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tinuó Galerio por otros ocho años mas. Galerio no se saciaba de sangre cristiana.

El impío é infame Galerio habia logrado persuadir á Maximiano, padre de su muger, á que abdicase la púrpura. Logró despues lo mismo de Diocleciano, mas ciertamente con amenazas que con la persuasion; y Diocleciano, tan generoso en partir con otros el imperio, obligado á bajar de él por el mismo á quien habia elevado, se retiró á Salona su patria. Asi quedaron por emperadores Valerio en Oriente, y Constancio en Occidente. Con la elevacion de Constancio al imperio cesó en España la persecucion de los cristianos (305), antes se entregó públicamente á su confianza; abriéronse las cárceles á todos, y entre ellos recobró la libertad Osio, obispo de Córdoba, que despues se hizo tan justamente célebre. Constancio fué un excelente príncipe, dulce, justo y tolerante, y tan pobre, que cuando daba un festin tenia que pedir la plata prestada. Suidas le llama Constancio el Pobre. Su hijo Constantino, el que despues habia de dar tanto engrandecimiento y lustre á la iglesia, tenia entonces diez y ocho años, y habiéndose alistado antes en las banderas de Diocleciano, continuaba sirviendo en Oriente bajo los estandartes de Galerio. Reclamábale su padre, agoviado de enfermedades; pero el inícuo Galerio le retenia en su poder, hasta que una noche se salvó de sus lazos con la fuga. Para librarse Constantino de la persecucion, iba en cada parada de

postas cortando las piernas á los caballos de que se servia (1) , y de este modo llegó á incorporarse con su padre, el cual murió luego en Yorck; las legiones, haciendo el último ensayo de su poder, aclamaron á Constantino emperador, en nombre de las virtudes de su padre (306).

Muchas guerras tuvo que sostener todavía Constantino antes de sentarse tranquilo en el trono de Oc-. cidente, ya contra Maximiano, que arrepentido de su abdicacion, quiso vestirse otra vez la púrpura, ya contra Galerio, ya contra Maxencio y Licinio. Por este tiempo se celebró en España el concilio de Illiberis. La iglesia y el mundo van á recibir una trasformacion bajo el imperio de Constantino.

(4) Zosim. lib. II.

CAPITULO IV.

EL CRISTIANISMO.

Pintura de las costumbres del imperio romano.-Corrupcion y disolucion moral.-En los emperadores: en el pueblo: en los hombres de letras. Causas que la producian.-Politeismo.-Constitucion orgánica del imperio. Tiranía: esclavitud: condicion miserable y abyecta del pueblo.-Vicios de la legislacion.-Derechos tiránicos de los padres.-Prostitucion del matrimonio: facilidad de los divorcios: leyes sobre el celibatismo: esclavitud de las mugeres: falta de vínculos de familia: esposicion de los hijos.-Escandaloso lujo y vida licenciosa de los ricos: egoismo universal: estrago y desenfreno de costumbres.-Filosofía epicúrea: filosofía estóica.-Necesidad de una revolucion social en el mundo.-La trae el cristianismo.-Filosofía cristiana.-El cristianismo considerado como principio moralizador y como principio civilizador.-Su doctrina: su nacimiento y progresos. -Costumbres de los primeros cristianos.-Persecuciones: martírios: edad heróica del cristianismo.-Cómo fué ganando al pueblo.-Cómo á las clases elevadas de la sociedad.-Filósofos cristianos: apologistas.-El cristianismo en España.-Mártires españoles.-Zaragoza.— Osio. Situacion religiosa del mundo al comenzar el cuarto siglo.

Estaba elaborándose lentamente en el imperio romano una revolucion social, la mayor que han presenciado los siglos, y la mayor tambien que se verá hasta la consumacion de los tiempos. Todos los sucesos que hasta ahora llevamos referidos carecen de importancia al lado del grande acontecimiento que se estaba preparando. La sociedad antigua iba á disol

verse, el mundo iba á sufrir una trasformacion física y moral, y la gran familia humana iba á ser regenerada en su religion, en su gobierno, en su legislacion, en su moral y en sus costumbres. Los elementos existian ya, pero iban obrando paulatinamente como todo lo que está destinado á producir cambios y revoluciones que han de durar largas edades. Menester es que conozcamos las causas que fueron preparando esta gran metamorfosis social, para que podamos apreciar despues debidamente sus efectos.

Por el imperfecto cuadro que hasta ahora hemos delineado se ha podido ver á que grado de corrupcion, de inmoralidad, de desenfreno habian llegado las costumbres en el imperio romano, y el imperio romano era entonces el mundo. Aunque la disolucion y los vicios tenian ya gangrenada la sociedad romana en los últimos tiempos de la república, veíanse todavía algunos ejemplos, si no de virtudes morales, por lo menos de virtudes cívicas, de las virtudes propias de un resto de energía nacional, de un resto de amor á la libertad. Bruto y Casio fueron llamados los últimos romanos. La voz de Ciceron dejó de oirse, y no hubo quien la reemplazára, porque la elocuencia enmudece con la tiranía. Mientras la república estuvo ocupada en conquistar, la necesidad del heroismo produjo todavía algunas virtudes: cuando los hombres dejaron de pensar en guerras, pensaron en deleites y en cortesanas. Cuando Augusto dió la paz al mundo

da

avasallado, no pudo hacer sino llamar en su auxilio las musas para que encubrieran con sus laureles la tiranía y la relajacion. Aunque de buena fé quisiera Augusto corregir las costumbres, era ya impotente para ello, porque el corazon de la sociedad estaba corrompido, y lo estaba por la misma organizacion social. Asi desde Augusto que aparentó querer contener la inmoralidad, corre despues y se precipita desbocay sin freno, ayudada de la tiranía desenmascarada que era lo único que le habia faltado. Desde entonces no se ve sino una depravacion profunda en todos los miembros de la sociedad: el vicio y la impiedad, la ferocidad y la adulacion, la crápula y la sensualidad eregidas en sistema. Emperadores malvados disponian de un pueblo corrompido, y soldados licenciosos se daban emperadores tan desenfrenados como ellos. Plebe У soldados nombraban, aplaudian, divinizaban al que esperaban les hiciese mas distribuciones de trigo ó de dinero con que matar el hambre, y que les diese mas espectáculos con que divertirse: cuando las distribuciones y los juegos se acababan, asesinaban á aquel y aclamaban á otro. Asi el pueblo lloraba como una desgracia la muerte de Calígula, de Neron, de Cómodo, de Caracalla y de Eliogábalo, porque habian sido los mas pródigos para él. «El pueblo, dice <«<elocuentemente un escritor español (), el pueblo

(4) Malgorza y Azanza, Discurso sobre el comercio de los romanos. TOMO II. 14

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