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ciase pretensiones á que no fuese posible condescender. El deseo de su propia conservacion, unido al de la conservacion del orden político y de la creencia religiosa de su pais, hacia á los ministros no aceptar sino á la fuerza el apoyo de aquel tribuno popular, y no querer que en ninguna otra parte se diese rienda suelta al espíritu revolucionario, que ya se propagaba demasiado. Mendizabal, que entonces pensaba de la misma manera, no ocultó sus sentimientos, é inspiró, manifestándolos, una justa confianza al gabinete inglés. Igual alarde de sus principios moderados hizo á su paso por París, donde la coincidencia de los asesinatos y los incendios de Cataluña con la maniobra infernal de Fieschí, atribuida al partido republicano, causaba al gobierno francés sérias inquietudes. Campeon de las mismas doctrinas se mostró por último en Lisboa, adonde llegó al fin del mes, despues de haber tenido á su paso por Santander una conferencia militar con los generales Alava y Evans, y otra politica á su paso por Vigo con un personage amigo de Toreno. En Lisboa fué colmado de distinciones, no solo por los servicios que habia prestado á la causa de don Pedro, sino por sus promesas de hacer triunfar en España el sistema moderado, que, no sin grandes esfuerzos, sostenia en Portugal el duque de Palmella.

Con estas disposiciones llegó Mendizabal á Badajoz el 1.o de setiembre, en ocasion que se estaba instalando la junta que debia pedir la disolucion del ministerio de que él hacia parte. Habian acudido alli, desde varios puntos de la provincia, algunas personas notables que le exhortaron á deshacerse, al punto de su llegada á Madrid, del colega á quien debia su elevacion al ministerio. La naturaleza y la Томо И. 17

estension de los empeños recíprocos contraidos en aquella conferencia, se revelaron en breve por actos sucesivos, entre los cuales figuró en primera línea, el de erigirse el 4 en Cáceres una junta popular, semejante á la de Badajoz, á pesar de que el mismo dia habia asegurado el gobernador civil en una proclama que alli no se turbaria el órden. Este movimiento, verificado despues de la conferencia que sugetos notables de la provincia habian tenido con el nuevo ministro; la decision con que este rehusó tomar posesion de su plaza á su llegada á Madrid, y la conducta que, apoderado esclusivamente del mando, y dueño de los destinos del pais, se le vió observar, no dejaron duda de que sus disposiciones moderadas se habian modificado en Badajoz, ya por efecto de sugestiones particulares, ya por el conocimiento de la fermentacion que reinaba en todas las provincias, ya, en fin, por la conviccion de que era imposible gobernar, teniendo por colega un hombre sobre quien, con razon ó sin ella, pesaba una horrible impopularidad.

Mendizabal, llegado el 5 á la Granja, y presentado al punto á la reina Gobernadora, trató con cautela á Toreno, y evitó contraer empeños, limitándose á'declarar que, habiendo los medios empleados hasta entonces acelerado, mas que contenido, la esplosion del resentimiento general, era absolutamente necesario mudar de sistema, sin que el mismo Mendizabal pudiese indicar el que convendria sustituir, mientras no se informase de la opinion de Madrid. El 7 llegó á aquella capital, y desde el momento tuvo largas conferencias con el ministro inglés y con varios de los hombres influyentes del partido de Cádiz. Estos no recataron sus disposiciones, harto conocidas de antes; pero, no pu

diendo por de pronto avenirse Mendizabal con ellos, se adoptó como base de una conciliacion ulterior, la inmediata remocion de Toreno, exigida por Villiers como condicion esencial de todo arreglo definitivo. No era esto, sin embargo, tan fácil como se creia, pues Toreno, aunque anatematizado por las juntas, maltratado por la prensa de las provincias, seguro de que le maltrataria igualmente la de la capital, si pudiera esplicarse libremente, abandonado del ejército, aborrecido por unos, escarnecido por otros, calumniado por muchos, acusado por casi todos, parecia decidido á no dejar el puesto. Hizole, empero, cambiar de propósito Quesada que, encargado, en su calidad de capitan general, de la tranquilidad de Madrid, le declaró que, en el caso de que esta se alterase, no respondia de la seguridad de su persona. Mas, aunque Toreno viese desde entonces que la resistencia era imposible, y conviniese en la necesidad de separarse, no quiso hacerlo sin conservar una posicion, desde la cual pudiese defenderse de ataques, que se harian mas rigurosos cuando se le viese caido. Pensó, pues, en nombrar un ministerio compuesto de personas que le fuesen adictas, y para ello empeñó una lucha con Mendizabal, á quien al retirarse se proponia arrastrar tras sí; proyecto que, acaso á favor del ascendiente que tomara sobre la Gobernadora, habria conseguido realizar, si la circunstancia de hallarse enfermo el conde de Rayneval no hubiese dado á su colega Williers una influencia decisiva en aquel negocio.

Ya parecia determinada la Gobernadora á encargar á Rí– va Herrera la formacion del nuevo ministerio, del cual no debia formar parte Mendizabal, cuando Williers, siguiendo las

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huellas de uno de sus antecesores, del célebre Keene, qué casi un siglo antes trabajaba tan ardientemente, y con tanto fruto para hacer al irlandés Wall ocupar el lugar de Ensenada; Williers, que despues de un mes estaba alentando á los enemigos de Toreno; que provocaba su separacion hasta por acusaciones que uno de sus secretarios hacia públicamente en los cafés; y que, presumiendo en Mendizabal disposiciones favorables à la Inglaterra, creia tener en él un hombre dócil á sus sugestiones, le fortificó con su apoyo y se lanzó á hablar á la Gobernadora en su favor. Desde la plaza de toros, donde se hallaba al recibir el aviso dep peligro que amenazaba al candidato su cliente, voló al Pardo, é indicó á aquella princesa que no debia contar con el apoyo del gobierno inglés, sino en cuanto pusiese á Mendizabal á la cabeza del español. La Gobernadora cedió á esta declaracion, y lo hizo tanto mas resignadamente, cuanto que Mendizabal prometió sostener el Estatuto Real, y no permitir que se menoscabasen las prerogativas del Trono. Garantizó Williers estas promesas, y á su virtud hizo Toreno, el 14, dimision de su puesto, despues de haber empleado para conservarse en él grandes y hábiles esfuerzos. Derribarónle con sus clamores frenéticos las sociedades secretas, que habian contribuido á elevarle con sus subterráneas intrigas, y le declararon traidor los que le habian saludado como la esperanza y el orgullo de la patria. La indulgencia con que los trató, los miramientos que con ellos tuvo, no impidieron que le arrastrasen en el fango al derribarle. Cayendo, apenas escitó una simpatía, apenas provocó una sola señal de interés. Son peripecias tan vulgares en el drama de las revoluciones la exaltacion y el hundimiento de

los hombres de mas mérito; es tan comun suponer que le tiene escaso el que, elevado al poder, no mejora de un modo ú otro la condicion de los súbditos; es tan natural, en fin, que nadie se interese en la suerte de los que, aun por los motivos mas escusables, dejaron de cumplir aquella obligacion, que no pareció estraño que se mostrase insensible el pais à un acontecimiento, á que tanta gravedad daban, sin embargo, las circunstancias del hombre que debia suceder á Toreno.

FIN DEL LIBRO CUARTO.

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