedral conducidas como trofeo á Córdoba en hombros de los cristianos cautivos, en cuya mezquita mayor sirvieron las últimas de lámparas, hasta que conquistada Córdoba en 1236 por el santo rey don Fernando, hizo este esclarecido príncipe que volviesen á Compostela en hombros de esclavos moros en justa represalia. En 1088 fueron á residir á Santiago doña Urraca y su esposo Raimundo de Borgoña, los que hicieron donacion de la ciudad al templo del Apóstol, y en 1098 por concesion del papa Urbano, la silla episcopal Iriense se llamó Compostelana, y quedó exenta de la jurisdiccion del metropolitano de Braga. En las graves discordias entre la citada doña Urraca (condesa que habia sido de Galicia) con su segundo esposo Alfonso 1, rey de Aragon, tomaron una parte activa los gallegos, y en especial el obispo de Santiago, llamado don Diego Gelmirez. El infante don Alonso, hijo de doña Urraca, fué proclamado rey de Galicia. en esta ciudad, y ungido en la catedral por mano de aquel. Todo esto aconteció desde 1110 á 1115, en cuyos años entró en posesion de la corona de Castilla con el nombre de Alfonso VII. A intercesion de este rey, y por breve de su tio paterno el papa Calixto II, fué en 28 de febrero de 1120 declarada metropolitana la iglesia de Santiago, trasladándose á ella todos los derechos y prerogativas de la de Mérida, que estaba aun en poder de los sarracenos, titulándose por primer arzobispo de la Sede Compostelana

el citado don Diego Gelmirez, el que construyó la catedral que hoy existe en 1118. Tambien concedió el papa que Santiago tuviese varios canónigos con título de cardenales, y uso de mitras. El rey de Leon, Fernando II, hijo del ya nombrado don Alfonso VII, concedió entre otros dones á este célebre templo la mitad del dominio del Burgo del Faro, hoy Coruña, y habiendo muerto en Benavente en 1188, dispuso en su testamento fuese sepultado en él, como se verificó. Igualmente lo fué su hijo Alfonso IX, rey de Leon, al cual le sorprendió la muerte en un pueblo de Galicia, llamado Villanueva de Sarria, en ocasion que venia á visitar el sagrado cuerpo del Apóstol. El dia 3 de mayo de 1211 el arzobispo de Muñiz, consagró por tercera vez la catedral, estando terminadas del todo las obras que para su reedificacion emprendiera en 1118 don Diego Gelmirez, como ya dijimos.

En el siglo XV, Luis XI, rey de Francia, regaló á la catedral unas enormes campanas, y poco despues en 1480, los reyes Católicos Fernando é Isabel, movidos «por los muchos males, muertes, é fuerzas, é robos, é alborotos, é escándalos, é levantamientos de pueblos, é tomas de las nuestras rentas, é pechos, é derechos, é otros daños y escesos (1), » que ocurrian en Galicia, erigieron una audiencia ó tribunal superior, que castigase con rigor á los malhechores, cuya residencia debia ser la ciudad de Santiago. Los mismos reyes fundaron aqui tambien un grandioso hospital para hospedar á los peregrinos, é hicieron á la catedral una cuantiosa donacion en accion de gracias por la toma de Granada. Otra hizo el célebre Francisco Pizarro por la conquista del Perú. Cárlos V abrió en esta ciudad las córtes .el 1.o de abril de 1520. El presidente era Hernando de Vega, señor de GraJal, y á pocos dias (el 12 del mismo mes), se trasladaron con el emperador á la Coruña, donde ya hemos hablado de sus importantes resultados. En el reinado de Felipe II y año de 1564, la audiencia de Galicia se trasladó á la Coruña. En nuestros dias volvió á Santiago, y se restituyó á la Coruña por segunda vez. Felipe IV regaló á la catedral una joya llamada el Doblon que consistia en un disco de oro, de dos pies de diámetro, y del grueso conveniente, que tenia grabado en el anverso el busto del rey, y en el reverso las armas reales. El mismo monarca dispuso en 25 de julio de 1653, que los reinos de Castilla y Leon, hiciesen todos los años una ofrenda al santo Apóstol de 500 ducados, por mano del regidor mas antiguo de Santiago, y la de 1,000 escudos por la del presidente de la real au

(1) Palabras de la real cédula de ereccion de la real audiencia de Galicia, que tenemos

á la vista.

« AnteriorContinuar »