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>>En las guerras civiles hay necesidades absolutas y exigencias propias que es preciso atender, y el mando de la fuerza armada en persona de la época es la más principal de ellas, tanto más urgente hoy cuanto que mi salud y mi vida sucumben, y cuanto las intrigas, críticas é imputaciones, de que con poca justicia soy el blanco, han acabado de afectar mi ánimo tal vez más que debieran, embargando mi razón, acabando con mi paciencia, que nunca fué mucha, y debilitando todas mis facultades físicas y morales: y tanto menos peligrosa me parece también esta medida, cuanto cualquiera que me reemplace en el mando no podrá ya hoy sino seguir bajo la imperiosa ley que revelará la necesidad, el camino que yo he trazado por ser todo otro imposible. Yo mismo que no vine por tercera vez al ejército sino para pagar una deuda de un hombre de bien en las terribles circunstancias en que me llamó la patria, ayudaré con mis consejos y experiencia á cualquiera que sea el encargado de seguir construyendo el edificio en que he sido harto feliz con colocar algunas piedras fundamentales. Lejos de mí la idea de hacer un monopolio de la razón, y ojalá que todos los españoles me igualasen en sacrificar al bien de su patria sus afectos é intereses particulares, pues es cierto que no se vería hoy aquélla tan desgraciada y amenazada de las grandes y peligrosas convulsiones que se observan en un horizonte cercano y cargado.

>>Ruego al gobierno que al tomar en consideración todo lo que sincera y fundada, aunque tal vez denodadamente, le llevo expuesto, no olvide que en la situación general del país, la opinión pública es más que nunca un poder superior á todos los demás poderes; que la libertad de imprenta que le sirve de órgano, lo ejerce más fuerte y más absoluto en estos tiempos de revueltas y borrascas, y que cuando esta opinión, acertada ó errónea, condena ó excluye á un servidor del Estado, de poco vale que le absuelva su conciencia ni que le defiendan su razón y los hechos, ni que se obstine en sostenerlo el gobierno, pues este mismo gobierno sólo se apoya en aquel poder extraordinario y supremo. Retardarle el triunfo es sólo exasperar su deseo y dar nacimiento á nuevos embarazos. Yo no puedo dar á la opinión lo que la opinión reclama, impaciente, mal instruída y completamente alucinada; es, pues, menester que el general que se lo renuse, ofrezca con sus antecedentes garantías conformes con las ideas dominantes, que inspire más confianza con su experiencia, con su saber, con el recuerdo en fin de servicios prestados en otra época á los principios polí ticos que han triunfado en el día, y contra los cuales yo milité en distintas circunstancias. Y que no se exponga el gobierno á naufragar, irritando con la resistencia un deseo que la organización ó, para hablar con la propiedad y la franqueza que acostumbro, la desorganización actual de la sociedad española ha de coronar triunfando de todos los obstáculos. Si los resultados fuesen buenos para la guerra todos los celebraremos, y creo que más malos no pueden ser, porque el espíritu público alentado con el nuevo médico y éste auxiliado por las eficaces medicinas que se preparan, ó cogerá la corona que no alcanzaron ni merecieron mis celosos esfuerzos en menos ventajosa situación ó acabará por ilustrarse y revelarse á sí propio; que la entidad del achaque es superior á los medicamentos hasta ahora aplicados y buscará otros más eficaces y seguros.-Es doloroso pero

la historia entera nos enseña que los pueblos no se ilustran ni desengañan sino con las lecciones que á precios muy caros compran de la experiencia, y más cuando como ahora están afectadas de la enfermedad nacional todas las clases más ilustradas, que son la verdadera aristocracia de los gobiernos libres. Finalmente, Excmo. Sr., yo quisiera poseer las virtudes de un griego y un romano para ser indiferente ó impasible ante las acusaciones y manejos de que soy hace tiempo víctima, y más en los últimos días; pero, lo confieso, me faltan aquéllas, y cuando sé que he sacrificado al servicio de mi país todo cuanto podía sacrificarle; cuando en el estado más deplorable de salud á V. E. es conocido trabajo diez y ocho á veinte horas al día y no dejo las bridas del caballo sino para tomar la pluma; cuando como es notorio soy el primero en las fatigas y no el último en los peligros de la campaña y renunciando á todo goce y descanso, arrastro la existencia más miserable que cupo á mortal alguno, sin una hora de tregua, sin una idea ni sentimiento que no sea para mi patria, sin un afecto que no sea á la justicia... al verme acusado ó defendido de parcial, de apatía, de molicie, de charlatán ó de otras cosas peores aunque menos directas, cercado de intrigas y de agentes que tienen encargo de desconsiderarme en todas partes, hace que el tormento en que he vivido, ya penosamente soportado, se convierta en un suplicio intolerable, que ni mi carácter, ni la justicia, ni el amor de mi reputación, ni los efectos profundos que ha producido en mi salud, me permiten sobrellevar más tiempo, prefiriendo mil veces ganar una honrada y humilde existencia con mi trabajo, que no figurar en el universo transigiendo con el insulto, la calumnia y asignándome la injusticia y la ingratitud por recompensa. Usen ó abusen cuanto quieran de tan sagrado derecho los que se erigen en dueños de la época, pero no sirva yo jamás de ocasión á multiplicar los males y desgracias de mi país, ni de pretexto á sus extravíos y obcecación. Para conseguirlo y mantenerme libre en la libertad, como me jacto de haber sido por mi lenguaje y sentimientos en toda época, renuncio á este y á todos los mandos y si es preciso renunciaré también á mi patria.

>>Ruego, pues, á V. E que dé cuenta de esta comunicación á S. M. para que de su gobierno obtenga resolución pronta y eficaz que su mejor servicio, como mi situación física y los derechos que tengo á defender mi honra y reputación, reclaman al tenor de lo que tan respetuosamente dejo á V. E. manifestado y en el concepto de que la agravación de mis dolencias ha llegado á tal punto con las fatigas y rigores de este cruel invierno, con los cuidados y disgustos de este difícil y penoso puesto, que me es absolutamente imposible continuar ejerciéndole, y de que si tarda en venir el general que nombre S. M. para reemplazarme, me veré dolorosa y probablemente precisado á delegar el mando á quien corresponda por la sucesión general que señalan las Reales ordenanzas.-Dios, etc.

>>Cuartel general de Lizaso 26 de febrero de 1836.-Excmo. Sr. - Luis Fernández de Córdova. -Excmo. Sr. Secretario de Estado y del despacho de la Guerra.>>

DOCUMENTO NÚM. III

AL EJÉRCITO ENEMIGO, EL GENERAL EN JEFE DE LA REINA NUESTRA SEÑORA

Soldados: ¿Hasta cuándo, víctimas de una ciega y fatal credulidad á las ya usadas mentiras de vuestros jefes y á sus nunca cumplidas promesas, os dejaréis arrastrar por su violencia y consentiréis que vuestros padres y familias sean tratados con la más atroz barbarie para reteneros en . las filas de los que llaman vuestros seductores voluntarios? ¿Hasta cuándo rehusaréis el testimonio de vuestros mismos ojos, de vuestra propia razón y memoria, para depositar vuestra fe en esos mentidos papeles con que os esclavizan y engañan y dejaréis á vuestros jefes que destruyan la prosperidad y el bienestar de estas privilegiadas y virtuosas provincias y la felicidad de toda España que siempre fué amante de ellas? ¿Qué podéis esperar cuando al cabo de dos años y medio de verter vuestra sangre, no osan ya bajar vuestros alucinadores de esos riscos y montañas, porque nada tienen que oponer á tres mil caballos, cuyo poder conocéis, cuyas lanzas habéis tantas veces probado?

Soldados: Meditad y recordad vosotros mismos los hechos. Cuando más os confiaban del triunfo, veis brotar por todas partes millares de nuevos soldados en nuestras filas: legiones brillantes que hoy se están duplicando, representan el interés por nuestra causa de dos naciones grandes é invencibles que miran aquélla como suya. Y vuestros padres están arruinados, vuestras casas asoladas y vuestros campos yermos, y vuestro mismo sustento es tan malo y escaso que media ración os hace el día venturoso, comparado á los muchos que pasáis sin ninguna. ¿Dónde están esos auxilios extranjeros que os han prometido tantas veces vuestros tiranos? Vinieron, sí; pero están en nuestras filas. ¿Dónde esos tesoros que han dado los pueblos, ó que hace años deben llegar todos los días? En la imaginación ó en los cofres de vuestros caudillos, que engordando y prosperando de vuestra sangre, especulan sobre vuestra ruina y abusan de vuestro candor y creencia. Pero mejor que yo mismo sabéis ya vosotros que sois víctimas de la mentira y el fraude, que vuestra voluntad está encadenada por la vergonzosa y horrible tiranía de los que titulándose campeones de la religión, condenan á vuestros parientes, con afrenta de los usos de un pueblo cristiano, á responder de vuestras personas. ¿Qué se ha hecho la flor de estas provincias? Esa brillante generación que fertilizaba estos campos, animaba vuestra industria y derramaba la comodidad y la riqueza en este hoy desventurado suelo? La guerra lo ha devorado todo, todo lo ha sacrificado á la elevación de unos pocos ambiciosos y la guerra está hoy más desesperada que nunca para vuestra causa; para la elevación de aquéllos pereció todo, y la suerte de los que habéis quedado es peor que la de aquellos que ya murieron, pues es, como vuestra recompensa, el palo, la miseria y la muerte en un asqueroso hospital.

Soldados: Jamás os dirigí mi voz, ni lo hice á vuestros padres sino para ofrecerles consuelo y protección, para aliviar sus desgracias y compadecer sus sacrificios. Los soldados y jefes de la Reina os aman, os com

padecen y os combaten no como á enemigos, sino como á hermanos extraviados, como á bizarros compatriotas, de quienes es preciso repeler una agresión ingrata é injusta; y la mejor recompensa de nuestro triunfo sería el perdón y la reconciliación que os volviese al seno de la patria para gozar de los beneficios de hombres libres, de las dulzuras de la paz, y de las bondades de una Reina angelical, de quien vosotros seríais el más firme apoyo, si conocieseis las gracias é inocencia, la dulzura y la afabilidad de su digna y augusta madre.

Soldados: ¿Hasta cuándo en fin ha de correr á torrentes la sangre de una nación grande, heroica y cristiana? Yo os ofrezco asilo y amistad: vosotros seguiréis eligiendo vuestra suerte al deponer las armas. Los muchos de vuestros camaradas que ya las han presentado, ó se hallan bien pagados, asistidos y contentos en las filas en que han querido ingresar, y distinguiéndose por su valor, ó descansan tranquilamente en sus hogares y trabajan en sus oficios al lado de sus familias consoladas. Venid, pues, á mí, yo os acogeré con la bondad que siempre os he acogido. Una lucha inútil debe ser para vosotros tan penosa y tan funesta como lo es para la patria. Todos somos hermanos, todos hemos llevado muchos siglos con gloria y orgullo el nombre de españoles, por él hemos combatido y vencido siempre juntos.

Y vosotros, soldados de la Reina, que prisioneros ó desertados de nuestras filas para evitar un castigo correccional, ó por un momento de error y despecho tenéis que ocultar vuestra vergüenza y arrepentimiento en las filas de la rebeldía, yo lo acepto, y en nombre de S. M. y de la patria os perdono, si abandonando esas hordas criminales, corréis á las banderas de la libertad, que recibieron vuestros juramentos. Sé cuál es vuestra suerte y que el temor del castigo solamente os impide volar á abrazar á vuestros camaradas. Hacedlo sin temor; tenéis la palabra de vuestro general.

En mi cuartel general á 20 de mayo de 1836.— Córdova.

DOCUMENTO NÚM. IV

AL EJÉRCITO ENEMIGO, EL GENERAL EN JEFE DEL REY NUESTRO SEÑOR DON CARLOS V

Soldados: ¿Hasta cuándo os dejaréis engañar de vuestros jefes, que sólo siguen y defienden la revolución y el desorden? ¿Hasta cuándo continuaréis sin convenceros de esta verdad, comprobada por tantos asesinatos y hechos horrorosos con que han consignado la depravación de sus miras y doctrinas? ¿Hasta cuándo seguiréis sin conocer que un puñado de hombres desde estas montañas han deshecho en mil encuentros ese ejército? ¿Cómo no veis que el de mi mando se aumenta y robustece con una progresión asombrosa? ¿Cómo no descubrís en estos efectos la mano de la divina Providencia que tan visiblemente protege los legítimos derechos de un soberano tan virtuoso y amante de los españoles, cual es el Rey nuestro señor don Carlos V? Ya es tiempo de que conozcáis la justicia de la causa que sostienen estos valientes voluntarios. Ya es tiempo de que

acudáis á sus filas. Venid á servir en ellas; venid para que tengan fin tantos males de que son víctimas las provincias que gimen bajo el cetro de hierro de la reina usurpadora. Venid, seréis todos unos, y unidos partiendo las fatigas, participaréis también de la gloria que resulta al que labra el sosiego y la felicidad de su patria. A vuestra llegada recibiréis la gratificación señalada á los que se presentan. Nada os faltará, prest, raciones y vestuario, asegurados en abundancia por contratas; la licencia absoluta concluída la campaña; y opción á los premios que el Rey nuestro señor dispensa á sus leales y heroicos defensores, es lo que en su real nombre os ofrezco, garantizándoos el cumplimiento bajo mi palabra de honor, con la exactitud que habéis visto en la presente campaña ejecuta todas.-El conde de Casa-Eguía.

Imprímase este peregrino documento y sea leído á las tropas de S. M. tan descabellada sarta de embustes y disparates, para que sepan nuestros enemigos todo el desprecio que nos merecen y la alta ilimitada confianza que tiene la patria en sus defensores y el general de la Reina en sus soldados.

¡Ya lo veis, soldados! no puede llegar á más alto grado la necedad é impostura. Los que no pudiendo combatiros con las armas, tratan de seduciros por el fraude, os ofrecen abundancia, pagas, recompensas y victorias y todas estas promesas garantizadas por la palabra jamás desmentida del caudillo rebelde. ¿Y por qué no da entonces más que media asquerosa ración á sus propios soldados, cuando les da alguna? ¿Por qué en seis meses no les ha pagado más que quince reales? ¿Por qué no se atreve á dejar esas cobardes guaridas en que todavía os tiemblan? Piensa convenceros con sermones de semana santa; pues bien, yo quiero que se os lean y confundir así, por nuestra mofa y desprecio, á quien para ocultar su abatimiento no encuentra mejor medio que el de insultar vuestra honradez. ¡Ellos venceros! no es mal modo de combatiros. ¿Por qué, pues, no quieren probar vuestras armas?

A la orden general.-Córdova.-Léase en las compañías. -Cuartel general de Vitoria 19 de mayo de 1836.-El general jefe de la P. M. G., Marcelino Oraá.

CAPÍTULO V

CAÍDA DE MENDIZABAL

Fraccionamiento de la minoría progresista del Estamento de procuradores traído por Mendizabal.-Pierde éste la confianza de la reina gobernadora.- La legislatura de 1836.- Lance de honor.-Crisis ministerial.— Memorándum. — Advenimiente del ministerio Istúriz.

La conformidad de ideas y de propósitos que hemos visto establecerse entre Mendizabal, los jefes de la emigración, los individuos de los Estamentos que habían hecho más ruda oposición á los gabinetes Martínez de la Rosa y Toreno, y los hombres que fuera de las Cortes dirigían las aspiraciones de los adversarios del sistema llamado en Francia del justo-medio, sistema que aplicado á la política interior de España, significaba que no

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