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prenta penas antes desconocidas, pareció legitimar el temor que algunos procuraban difundir de que no serian suficientemente respetadas en aquel periodo todas las garantías constitucionales. No nos incumbe á nosotros, biógrafos de un ministro, calificar los actos colectivos de un gabinete de que este ministro hizo parte. Solo diremos que, si en el manifiesto anunciaban los ministros la intencion de hacer por decretos cuanto creyesen útil para mejorar la situacion del pais, los recelos que podia inspirar esta resolucion, resultaron considerablemente atenuados por las palabras siguientes. <«En corto plazo dará el nuevo gabinete rápido impulso, bajo su res»ponsabilidad, á lo que el curso vario y tempestuoso de las irritan>>tes discusiones políticas ha imposibilitado por espacio de tantos >>años, y de cualquiera disposicion que traspase el límite de sus » facultades constitucionales, dará cuenta á las córtes, sometién>>dose oportunamente á su fallo, defendido por la necesidad y es>> cudado con el éxito. »>

Para cumplir por su parte esta promesa colectiva, y desvanecer el cargo, ó mas bien, la hipótesis de absolutismo que se suponia ser la tendencia del nuevo ministerio, Burgos se apresuró á presentar á la sancion de la reina la ley electoral que recientemente habian aprobado los dos cuerpos colegisladores, y al circularla la acompañó con las instrucciones oportunas, no solo para su mas pronta y completa ejecucion, sino para evitar desde entonces los abusos que en ella podian introducirse. Al mismo tiempo trató de la adjudicacion, por muchos meses diferida, del empréstito de doscientos millones, destinados desde el año anterior à la construccion y reparacion de caminos, y, no estimando aceptables las proposiciones de varios capitalistas, anunció la subasta que tan magníficos efectos produjo á poco. Objeto de su solicitud fueron en seguida los montes, y dió una especie de código, ratificando y mejorando varias de las disposiciones del que publicó en 1833; fijó luego las atribuciones de los empleados que se crearon, y organizando atinadamente la forma de su intervencion, hizo posible el

restablecimiento ulterior de los montes destruidos, y segura la cesacion inmediata de los abusos que á su aniquilamiento contribuyeran. Con el fin de asegurar estos beneficios, publicó el ministro una escelente instruccion para proceder al deslinde y amojonamiento de los montes del Estado, de propios y comunes de los pueblos y de los establecimientos públicos. Tan solícito como del mejor régimen de los montes, del arreglo de los pesos y medidas, de que tambien se ocupara en su primera administracion, encomendó Burgos á una comision, compuesta de muy entendidas personas, estender un proyecto de ley para uniformar en todo el reino aquel ramo del servicio público. Aclaraciones fundadas en buenos principios fijaron el sentido de varias disposiciones de la ley de ayuntamientos de 45, y evitaron la multitud de consultas que su tenor ambiguo provocaba. Para completar el pensamiento que habia presidido á la reforma, hecha poco antes en la enseñanza de las nobles artes, se dió una nueva y acertada organizacion á la real Academia de San Fernando. Instruccion, beneficencia, carreteras, aguas de Madrid, fueron objeto asimismo de su atencion especial, no distraida por eso del despacho diario, que se aseguró haber pasado de dos mil espedientes, en el corto tiempo de la duracion de su poder, limitado á diez y nueve dias, al cabo de los cuales presentó su dimision. No nos toca á nosotros investigar los motivos de aquel paso que, dado al mismo tiempo por el ministro de Hacienda y por el presidente del Consejo, se reputó bien honroso para los que à él se decidieron. Por resultas de él, volvió á Burgos á la paz de su hogar, y en seguida á la presidencia de Hacienda del consejo Real, en que á poco fué reinstalado.

Por rara escepcion, vimos reunidas en el personage cuya biografía dejamos bosquejada, las cualidades comunmente incompatibles de las profesiones de literato y de administrador, ímaginacion y juicio, ligereza y calma, franqueza y cautela, abandono y aplicacion. Distinguíase sobre todo Burgos por la seguridad con que resolvia, por la celeridad con que ejecutaba las cosas ar

rollando los obstáculos, por la prudencia con que aplazaba peligros, por su tolerancia en lo que era indiferente, por su inflexibilidad en lo que él creia indispensable. El poeta, el crítico, el erudito, el filósofo, desaparecen en él ante el administrador y el economista, el hombre de mundo ante el hombre de gobierno. Obsequioso, con apariencias de desabrido, benévolo con aire de severo, fué á un tiempo el encanto de sus amigos y la providencia de los desgraciados. Nosotros que, por nuestra edad y las tendencias de la educacion de la época, no participamos de algunas de sus creencias en política ni en literatura, no podemos menos de concluir su biografía, acatando la estension y variedad de sus conocimientos, como sábio, su inagotable filantropía, como ministro, y la pureza y la igualdad de sus costumbres, como hombre

En la mañana del 23 de enero de 1848, veíase una orla de luto en varios periódicos de la capital, y en todos ó casi todos ellos se leian, en biografías mas ó menos estensas, los títulos de gloria del hombre eminente que acababa de perder España. ¡Ha muerto Burgos, se decian consternados sus amigos; ha muerto, sí, víctima de su amor al trabajo, de su incansable laboriosidad, de su pasion por el bien público. Poco antes de fallecer, herido ya de muerte, fiando demasiado en su constitucion de hierro, se levantó á las siete de la mañana á corregir pruebas. Era cercano su fin, todavia se deleitaba en conversar de literatura y de administracion. Las últimas palabras fueron consagradas á la escelencia del idioma del Lacio. Leyéndole el sacerdote algunas oraciones en castellano, los evangelios le dijo el moribundo, los evangelios, y en latin, que me gustan mas. Pocos minutos despues dió el alma á Dios, á las dos en punto de la mañana del dia 22 de enero, los 69 años de edad. A su entierro y á sus exequias asistió numerosa concurrencia. Sus restos mortales yacen en el cementerio situado estramuros de la puerta de Bilbao.

y

A. P.

ESPOSICION

DIRIGIDA

AL SEÑOR D. FERNANDO VII,

DESDE PARIS EN 24 DE ENERO DE 1826,

sobre los males que aquejakan entonces á España, y los medios de remediarlos.

APENDICE A LA BIOGRAFIA.

NUMERO

SEÑOR:

LUCHANDO cerca de dos años con la opinion conjurada contra el crédito de España, he debido estudiar y conocer los fundamentos de esta opinion, calcular su influencia, y señalar los medios de sofocarla ó de estinguirla. Esta obligacion la he desempeñado con exactitud y perseverancia, y algunas medidas útiles, adoptadas en consecuencia, me hacian esperar que fuésemos conllevando nuestra situacion, hasta que los beneficios que V. M. dispensase á sus pueblos nos permitiesen oponer datos irrecusables á las declamaciones interesadas de nuestros enemigos. Pero, señor, el mal se agrava de dia en dia; la opinion se ha contagiado; gentes de principios diversos y opuestos se unen para presentar la España como un pais agobiado de calamidades; y hasta los hombres mas imparciales, no pudiendo resistir á lá evidencia de ciertos hechos, se rinden tal vez à las consecuencias exageradas que saca de ellas el espíritu de partido, y que se fortifican y se difunden asi por una especie de asentimiento comun.

Señor, V. M. se ha dignado autorizarme à que esponga á los pies de su trono los medios de conjurar el daño que denuncio, y yo voy a hacerlo con la franqueza leal que debe presidir á la discusion de intereses tan elevados. Enemigo constante de toda exageracion; apóstol infatigable del orden y de la justicia; aplicado siempre, por eleccion y por una coincidencia rara de casualidades felices, al estudio de la administracion y de la economía; no perteneciendo á ninguna opinion, secta, cuerpo ú partido, cuyos intereses suelen estar en contradiccion con el interes público; independiente en rigor de los favores del poder y de los caprichos de la fortuna, mas por mis hábitos de moderacion, de trabajo y de frugalidad, que por la estension de mis medios pecuniarios, con los cuales, no obstante, he vivido siempre, sin necesidad de empleo ni de otro beneficio alguno del gobierno; realista por patriotismo, vehemente por temperamento; yo soy sin duda uno de los pocos hombres à quienes, en nuestras críticas circunstancias, pone el cielo en disposicion de decir la verdad. Empleando su austero lenguage, estoy lejos de creer que corro el menor riesgo cerca de un rey justo, y de un gobierno equitativo; pero si, contra mi esperanza, pretendiese la calumnia desacreditar mis intenciones purísimas, y fuesen oidas sus gestiones, yo, resignado desde ahora à todas las consecuencias de mi leal iniciativa, me dispongo á acabar mis dias en mi provincia, adonde llevaré el consuelo de haber hecho cuanto dependia de un simple particular para mejorar la suerte de mi patria.

Hay, señor, vasallos fieles de V. M., que, no acostumbrados á meditar sobre estos negocios, no conocen la estension de los males, ni sospechan por consiguiente la necesidad del remedio. Hay otros que, arrastrados por el torrente de los hábitos, y reputando como teorías de gobierno las tradiciones de la rutina, creen que con providencias de esta clase se restablecerá el esplendor de una nación, simbolo un dia de la grandeza y de la gloria. Estos y otros errores funestos resultarán refutados en el examen que voy á hacer de las cuestiones siguientes:

1.a¿Aquejan á España males gravísimos?

2 а

3.

¿Bastan á conjurarlos los medios empleados hasta ahora? Si para lograrlo conviene emplear otros, ¿cuáles son estos? Señor, escúseme V. M. si le pido que aplique à este exámen toda su atencion soberana, pues se trata nada menos que de la suerte de la monarquía. Errores administrativos la habian reducido á una nulidad oprobiosa, al espirar el último principe de la dinastía austriaca. El primero de la dinastía borbónica restableció su dignidad; el tercero de sus hijos, vuestro ilustre abuelo, Carlos III, la elevó á una inmensa altura, de donde descendió rápidamente en los diez y nueve años del reinado de vuestro augusto padre. En los diez y ocho del reinado de V. M. ha descendido, señor, mucho mas; y los amantes de vuestra gloria, los admiradores de vuestras virtudes, nos estremecemos al pensar en el juicio terrible que la posteridad podrá formar de este periodo, en que las

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