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embarcándose en ella con bastante gente, acabó con todos aquellos infelices, que el hambre tenia ya flacos, estenuados y sin fuerzas sin fuerzas para defenderse. Asi comenzaban su carrera en España todos los generales

romanos.

Costeando desde alli Cesar por el litoral de Galicia, arribó al puerto Brigantino (hoy la Coruña), cuyos habitantes, acostumbrados á navegar en botes ó barcas de mimbres forradas con pieles, se sorprendieron grandemente á la vista de las naves romanas, con sus infladas velas, sus altos mástiles y sus adornadas proas, asi como con las brillantes armaduras de los guerreros que en ellas iban: dejaron sin dificultad desembarcar los soldados, y sobrecogidos de una especie de estupor religioso, se sometieron á Cesar.

Volvióse éste desde alli á Cádiz, sin emprender nuevas conquistas: ni el pais le daba ocasion para ello, ni le interesaba entonces tanto conquistar como adquirir dinero. Cesar ofreció en aquella sazon un ejemplo de cuánto es mas fácil hacer leyes para reformar á otros que aplicarse la reforma á sí mismo. Dió una ley para refrenar la usura que en aquel tiempo ejercian los ricos con escándalo en España. Habíanse arrogado el derecho de despojar á los deudores de sus tierras, que ellos tampoco cuidaban de cultivar, con gran detrimento de la agricultura. Cesar prohibió la expropiacion forzosa por deudas, y limitó los derechos de los acreedores á las dos terceras partes de los pro

ductos de las fincas hasta la total estincion de los débitos. Con esto hizo un gran bien á las clases pobres. Pero hubiérale hecho mayor á toda España si él no se hubiera dado tanta prisa á amontonar riquezas. Cuando le fué conferido el gobierno de la Península, habia estado él mismo detenido en Roma por las reclamaciones de sus acreedores, á quienes debia la enorme suma de ochocientos treinta talentos de oro (que equivalian á muchos millones de reales), sin poder partir hasta que el opulentísimo Craso hubo de salir por fiador suyo. Cuando volvió á Italia, es decir, en me→ nos de dos años de pretorado en España, no solo llevó lo bastante para solventar sus deudas, sino que le quedó aun para ganar con larguezas gran número de amigos que le eleváran al consulado.

Obtuvo, pues, la dignidad consular (59), que prefirió á los honores del triunfo. Roma se hallaba dividida en dos bandos que capitaneaban Craso y Pompeyo. Cesar supo ganarse la voluntad de ambos, y entre los tres se formó el primer triumvirato de que hace mencion la historia romana. El senado elogió grandemente á Cesar por haber dado fin á una rivalidad tan peligrosa para la república. Solo Caton comprendió que Roma habia perdido su libertad. En efecto, los triumviros se hicieron dueños de la direccion de los negocios públicos, y Caton y Ciceron que se atrevieron á alzar su voz contra ellos, no hicieron sino esponerse á su venganza. Cesar, para mejor asegurarse TOMO II. 3

la amistad de Pompeyo, le dió en matrimonio su hija Julia. Todos tres habian estado en España: Pompeyo y Cesar como generales: Craso, proscripto en tiempo de las guerras de Sila y Mario, habia hallado en España una hospitalidad generosa, á que por cierto no habia correspondido con gratitud (1).

Trascurrido el año consular de Cesar, y distribuido el mando de las provincias entre los triumviros, partió Cesar para las Galias y la Iliria, cuyo gobierno le habia tocado: Craso tomó el de Egipto, la Siria У la Macedonia; Pompeyo el de España. Los brillantes triunfos de Cesar en las Galias le afirmaron mas en su pensamiento de hacerse el soberano de la república. La muerte de Craso (57) disolvió el triumvirato, dejando ya solos frente á frente á Cesar y Pompeyo. Amigos en la apariencia, pero rivales y enemigos en el fondo de su alma, el lazo de Julia, á quien ambos amaban tiernamente, el uno como padre, como esposo el otro, era el que los habia mantenido esteriormente unidos. Murió Julia, y cesó ya entre ellos

(4) Habia estado ocho meses oculto en una gruta, entre Ronda y Gibraltar, perteneciente al rico español Vibio Pacieco, el cual le prodigó alli toda clase de auxilios con la mayor solicitud y esmero. Cuando la suerte se volvió del lado de su partido, salió de la gruta, y con algunas tropas de su bando devasto el mismo pais que le habia servido de asilo. Málaga, que habia estado un poco remisa en satisfacer un pedido suyo, fué inexora

blemente saqueada. Por estos medios se hizo Craso el mas opulento de los romanos. Asi no es estraño que pudiera dar un dia á todo el pueblo romano aquel célebre banquete en que hizo distribuir á cada convidado todo el trigo que podria comer en tres meses. Cuando murió en la guerra contra los parthos, un ciudadano romano hizo echar oro derretido en su boca para insultar su avaricia.

todo miramiento y consideracion. Y como ambos aspiraban al mando supremo de la república, y ni Pompeyo sufria superior ni Cesar sufria igual, pronto estalló la enemistad de un modo estruendoso У fatal para Roma, fatal tambien para España, que tuvo la desgracia de ser elegida teatro de sus sangrientas contiendas, como luego vamos á ver.

Pompeyo se habia quedado en Roma, rigiendo desde alli la España por medio de sus lugartenientes. Primero llegó á ser nombrado cónsul único: despues influyendo para que se nombráran cónsules enemigos de Cesar, logró un decreto del senado mandando á Cesar que resignára el mando del ejército. Contestó Cesar que obedecería á condicion de que se obligára tambien á Pompeyo á renunciar el mando del que en Roma habia levantado contraviniendo á las leyes. El senado repitió la órden á Cesar, intimándole que si no obedecia, sería declarado traidor á la patria. Comprometida y delicada era la situacion de Cesar: reflexiona, medita sobre ella y sobre los males de una guerra civil; pero dueño de las Galias, contando con un ejército aguerrido, victorioso y adicto á su persona, y con un partido numeroso que á fuerza de oro habia ganado (que para esto le servia el oro de España y de las Galias), opta por la guerra: «la suerte está echada,» dice, y pasa el Rubicon ("). Grande fué la consterna

(4) Este paso del Rubicon ad- quirió tanta celebridad, porque

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cion de Roma. Ciceron habia preguntado á Pompeyo con qué fuerzas contaba para detener á Cesar: «Me basta, respondió el presuntuoso romano, sacudir con el pie la tierra para hacer que broten legiones.» Al saberse la aproximacion de Cesar le dijo Favonio: «Ea, gran Pompeyo, da un golpe en la tierra, y haz que salgan las legiones prometidas.» Mas lo que hizo Pompeyo fué huir de Roma, olvidándose con la premura hasta de recoger el tesoro público, de que supo aprovecharse muy bien Cesar. Retirado Pompeyo á Dirraquio, quedó Cesar de dictador en Roma (49).

España va á ser el campo en que los dos grandes hombres se disputarán el imperio del universo. Cesar encomienda á Marco Antonio la defensa de Italia, y él determina venir á España á combatir aqui á los generales de Pompeyo.

En todo el tiempo que habia mediado desde su estancia como pretor, España habia estado pacífica, con la paz de los oprimidos. Solo en el año 55 una gran muchedumbre de cántabros, llamados por sus hermanos y vecinos de las Galias, habian ido á darles socorro, conducidos por acreditados y valerosos gefes que habian hecho la guerra con Sertorio. Pero esta expedicion habia sido tan infortunada, que en ella ejecutaron los romanos una de aquellas carnicerías horribles con que hace estremecer la relacion de

habia un decreto que declaraba enemigo de la patria al general que

pasára con tropas armadas este pequeño riachuelo.

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