Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Interin los partidos se disputaban encarnizadamente la posesión del poder, Córdova dividía su atención y empleaba su tiempo en proveer al mantenimiento y al bienestar de sus soldados y en seguir una activa correspondencia con sus amigos de Madrid, excitándolos á que diesen apoyo á Mendizábal, al mismo tiempo que apremiaba á éste para que atendiese á las necesidades del ejército. Consecuente á esos laudables antecedentes fué la conducta observada por el general con motivo de un ruidosísimo acontecimiento que á fines del año, cuya historia narramos, hizo gran sensación en el país y sacó de quicio al partido que entonces lo era el más avanzado, al partido progresista, contra el ilustre general que debía ser su futuro jefe.

Formaba parte de la división al mando de Espartero el batallón de voluntarios guipuzcoanos denominado de los Chapelgorris. Marchando este general á mediados de noviembre en dirección de Haro, atravesando el comprometido territorio llamado de las Conchas á orillas del Ebro, entregáronse los individuos de dicho batallón á vituperables excesos en varios de los pueblos de aquella ribera. Profanaron las iglesias, robaron los vasos sagrados y atropellaron á sujetos respetables, entre ellos á individuos del clero. Quejóse el obispo de Calahorra de estos atentados y mandó en su consecuencia Espartero que se instruyese la correspondiente sumaria, cuyas primeras diligencias dieron lugar á la prisión de dos oficiales y un sargento, medida que lejos de haber contenido la indisciplina la agravó en términos de que individuos del mismo cuerpo se entregaron á nuevos sacrilegios en los pueblos de Subijana de Álava y de Ulibarri. Irritado de ello Espartero é impacientado de las dilaciones de la sumaria, creyó comprometido el honor del ejército y amenazada su disciplina, y no vaciló en adoptar una de aquellas durísimas resoluciones que aunque contrarias á las estrictas formas de la justicia, son á veces delante del enemigo y en épocas de guerra civil de imperiosa cuanto terrible necesidad.

El día 13 de diciembre dispuso Espartero que la división formase en el pueblo de Gomecha y mandando salir al frente de la línea al batallón de Chapelgorris, dirigió á sus soldados estas severas palabras:

«El batallón que tenéis delante es el deshonor de toda la división, del ejército y de la nación entera: antes de anoche han robado la iglesia del pueblo de Ulibarri, lo mismo sucedió en La Bastida, pero todo se ha de descubrir aquí, y si no, yo aseguro que he de dar fin de toda esta pandilla de ladrones.>>

A esta breve cuanto imponente alocución siguió un minucioso registro de las mochilas de los Chapelgorris, en las que sólo fué encontrado un rosario de plata y dos ó tres prendas de escaso valor. No obstante, Espartero ordenó que el jefe de la plana mayor procediese á diezmar el batallón, quitando en seguida el resultado de esta primera operación: hecho lo cual dispuso el inmediato fusilamiento de los individuos á quienes tocó esta última adversa suerte.

Aquella imperativa justicia recayó sobre un cuerpo de voluntarios que había prestado incontestables servicios á la causa de la reina, lo que grandemente contribuyó á aumentar la conmovedora sensación causada por una medida que bien podía haber hecho recaer sobre inocentes víctimas

el delito de los verdaderos culpables, circunstancia que agravó el hecho de que uno de los quintados lo fuese el desgraciado Alzate, liberal de largo abolengo, padre de cinco hijos, alcalde de su pueblo, hombre apreciado por su honradez y que por puro patriotismo se había espontáneamente alistado desde el principio de la guerra.

Los compatricios de las víctimas del cruento sacrificio consumado en Gomecha agitaron fuertemente la opinión, y cundiendo las recriminaciones y las quejas por medio de las correspondencias que llegaban de San Sebastián y demás pueblos de su provincia, encontraron eco no sólo en la prensa progresista de Madrid, sino también en el Estamento de procuradores, donde fué el asunto objeto de las más duras reconvenciones contra el general que en términos tan expeditos y sumarios había usurpado, en sentido de sus acusadores los procuradores conde de las Navas, don Joaquín María Ferrer y Varona, las garantías de la justicia y el amparo debido á los voluntarios de la libertad.

Unánime, hostil y prevenida mostróse la inmensa mayoría del partido progresista contra el general que debía ser su caudillo y su héroe, pero que en aquella crítica situación de su vida pública no encontró otros defensores de su patriotismo y de su levantado espíritu, de su celo por la verdadera honra de la opinión liberal y en reivindicación de la disciplina del ejército, sino en la autorizada palabra del general en jefe don Luis Fernández de Córdova, quien no vaciló en hacer suya la responsabilidad de los hechos incriminados, hechos que aunque lamentándolos, explicó también en defensa del general Espartero el periódico El Español, el órgano más acreditado que por aquel tiempo representaba en la prensa los principios del partido conservador.

No pudo el gobierno permanecer indiferente ante un debate de la importancia del que la oposición había suscitado en el Estamento de procuradores, habiendo además sido presentada al presidente del Consejo de Ministros una exposición firmada por el jefe y oficiales del batallón de Chapelgorris, en la que pedían fuese oída la voz de la justicia vengadora, cuya espada, decían, debía caer sin distinción de personas sobre todos los que de cualquier modo hubieren faltado á ella: pedían, pues, que se sometiese el asunto al fallo de un consejo de guerra y que averiguada que fuese la conducta de todos, si resultaban inocentes las diez víctimas sacrificadas en el campo de Gomecha, se indemnizase á sus familias sin perjuicio del castigo que mereciese su autor.

Esta exposición, dirigida por el gobierno al general Córdova, fué por éste trasladada al acusado, cuya justificación no podrá menos de parecer completa al juicio de la posteridad en presencia de los descargos dados por Espartero en respuesta de las aseveraciones de sus impugnadores.

El documento á que queda hecha referencia y que encierra la vindicación del general, tiene la suficiente importancia histórica para figurar al final de este capítulo bajo el núm. I, al que sigue, bajo el núm. II, la orden del día dada en Logroño el 16 de diciembre por el general en jefe, testimonios que completan la justificación de ambos generales, en asunto en el que el supremo interés patrio debía ser superior á todos los intereses. de partido.

DOCUMENTO NÚM. I

DICTAMEN QUE DIÓ EL EXCMO, SEÑOR DON BALDOMERO ESPARTERO, COMANDANTE GENERAL DE LAS PROVINCIAS VASCONGADAS, AL EXCMO. SEÑOR GENERAL EN JEFE DE LOS EJÉRCITOS DE OPERACIONES Y RESERVA EN CUMPLIMIENTO DE LA ORDEN QUE LE COMUNICÓ AL EFECTO, SOBRE LA CAUSA INSTRUÍDA CONTRA EL BATALLÓN FRANCO VOLUNTARIOS DE GUIPÚZCOA, CON MOTIVO DE LOS ROBOS, PROFANACIONES DE IGLESIAS, SACRILEGIOS, HERIDAS Y OTROS ATENTADOS COMETIDOS EN VARIOS PUEBLOS.

Excmo. Señor: En vista del oficio que V. E. se sirve pasarme con fecha 1.o de este mes, consecuente á la consulta que trasladé á V. E. del fiscal de la causa instruída contra los autores y cómplices de los robos y demás atentados cometidos por el batallón de voluntarios de Guipúzcoa, me veo en el sensible caso de dar á V. E. manifestaciones que estaba muy lejos de creer necesarias, después de haber deferido gustoso á lo opinado por dicho fiscal en la consulta que sometí á la superior determinación de V. E.

Estaba persuadido de que la medida tomada para corregir los inauditos crímenes del expresado batallón y para que su pernicioso ejemplo no contaminase á los demás cuerpos, se había de considerar generalmente precisa, indispensable y conveniente, acatándola aún aquellos mal avenidos con todo lo que propende á mantener el orden y la disciplina de las tropas. Nunca llegué á sospechar que después de lacerado mi corazón por el sensible castigo que me fué necesario ordenar; que después del terrible choque entre mi amor al soldado y un acto de justicia que si prevaleció fué por la conservación del mismo y por lo que debía influir en la salvación de la patria, se me atacase sin respeto á la autoridad, sin miramiento á la subordinación militar, sin consideración al orden, y sin reparo de los males que había de reportar á la causa de la libertad, en un lugar sagrado, en el santuario de las leyes. Pero ¿cuál habrá sido mi sorpresa al leer en la Gaceta del 29 del pasado las interpelaciones hechas por dos representantes de la nación? ¿Y cuál mi asombro al ver denunciado por éstos un acto de necesaria justicia? La aprobación de V. E. consignada en la adición. á la orden general de 16 del pasado, aprobación afianzada en el cumplimiento de lo prevenido en las reales ordenanzas y disposiciones de la orden general del ejército, mi convencimiento íntimo de haber obrado con equidad, justicia y conveniencia pública, y los testimonios de aceptación merecidos por la aprobación de los hombres, que, conocedores del crimen, vieron la absoluta necesidad del castigo, parecía deber tranquilizar mi espíritu y despreciar indicaciones que estoy seguro las desechará el Estamento en que se ha cometido el arrojo de proferirlas; pero las consecuencias pueden ser fatales y esto me obliga á solicitar su reparación. El público que ignora los hechos y que ve que un representante los califica de arbitrariedad horrorosa, juzga con prevención y desconfía con fundamento. El ejército recibe un ejemplo pernicioso, cuyos terribles efectos he principiado yo á tocar. Varios jefes se me han presentado demostrando sus recelos

de poder mantener la disciplina en vista de tales indicaciones. Temen, y con razón, que se subvierta el orden y que el soldado, sabedor de ellas, se considere autorizado para consumar los crímenes más horrendos, cuando por padres que se llaman de la patria se propalan doctrinas capaces de minar el cimiento, la base fundamental de la sociedad. Nuestros enemigos, que por desgracia no son pocos, sacarán también fruto, hallando medios para la escisión, que algunas veces ha concedido ventajas á su injusta causa, retardando el triunfo de la libertad.

Estos males, Excmo. Sr., conoce V. E. necesitan de pronto y eficaz remedio, y su superior ilustración sabrá adoptar el más oportuno, como el primer interesado en que el ejército que tan dignamente manda conserve el orden y la disciplina que ha sabido mantener en medio de las oscilaciones políticas, pareciéndome, no obstante, deber indicar que los dos señores procuradores que tan inoportunamente hablaron en la sesión del 28 de diciembre último del castigo impuesto al batallón de Chapelgorris, abusaron, además, de la misión que les está cometida, porque no es al poder legislativo al que corresponde graduar si aquél fué bien ó mal aplicado, y este abuso. cuyas consecuencias he demostrado en parte, ha hecho á la vez incurrir en errores y contradicciones que marcan la parcialidad tan ajena de un señor diputado. V. E. es sabedor de los hechos, ha hecho la debida graduación y sabrá sostenerla con la acreditada dignidad de su carácter, absteniéndome por lo tanto de analizar las implicaciones é imprevisión con que se ha tocado este punto en el Estamento. Pero como V. E. me pide en su referido oficio la causa original y que exprese mi concepto sin duda para resolver la conducta del fiscal, al dar cumplimiento á esta orden con la remisión de la causa, creo indispensable explayar mi opinión, dándola una latitud, que si omití al trasladar á V. E. dicha consulta, fué movido de mi natural clemencia, y en la persuasión de que el castigo impuesto reformaría las depravadas costumbres del batallón de voluntarios de Guipúzcoa, sin necesidad de renovarlo y de hacerlo sentir desde el primer jefe hasta el último individuo, persuasión que ha destruído tan irregular incidente. pues deduzco que en vez de reconocer los crímenes y la indulgencia, han maquinado moviendo resortes extraños y depresivos de la autoridad de V. E.

El fiscal en la consulta dice que los atentados de La Bastida no resultan aún tan extensos, tan graves é inauditos, como se deduce de lo actuado y de las ideas que forma el que conoce de lo que es susceptible un batallón que á la desbandada obra sin freno y á discreción se ocupa de la rapiña. Esta aserción, comprobada con cuantos antecedentes tiene el público enterado de aquel lamentable suceso, se corrobora también con el oficio que he mandado unir á la causa del Excmo. é Ilmo. señor obispo de Calahorra, en el cual se ven recopilados los robos de las iglesias y los sacrilegios cometidos en ellas por esa banda de hombres impíos, relajados é inmorales; por este batallón que no parece sino que fué formado por el genio del mal y de la rebelión, para fomentar ésta y desacreditar al virtuoso ejército que con tanta gloria combate. Cuando contesté á dicho oficio en los términos que aparece de la copia que igualmente he dispuesto se una á la causa, no tenía idea de tan horrendos crímenes, sabía sólo por

indicaciones extrajudiciales que se habían cometido robos, y para su averiguación había prevenido un reconocimiento general y las oportunas pesquisas de los autores. Pero ¿cómo habían de aparecer? ¿Cómo se habían de denunciar? Y ¿cómo había yo de tener noticia exacta habiéndolos y siendo los primeros culpables los mismos á quienes se previno la justificación? Así es que no se me dieron resultados respecto á la averiguación y sólo disculpas fundadas en los continuos movimientos de las tropas. La queja del obispo de Calahorra me hizo conocer la extensión de los atentados y disponer formalmente la instrucción de la sumaria para justificarlos. A consecuencia de ella se hicieron prisiones de dos oficiales y un sargento iniciados de haber profanado las iglesias de La Bastida. El primer fiscal me pasó la sumaria con su dictamen, siendo de opinión se elevase á proceso. Yo la dirigí al auditor de guerra para que me diese su parecer, y en este estado ocurrieron los nuevos crímenes ejecutados por individuos del mismo batallón en los pueblos de Subijana de Álava y Ulibarri. En el primero fué herido en la cabeza uno de los regidores; lo fué también el cura con seis ó siete heridas en el costado, brazos y cabeza, robaron la casa de éste, otras tres más y la iglesia, y tomaron el nombre del brigadier Jáuregui para el allanamiento de la casa del cura. En el segundo fué también robado el cura, profanada la iglesia, robados vasos sagrados y quemada la sacristía, reduciendo á cenizas los efectos de ella y los libros parroquiales. Así que fuí informado, mandé al actual fiscal que practicase una información en Subijana que patentizó los hechos, pero así él como yo, habiendo examinado á varios de los que sufrieron los ultrajes, si nos convencimos de ser individuos del batallón de voluntarios de Guipúzcoa, no pudimos recabar se determinasen á presentar ante el cuerpo formado para señalar á los autores. Esta sola idea les llenaba de espanto. Creían seguro su exterminio y el de toda la población si llegaba á noticia de los Chapelgorris. ¡Tal es, Excmo. Sr., el terror pánico que sus cruentos hechos han llegado á difundir! Privado por él de los únicos medios de aclarar los criminales de aquellos determinados y recientes hechos; habiendo visto ya la casi nulidad de los procedimientos acerca de los de La Bastida; temeroso de que la dilación propagase los asaltos nocturnos y se repitiesen tan escandalosas escenas; sabedor de que los pueblos iban á ser desamparados por sus habitantes; conocedor de los terribles efectos de esta determinación, y persuadido de los que habían de producir en las tropas de mi mando, ¿cuál es el partido? ¿cuál el medio que me restaba tomar? Un general responsable de la disciplina del cuerpo del ejército que manda; un comandante general de las provincias, celoso de mantener el orden y precisado á ofrecer su protección á los pueblos que por la dominación del país obedecían sus órdenes, ¿qué le restaba que hacer en un conflicto semejante? Yo no encontré otro medio que la pública demostración á las tropas y á los pueblos que detestaba los crímenes; que no quedarían impunes, y que en el acto con un severo escarmiento serían lavados y satisfecha la vindicta pública. El extremo de la suerte lo anuncié como último recurso. Primero se leyó la orden de la división del 13 del pasado, que igualmente he dispuesto se una á la causa. Arengué á las tropas; hice salir al frente de ellas al batallón delincuente: éste oyó mi voz de reprobación sobre sus

« AnteriorContinuar »