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tísimas disposiciones para el régimen de aquellos monasterios en su provincia. Dispone el Santo, que aquellos estén separados de los edificios de los Monjes y bajo la direccion espiritual del Abad, con dependencia del Obispo, y de un monje anciano que sirva de ecónomo ó administrador del monasterio. Los Monjes no debian acercarse ni aun al vestíbulo: solamente el Abad podia hablar con la Superiora, y esto á presencia de dos ó tres monjas, pocas veces, y por breve tiempo. De maldad (nefas) califica el Santo la familiaridad de un monje con las vírgenes de Cristo, y amenaza con excomunion á los monjes que traspasen estas reglas. En cambio del beneficio de la direccion espiritual y administracion temporal de bienes, las Monjas debian cuidar y coser las ropas de los Monjes.

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enim salubria Christo dicatis virginibus providemus, quando eis Patres Episcopi tales elegimus quorum non solùm gubernaculis tueri, sed etiam doctri"nis aedificari possint.

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CAPÍTULO XI.

ÚLTIMOS AÑOS DE LA IGLESIA GODA.

S CXII.

Destronamiento de Wamba.

El virtuoso anciano Wamba, que á despecho suyo subiera al trono, lo habia sabido conservar con energía y nobleza. Lo que no habia alcanzado la rebelion con las armas en la mano, lo consiguió una intriga cortesana en pocas horas. Aprovechando un deliquio pasajero, procurado artificialmente, apresuráronse los que le rodeaban á vestirle el traje monástico y cortarle el cabello, como se hacia con los moribundos en señal de penitencia. De esta manera se inutilizaba al Monarca para reinar entre los hombres de la larga cabellera. Un 'domingo por la noche Wamba se habia acostado rey, y el lunes por la mañana despertaba monje. Amargo debió ser el despertar del enérgico y virtuoso anciano, al ver la miserable ambicion de los ingratos Y desleales autores de su metamórfosis, y en su despecho y desengaño renunció, de grado, ó por fuerza, al trono, próximo á desplomarse sobre los ambiciosos palaciegos. Retirado al monasterio de Pampliega murió allí al poco tiempo: con él murió la monarquía goda. El hábito de Wamba fue el sudario con que bajaron al sepulcro el vigor, la probidad, y los restos del saber godo español. Aquel Sanson godo, con su cabello cortado, no necesitó bambolear las columnas del templo para vengarse de sus burladores. Su brazo vigoroso habia derrotado á los sarracenos, que por primera vez vinieron en su reinado á infestar las playas españolas. La Providencia hacia asomar al verdugo al ir á cometerse el crímen. Vamos, pues, á presenciar la ago. nía del imperio godo.

En los treinta años que nos quedan por recorrer no esperemos ya actos de valor y energía, no busquemos grandeza, prosperidad, justicia, cultura y saber: ya no verémos sino la hipocresía y la debilidad en el trono, la rebeldía y traicion en los Prelados, en los Con

cilios disposiciones contradictorias, medidas políticas mas bien que canónicas, un respeto indebido á los hechos consumados; en el Clero la relajacion, en la corte la intriga, en los claustros el orgullo y la ignorancia. La medida de la iniquidad va á rebosar, y la cólera de Dios no se hará esperar.

S CXIII.

Ervigio.- Concilios XII, XIII y XIV de Toledo.

La vida de Ervigio fue una continua zozobra. Como si le persiguiera por todas partes la memoria de Wamba, su política se reduce á infamar el nombre de su antecesor, procurar por todos medios asegurar su trono, y darle alguna legitimidad y duracion.

Al abdicar Wamba su corona habia encargado á san Julian de Toledo que coronase á Ervigio: poca debió ser la libertad del Rey monje para firmar un escrito en que no le iba provecho á él ni á su familia, y se daba por sucesor un cortesano de sangre griega. El nuevo Rey juntó un Concilio (el XII de Toledo, año 681), no muy numeroso por cierto, al que asistieron treinta y cinco Obispos, y tres por medio de representantes: cási todos son de las provincias Cartaginense y Bética, muy pocos de Galicia y Lusitania, ninguno de la Tarraconense y Narbonense. Los Padres, presididos por san Julian, respetaron el hecho consumado, en vista de los testimonios que presentó de la espontánea abdicacion de Wamba. No les era lícito encender la guerra civil, ni destronar á un príncipe que de hecho ocupaba el trono. Vista su ortodoxia, que constaba por el símbolo de fe exhibido al Concilio, no debian pasar mas adelante, mucho mas cuando los magnates, con los Obispos residentes en la corte, lo habian reconocido, y el Primado lo consagrara en el año anterior.

Nada hallaríamos de vituperable en ello, ni tampoco en las disposiciones del Concilio, á pesar de ser el que mas latitud dió al poder Real en los asuntos de la Iglesia, si no se notara en él cierto empeño, poco decoroso, en rebajar la memoria del Monarca anterior, cuyos actos se califican de una manera demasido dura, y poco digna de la gravedad de tan santa asamblea. Es verdad que Wamba habia obrado mal en erigir obispados en pueblos pequeños y en abadías, quizá por una devocion indiscreta; es verdad que habia compelido á

varios Obispos (al menos así lo dijeron ellos) á que ordenasen prelados para aquellas nuevas sillas; pero era poco noble insultar la memoria del caido, virtuoso por otra parte, bienhechor de la Iglesia, y retirado entonces mismo en el rincon de una celda para pasar en penitencia los cortos dias que le restaban de vida.

La atmósfera de la ciudad régia obraba ya sobre los Obispos reunidos en ella; insultos al vencido, incienso al vencedor. El Rey podia nombrar de derecho en lo sucesivo todos los Obispos de España de acuerdo con el Primado 1; mas este Primado fue un traidor en pos de un santo. El Clero se obligaba á comunicar con aquellos excomulgados á quienes el Rey admitia á su gracia ó á su mesa. Como la excomunion se imponia por causas políticas de conspiracion y rebeldía civil, parecia regular alzar la excomunion á los que el Rey habia perdonado el delito. Inconvenientes de la política aun cuando admitida por la Iglesia con buen fin. Absolvióse allí mismo de la nota de infamia á los desertores, contra los que Wamba habia desplegado saludable rigor, cubriendo Ervigio con el manto de la mansedumbre lo que era en realidad política de interés y de partido..

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Hé aquí la teocracia goda tan abominada de nuestros políticos: si de algo se la puede acusar en este y otros Concilios, no será seguramente por lo que hizo, sino por lo que dejó hacer; no por lo que influyó, sino por lo que dejó influir.

Siguiendo siempre Ervigio su recelosa política, reducida á denigrar á su antecesor, y afianzar en el trono á su familia, convocó cuatro años despues (683) el Concilio XIII de Toledo, al que asistieron

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Villanuño prueba, pág. 290, tomo I, que ya de hecho disfrutaba antes la Corona de esta regalía. El hecho mismo del nombramiento de san Eugenio III para la silla de Toledo por Chindasvinto lo prueba así.

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Et ideò quia remissio talium qui contrà Regem, gentem, vel patriam agunt in potestate solùm Regia ponitur, cui et peccasse noscuntur, ab eis nul«la se deinceps abstinebit Sacerdotum communio. » (Cánon 3.o del concilio XII de Toledo). Como el delito era político, perdonado por el Rey, era consiguiente alzar la pena puesta por la Iglesia. Mas era esta y no el Rey quien la alzaba, y precisamente por delitos de este género. En este sentido se ha de entender tanto este cánon como el 1.o del VII de Toledo, y no en el que les dé Masdeu, que es hasta algo malsonante. La facultad de atar y desatar es exclusivamente 'del sacerdocio, incomunicable á ningun seglar por grande que sea su dignidad. 3 Canon 7.o del Toledano XII.

cuarenta y ocho Obispos y veinte y siete Vicarios de ausentes, con varios Abades, Dignidades y Magnates . Cási todas sus disposiciones fueron políticas: perdonar á los que se habian rebelado contra Wamba, aliviar los tributos, declarar la inviolabilidad de la mujer é hijos de Ervigio, y de sus bienes y rentas, excomulgar al que se casara con la viuda del Rey, y establecer un tribunal compuesto de los Obispos, Señores y Gardingos, para juzgar los delitos de los Oficiales palatinos, á fin de sustraerlos á la venganza del Rey sucesor, fueron los asuntos sobre que versaron los principales cánones.

Mas ¿de qué sirvieron todas estas cábalas y sugestiones de Ervigio? ¿de qué su hipocresía y arterías á fin de escudar con la autoridad episcopal la usurpacion y los bienes mal adquiridos? ¡ Miseria de la política humana! las disposiciones mismas con que creia el usurpador afianzar el trono en su familia sirvieron para la ruina de esta. S CXIV.

Egica.-Concilio XV de Toledo.

Apenas habian transcurrido seis meses desde que Ervigio bajara al sepulcro (687), cuando su yerno y sucesor Egica, creyéndose ya bien asegurado en el trono, convocó un concilio nacional (688), para deshacer todo lo que su suegro habia hecho en los dos últimos *. El postrer acto de la política de Ervigio para legitimar su usurpacion y poner á cubierto su familia, habia sido el hacer que su hija Cixilona casara con Egica, primo hermano de Wamba y una de las personas de quienes mas podia temer; medida importante y de astuta política. Bien conocia que el respeto de los Concilios á los hechos consumados y sus sanciones no evitarian á su familia la venganza de la parcialidad ofendida. Ervigio hizo jurar á Egica que ampararia su familia despues de su muerte. Mas ¿qué le importaba el juramento á un cortesano rencoroso, si afianzaba el trono y la venganza?

1 Es el Concilio en que constan mas diócesis, pues aparecen setenta y cinco Obispos suscribiendo por sí ó por medio de vicarios, por cuyo motivo lo he tomado por comprobante para la division eclesiástica de España en el siglo VII.

Fue este el concilio Toledano XV: el XIV fue para tratar acerca de la admision del Concilio VI general, y todo él es histórico, aunque la narracion en vez de capítulos va dividida en cánones.

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