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á fin de que pasase á Roma en busca del original. La desidia de los archiveros romanos habia hecho que se perdiese ya la noticia de aquel códice, y en tal apuro el Obispo de Zaragoza debió el hallazgo á una milagrosa revelacion 1. Este acto manifiesta tanto la religiosidad como el deseo de saber que animaban al Monarca .

Además edificó el monasterio benedictino de San Roman de Ornisga, en que siempre se observó la regla de san Benito hasta nuestros dias sin alteracion alguna. En el siglo pasado todavía se conservaba parte del templo gótico, y el sepulcro del Rey fundador, hecho de mármol blanco. El epitafio del Monarca ha dado una idea equivocada de su carácter. Se acusa en él á Chindasvinto de los vicios y defectos mas odiosos; y no siendo creible que los monjes pusieran tal padron de infamia sobre el sepulcro de su bienhechor, á quien ellos siempre respetaron, debe suponerse que el Monarca lo mandara componer en aquellos términos por humildad, segun la costumbre de la época. El epitafio de su esposa Reciberga, en que igualmente habla el Monarca exhalando su dolor por la muerte prematura de la jóven Reina, tiene, aunque irregular y desaliñado, cierta ternura .

1 Véanse sobre este punto las curiosas epístolas de Tajon á Quirico de Barcelona y san Eugenio. (Villanuño, tomo I, pág. 228 y sig.). D. Gregorio Mayans negó la revelacion, pero el P. Villanuño la sostiene. Por lo que hace al códice de las obras de san Gregorio, que se conserva en el archivo de la santa iglesia del Pilar de Zaragoza (que he podido ver), no es del tiempo de Tajon ni con mucho; pues apenas alcanzará á principios del siglo XIV, como conocerá cualquiera medianamente versado en paleografía. Mas aun así es un códice preciosísimo.

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Véase sobre su religiosidad las epístolas citadas de Tajon.

3 Al sentirse san Isidoro atacado de su última enfermedad se hizo trasladar vá la iglesia, donde hizo una confesion pública de sus pecados en los términos mas humildes: de tomar esta confesion al pié de la letra, la Iglesia veneraria á un hombre indigno, lo cual es mas que absurdo. « Tu scis (dice el Santo entre «otras cosas) quia postquàm infelix ad onus istud, potiùs quàm ad honorem, in hanc sanctam Ecclesiam indignè perveni, peccare non destiti, sed ut iniquè «agerem laboravi.» (Véase por entero en el tomo IX de la España sagrada, cap. VII). Las humildes confesiones de Idacio y santo Toribio tambien se tomaron por algunos al pié de la letra, en perjuicio de su buen nombre.

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Loaisa, que fue el primero que lo publicó, lo atribuye á san Eugenio III de Toledo por haberlo hallado así en un códice gótico. (Collect. Concil., pág. 412). Damos en el apéndice n. 16 ambos epitafios reunidos, no solo por su curiosidad, sino como muestras de este género de literatura en aquella época. Creo haber

Cansado Chindasvinto del Gobierno, y deseando por otra parte afianzar la corona en su familia (como anhelaban siempre los Reyes godos de carácter dominante), abdicó en su hijo Recesvinto, siguiendo el consejo de san Braulio.

Segun la práctica establecida ya, reunió un Concilio nacional en Toledo (el VIII, en 691) á los cinco años de haber subido al trono. Cincuenta y dos Obispos asistieron personalmente á este interesante Concilio, en el que se decidieron puntos muy importantes, tanto acerca de la disciplina como de derecho constitucional, con arreglo á una memoria que presentó el Monarca. Mitigóse el rigor que se habia desplegado contra los traidores, á peticion de los anteriores Monarcas, y se dispuso que al fallecer estos se eligiese sucesor en Toledo, ó donde quiera que muriese, por los Prelados y señores palatinos; debiendo quedar en provecho de la Corona y no de la familia los bienes adquiridos por el Monarca difunto; medida de grande im portancia en monarquías electivas. Dictáronse además varios cánones contra los clérigos simoníacos, incontinentes é ignorantes, y contra los que en Cuaresma comian de carne.

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Por primera vez se vió en este Concilio firmar á los Abades con los Obispos y sus representantes: hállanse tambien las suscripciones de varios Condes palatinos, cuyos títulos dan una alta idea del aparato y magnificencia á que ya habia llegado la majestad Real, tan modesta antes de Leovigildo.

No fueron estos Concilios los únicos que se celebraron en tiempo de Recesvinto: tuviéronse tambien durante su reinado los de Toledo, IX y X, y tambien otro en Mérida muy notable. En todos ellos se prodigaron muchos elogios al Monarca, de quien por otra parte consta que fue muy liberal con la Iglesia, y aficionado á lecturas piadosas. Las indicaciones que contra él hicieron algunos escritores de época posterior no merecen fe. No se debe omitir que Chindasvinto

leido en algun periódico literario que estos versos se conservaban aun sobre la tumba de Reciberga pocos años há. Es probable que si los compuso san Eugenio, fuese por encargo del Rey.

4 Véanse las epístolas de san Braulio en el tomo XXX de la España sagrada, y en especial la 21 y la 37 á Chindasvinto.

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Véase el tomo VI de la España sagrada, cap. x.

3 Cixila, en la vida de san Ildefonso, acrimina por dos veces á Recesvinto,

y Recesvinto completaron la fusion de razas y la unidad nacional. Desde Recaredo estaban verificadas de hecho; faltaba que las sancionara el derecho. Chindasvinto derogó las leyes romanas, mandando que toda la nacion se rigiera por las góticas. Recesvinto autorizó los casamientos entre godos y españoles. Aquel dia se terminó la obra de Recaredo, estableciendo la igualdad política, á la que habia precedido la religiosa.

S LXXXVIII.

Concilio X de Toledo.- Varones santos y célebres de aquel tiempo.

Al octavo año del reinado de Recesvinto (656) volvióse á juntar Concilio nacional en Toledo 1. No es notable este Concilio por el número de los Obispos que concurrieron á èl, ni por sus cánones, sino por la calidad de las personas que asistieron, y por algunas disposiciones particulares que hubieron de adoptar.

Tres Metropolitanos y diez y siete Obispos asistian al Concilio: eran los primeros san Eugenio III de Toledo, que presidia la asam

y sin objeto; en el párrafo en que habla de la Vírgen ni aun se sabe con qué fin nombra á Recesvinto, pues la frase corta el sentido enteramente, y no tiene conexion con lo que despues refiere. Parece cási una intercalacion hecha por mano extraña. Mas aun cuando se acepte buenamente la relacion de Cixila y se omita el haber escrito mas de cien años despues y en una época de mucha ignorancia, cuando mas se podrá inferir de su narracion, que tenia algunos vicios, como persona particular, los cuales eran reprendidos por san Ildefonso, mas no que fuese un mal rey. (Véase España sagrada, tomo V, apéndice 5.o). En el tomo VI (cap. XIII) vuelve Florez contra Recesvinto, y hasta le acumula el hacer sacrificios al demonio, copiando las palabras del buen obispo de Palencia, D. Rodrigo Sanchez de Arévalo: Fuit autem pessimus, nam sacrificabat daemonibus. En verdad que si esta grotesca acusacion de un escritor muy posterior, y algo crédulo, mereciera fe, mas bien que risa, deberíamos suponer á san Ildefonso demasiado condescendiente, admitiendo á los divinos oficios un príncipe tan malvado. Las suposiciones de Florez contra Recesvinto son todas gratuitas: de que san Ildefonso estuviera triste, deducir que el Rey era malo es una lógica algo aventurada, como igualmente lo es inferir su malicia de la tardanza en reunir Concilio nacional, cuando las guerras ocurridas en su reinado y el de Wamba presentan una explicacion harto natural de aquella dilacion por espacio de solos diez y ocho años.

El IX y el de Mérida son provinciales.

blea, Fugitivo de Sevilla, y san Fructuoso de Braga. Es creible que asistiese tambien san Ildefonso, que á la sazon era Abad del célebre monasterio Agaliense, en las inmediaciones de Toledo.

Todos tres, Eugenio, Fructuoso, é Ildefonso, eran monjes: todos huyendo del siglo fueron buscados para ocupar las sillas principales de España, y todos tres ilustraron la Iglesia, no solamente con sus virtudes, sino con sus escritos. Su influencia en este Concilio se dejó sentir hasta tal punto, que de los siete cánones que allí se sancionaron cinco son relativos á los Monjes.

Un suceso doloroso vino á turbar la santa alegría del Concilio. Potamio, metropolitano de Braga, habia dirigido una carta cerrada al Concilio. Al abrirla los Padres turbáronse, y el rubor cubrió sus mejillas. Cerradas las puertas y reunidos á solas los Obispos, interrogaron al delincuente Metropolitano acerca de un delito, que su virtud apenas podia creer. Con lágrimas y sollozos confesó Potamio lo mismo que habia escrito en la triste carta: habia incurrido en una fragilidad de la carne, y arrepentido de su pecado habíase condenado á sí mismo, retirándose á una cueva, donde por espacio de nueve meses hacia penitencia. Condolidos los Obispos á vista de su arrepentimiento, le condenaron á penitencia perpétua, pero sin degradarle, segun el rigor de los cánones, pues que él mismo se habia retirado ya del ministerio pastoral. En su lugar fue elegido para reemplazarle san Fructuoso, abad y obispo de Dumio, cuyos milagros y virtudes edificaban á la sazon toda la provincia de Galicia. siendo el mas á propósito para reparar el escándalo. Otro suceso no table vino á llamar la atencion del Concilio. Presentóse de órden de Recesvinto un noble godo, Hamado Wamba, con el testamento de san Martin Dumiense. Aquel santo Prelado habia dejado al Rey por ejecutor, de su última voluntad. Un Abad sucesor de aquel, llamado Recimiro, habia otorgado testamento, mostrándose muy generoso con los bienes de la abadía, que mandó dar á los pobres, malvendiendo todos los demás efectos de ella, dando libertad á los esclavos, ó traspasándolos á otros libertos de la Iglesia, y dejando la Dumiense sin recurso alguno.

Los Padres del concilio Toledano XI anularon el testamento, mandando que se reintegrase á la Iglesia con los bienes del difunto, y

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Véase el cap. IX, § XCIX, en que se trata de sus escritos.

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TOMO I.

respecto de los esclavos y libertos, dejaron á la prudencia de şan Fructuoso lo que conviniera hacer.

S LXXXIX.
Wamba.

La elevacion al trono de este piadoso y célebre Monarca, á pesar de su resistencia; sus victorias contra los navarros y rebeldes de la Galia Narbonense, sus brillantes prendas y dotes de gobierno, son cosas harto conocidas y que pertenecen á la historia civil.

Terminadas aquellas discordias, regresó á Toledo, á donde trajo prisioneros con los rebeldes á varios Obispos franceses y un Diácono de Barcelona.

Luego que Wamba se vió afianzado en el trono, uno de sus primeros cuidados fue convocar un Concilio, pues hacia diez y ocho años que no se habia reunido en Toledo desde que se celebrara el X, al que asistió el mismo Wamba para presentar el testamento de san Martin Dumiense 2. Reuniéronse, pues, en el año cuarto del reinado de Wamba (7 de noviembre de 675) diez y siete Obispos y dos Diáconos en representacion de los obispos de Segovia y Arcavica; suscribiendo además cinco Abades en pos de estos. El Concilio se tuvo en la iglesia mayor dedicada á Nuestra Señora, y fue provincial, pues únicamente asistieron los Obispos de la Cartaginense. Á pesar de eso, decidieron varios puntos sobre la fe. Dictáronse además disposiciones muy oportunas para la reforma de la disciplina clerical, mandando entre otras cosas que se tuviese anualmente Concilio provincial, al que deberian concurrir todos los Obispos de la Cartagi

1 Acerca de san: Fructuoso puede verse á Florez, España sagrada (tomo XV, cap. VIII, § 74, apéndice n. 3). Villanuño al hablar de san Fructuoso (tomo I, pág. 256) cita á Morales, Sandoval y Yepes, llevando su rabieta contra Florez hasta el punto de no citarle, á pesar de que inserta en el apéndice n. 3 de dicho tomo su vida escrita por el abad Valerio : ¡ pequeñas miserias de que no están exentos los escritores mas concienzudos!

2 << Delatum est ad nos in conventu S. Ecclesiae ex directo gloriosi D. N. Re«cesvinthi Regis per illustrem Wambanem, etc. » Infiérese de aquí que Wamba era un noble godo que vivia en la corte, y no un honrado labrador de cerca de Portugal, como se fingió en la edad media.

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