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ga toca, y su cuerpo un ropage que contiene varios geroglíficos, entre ellos una cabeza humana y debajo un buho. A su lado se ven un ave, dos estrellas, un dragon alado, que parece pasar por un triángulo, y debajo un leon sentado. La orla es semejante a la de la lámina anterior, á la cual se conoce estaba unida.

La tercera representa un cocodrilo sentado sobre los pies traseros y como apoyado en una base cubierta de figuras, entre las cuales se distinguen una caña de trigo, una culebra y los signos de Piscis y de Acuario. El cocodrilo sostiene en una mano un pez, y en otra una ánfora derramando agua. Hay en esta lámina otras figuras de hombres y mugeres con ánforas, culebras nojos de espigas. Debajo otras tripulando unas barcas, algunas de ellas en actitud de herir con un arpon uno de los peces que aparecen nadando.

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En la cuarta, que es el reverso de la tercera, se ve un gran combate entre blancos y negros, los blancos con tocas y trages egipcios. Los negros son en todas partes vencidos y sacrificados: tres de ellos yacen en el suelo degollados, y tres egipcios marchan á compás paseando en triunfo sus cabezas clavadas en las puntas de sus picas. Un egipcio monta en un camello, y en otro cree ver el autor del descubrimiento á Hércules con jabalina en la mano derecha, rodela en la izquierda, cubierto con la piel de leon, y en ademan de herir á uno de los negros que se defiende

con una maza.

En la quinta se ven tres cabezas de mugeres con tocas, cuerpos y pechos desnudos, pero formando desde la cintura abajo un solo cuerpo cubierto con un estrecho ropage en que hay varios geroglíficos. Las mugeres llevan en sus manos espigas é instrumentos de labranza. De uno de sus pechos salen tres chorros de leche que fecundizan un terreno, en el cual han nacido arbustos y un árbol con fruta de forma esférica. De otro pecho salen dos chorros que caen sobre un dragon con tres largos cuellos como de serpientes; cuyo dragon parece es herido con una lanza harponada, como si fuese el que guardaba el jardin de las Hespérides, el de las manzanas de oro que robó Hércules.

En la sesta, reverso de la quinta, se observa una figura como la del Dios Pan, con cola y cuernos de macho cabrío y cuerpo velludo, sentado sobre una piedra tocando un instrumento músico con muchos tubos, á cuyo compás baila una cabra. A la iz– quierda de este grupo hay un hombre vestido como de pámpanos, en actitud de vendimiar un emparrado, de cuyo fruto tiene á su Jado un canastillo lleno, como si quisiese ser Baco, el que enseñó el cultivo de la vid.

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Todos los dibujos son incorrectísimos y muy toscos, y están testificando la infancia del arte.

El descubrimiento de este monumento importante, y la circunstancia de existir bajo las ruinas de un antiguo edificio romano, en cuyo intermedio se habia formado una capa de cuatro pies de terreno de aluvion, hace discurrir al señor Hernandez sobre la posibilidad de que los egipcios hubiesen sido los primitivos pobladores de España con anterioridad á los celtiberos. Despues de espresar que en su concepto el verdadero libro de la historia de un pueblo son sus ruinas, sin cuyo estudio crítico no se hará sino divagar sin adelantar un paso (en cuya utilidad convenimos con él, pero en cuya lentitud y dificultades inmensas habrá de convenir con nosotros), nos dice: «¿Será tal vez posible, que este «sencillo y frágil monumento bien examinado, sea el punto de «apoyo en que descanse el colosal edificio de nuestra primitiva «historia, creando una nueva era? ¿Nos declararán sus geroglífi<«cos lo que buscamos por tantos siglos con tanta avidez? ¿Quer«rán representarnos sus incorrectas figuras pasages mitológicos «que tengan relacion con nuestra historia primitiva, y venga co<«<mo instrumento coetáneo á probar lo que no ha dudado la crítica «<moderna en zaherir? ¿Será cierto que Pan ó Spahan vino á España, y Baco le visitó enseñándole el cultivo de la vid? ¿Aludi«rán los fragmentos núm. 3 y 4 á la guerra de Hércules egipcio <«<con los tres Geriones, y al robo de las manzanas en el jardin de «las Hespérides, que no se ha dudado de calificar de fabuloso? «Cuando nada de esto pruebe, á lo menos nos demostrará que no «es dudosa la venida y permanencia en España y en esta ciudad, «de una colonia egipcia, que las toscas é incultas murallas ci«clópeas son anteriores á la venida de este pueblo que estaba ya «<en el primer grado de civilizacion; y hé aqui encontrada la cla«ve que nos evidencia quienes fueron los maestros de nuestros «celtiberos ó primitivos pobladores, que llevaron las artes á un «grado sorprendente de esplendor, como dejaron consignado en <«las medallas que conservamos, y en el grande y hermoso trozo «de muralla celtibera que se conserva intacta en esta ciudad, que «ha pasado desapercibida hasta el dia.»>

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Nosotros no negaremos al ilustrado autor del descubrimiento la posibilidad de que alguna colonia egipcia arribára y se asentára en el pais que se llamó despues Tarraconense desde tan remotos tiempos como calcula. Confesamos tambien que el monumento puede ser de suma utilidad histórica, y que merece ser examinado con detencion por los sabios de las academias de historia ó arqueologia nacionales y estrangeras, y cotejado con los de la TOMO II. 34

misma ó análoga índole que acaso en otros puntos existan. Sin embargo, por nuestra parte no hemos podido considerarle como fundamento suficiente para variar nuestro sistema histórico en cuanto á la poblacion primitiva de España, por lo menos mientras los sabios anticuarios y las corporaciones científicas no nos suministren mas copia de datos y de investigaciones que vengan en apoyo de aquel juicio. ¿No pudo ser tambien el sarcófago descubierto obra de alguna poderosa familia egipcia, que antes ó despues de la invasion de los fenicios se estableciera en aquella parte del litoral del Mediterráneo, como punto á propósito para el tráfico mercantil, y que quisiera dejar grabados en su sepulcro los símbolos de su teogonia, sin que por eso sus dioses ó sus héroes hubiesen venido a España, ni tenido en ella los egipcios colonias de dominacion? Estos y otros discursos mas o menos verosímiles nos ocurririan, si tratáramos de hacer sobre el mencionado monumento una disertacion arqueológica, lo cual acaso escede á nuestros conocimientos, y de todos modos no creemos corresponda ahora á nuestro propósito.

Contentámonos con cooperar á que se conozca un descubrimiento que puede ser interesante, y con escitar á los cuerpos científicos á que dediquen su atencion á estudiar У descifrar esas ruinas venerables que desde el fondo de las entrañas de la tierra pueden arrojar tanta luz sobre nuestra historia.

En cuanto a las láminas con que el señor Hernandez nos ha favorecido, tal vez algun dia podamos hacerlas conocer del público. Poseemos las de otros curiosísimos monumentos que dejaron los antiguos pueblos que nos han dominado. Contamos con una regular coleccion de dibujos de trages antiguos, sacados de lápidas coetáneas, de códices de las iglesias y archivos, de escudos, sellos y otros monumentos originales. Hemos adquirido igualmente hasta el dia á costa de investigacion y solicitud, de 500 ó 600 autógrafos, ó fac-símiles de personages importantes de nuestra historia. Ý muchas veces nos ha venido al pensamiento, y no hemos renunciado todavía á la idea (que tal vez podamos realizar) de adicionar nuestra obra, cuando la tengamos concluida, con todas ó algunas de estas curiosidades artístico-literarias.

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Catálogo de los que se celebraron durante la dominacion wi

sigoda (1).

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(1) Habíanse celebrado ya antes, durante el imperio romano, en uno de los primeros años del siglo IV (acaso el 303) el concilio de Illiberis, á que asistieron 19 obispos, á saber: los de Acci, Córdoba, Sevilla, Tucci, Ipagro, Castulo, Mentesa, Illiberi, Urci, Mérida, Zaragoza, Leon, Toledo, Fiblaria, Ossonoba, Ebora, Eliocroca, Basti y Málaga: en 380 el 1. de Zaragoza, á que asistieron 12 obispos: en 400 el 1. de Toledo con asistencia de 19 prelados, y uno en Braga en 444, al que concurrieron 40 obispos, en los momentos en que los alanos, suevos y vándalos, se estaban apoderando del pais.

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(1) Para la formacion de este catálogo hemos tenido presentes y cotejado las colecciones y cronologías de San Isidoro, de Perez, de Aguirre, de Loaysa, de Ulloa, de Florez, Verganza y otros.

Respecto de algunos no consta el número de prelados que concur

rieron.

No hemos incluido algun otro concilio que suele citar tal cual coleccionista, ó por dudoso, ó por no haber tenido un carácter bien determinado de tal, ó por haber desaparecido completamente sus actas, y no hallarse en ningun autor razon ó vestigio de ellas. De las principales disposiciones de casi todos los concilios de este catálogo hemos dado cuenta en nuestra historia.

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