Imágenes de páginas
PDF
EPUB

cos, y difundidos por la parte septentrional de España, y especialmente en Galicia, donde el error echó mas hondas raíces.

S XXVIII.
Prisciliano.

FUENTES.-Severus Sulpitius opera omnia cum comment. variorum. (Lugd. Batav., 1647.-Id. cum comm. Sigonii, 1571. — España sagrada, tomo XIV, apéndice n. 1).

Grandes y recomendables cualidades adornaban á este desgraciado antes de su lamentable caida. Oriundo de una familia noble, brillaba en Galicia, su patria, por la austeridad de su vida, por sus muchos conocimientos y vasta erudicion. Versado en el estudio de las ciencias naturales y eclesiásticas, tenia además mucho talento, gran facilidad y agudeza para las disputas, y mucha elegancia para expresar sus conceptos. Hasta su hermosura exterior contribuia no poco á captarle simpatías, al paso que su gravedad, sus frecuentes ayunos, sus largas vigilias, y la generosidad con que repartia sus riquezas, le atraian la estimacion general. En medio de tan relevantes prendas se ocultaba, cual venenoso áspid, el pecado que perdiera al ángel malo, haciéndole caer de su encumbrada silla... el orgullo.

De la ciudad de Menfis en Egipto habia salido un impostor llamado Marcos, manchado con los errores del Maniqueismo, que habia llevado á Francia y extendido por las márgenes del Ródano. Bajo apariencias de doctrina ocultaban sus adeptos los mas vergonzosos excesos, y dirigian su propaganda principalmente á persuadir á las mujeres, ávidas de novedades 2. Al penetrar el error en España, incurrieron en él una señora noble llamada Agape, y Elpidio, profesor de retórica. Estos imbuyeron á Prisciliano en aquellos errores, y sus recomendables cualidades y riquezas le hicieron en breve jefe de la secta y campeon principal del error: los de Manés tomaron desde entonces en España y Francia el título de Priscilianismo. El error en lo

1

<< Felix profectò si non pravo studio corrupisset optimum ingenium, pror<<< sus multa in eo animi et corporis bona cerneres.» (Severi Sulpitii hist., lib. II).

2

San Jerónimo (In Isaiam, cap. LXIV): «Gnosticos Galliarum primùm

<< circa Rhodanum, deinde Hispaniarum nobiles foeminas decepisse, miscentes << famulis voluptatem. >>

especulativo trajo bien pronto la relajacion en la práctica, cual suele suceder por lo comun; y Prisciliano, austero y ayunador en un principio, se dió bien pronto á las mujeres, y en sus secretos conciliábulos habia ritos que el pudor no permite referir 1. Muchos nobles y tambien gente del pueblo se adhirieron á su error, en que se vió luego apoyado por varios Obispos, entre ellos Instancio y Salviano.

S XXIX.

Concilio I de Zaragoza.

Al grito de alarma lanzado por el obispo Higinio de Córdoba (Adyginus) levantó su voz el obispo Idacio, respetable por su ancianidad *. El carácter violento y duro de este anciano enconó los ánimos, y para cortar el mal, los Obispos católicos se reunieron en Zaragoza 3, asistiendo al Concilio algunos de la parte meridional de Francia, donde el error habia hecho grandes progresos.

Despues de varias discusiones se leyeron el dia 4 de octubre, de 380 las sentencias definitivas acordadas por los doce Obispos presentes, y redactadas en ocho cánones".

Anatematizados en el Concilio, se comisionó á Itacio, obispo de Estoy (Sossubensis, mas bien Ossonobensis), para publicar la condenacion de Prisciliano, de los obispos Instancio y Salviano y del desgraciado Higinio de Córdoba, que habia incurrido en el error, contra el cual él mismo habia sido el primero en alzar el grito.

1 Para encubrir sus obscenos misterios recomendaban no solamente la mentira, sino tambien el perjurio : su lema era

Jura, perjura, secretum prodere noli.

2 Masdeu (tomo VIII, ilustracion 14) prueba que no era obispo de Mérida ni tampoco metropolitano, como opinaba Florez, España sagrada, tomo XIV, trat. 42, cap. III. El códice sajon de Sulpicio Severo dice: Ad Idatium emeritae aetatis sacerdotem : en el del Vaticano falta la palabra aetatis, lo cual originó el error.

3 Loaisa (pág. 35) supone otro concilio en Zaragoza, al que asistieron los Obispos de Aquitania, refiriéndose á Severo Sulpicio. Mas esta opinion no ha tenido séquito.

4 De estos ocho cánones se hará mencion en los capítulos siguientes; por to que no se insertan aquí.

En breve otro de los Padres del concilio de Zaragoza llamado Sim-* phosio incurrió igualmente en el error: un hijo suvo llamado Dictinio, pasando aun mas adelante, escribió unos tratados en defensa del Priscilianismo; sus parciales en premio de esto le hicieron obispo de Astorga, elevando tambien à Prisciliano á la silla de Ávila. El error habia cundido especialmente por la parte de Portugal y Galicia.

Los herejes, confiados en sus riquezas, apelaron de la sentencia del concilio de Zaragoza, y se presentaron en Roma. Habia pasado ya la época en que la premura de las persecuciones facilitaba á los heresiarcas el sorprender la santa confianza de los Pontifices; san Dámaso negóse á recibir ni escuchar á los herejes legítimamente condenados en el concilio de Zaragoza. Mas accesible hallaron en Milan á san Ambrosio, el cual sin comunicar con ellos, creyó con todo que podria conciliar los ánimos y dar paz á la Iglesia de España. Ofreciéronle explicar sus doctrinas en sentido católico, y anular las ordenaciones que malamente habian hecho, y en especial la de Dictinio, que deberia quedar en el grado de presbítero. Mas, léjos de hacerlo así, luego que se vieron en sus sillas y apoyados por el favorito del Emperador, continuaron en sus errores y abusos, sosteniendo á Dictinio, y ordenando nuevos obispos, entre ellos á Paterno, á quien colocaron en la silla de Braga. Mas ni san Ambrosio, ni tampoco san Simpliciano, que le sucedió en la silla de Milan, lograron ver terminado aquel negocio 1.

Idacio é Itacio al ver la inutilidad de sus esfuerzos para poner coto á tamaño mal, cometieron el error de acudir al emperador Graciano. No eran en verdad los dos los mas á propósito para el empeño de combatir el error. Era Idacio un anciano de carácter duro: Itacio, charlatan é intrigante 2, acusaba de priscilianistas á todos los que ayunaban, por ser él sumamente gloton, y miraba con malos ojos á

1

2

Acerca de esta intervencion de san Ambrosio y san Simpliciano véase ViJlanuño, tomo I, pág. 70 en la nota.

2 « Certè Ithacium nihil pensi, nihil sancti habuisse, definio. Fuit enim au«dax, loquax, impudens, sumptuosus, ventri et gulae plurimum impertiens. » (Sulpicio Severo). - Véase en el tomo XIV de la España sagrada, apéndice n. 1, § 6). Masdeu trata de atenuar esta invectiva contra Itacio, á pretexto de ser francés el escritor y amigo de san Martin, con quien Itacio no se avenia. Mas los hechos manifiestan el mal carácter de aquel Obispo lusitano.

los hombres estudiosos, solo porque Prisciliano era instruido. Así en épocas calamitosas los ignorantes comprometen con sus imprudencias las mejores causas, persiguiendo no solamente á los malos, siño tambien á los virtuosos é instruidos, á pretexto de defender doctrinas y virtudes que por su parte ni entienden ni practican.

S XXX.

Vicisitudes del Priscilianismo dentro y fuera de España.- Los Ila

cianos.

El recurso al poder temporal fue harto funesto en esta causa. Desechados Prisciliano y los dos Obispos contumaces por san Dámaso, hallaron mas sencillo ganarse el favor del Emperador sobornando al cortesano Macedonio, jefe de palacio, y obteniendo la revocacion de lo que se habia actuado contra ellos, y órden para que se les repusiera en sus sillas. Al regresar triunfantes á España, Itacio se vió en la precision de huir á las Galias, y en vano el prefecto Gregorio trató de hacer ver al Emperador los males que esto acarreaba en la Península. Todo era venal en la corte: Macedonio volvió á ser sobornado, y perseguidos los Católicos. El mismo Itacio apenas pudo escapar á fuerza de astucias de manos de los oficiales de Macedonio. Mas no escarmentado todavía á vista de las funestas resultas de poner las cuestiones religiosas en manos del poder temporal, incurrió nuevamente en la temeridad de acudir al usurpador Clemente Máximo, que venia de Bretaña á conquistar el imperio. Al observar los progresos de sus armas y que entraba vencedor en Tréveris, trató de ganarle contra Prisciliano. El mismo Emperador mandó por escrito al Prefecto de las Galias y al Vicario de España que se citase á los sectarios para el concilio que se iba á celebrar en Burdeos. Á vista de la condenacion de Instancio, hecha por aquellos Padres, temióse Prisciliano igual suerte, y sin responder á los cargos que se le hacian, apeló al Emperador. Débiles en demasía los Obispos, cometieron la imprudencia de admitir tan ilegítima apelacion, que fue mal vista por todos los buenos. El celoso san Martin de Tours se opuso, como era justo, á que el Gobierno conociera de causas de Fe, y habló al Emperador con santa energía, manifestándole que no era de

su incumbencia aquella causa, y sobre todo que no se debia castigar á los herejes con penas sangrientas. Mas el charlatan Itacio, para quien la condenacion de la herejía era cuestion de orgullo, cometió la imprudencia de acusar al santo Obispo de fautor de los herejes.

Las palabras de san Martin contuvieron á Máximo, mientras el Santo estuvo en Tréveris; pero así que se marchó, dos obispos, llamados Magno y Rufo, pervirtieron al Emperador, manifestándole que aquellos sectarios eran reos de graves crímenes, además de su herejía. Entregada la causa á Evodio, hombre duro y severo, probó á Prisciliano varios delitos de grande inmoralidad y lascivia: algunos de los cómplices se espontanearon, antes de ponerlos á cuestion. Cuando ya la causa tomó un aspecto demasiado terrible, y asomaba la cuchilla sobre la cabeza de Prisciliano, retiróse Itacio de la acusacion, y le sustituyó en ella el fiscal Patricio. Poco despues los herejes fueron condenados á pena capital. La Providencia heria á Prisciliano por sus propios filos, y al turbar el órden de los juicios eclesiásticos con su indiscreta apelacion, le hacia pagar la temeridad con su propia sangre, que no hubieran derramado los Padres de Burdeos.

En vista de un decreto imperial, Prisciliano fue decapitado en Tréveris, juntamente con Latroniano y la disoluta Eucrocia, y los clérigos Felicísimo y Armenio, que poco antes habian apostatado. La misma suerte cupo despues al llamado Asarino y al diácono Aurelio '.

Instancio, depuesto por los Padres de Burdeos, fue deportado á la isla Sylina, mas allá de Inglaterra, como tambien Tiberiano, á quien se embargaron sus bienes: otros varios mas insignificantes, y que se habian espontaneado, salieron desterrados á varios puntos de las Galias. Además se nombraron tribunos que pasaran á España para perseguir á los Priscilianistas y confiscar sus bienes. El desgraciado Higinio, obispo de Córdoba, fue conducido al destierro con la mayor inhumanidad y cási desnudo, á pesar de sus muchos años. Vióle en esta disposicion san Ambrosio, al salir por las puertas de Tréveris, donde habia ido á llevar una embajada al usurpador Máximo. Condolióse el Santo al ver tan maltratado y cási agonizante aquel desgraciado anciano: á pesar de los errores en que habia incurrido este,

1 Máximo, que fue el primero en derramar sangre por causa de fe, vendido por los suyos, fue muerto por Teodosio tres años despues (388)..

« AnteriorContinuar »