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Papa dejó su fama harto dudosa, y que el Concilio VI general le con-denó despues de su muerte, si no precisamente por hereje, al menos como fautor de los Monotelitas : ¡tanto rigor con los santos Prelados de España, y tanta debilidad con los herejes! ¡ Acusar de perrosmudos á los Santos, el que imponia silencio á los Católicos sobre confesar la verdad!

La celebracion del VI Concilio general, en que fue condenado Honorio, dió ocasion á otra disputa mas grave y trascendental, por haber sido de un Pontífice santo y virtuoso, y haber mediado por parte de España otro santo Prelado no menos insigne. El papa san Leon envió aquellas actas á la Iglesia de España con una carta muy afectuosa á fin de que los Prelados españoles suscribiesen el Prosphonelico, ó aclamacion de los Obispos y la definicion del Concilio, ínterin que se traducian las actas del griego al latin, que á su tiempo ofrecia remitir. Las carlas eran cuatro 2: una á los Obispos, otra á Quirico, metropolitano de Toledo que habia fallecido ya dos años antes (lo cual sin duda ignoraba el Papa por la falta de comunicaciones); las otras dos son al conde Simplicio y al rey Ervigio, que ya entonces habia subido al trono. Iban estas remitidas por un nolario regionario de Roma, llamado Pedro, encargado de notificar la definicion del Concilio y recoger las firmas, que debian estampar allí los Obispos de España como al pie del libro de la vida, segun la frase del santoPontífice. El tono del Papa es imperativo, y prescribe que se haga, no que se discuta 3. Cumplia con el deber de todo jefe que comunica á los súbditos ausentes una disposicion urgente y de gran trascendencia, tanto mas que por no haberse comunicado el concilio II Constantinopolitano (V general), la Iglesia de España no le tenia todavía en su cánon ".

Acababan los Obispos de separarse.del concilio nacional, Toleda

irónicas al Papa; pero basta leer su epístola (tomo XXX de la España sagrada, apéndice 3.o) para convencerse del respeto y moderacion con que está redactada, defendiéndose con la razon y justicia que tenia, pero sin amargura ni falta de caridad cristiana.

1 Véase Alzog, tomo II, pág. 99, y la nota 5.a de la pág. 102 sobre Honorio.. 2 Véase Villanuño en el paraje citado.

3 Para quitar dudas insertamos en el apéndice n. 15 la epístola á los Obispos Véase sobre esto el preámbulo al apéndice n. 13.

no XIII, cuando se recibieron las epístolas de san Leon. Pareció muy duro volver á reunir todos los Obispos en el rigor del invierno, por lo cual de acuerdo con el rey Ervigio se enviaron embajadores á Roma con un libro apologético redactado por san Julian de Toledo, en que se manifestaba el sentir de la Iglesia de España conforme con la decision del concilio de Constantinopla. Mandóse además que cada Metropolitano celebrase Concilio y enviase á Toledo el dictámen de su provincia por medio de vicarios. Verificóse esto al año siguiente (684) asistiendo diez y siete Obispos de la provincia de Cartagena personalmente, dos por medio de vicario, asistiendo además los otros vicarios de los cinco Metropolitanos, por lo cual se ha mirado este concilio XIV de Toledo como nacional ‘.

Recibido en Roma el libro apologético, el papa san Benito tachó algunas proposiciones como poco católicas, quizá porque los enviados no supieron explicar la mente de la Iglesia de España. Vióse esta en una situacion crítica, pues ya entonces toda ella habia aceptado el Apologético en el Concilio XIV, y recaia sobre toda nuestra nacion la mancha de poco catolicismo que se echaba sobre el Apolo*gético.

En tan apurado trance convocóse Concilio nacional: concurrieron á él personalmente sesenta y un Obispos, cinco por medio de vicarios, y nueve Abades, dos ó tres Dignidades de Toledo y además diez y siete nobles palatinos. En este Concilio, que fue el XV de Toledo (688), se revisó detenidamente esta materia, y se ratificó la doctrina consignada en el Apologético, rebatiendo las observaciones hechas por el papa san Benito.

Habia tachado este la doctrina de san Julian: Que la Voluntad engendró la voluntad, y la sabiduría la sabiduría. La observacion del Papa era psicológica, pues manifestaba, que la razon, la Voluntad y la palabra procedian de la mente humana de una manera inconvertible, pues se podia decir que la voluntad procedia de la mente, no esta de la voluntad. Esta teoría filosófica era muy verdadera y

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Florez (España sagrada, tomo VI, cap. xvi) lo mira como provincial: pero es error visible, habiendo asistido los vicarios de los otros cinco Metropolitanos en representacion de sus respectivas provincias.

2 En su apología parece que san Julian acusa algun tanto la torpeza del notario Pedro.

aun mas profunda, si entendemos por mente, no el alma (como vulgarmente se traduce), sino el entendimiento, como rigorosamente significa la palabra. Mas á este raciocinio psicológico opusieron los Padres de Toledo una solucion teológica muy sutil y elevada; pues siendo simplicísima la naturaleza divina, no debia medirse por la humana, porque en Dios lo mismo era el ser que el querer y el saber 1; por consiguiente que su doctrina se habia entendido mal, cuando se tomaba en un sentido comparativo, en vez del absoluto, segun la esencia; por efecto de haberse engañado leyendo con descuido 2.

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Tachaba tambien el Papa lo que decia san Julian de que en Cristo habia tres sustancias. Aquí ya en vez de tomar la defensiva los Padres de Toledo, toman la ofensiva. Prueban la proposicion con gran copia de doctrina, razones filosóficas y autoridad de los Padres, principalmente de san Agustin. Respecto de la tercera y cuarta observacion, alegan que está tomada al pié de la letra de las obras de san Ambrosio y san Fulgencio. La conclusion está redactada en términos duros y de bastante acrimonia. No es fácil conjeturar cuál hubiera sido el resultado si viviera el papa san Benito: habia fallecido ya cuando se presentaron en Roma con esta apología un presbítero, un diácono y

1 «Nos autem non secundùm hanc comparationem humanae mentis, nec « secundùm relativum, sed secundùm essentiam dicimus: Voluntas ex volun<tate, sicut et sapientia ex sapientia: hoc enim est Deo esse quod velle, hoc << velle quod sapere. Quod tamen de homine dici non potest. Aliud quippè est <«< in homine id quod est, sinè velle, et aliud velle etiam sinè sapere. In Deo au<< tem non est ita, quia simplex ita natura est; ideo hoc est illi esse quod velle, <«<quod sapere. Quapropter qui potest capere voluntatem ex voluntate secundùm <«<essentiam nos dixisse non de hujusmodi laborabit proposita quaestione.» (ViIlanuño, tomo I, pág. 315).

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2 <<< Hic jam quisquis sapiens manifestè intelligit non Nos hîc errasse, sed il«<los forsitan incuriosae lectionis intuitu fefellisse, quia quod à nobis est secun« dùm essentiam dictum, illi secundùm comparationem humanae mentis posi<< tum putaverunt. >>

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3 « Ad secundum quoque retractandum capitulum transeuntes, quo idem << Papa incautè nos dixisse putavit, tres substantias in Christo Dei Filio profi«<teri; sicut nos non pudebit quae sunt vera defendere, ità forsitan quosdam << pudebit quae sunt vera ignorare. »

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4 << Item S. Augustinus in libro Trinitatis Dei id ipsum exprimens dicit : Sic « Deo conjungi potuit humana natura, ut ex duabus substantiis fieret una «persona, ac per hoc jam ex tribus Deo, anima et carne. »>

un subdiácono muy instruidos, á fin de que pudiesen dar razon y defender los asertos '. No fue necesario, pues en Roma fue bien recibido este segundo Apologético y leido con aceptacion: el mismo Emperador envió desde Constantinopla las gracias á san Julian con aquellos Legados, y la Iglesia de España ratificó la misma doctrina en el Concilio siguiente XVI, cuando ya habia muerto san Julian.

Fuera de las cartas del papa san Gregorio y de las citadas en este párrafo de Honorio, de san Leon y san Benito, la Iglesia goda no recibió ninguna otra de la Santa Sede, al menos que sean conocidas. La del papa Diosdado (Deus dedit) á Gordiano de Sevilla, es evidentemente apócrifa, y fingida por persona de crasa ignorancia, pues no solamente es disparatada en geografia, historia y legislacion, sino que contiene hasta graves errores 2.

S CI.

Desarrollo científico y religioso entre los godos, debido á la influencia religiosa.

El carácter religioso que presenta la literatura española en la época anterior, continúa manifestándose igualmente en esta. Todos los literatos son eclesiásticos, todas sus composiciones son religiosas, todos los adelantos en las ciencias se subordinan al servicio de la Religion. En aquella época, que nos place llamar de barbarie, los literatos no se desdeñaban de dirigir sus trabajos á la Divinidad, ni creian que la piedad y devocion pudieran rebajar el mérito de sus obras.

Los godos, que habian entrado como auxiliares de los romanos, puestos entre estos y otras hordas bárbaras, se habian mostrado mas conservadores y tolerantes que estas. La diferencia de religion habia

1 El Pacense dice acerca de este apologético : « Julianus Episcopus per ora«cula majorum ea quae Romam transmiserat vera esse confirmans apologeti"cum facit et Romam per suos Legatos Ecclesiasticos viros Presbyterum, Dia<«< conum et Subdiaconum eruditissimos în omnibus... mittit: quod Roma dignè et piè recepit et cunctis legendum indicit. » (Cronicon del Pacense, tomo VIII de la España sagrada, apéndice 2.o, $ 26).

2 Entre otros lo es la disolucion del matrimonio por sacar el padre de pila á su hijo... ¡ medio muy sencillo, por cierto, para romper los matrimonios mal avenidos!

becho que los vencidos conservasen con respeto los escasos restos de la cultura romana: de haber sido católicos los godos, quizá la fuerza de su dominacion hubiera hecho que los españoles se aunaran mas con ellos en su primera invasion, rindiendo á su vigor salvaje los escasos restos de la civilización anterior. Por el contrario, el Catolicismo perseguido abrigó bajo su manto las ciencias abandonadas y perseguidas: por eso al salir á luz, dieron los primeros pasos bajo los auspicios de la Religion que las habia salvado.

España ofrece entonces un espectáculo sorprendente respecto del resto de Europa. A fines del siglo VI y principios del VII las continuas guerras y revoluciones de los países continentales acabaron con los escasos restos de la civilizacion y saber antiguo, quedando el Clero en la ignorancia. En las Galias se promovia al sacerdocio personas que apenas sabian leer. En Italia se queja el papa Agathon de no poder hallar en toda ella á quien encargar una embajada parà Constantinopla. Y en medio de este espectáculo aterrador, la Iglesia de España ofrece, hasta cási fines de aquel siglo, una série de hombres eminentes, en quienes acompaña el saber á la virtud. Verificada la conversion, salen á lucir los célebres Prelados, va anteriormente. referidos, los cuales ocultos bajo el celemin, eran destinados por la Providencia para alumbrar á toda la Iglesia. San Leandro, san Fulgencio, san Isidoro, san Juan de Valclara, Massona, Liciniano de Cartagena, Severo de Málaga, Donato, abad servitano, su discípulo san Eutropio, obispo de Valencia, y Conancio de Palencia, todos se presentan cási de golpe. La Iglesia toda no puede mostrar á la vez otros tantos sujetos eminentes, si bien tiene al frente uno de los mas dignos y sábios Pontífices, san Gregorio Magno, dignísimo papa de tan dignos sacerdotes.

La Iglesia de Zaragoza, en cambio de un Prelado débil, se levanla erguida ofreciendo una série de Obispos eminentes en saber y virtud: Máximo el Historiador, Juan hermano de san Braulio, y este mismo sábio Prelado, cuya erudicion y pura latinidad fueron admiradas en Roma; sigue en pos de ellos Tajon Samuel, que á instancias de Chindasvinto pasa á Roma para copiar los Libros morales de san Gregorio.

Este célebre Monarca era muy dado al estudio de la sagrada Escritura y tambien á la poesía. Habiendo sabido que al lado de san

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