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esperanzas en el trono. La revolucion de Francia de 1830 estableció afectuosa correspondencia entre los emigrados españoles y la generacion que en su suelo natal habia crecido odiando las persecuciones y compadeciendo á los sacrificados por ellas. El tálamo real dejó de ser estéril, y se restableció la ley nacional que llama á las hembras á la sucesion de la corona. La enfermedad, que puso al rey á las puertas de la muerte, y el timon de la nave del estado en manos de la reina Cristina, abrió á los desterrados las fronteras españolas.

Un año mas de vida permitió la Providencia á Fernando VII, despues de haber estado á pique de perderla en la Granja. Alli fueron desenmascarados los traidores. Con los hombres del Angel esterminador acababa de hacer alianza Calomarde y tuvo que buscar su salvacion en la fuga. Al rey quedaban muy pocos de sus antiguos servidores. No fueron ellos los que, cuando vino á Madrid convaleciente, desengancharon los tiros de su carruage, y al son de aclamaciones le llevaron desde la puerta de San Vicente hasta palacio. Liberales eran de la nueva generacion en su mayor parte, débiles todavía para auxiliar á los veteranos de la libertad y obtener el triunfo. Nadie ha pintado mejor la situacion del pais en aquel tiempo que el mismo soberano que habia adoptado el aforismo maquiavélico de dividir para reinar, por divisa de su gobierno, cuando comparaba España á una botella de cerveza, cuyo tapon saltaria á su muerte. Antes saltara á no mediar la escrupulosidad de su hermano el infante don Carlos, que se picaba de ser su mas leal vasallo mientras le durase la vida, y tan pertinazmente, que mas de una vez desbarató las maquinaciones de sus par

ciales. Asi pudo decir uno de ellos en tiempos posteriores, que, teniendo don Carlos la corona de España sobre la mesa de su gabinete, no se encontró á sus anchas hasta dar con ella en la calle.

Nuevamente, pudo empuñar Fernando VII las riendas del gobierno; pero la reina Cristina le daba el tono: su ascendiente era el iman de las esperanzas de la reforma, la pesadilla del carlismo: se puso en moda y aun tomó su nombre el color del trage que vestia cuando el 9 de diciembre de 1829 hizo su entrada en la capital de España: cristinos se llamaron los que se armaron voluntariamente en la primavera de 1833 con mengua de los realistas, que andaban á la sazon mustios y cabizbajos. Sábiamente enérgico, el ministerio Zea Bermudez obtuvo la espatriacion del infante y la convocatoria de las Córtes, que el 20 de junio reconocieron á la primogénita de Fernando por sucesora del trono. A la verdad mucho mas numeroso que el bando liberal era entonces el carlista, con la diferencia de que florecia aquel y caducaba este. Quedándose don Carlos en España cabia en lo posible que hubiera empuñado su cetro, pasageramente sin duda. Representante del fanatismo é impugnador de la inocencia, por la rígida pertinacia de la vejez sostenido, y por la gallarda osadía de la juventud contrariado, tardará poco en aumentar el número de los reyes destronados errantes por Europa. Con su destierro anticipado se descentralizaron las maquinaciones de sus parciales y se les obligó á retroceder mucho camino.

Sin que ojos le lloraran, porque el reino solamente vicisitudes le debia, bajó Fernando VII al sepulcro el 29 de setiembre, y en muy tierna edad ocupó el trono su legitima

sucesora doña Isabel II. Desde luego lo cercaron hombres moderados, adictos al antiguo sistema, los perseguidos en 1814, los emigrados de 1823, y la generacion nueva, trayendo al pais por consecuencia de sus diversos orígenes las complicaciones que maestramente señala, deslinda y juzga don Javier de Burgos en su historia. Por desgracia ha dejado sin concluir el fondo de su magnífico cuadro, y lo suplo con el rápido bosquejo que traza mi pluma : faltándome la habilidad del artista, vanamente empleo los colores de su paleta. A una amistad intima con el memorable ministro de Fomento, interesada por mi parte, pues en ella tenia fecundísima enseñanza, debo la que se encierra en este trabajo. Su espíritu hubiera sido el propio de haberlo ejecutado el señor Burgos, ya que no se divulgan aqui otras ideas que las que emitia su voz elocuente hasta en las conversaciones familiares; y las tuve largas y frecuentes sobre los sucesos de este siglo con aquel varon docto, hallándome muy ageno de que habia de caberme el triste honor de hacer la introduccion de su obra despues de escribir el epitafio de su tumba. Madrid 27 de marzo de 1850.

Antonio Ferrer del Rio.

ANALES

DEL REINADO DE DOÑA ISABEL II.

LIBRO PRIMERO.

Situacion del pais á la muerte de Fernando VII.-Testamento de este monarca.-Consejo de Regencia.-Manifiesto de 4 de octubre.-Alzamiento de las provincias del Norte.-Movimientos parciales en otros puntos.-Retrato de don Francisco de Zea Bermudez.-Don Javier de Burgos reemplaza al conde de Ofalia en el ministerio de Fomento.-Actos de su administracion.-Espo sicion del general Quesada.-Desavenencia entre el consejo de Gobierno y el ministerio.-Proyectos de transacion abortados.-Aparicion de nuevas partidas de facciosos.-Z arco del Valle ministro de la Guerra.-Operaciones militares.-Oposicion contra Zea.-Representacion de Llauder.-Proyectos de reunion de córtes.-Modificacion parcial del ministerio Zea.-Don Francisco Martinez de la Rosa, ministro de Estado y presidente del Consejo de ministros.

Propongome consignar en estas páginas los sucesos ocur

ridos en España, despues de la muerte de Fernando VII; desenvolver su origen; fijar su indole; señalar su enlace; mostrar de qué modo algunos, en que nadie reparó, influyeron en otros gravísimos, y hacer ver por qué trámites han llegado la causa de Isabel II, y la suerte de la nacion española al estado en que hoy se encuentran. No las han traido á él ni grandes batallas, ni complicadas negociaciones, ni

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