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elegante, y llena de erudicion sagrada, como son generalmente todas las producciones de aquel santo Padre '.

A fin de completar aquella grande obra, san Leandro dió cuenta de todo al papa san Gregorio Magno, y el mismo Recaredo le escribió, enviándole una tierna epístola y varios regalos, entre ellos un cáliz para la iglesia de San Pedro y trescientas cogullas ó capas con capucha para los pobres de Roma. San Gregorio contestó con una carta llena de saludables consejos, acompañada de varias preciosas reliquias 2.

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Su mismo hermano san Isidoro hizo el juicio crítico de sus obras y estilo, en estas palabras: «Scripsit et Epistolas multas ad Papam Gregorium, de baptismo unam, alteram ad fratrem, in qua praemonet cuiquam mortem non esse « timendam. Ad caeteros quoque Coëpiscopos plurimas promulgavit familiares «Epistolas, et si non satis splendidas verbis, acutas tamen sententiis.» (Isidor. De Viris illustr.-V. ap. Loaisa, pág. 765).

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Pueden verse estas epistolas de san Gregorio á san Leandro y á Recaredo en Villanuño, tomo 1, pág. 155 y sig. Las de san Gregorio á Recaredo y de Recaredo para aquel las tradujo al castellano é insertó Masdeu en el tomo X de su Historia critica, ilustr. 7.a

CAPÍTULO VII.

ACTOS RELIGIOSOS DE LOS REYES GODOS HASTA WAMBA.

S LXXXI.

Últimos esfuerzos del Arrianismo.- Witerico.

Si la nacion goda se habia sometido al Catolicismo siguiendo el ejemplo del piadoso Recaredo, en cambio una parte de la nobleza, apegada á sus vicios y tiranía, suspiraba por la religion arriana, que los consentia y fomentaba. Era el alma de este partido reaccionario la malvada Gosvinda, que al error unia la mas refinada hipocresía: convertida exteriormente al Catolicismo, se prestaba á comulgar de manos de los Católicos, escupiendo despues secretamente la forma consagrada. Fomentando además el odio de los magnates arrianos contra Recaredo, conspiró contra la vida de este Rey valiéndose de un obispo arriano llamado Uldila, que no habia querido abjurar. Descubierta la conspiracion, Recaredo se contentó con desterrar al Obispo regicida, y, respetando el carácter Real de su madrastra, no le plugo someterla á la accion de los tribunales, sino emplazarla ante el de Dios, que juzga á los Reyes.

Pero los que mas habian perdido en la abjuracion del Arrianismo eran los Obispos de aquella secta, que se propasaron á los mas sanguinarios excesos. El de Narbona, llamado Athaloco, trató de concitar el pueblo contra Recaredo, y viendo la inutilidad de sus esfuerzos, murió víctima de su despecho. Algunos cronistas de edad posterior suponen que el levantamiento llegó á estallar en aquel país, y hubo de comprimirlo Recaredo con la fuerza de las armas. Pero la conspiracion mas temible fue la de Mérida por las sugestiones del obispo Sunna. Tenia este á sus órdenes un jóven arriano audaz y ambicioso, que se llamaba Witerico: comprometióse este á matar al obispo Massona y al duque Claudio, gobernador de la provincia de Cronicon Silense, n. 4. (España sagrada, tomo XVII, segunda edicion, pág. 264).

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Lusitania, aprovechando la ocasion en que Sunna pasase á visitar á los dos, citados para una entrevista. El miedo, ó mas bien la Providencia, que velaba por el anciano Massona, embargaron la mano del asesino Witerico cuantas veces intentó sacar su espada.

Pocos dias despues debia celebrarse una procesion desde la catedral de Mérida hasta la iglesia de Santa Eulalia, fuera de la ciudad: tenian ya los Arrianos las armas escondidas en unos carros de trigo en paraje oportuno, y proyectaban asesinar tambien á todos los Católicos que hubieran á las manos. El momento se acercaba ya, cuando el mismo Witerico descubrió la conjuracion: el duque Claudio se arrojó con sus tropas sobre los conspiradores, y despues de una sangrienta refriega prendió muchos de ellos. Sunna prefirió el destierro á su conversion; otros varios siguieron la misma suerte: al conde Serga desterrado á Galicia se le cortaron las manos, y á otro noble llamado Vacrila, que se habia refugiado á la iglesia de Santa Eulalia, se le condenó á servir en ella por toda su vida. Witerico fue perdonado por su oportuna delacion.

Ingrato á este beneficio, vengó en el hijo el favor del padre. Recaredo habia bajado al sepulcro sin dejar del todo consumada su grande obra. Habíale sucedido su hijo Liuva (segundo de este nombre), jóven de diez y ocho años, de carácter religioso y bellas cualidades. No habia cumplido dos años de reinado cuando el desleal Witerico vino á pagar la deuda de su vida, asesinando al hijo de su bienhechor, subiendo al trono sobre el cadáver de Liuva, que mutiló cortándole la diestra. Por última vez el Arrianismo y el asesinato se sentaban en el trono de los godos. Desgraciado en sus guerras con los imperiales, insultado por los reyes de Francia, á quienes tan valerosamente habian enfrenado Leovigildo y Recaredo, despreciado de los suyos, aborrecido de los Católicos, y entregado á los vicios mas groseros, bajó del trono como habia subido. Un dia al sentarse á la mesa, los vecinos de Toledo embistieron su alcázar, y despues de haber arrastrado su cadáver lo arrojaron á un muladar. Con él bajaron á tan ignoble sepulcro la barbarie septentrional, el Arrianismo godo, la diversidad de religion y el regicidio. Si la separacion de razas no quedó abolida en lo político, quedó herida de muerte por mano de la Religion.

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TOMO I.

S LXXXII.

Sisebuto persigue á los Judíos.

Despues de dos años escasos de reinado bajó al sepulcro el católico Gundemaro; los grandes eligieron por rey á Sisebuto (612), príncipe ilustrado, religioso, y tan humano como buen guerrero. Á pesar de eso, la accion principal de su reinado, y que va por lo comun unida á su nombre, fue de una odiosa intolerancia y de una persecucion violenta contra los Judíos, que la Iglesia misma hubo de reprobar 2.

Los Judíos eran ya muy numerosos en España desde la época de su dispersion: el gran comercio de nuestra patria bajo la dominacion romana y la fama de su riqueza habian contribuido á que afluyesen á nuestro país. El concilio de Elvira prohibió á los fieles que se valieran de ellos para bendecir las mieses. Posteriormente Recaredo habia dado contra ellos severas leyes; pero Sisebuto pasó mas adelante, pues amenazó con crueles castigos á los que no se bautizaran, imponiéndoles las penas ignominiosas de azotes y rapar el pelo, y además destierro y confiscacion de bienes.

¿Cómo un príncipe tan humano como Sisebuto, que lloraba despues del combate al ver heridos sus soldados, y rescataba de su bolsillo muchos prisioneros, pudo cometer tan fea tropelía? No hay cosa mas cruel que el celo religioso mal entendido, pues ciega enteramen. te al hombre mas piadoso y humano, porque constituyéndole en ministro de las venganzas divinas, cree hacer con ello un obsequio á Dios: los Apóstoles antes que viniera sobre ellos el Espíritu Santo

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San Isidoro: Hist. de Regibus Gothorum. (España sagrada, tomo VI, ap. 12, era DCL). «Fuit autem eloquio nitidus, sententia doctus, scientia litterarum, magna ex parte imbutus. In judiciis justitia et pietate strenuus ac «praestantissimus, mente benignus, splendore regni praecipuus, in bellicis quoque documentis ac victoriis clarus... Adeò post victoriam clemens ut mul«tos ab exercitu suo hostili præda in servitutem redactos pretio dato absolve

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San Isidoro, Ibid. : « Qui initio regni Judaeos ad Fidem Christianam permovens aemulationem habuit, sed non secundùm scientiam: potestate enim «compulit, quos provocare Fidei ratione oportuit. » — Véase tambien el cánon 57 del concilio IV de Toledo en el apéndice n. 12.

pedian á Jesucristo que hiciera bajar fuego del cielo contra los que no oian su predicacion.

Dícese que el emperador Heraclio excitó á Sisebuto para que tomase aquella determinacion, y que los Judíos por medio de sus habituales usuras se habian enriquecido á costa del pueblo godo, nada industrioso, y concitado contra sí la animadversion general. Por muy ciertas que sean estas razones, no disminuyen la odiosidad de aquella medida. El concilio IV de Toledo la reprobó, pero mandando que los bautizados siguieran cumpliendo con los deberes de cristianos que habian jurado. Las mismas disposiciones del Concilio revelan á las claras que el Bautismo solamente habia lavado sus cuerpos, pues no habian tenido ánimo de convertirse. Las medidas represivas contra los Judíos se vinieron continuando en varios de los Concilios posteriores y en el Fuero Juzgo. Un escarmiento doloroso manifestó, aun antes de la invasion sarracena, que estas medidas no habian sido tan inmerecidas é impolíticas como place pintarlas hoy en dia .

S LXXXIII.

Deposicion de Swinthila.

Al lado de Sisebuto se habia batido valerosamente un general godo llamado Swinthifa, diestro en la direccion de las tropas. Al morir aquel, los godos aclamaron á este por rey (621). Feliz en el campo de batalla, expulsó de España á los imperiales, sin dejarles ni un palmo de terreno, prendiendo á los jefes de sus tropas. Volviendo en seguida las armas contra los vascongados que se habian sublevado; les obligó á rendirse á discrecion. A tanta fortuna y prudencia unia Swinthila las prendas de un monarca y las virtudes de un cristiano. Amante de la justicia, austero en su trato durante la guerra, compasivo con los pobres, y deseoso de aliviar á los pueblos, llegó

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La persecucion contra los Judíos tuvo efectivamente un carácter general, y no se concretó solamente á España, ni fue en nuestra patria donde peor se les trató. El emperador Heraclio era dado á la astrología, y generalmente se le culpa de haber concitado á todos los Príncipes cristianos contra los Judíos, dir un suceso desgraciado, que por parte de aquella raza ú otra oriental le habian vaticinado las estrellas.

por elu

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