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Quéjanse algunos canonistas de que el trabajo de san Martin no fue tan completo como se podia esperar de sus grandes conocimientos en el idioma griego, y que a veces los mutiló é interpoló con otros cánones españoles, haciéndoles en otras ocasiones decir lo distinto de lo que expresaba el original. Pero se debe tener en cuenta que el objeto del Santo no fue dar una coleccion completa de cánones, sino mas bien un tratado de Derecho canónico para uso de su provincia, traduciendo aquellos directamente de su original, y dándolos por el órden de materias que le pareció mas claro y didáctico, á la manera que ya lo habia hecho con los antiguos cánones el concilio de Calcedonia. Por esa razon no se debe considerar el trabajo de san Martin de Braga como una coleccion de Concilios, cual era la anterior, sino como una compilacion doctrinal de cánones. Los capítulos que abrazan son ochenta y cuatro.

$ LXXIV.

Fin del reino de los suevos.

A la muerte de Theodomiro habia quedado al frente de los suevos su hijo Miron (571-584). Por las noticias que de él nos dejó san Isidoro, vemos que guerreó contra los riojanos. Al ver oprimidos á los Católicos por las armas de Leovigildo, salió en favor de ellos, y vino con sus tropas desde Galicia á socorrer á san Hermenegildo, sitiado en Sevilla, y quizá para vengarse de Leovigildo, que le habia devastado las entradas de Galicia, obligándole á pedir tregua 3. Mas astuto Leovigildo, cerró el paso á Miron, y obligó á este con regalos

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Cavallario: Instit. Juris Canonici prolegomena, cap. ш, § 13, y en el compendio, cap. v, § 9 de los prolegómenos citaré como muestra de estas alteraciones el cánon 10 de Ancira que prescribia: «Que si los Diáconos al orde«narse protestaban que no podian vivir célibes, no se les separase de su ministerio aunque se casaran ; pero que si callaban y recibian la imposicion de ma«nos protestando continencia, y despues llegaban á casarse, se les separase de « su ministerio. » Este cánon griego le tradujo al latin diciendo todo lo contrario. Véase en el apéndice la historia de los suevos por san Isidoro. Este los llamó ruccones, pero el Biclarense los llamó aragones. (Biclarense, al año 372). Leovigildus Rex in Gallaecia Suevorum fines conturbat, et à Rege Mi«rone per Legatos rogatus, pacem eis pro parvo tempore tribuit.» (Biclarense : Cronicon, an. 576).

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á tomar parte contra los Católicos sitiados en Sevilla. El cielo castigó la perfidia de Miron haciéndole morir al pié de sus muros '.

A su puesto subió Eburico, hijo suyo de pocos años, que se declaró aliado de Leovigildo. Mas en breve le lanzó del trono su pariente Andeca, obligándole á meterse monje, segun la moda que ya se habia introducido en España. Leovigildo, que ansiaba cualquier pretexto para incorporar la Galicia á sus Estados, aprovechó aquella ocasion para combatir al usurpador, á quien venció y obligó á meterse monje, y ordenarse, como él habia hecho con su entenado Eburico. Desde entonces los suevos quedaron reducidos á la obediencia de los godos, y Galicia unida al resto de la nacion (587). En vano un suevo llamado Malarico trató de volver por la independencia de su gente, pues vencido y preso, fue conducido á presencia del afortunado Leovigildo.

Las persecuciones de este contra los Católicos (de que vamos á tratar) hicieron vacilar la reciente fè de los suevos. Al menos Recaredo al dirigir la palabra á los Padres del concilio III de Toledo blasona de haber reducido á su dominio la infinita multitud de los suevos, á la cual habia procurado atraer al conocimiento de la verdad, sacándola del error en que yacia 2.

La fácil conquista de Leovigildo, sus persecuciones contra los Católicos, y sobre todo el carácter perfido y taimado de los suevos, hacen sospechosa la conversion de sus magnates. De todas maneras, desde esta sumision en el concilio III de Toledo desaparecen completamente de la escena, y la historia no se vuelve á ocupar de ellos.

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1 «Leovigildus Rex civitatem Hispalensem congregato exercitu obsidet et rebellem filium gravi obsidione concludit, in cujus sollatium Miro Suevorum Rex ad expugnandam Hispalim advenit, ibique diem clausit extremum. » ( Biclarense: Cronicon, an. 583).

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«Suevorum gentis infinita multitudo, quam praesidio coelesti nostro regno subjecimus, alieno licèt in haeresim deductam vitio, nostro tamen ad veritatis originem studio revocavimus. » (Loaisa. fol. 200).

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TOMO I.

FUENTES.

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CAPÍTULO VI.

CONVERSION DE LOS GODOS AL CATOLICISMO.

Además de las generales, san Gregorio Magno: Dialogorum, libro III, cap. XXXI (pág. 345, tomo II, edicion de París de 170%). - Id.: Epístolas á san Leandro y Recaredo. - Paulo Diácono: De vita et miraculis Patrum Emeritensium. — Vida del obispo Massona (cap. 1x).—Concilio III de Toledo. (Véase ap. Loaisa, pág. 198 y sig.).

TRABAJOS SOBRE LAS FUENTES. - Mariana, lib. V, cap. xI hasta el XIV inclusive y fin del libro. - Florez: España sagrada, tomo IX, cap. vi, § 23.— Id., tomo XIII, cap. vш, § 38. — Sempere : Historia de la legislacion española, edicion de Madrid de 1844, cap. vIII, IX y X.

S LXXV.
Leovigildo.

Cinco meses despues de la muerte de Alanagildo lograron, por fin, los godos ponerse de acuerdo en la eleccion de sucesor, prevaleciendo el partido narbonense, que eligió á Liuva (ó Liavano), el cual fijó su corte en la Galia Gótica (567). La necesidad de vigilar á los imperiales, que ocupaban las costas de Cartagena, le hizo conocer cuan importante era poner un monarca en España contra ellos; temiendo quizá por otra parte el carácter duro é impetuoso de su hermano Leovigildo, que contrastaba con el suyo pacifico y templado. Así es que á los dos años de su exaltacion al trono puso por rey de España á su hermano Leovigildo; mas habiendo muerto Liuva poco tiempo despues, quedó aquel por dueño de todo el imperio godo, tanto en España como en Francia.

La reunion de tantas fuerzas dió ánimo á Leovigildo para acometer empresas militares, en que siempre le fue propicia la fortuna. Á él hay que considerar, á pesar de su tiranía, como el fundador de la unidad y nacionalidad española. Enemigo de los imperiales, si no los expulsó de España, por lo menos redujo sus conquistas, y les arrebató lo que ocupaban en la Bética. Esta lucha de la barbarie goda

con la ilustracion bizantina fue ventajosa para la civilizacion de España. El mismo Leovigildo adoptó no pocas costumbres de sus enemigos, y en especial un aparato régio asimilado al de la corte de Justiniano. La Providencia ha condenado á los pueblos ignorantes á rendir párias á los mas ilustrados, aun cuando los hubiesen vencido por la fuerza; y no pocas veces en esta lucha de la inteligencia con la ig norancia los vencedores han sucumbido á los vencidos, afectando sus costumbres y maneras. Los historiadores que por rebajar á Recaredo le han acusado de su amaneramiento griego, no han tenido en cuenta este principio, que mas bien que filosófico llamaré providencial.

S LXXVI.

San Hermenegildo.

Leovigildo habia casado en segundas nupcias con Gosvinda, la viuda de Alanagildo, arriana endurecida en su error. Ni los sentimientos católicos que se albergaban en el corazon de su primer esposo, y la conversion de sus dos malogradas hijas Galsvinda y Brunechilde, habian logrado atraer á la verdad su corazon extraviado.

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De su primer matrimonio tenia Leovigildo dos hijos, Hermenegildo y Recaredo. Ingunde, mujer del primero, era hija de la desgraciada Brunechilde y de Sigeberto rey de Metz: en vano su obstinada abuela se empeñó en hacerla apostatar del Catolicismo, llevando su intolerancia hasta el pun o de maltratarla á golpes. A fin de evitar estas discordias domésticas Leovigildo tomó el partido de enviar á su hijo, para que viviera en Sevilla con aparato régio. En el ánimo del astuto político debia entrar por mucho el deseo de afianzar de este modo en su raza la sucesion hereditaria.

Los consejos de san Leandro y las cariñosas exhortaciones de su esposa hicieron por fin á Hermenegildo abrazar el Catolicismo. La noticia de su conversion exasperó á Leovigildo: negóse el hijo á comparecer ante su padre, y se preparó para lidiar contra el ejército godo. Pujante debia ser el partido católico en Sevilla, cuando pudo resistir por dos años al obstinado sitio del Monarca arriano. Abandonado Hermenegildo de los imperiales, que le vendieron por 30,000 sueldos de oro, y del suevo Miron, que de aliado se tornó enemigo, hubo 1 Acerca de esto véase Masdeu, tomo X. § 78.

de huir de Sevilla. Perseguido de ciudad en ciudad, fugitivo y vencido en todas partes por su padre, mejor guerrero y mas afortunado, Hermenegildo hubo de entregarse, mediando su hermano Recaredo, que le ofreció á nombre de su padre no causarle vejacion ni molestia alguna. Bajo este salvoconducto salió de la iglesia donde se habia refugiado, y recibió el ósculo de su padre. Poco despues despojado de sus vestiduras régias y en traje vil condújole á Toledo, quizá por satisfacer el odio rencoroso de Gosvinda.

Desterrado á Valencia con un criado, sacó nuevamente la espada contra su padre, apoyado otra vez por los imperiales. Aunque el padre fuese arriano y el hijo católico, la Providencia no quiso favorecer al que alzaba la mano contra el autor de sus dias, y turbaba por causas de religion la tranquilidad del país. Los restos de la barbarie goda y resabios de las antiguas creencias no le dejaban comprender el espíritu de mansedumbre, resignacion y humildad, que caracte rizan el verdadero espíritu del Cristianismo, enemigo de sangrientas luchas.

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Los escritores contemporáneos suyos y los mismos Santos de aqueIla época reprenden su conducta con palabras muy ásperas y calificaciones tan duras, que no debemos ya reproducirlas, tratándose de un sujeto á quien la Iglesia justamente colocó en sus altares. Si el levantamiento contra su padre merecia un castigo, su entusiasmo religioso merecia un premio, y uno y otro se reunieron en su martirio: davó la mancha con su propia sangre.

Vencido y fugitivo, trataba de pasar á Francia á guarecerse al lado de los parientes de su mujer. Mas habiendo sido preso, se le encerró en una cárcel de Tarragona. Al aproximarse la Pascua 2, Leovigildo envió á su hijo, y á eso de media noche, un obispo arriano,

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a. 10.

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Véanse los autores citados en las fuentes y á san Isidoro en el apéndice

Acerca de la fecha de su martirio, véase Florez: España sagrada, tomo VI, nota 2.a al Cronicon del Biclarense.

Florez presenta el escrúpulo de que no pudo seguirse el martirio inmediatamente á la repulsa que por la noche dió al obispo arriano, porque sospecha qué Leovigildo estaba ausente. Pero la narracion indica mas bien que estaba en Tarragona, lo cual parece mas natural habiendo ido á perseguir á su hijo hasta Valencia, donde fue preso. Exige de los contrarios que prueben que estaba en

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