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LIBRO CUARTO.

Graves desórdenes en Barcelona.-Asesinato de treinta y dos frailes.-Quema de varios conventos; de la fábrica de tejidos de Bonaplata y de los papeles de la policía.-Muerte desastrosa del general Bassa.-Formacion de una junta gubernativa.-Pastors, presidente de ella.-Deja el general Llauder el mando militar de Cataluña.-Tumultos, quema y supresion de conventos en Igualada, Vich, Lérida, Gerona, Montblanch, Valls, Falset, Tarragona y otros puntos del Principado.-Estiéndese este movimiento insurreccional á las Islas Baleares, y á las provincias de Valencia, Zaragoza y Murcia.Escursiones de los carlistas.-Estado de Madrid.-Dificil y precaria situacion del ministerio.-Actitud amenazadora y exigencias de la milicia urbana.-Tentativas de conciliacion hechas por el general Quesada.-Mediacion de don Vicente Bertran de Lis.-Toma Quesada el mando de la capital.-Bando de Latre.-Desórdenes en Valladolid, Málaga, Salamanca y otras ciudades del reino. Juntas revolucionarias de Andalucia.-El principe de Anglona deja el mando de la capitania general de Sevilla al marqués de la Concordia.-Juntas del Ferrol, Badajoz, la Coruña, Pontevedra, Lugo, Orense, Palma de Mallorca, Valencia, Barcelona y casi todas las ciudades de España.-Salida de Pastors de Barcelona.-Escesos cometidos en Igualada, Gerona, Rosas y Lérida. Llegada de la legion auxiliar francesa á España.-Movimientos del gefe carlista Guergué en el alto Aragon y en Cataluña.-Llegada y desembarco de las tropas auxiliares inglesas.-La division auglo-hispana á las órdenes del general Evans ataca à Hernani.-Infructuoso resultado de este ataque.Bloqueo de Bilbao.-Acuden tropas de San Sebastian y de otros puntos y obligan á Maroto á levantarlo.-Medidas de Toreno contra las juntas revolucionarias formadas en toda España.-Dejan el duque de Ahumada y Alvarez Guerra sus respectivos ministerios.-Remplázanlos el duque de Castroterreño y don Manuel de Rivaherrera.-Don José Sartorio nombrado ministro de Marina. Nuevos actos de rebelion de las juntas de las provincias contra el gobierno de Madrid.-Multiplicánse las bandas carlistas en Cataluña, Valencia y el bajo Aragon.-Esfuerzos combinados de Gurrea y Pastors contra el Ros de Eroles y Guergué.-Correrías y operaciones de Cabrera y de Quilez TOMO II. 11

en el bajo Aragon.- Aparicion de nuevas partidas carlistas en las provincias del Centro y del Noroeste de España.- Actitud agresiva del ejército vasco-navarro.-Mendizabal nombrado ministro de Hacienda.-Pormenores de su viage desde Inglaterra por Francia, el Norte de España y Portugal.-Crisis ministerial.-Caida de Toreno.

EL club encargado en Barcelona de dar homogeneidad y convergencia á los esfuerzos de los revoltosos del Principado adivinó sin esfuerzo que la justa severidad, empleada por el capitan general Llauder contra los autores y cómplices de los recientes atentados de Reus, caeria de rechazo sobre los afiliados á sus asociaciones subalternas. En consecuencia, determinó aprovechar la efervescencia que la noticia de aquellos sucesos habia difundido en la capi– tal, y acelerar la esplosion que de mucho antes se preparaba. El 25 de julio, con motivo y en celebridad de la fiesta del patron Santiago, se corrian toros en Barcelona, y á pretesto de que eran flojos, se empezaron á oir en la plaza algunas de aquellas vociferaciones, que en semejantes espectáculos no se estrañan, por que es raro que estos se celebren sin ellas. Entre el estrépito se cuidó de hacer circular la impostura de que el capitan general era accionista de la empresa de la plaza, sin embargo de ser notorio que esta corria por cuenta de un especulador, contra el cual tambien, á pesar de hallarse inscrito en la categoría liberal, se gritaba desaforadamente. De esceso en esceso, se llegó hasta arrojar al circo los bancos y las sillas, y como el teniente de rey, que presidia la funcion, no emplease para conju— rar el desórden otro medio que los ruegos y las exhortaciones, muchos espectadores bajaron á la plaza, ataron con

una cuerda al toro que se lidiaba, , y le llevaron arrastrando por las calles hasta el convento de San Francisco, de que, á pretesto de haberse hallado en uno de los de Reus, retratos del Pretendiente, se empezó á forzar las puertas. Rechazados de alli, se dirigieron al del Cármen Descalzo y le pusieron fuego, sin que las demostraciones de varias patrullas que mandó salir el general Saquetti, comandante de las armas en ausencia del capitan general y del gobernador, fueron bastante eficaces para impedirlo. Animados con esta especie de tolerancia, se encaminaron los amotinados á otros conventos, y á las doce de la noche estaban ardiendo los dos del Carmen, los de Trinitarios Descalzos, Dominicos y Mínimos, y el suntuoso de San Agustin. Preservóse el de los Servitas, por hallarse inmediato al almacen de pertrechos de artillería, el del Seminario por haber los frailes ahuyentado á tiros á los que á el se acercaron, y algunos otros por esta ó aquella circunstancia particular; pero ninguno por los auxilios de la autoridad; pues, aunque por donde quiera se veian patrullas y retenes, estos y aquellas se limitaron á ser espectadores de las escenas de horror, en que los vivas á la libertad no bastaban á sofocar los gemidos de las víctimas. Perecieron en la tarde y la noche treinta y dos frailes, se ocultaron cerca de doscientos en las casas de sus amigos ó parientes, y algunos se refugiaron en la delegacion de policía; los demas, escapados á duras penas, fueron, en número de setecientos, encerrados en Monjuich, la ciudadela y las Atarazanas. De alli salieron poco á poco, unos para Mallorca, otros para lo interior, y los mas para Francia y Roma, sin que las precauciones que tomaron para no ser conocidos en su

tránsito los libertasen siempre de insultos y de peligros. El 26 fueron tambien esclaustradas las monjas.

Apaciguado el tumulto, el gobernador civil y el general Saquetti, lanzaron el 27 una alocucion, en que amenazaban «< con la terrible espada de la justicia á los cons>>piradores y sus satélites. » Lo mismo hizo en seguida en otra proclama Llauder, restituido en aquel dia á Barcelona, y lo mismo repitió verbalmente á las autoridades y gefes de la guarnicion y de la milicia, que acudieron á cumplimentarle por su regreso. Contemporizando despues con la opinion tan violentamente manifestada en la noche del 25, y con los deseos de los prelados de algunos conventos que aun subsistian, acordó con el gobernador civil las medidas necesarias para su supresion; pero esta condescendencia no atenuó la irritacion que habian producido sus enérgicas manifestaciones, y los revoltosos prorumpieron en vitores al general don Mariano Alvarez, y en gritos de muera Llauder. Reveláronle tales demostraciones haberse desvanecido el prestigio de que hasta entonces gozára; y con esto, y con la noticia que le llegó en el mismo dia de que, sublevadas dos compañías francas que se hallaban en Mataró, trataban de repetir alli el espectáculo dado dos dias antes en Barcelona, determinó trasladarse á aquella ciudad. Asi lo verificó en la mañana del 28, anunciando que salia para perseguir las facciones, que le daban mucho cuidado en las cercanías de Manresa, y ostentando esperanzas en el refuerzo que dejaba á la guarnicion de la capital, y que no sirvió á la postre sino para prestar un apoyo mas eficaz al movimiento revolucionario. El general don Pedro María Pastors, gobernador de la ciudadela, quedó, por

disposicion de Llauder y dimision de Saquetti, encargado del gobierno de la ciudad.

Llena, por la proclama del capitan general y por la firmeza con que se esplicó en sus conversaciones particulares en las pocas horas que permaneció en la capital, la medida del resentimiento de los fautores de la rebelion, no perdonaron estos desde entonces medio alguno de acabar con él. Barcelona se vió inundada de libelos contra su persona y su autoridad, y de escitaciones contra otros empleados cuyos despojos se codiciaban. Los mueras contra el tirano corrian acompañados de noticias de su muerte, y, por si estas no eran creidas, de la declaracion de que <«< él y su segundo cabo, don Pedro Nolasco Bassa, gober>>nador de Barcelona, habian perdido la fuerza moral. » Algunos conventos de frailes continuaban ardiendo, sin que nadie pensase, ni en cortar el incendio, ni en evitar que se estendiese á otros edificios, ni en detener siquiera la mano que paseaba la tea encendida sobre todos los de la ciudad. Pastors publicó, á la verdad, el 31, un bando que contenia justas y severas disposiciones para el caso de un nuevo tumulto; y el ayuntamiento, asociándose á las intenciones del general, recomendó asimismo el órden y la moderacion. Pero las manifestaciones estériles con que aquellas autoridades disfrazaban su nulidad real y con que los anarquistas les permitian cubrir su responsabilidad en un cambio de situacion, que podia resultar de la llegada del ausente gobernador Bassa, ninguna obligacion séria imponian á un cuerpo municipal que no tenia armas de que disponer, ni á un gefe militar que sabia no poder contar con las que tenia en la plaza, cuando se tratase de

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