Florilegio de poesias castellanas del siglo XIX, Volumen1

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F. Fé, 1902
 

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Página 319 - Ya acabaron los tiranos.» ¡Oh, triunfo! ¡Oh, gloria! ¡Oh, celestial momento ¿Con qué puede ya dar el labio mío el nombre augusto de la patria al viento? Yo le daré; mas no en el arpa de oro que mi cantar sonoro acompañó hasta aquí; no aprisionado en estrecho recinto, en que se apoca el numen en el pecho y el aliento fatídico en la boca. Desenterrad la lira de Tirteo, y...
Página 317 - Ora en el cieno del oprobio hundida, abandonada a la insolencia ajena, como esclava en mercado, ya aguardaba la ruda argolla y la servil cadena.
Página 316 - ¿QUé era, decidme, la nación que un día reina del mundo proclamó el destino, la que a todas las zonas extendía su cetro de oro y su blasón divino? Volábase a Occidente y el vasto mar Atlántico sembrado se hallaba de su gloria y su fortuna.
Página 295 - No te puedo decir con cuántas indirectas frases y tropos elegantes y floridos me pidió de almorzar. Cedí al encanto de su elocuencia, y vieras conducida del rústico gallego que me sirve ancha bandeja con tazón chinesco rebosando de hirviente chocolate...
Página 273 - Ese es un nono nieto del Rey Chico. Si el breve chupetín, las anchas bragas Y el albornoz, no sin primor terciado, No te lo han dicho; si los mil botones De filigrana berberisca, que andan Por los confines del jubón perdidos, No lo gritan; la faja, el guadigeño, El arpa, la bandurria y la guitarra Lo cantarán...
Página 320 - Sí, yo lo juro, venerables sombras; yo lo juro también, y en este instante ya me siento mayor. Dadme una lanza, ceñidme el casco fiero y refulgente; volemos al combate, a la venganza; y el que niegue su pecho a la esperanza, hunda en el polvo la cobarde frente. Tal vez el gran torrente de la devastación en su carrera me llevará. ¿Qué importa? ¿Por ventura no se muere una vez?
Página 264 - Todos los ojos se lleva tras sí; todo lo avasalla; de amor mata a los pastores y de envidia a las zagalas. Ni las músicas se atienden, ni se gozan las lumbradas; que todos corren por verla y al verla todos se abrasan. ¡Qué de suspiros se escuchan! ¡Qué de vivas y de salvas! No hay zagal que no la admire y no se esmere en loarla.
Página 329 - Trémula, yerta y desceñido el manto, Los ojos moribundos Al cielo vuelve, que le oculta el llanto ; Roto y sin brillo el cetro de dos mundos Yace entre el polvo, y el león guerrero Lanza a sus pies rugido lastimero.
Página 317 - De tormenta en tormenta despeñado, Por los yermos del mar; ya ni en su popa Las guirnaldas se ven que antes le ornaban, Ni en señal de esperanza y de contento La flámula riendo al aire ondea. Cesó en su dulce canto el pasajero...
Página 317 - Jano el templo abrimos, ya la trompa de Marte aliento dimos; tres veces ¡ay! los dioses tutelares su escudo nos negaron, y nos vimos rotos^ en tierra y rotos en los mares. ¿Qué en tanto tiempo viste por tus inmensos términos, oh Iberia? ¿Qué viste ya sino funesto luto, honda tristeza, sin igual miseria, de tu vil servidumbre acerbo fruto?

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