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tades y don Mauricio Carria, brindó al jefe de la expedición con la presidencia y el mando de todas las fuerzas, pero negóse Guergué al ofrecimiento del mismo modo que lo hizo al que en iguales términos le fué hecho por el agente de don Carlos en Perpiñán, al ser invitado por éste á que aceptase dicho mando, al menos hasta que se recibiesen órdenes de Navarra.

El 22 de octubre hallábase concentrada en Torá la antes diseminada fuerza carlista que guerreaba en las cuatro provincias, ocasión que pareció oportuna á Guergué para organizar, aunque más bien lo hizo sobre el papel que de una manera eficaz, el ejército de que disponía.

Determinó en su consecuencia la formación de cuatro divisiones: la que tituló de Gerona se componía de dos brigadas, mandadas por Brujo Albert y Zorrilla.

Componían la división de Lérida otras dos brigadas, mandadas por Borges y Porredón, siendo su jefe principal el coronel don Juan de Torres.

La división de Manresa y Cervera constaba de otras dos brigadas, mandadas por Caballería y Galcerán, ambos bajo las órdenes de don Benito Tristany.

Por último, la división llamada de Tarragona y Villafranca la mandaba don Matías Valls, siendo la fuerza nominal de las referidas cuatro divisiones la de 22,370 infantes y 400 caballos.

Mas toda aquella fastuosa organización no bastó para que los cabecillas, animados de celos y de rivalidades unos contra otros, obrasen con el acuerdo y disciplina, sin las que era vano pudieran obtener resultados ventajosos.

Las fuerzas liberales del Principado se hallaban reducidas por entonces á las que Pastors pudo sacar de Barcelona y con las que se propuso combatir á los carlistas en campo raso, á cuyo efecto comenzó por dirigirse á Cervera para abastecerse, viéndose allí reforzado por un batallón de la legión francesa con lo que pudo restablecer sus comunicaciones con Gurrea.

Concertó con éste entonces Pastors su plan de campaña dirigido á arrojar á Guergué del suelo catalán. Prometiéronse ambos jefes recíproca y constante ayuda, y cumplió Pastors su compromiso rindiendo á Guimerá y haciendo prisioneros á los 500 hombres que la guarnecían; restableció la línea del Llobregat y del bajo Segre, proveyó á la seguridad del distrito de Talarn y recuperó la posesión de la cuenca de Tremp.

Había por entonces evacuado Guergué el territorio catalán, y de sus resultas desalojó Pastors á los carlistas de las salinas de Gerri, que habían estado explotando con utilidad, y recibido que hubo aviso de que el enemigo andaba en tratos para apoderarse por traición de la Seo de Urgel, trató de impedirlo, á cuyo efecto dividió sus escasas fuerzas contando con la cooperación de Gurrea, de quien recibió aviso de que no podía cooperar al movimiento á que era invitado, si no lo socorría con 6,000 raciones y 25,000 reales.

Con apresuramiento, y quedando exhausto de recursos, satisfizo Pastors el pedido de su compañero; mas cuando avanzaba contra el enemigo, en los momentos en que Guergué contramarchaba volviendo á internarse en el territorio catalán, encontróse Pastors abandonado por Gurrea, ale

gando éste en disculpa una real orden del ministro de la Guerra que imperiosamente le prescribía su regreso á Aragón. Al transmitir Gurrea copia de la real orden á Pastors le añadió lo siguiente: «Conozco mejor que nadie la posición en que V. E. va á encontrarse y el grave compromiso en que se hallará, pero la Reina me manda marchar á Navarra y es preciso obedecer. Mañana diré á V. E. con exactitud la dirección del enemigo y las posiciones que ocupa.»>

Sorprendido Pastors por la inesperada novedad que venía á trastornar todos sus planes, reunió un consejo de guerra cuyos miembros unánimemente participaron de la indignación motivada por el abandono en que los dejaba Gurrea, pero en situación tan crítica nada se adelantaba con recriminaciones y era lo urgente buscar salida á la comprometida situación en que se hallaba el capitán general interino de Cataluña.

Informados los carlistas de la marcha de Gurrea ocuparon posiciones que encerraron á Pastors en una hondonada, de la que tuvo la suerte de escapar por una marcha de flanco, y desplegando la mayor actividad salvó inmensas dificultades y se abrió paso hasta Agramunt.

En aquel punto encontró un batallón de la legión francesa, cuya presencia miró como un don de la Providencia, esperanza bien fugaz, pues el jefe de aquella fuerza tenía orden de recoger el otro batallón francés que estaba con Pastors y de marchar unidos con dirección al Norte.

Al paso que se veía de esta suerte abandonado de todos los auxiliares con los que creyó poder contar al salir de Barcelona, recibía Pastors comunicaciones de Mendizábal en las que el ministro le exhortaba á acabar con las facciones de Cataluña.

La carta de aquel ministro y la orden del de la Guerra Castroterreño dicen más de cuanto pudiera añadirse, sobre cuán errado es pretender dirigir los ministros una campaña desde su gabinete.

Quedó Pastors, dice el Sr. Pirala, sin soldados, sin dinero, privado de comunicaciones y sin fuerza para perseguir á los carlistas dueños del país. Entregado á sí mismo y no recibiendo refuerzos de ninguna clase, regresó á Barcelona, sabedor de haber sido nombrado Mina capitán general del Principado.

A despecho del tratado de Elliot había tomado la guerra en Cataluña un odioso carácter de crueldad. En el mes de setiembre rindió el coronel Niubó al pueblo de Guimerá, donde hizo quinientos prisioneros, de los que fusiló un centenar.

El 24 de octubre, en San Quintín, batió Patxot á 1,200 carlistas, y no perdonó la vida á ninguno de los que hizo prisioneros.

Coincidió con la fecha de la organización de que queda hecha referencia haber dado Guergué á las fuerzas carlistas de Aragón y de Cataluña, el acto del reconocimiento de su autoridad como jefe de todas las facciones que operaban en aquellas provincias. Revestido de aquel carácter envió instrucciones á Cabrera, á Quiles, á Miralles, á Forcadell y á Torner, al mismo tiempo que confió el mando de la brigada de Lérida y del batallón de Barbastro al coronel don Juan de Torres.

Pero todas aquellas medidas de organización no condujeron á otro resultado que al de dar Guergué paseos militares por Cataluña, cansando

á sus soldados. perdiendo con ellos todo su prestigio hasta el extremo de insubordinársele, negándose á batirse y pidiendo á gritos la vuelta á Navarra, de cuyas resultas bien se comprende que no pudieron los carlistas obtener las ventajas que les ofrecía la superioridad numérica que en aquella época alcanzaron.

Pensó Guergué en pedir refuerzos á don Carlos en relevo de la fuerza que componía la columna que había sacado de Navarra, y al mismo tiempo que recomendaba que dichos refuerzos se compusiesen de castellanos, ofreció que haría marchar al Norte 3,000 catalanes. Pero hombre de carácter vacilante y movedizo, abandonó aquel jefe esta idea, pues dejó á los catalanes en su país y sólo pensó en pedir á don Carlos con instancia y por varios conductos su más pronto relevo. Sin esperarlo emprendió su marcha á Navarra el 22 de octubre con las fuerzas que del Norte había sacado, menos las bajas naturales que había sufrido y la de 300 desertores, y aceleró cuanto pudo sus movimientos haciendo jornadas de once y doce leguas. Pasó otra vez por Barbastro, dejando en el país á su segundo Torres, en quien tenía ilimitada confianza. No correspondió á ella este jefe, pues en los mismos días en que recibía de su superior y amigo el mando de las fuerzas que quedaban en Cataluña, representaba á don Carlos contra Guergué. No tardó el que así se conducía en verse él mismo privado de la columna de Borges, que se le separó por conato de insubordinación, como hombre más deseoso de campar por sus respetos que solícito de obedecer, entregándose al saqueo á mansalva en los pueblos en que penetraba.

El 24 de octubre salió Guergué de Barbastro, llevándose en clase de detenidos al obispo y sus familiares. Mas sabedor de que venía á su encuentro el coronel Conrad con sus franceses, trató de evitarlo, sin haberlo conseguido, habiendo sido alcanzado y batido en Angueo.

En la confusión de la derrota el obispo y su servidumbre tuvieron la buena suerte de escapar. El fugitivo continuó su marcha por Bolea, y el 28 pasaba el río Aragón por Verdún, pernoctando el siguiente día en Oyate. Aquella misma noche hizo Guergué salir para el cuartel real á Santocildes en calidad de mensajero, mas encontró éste en su camino á Cordéu, enviado por Guergué como explorador, y noticioso de hallarse en Lumbier la división Méndez-Vigo, apresuróse Santocildes á expedir á su comitente el siguiente aviso:

«Aóiz 30 de noviembre á las diez de la mañana. Mi estimado general: acabo de llegar á este punto, donde he sabido que la columna de MéndezVigo pernoctó ayer en Lumbier; sírvale á V. de gobierno, mientras yo sigo para mi destino de etc.- Bernardo A. de Santocildes.»

Però antes de que esta carta fuese expedida, Cordéu se había dejado sorprender por León Iriarte, quedando prisioneros de aquel jefe Santocildes y varios oficiales carlistas, los que fueron tratados por Méndez-Vigo, no sólo con humanidad, sino con señalada consideración. El suceso de Aóiz obligó á Guergué á mudar de dirección, y marchó en la del Baztán, entrando en Elizondo el día 3 de diciembre. Detúvose en este punto, en Riez, Muez y Arguiñano hasta el día 9, en cuyo día marchó al cuartel real llamado por don Carlos y dejando su tropa al mando del Royo.

Los oficiales prisioneros en Aóiz fueron conducidos á Pamplona, y desde dicho punto á Larraga. Llamóles allí Córdova á su presencia, conferenciando con Santocildes el general y el ministro de la Guerra, conde de Almodóvar, que acababa de llegar al ejército.

Pocos días después fué puesto en libertad el oficial carlista, quien después de conferenciar con don Carlos, fué por él comisionado, como más adelante veremos, cerca del general en jefe del ejército de la reina.

LIBRO CUARTO

PROLONGACIÓN Y EXACERBACIÓN DE LAS CONTIENDAS CIVILES HISTORIA DE LA GUERRA EN LOS DOS AÑOS 1835 Y 1836

CAPÍTULO PRIMERO

MINA EN CATALUÑA

Operaciones de Cabrera en el bajo Aragón y en Valencia.-Nogueras en campaña.— Cabrera en Segorbe -Rubielos.-Estado y condiciones de la guerra en el Maestrazgo. Gallarda defensa de Lucena.-Cerco de Alcañiz.-Régimen administrativo de Cabrera en los pueblos que domina.-Acción de Molina.-Las facciones castellana y gallega.-El tradicionalismo y la libertad.

El nombramiento de Mina para el mando superior de Cataluña llegó á noticia de este general cuando se hallaba en Pau, y apenas súpose en Navarra que el gobierno acudía de nuevo á la espada del popular caudillo de 1808 apresuróse el Ayuntamiento de Pamplona á pedir á la reina que fuese nuevamente conferido á Mina el mando del ejército del Norte, no sin protestar al mismo tiempo en cuanto apreciaba los merecimientos del general que se hallaba á su frente, pero haciento resaltar la larga experiencia, conocimiento del país y prestigio que reunía en su persona el general Mina.

Preocupábase éste al entrar en España por Perpiñán de la situación á que los recientes pronunciamientos habían traído la política. Aunque amigo del orden y del acatamiento debido á la autoridad, Mina simpatizaba cordialmente con el sentimiento liberal que había producido la última explosión contra el gabinete Toreno, y se le resistía verse en el caso de emplear medidas coercitivas contra los junteros si éstos no acataban los mandatos del gobierno. El grito general que clamaba por Cortes Constituyentes hablaba muy alto en el pecho del general que hasta el último día se mantuvo fiel al gobierno constitucional sitiado en Cádiz.

Pero Mendizábal sacó á Mina de su perplejidad, dándole instrucciones por las que le recomendaba obtuviese por medios conciliatorios la obediencia que de parte de los pronunciados reclamaba el interés de la causa pública. Afortunadamente la Junta de Barcelona no se mostró sorda á la voz de Mendizábal y se disolvió trocando sus individuos las funciones de gobierno independiente, que habían ejercido, por las más modestas de miembros de la Diputación provincial y de la Junta de armamento y defensa.

Al hacerse cargo del mando, dirigió Mina una proclama-manifiesto á los catalanes, recordándoles que en época anterior supo vencer á los facciosos, que bajo otro nombre eran ahora los mismos enemigos de enton

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