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CAPÍTULO GI.

Del ejército del real e de los Capitanes, e de como emprestó el Duque de Cádiz su tienda á la Reyna, e de los moros que murieron un dia que la Reyna fué

á ver la ciudad.

Siguese el ejercicio del real: el Rey asentó su real muy ordenadamente á la par donde edificó la villa de Santa Feé, dos leguas de Granada, donde continuamente tubo mas de cuarenta ó cincuenta mil hombres de pelea, en que habia diez mil de caballo, e de alli salian concertadamente Capitanes con gente a talar e correr continuamente a Granada por todas partes; en aquel tiempo el Rey fizo combatir muchas fortalezas de a cerca de la ciudad, e tomolas por fuerza de tiros e lombardas, e de ellas derribó del todo por el suelo, e de eilas fortaleció e puso guarnicion en ellas, e sobre las talas ovieron muchas escaramuzas e peleas entre los Moros e los Christianos, de que siempre volvieron huyendo los Moros a la ciudad.

Capitanes.

Los Capitanes mayores que el Rey tubo en aquel cerco fueron el Maestre de Santiago, el Marqués Duque de Cádiz, el Duque de Escalona, el Conde de Tendilla, el Conde de Cifuentes, el Conde de Cabra, D. Juan Alonso de Aguilar, e Conde de Ureña, Caballeros de Andalucia que como estaban cerca vinieron e este cerco; estos e todos los otros Caballeros de Andalucia e de los Grandes de Castilla, como estaban cansados de venir tan

lejos a las otras guerras e cercos, muchos no vinieron a este cerco en persona, salvo embiaron sus Capitanes con gente, e de muchas partes de Castilla no vinieron por las grandes fatigas padecidas de cada año; e porque en este cerco puesto que caso que era la mayor prisa e honra, no se temia tanta afrenta como en lo pasado. Fizo el Rey cercar el real muy bien de paredes e cavas, como lo tenia por costumbre en los otros cercos; e desque el real fué fortalecido, la Reyna, e el Príncipe, e la Infanta Doña Juana vinieron al real desde Alcalá la Real donde habian quedado, a los cuales el Maestre de Santiago, e el Marqués Duque de Cádiz, e otros Grandes salieron á recivir; e despues el Rey desque allegaron cerca del real donde habian quedado esperándolo. E viendo el Duque de Cádiz que la Reyna habia necesidad de una tienda, emprestole la suya, que era la mayor pieza por pieza que habia en el real, e de las mas fucrtes e mas gentiles del mundo, la cual él habia mandado hacer con intencion de la santa guerra, e servia desde el comienzo de los cercos de Alora, e Setenil e Ronda; e alli en aquella tienda del Duque de Cádiz fué la Reyna Doña Isabel bien aposentada, e el Duque tenia muchas tiendas de que se amparó en el dicho cerco e el Rey, e la Reyna, e el Principe, e Infantas, e Damas, e Señoras tenian sus tiendas e posadas en lo mas fuerte e seguro del real, e la Reyna e su fija cavalgaron muchas veces por ver el real e la ciudad de Granada, e tenian muchos refigerios y placeres de muchas trompetas, bastardas, e chirimias, e sacabuches, e atabales, e atambores continuamente que en el real no cesaban.

En un dia sábado a 18 dias del mes de Junio la Reyna dijo que queria ir á ver de mas cerca á Granada, de donde le pudiere bien mirar lo alto e lo bajo; e cavalgaron el Rey e el Príncipe con ella e con la Infanta, e fueron con ellos una gran batalla de caballeros e peones; e fuéronse a poner a unas aldeas que llaman las Julias, que están como fuera del real á la mano izquierda de la ciudad muy cerca de ella, desde donde se parece lo llano de la ciudad, e mandaron al Duque de Escalona e al Conde de Ureña e a D. Alonso de Cárdenas, señor de Aguilar,

e a otros caballeros que se pusiesen con sus batallas en la ala de la sierra que astá encima de la aldea donde sus Altezas se pusieron a mirar desde una ventana de una casa muy buena donde se apearon e metieron, e el Marqués Duque de Cádiz, e el Conde de Tendilla, e el Conde de Cabra, e D. Alfonso Fernandez, señor de Alcaudete e Montemayor, se pusieron al rostro de la ciudad con sus batallas entre el lugar donde el Rey e la Reyna estaban e la ciudad, e la Reyna embió a mandar al Duque de Cádiz que no oviese escaramuza con los Moros, porque no muriese gente e que la escusase cuanto pudiese, porque los Moros salian a defender su ciudad muchos e muy armados; e el Duque que la escusó fasta el medio dia, é los Moros salieron fuera de la ciudad muchos de ellos e sacaron dos tiros gruesos de pólvora con que tiraban a las batallas del Duque, e salieron muy muchos Moros a caballo e a pie, e apretaron a unos pocos Caballeros Christianos mucho fasta las batallas del Duque por trabar escaramuza, en manera que no se pudo escusar el escaramuza ni se pudo guardar el mandado de la Reyna, e los Moros se alejaron un poco de la ciudad afuera de las huestes, e fasta cuarenta de cavallo Christianos e algunos peones de los de la batalla del Duque e entraron en el escaramuza con los Moros; e como los Christianos eran pocos los Moros los apretaban mucho, e el Duque acordó de arremeter con toda la gente a ellos, e arremetió con su batalla, en la cual habia fasta mil y doscientas lanzas, contra los Moros, e el Conde de Tendilla con su batalla con la mano derecha del Duque, e el Conde de Cabra D. Alonso Fernandez de Montemayor por la mano izquierda del Duque con la suya, e fueron dar con los Moros, e desbaratáronlos e mataron muchos Moros, e fuéronse en el alcance fasta las puertas de la ciudad, en que fueron muertos mas de seiscientos moros, e tomaronles los tiros de pólvora que habian sacado, e muchos Moros escaparon huyendo por la Sierra, todo lo cual vieron muy bien el Rey e la Reyna e Príncipe e Infanta desde la ventana de la casa donde estaban, e el Rey e la Reyna e la Infanta cuando vieron pelear se hincaron de rodillas rogando á Dios Nuestro Señor que quisiese guardar los

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Christiano, e ansi ficieron las damas e las Señoras que les acompañaban, e los Moros aunque eran muchos no se pudieron valer con la priesa e impetuosa buelta que el Marqués Duque de Cádiz con su batalla que iba delante les dió, e los otros Conde de Tendilla, e Conde de Cabra, e D. Alonso Fernandez con las suyas que iban de él un cavo y del otro segun dicho es. E los Moros mesmos desque empezaron a huir se derrivaban unos á otros e no ovo alli Caballero Christiano aquel dia de aquellas Batallas que no fincase su lanza en Moro: e no ovo daño alli aquel dia en los Christianos, salvo algunos pocos heridos, e ovo cavallos muertos, e el rey e la reyna ovieron de este vencimiento muy gran placer y mas porque fué la reyna la causa de ella, e despues de fecho el desbarato e de cogido el despojo, Sus Altezas vinieron por donde el Duque estaba, y dijo el Duque: «Señora, de Dios y de la buenaventura de vuestra Alteza se cometió este desvarato; y la reyna e el rey digeron: «Duque, antes habemos sido servidos de vuestra buena dicha por lo vos asi aver cometido.» Los Moros quedaron de esta vez muy espantados y no osaban salir de la Ciudad tan sueltamente como de antes.

Como se quemaron las tiendas.

Acaeció en el real, un Jueves en la noche á 14 dias del mes. de Julio, que la reyna mandó quitor una vela a una doncella en su tienda de un cabo y poner en otro á la ora de dormir por que le impedia la lumbre; pero durmiendo la reina y la demas gente del real dejando los que velaban y rondaban como quiera que fué o de la flama de la dicha vela que alcanzó a la tienda o cayó sobre la vela alguna cosa que encendió la tienda, e alzó llamas de fuego, e alcanzó de ella el fuego a otras, e como habla muchas ramadas encendiose un gran fuego, e como la reyna lo sintió, salió huyendo de su tienda e fuese a la tienda del

rey que estaba alli cerca de la suya, e recordó al rey que dormia, e cabalgaron luego ambos a cavallo y en tanto el Principe, e la Infanta, Damas e Señoras, todas salieron fuera de las tiendas, en tanto que la gente apagaba el fuego que fué muy grande y espantoso con aquellas casas de ramas que habia que se quemaban, e mandó el rey ir mucha gente la via de Granada, por si los Moros viniesen viendo el fuego del real que hallasen quien los detubiesen; como el Marqués Duque de Cádiz vido el fuego luego, cavalgó, e salió al Campo la via de Granada, e lo siguieron mas de tres mil de Cavallo, e se puso en el lugar por donde el mayor peligro se esperaba: quemáronse muchas tiendas, ropas, e joyas que no pudieron ser socorridas; quemose la tienda donde la reyna estaba, que era la primera donde el fuego se encendió, e otras tiendas del rey que estaban juntan con ella, e muchas ramadas que estaban por alli cerca; era aquella tienda que se le quemó a la reyna la tienda Alfaneque muy singular, la mejor que en el real habia, que el Duque de Cádiz le habia presentado en que se aposentase; ovo grande alboroto en todo aquel real sobre aquel fuego, diciendo quien lo habia puesto, e la reyna dijo que no pensasen otra cosa sino que una doncella suya lo habia puesto no queriéndolo hacer salvo por mal recaudo.

Cerca de este tiempo, en este mismo mes de Julio, se incendió un fuego en Medina del Camqo, en que se quemaron mas de doscientos pares de casas, que nunca les pudieron poner remedio.

En este mismo mes de Julio, no pude saver si fué el propio dia antes o despues, siete u ocho dias acaeció la gran desdicha y desastrada muerte del Príncipe de Portugal, yerno del rey e de la reyna, marido de la Infanta D.' Isabel, que corriendo a la par con un Escudero que iba en otro Cavallo, cayó de él y murió, luego súpito; esto acaeció en la villa de Santaren, e aun antes que el Cerco se alzase vino la Infanta cubierta de luto á sus Padres a Illora, e estuvo ende donde el rey e la reyna la fueron a visitar e haver con ella parte de su dolor e desventura.

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