Imágenes de páginas
PDF
EPUB

EL CONDE DE TORENO.

Don José María Queipo de Llano, conde de Toreno, nació en Oviedo el 26 de noviembre de 1786. Hizo en Madrid la mayor parte de sus estudios, y en Madrid se hallaba el célebre 2 de mayo de 1808; pero partió en seguida á Oviedo, donde contribuyó no poco al alzamiento contra los franceses, y fué nombrado individuo de la Junta, y luego enviado á Lóndres para negociar la alianza con Inglaterra. Electo diputado para las córtes de Cádiz en 1811, se distinguió ya como orador elocuente, pero envuelto en la persecucion de los demas diputados de aquella época, tuvo que emigrar al estrangero. Con motivo de los sucesos del año 1820 á 23, vino á España y tomó parte muy activa en los trabajos legislativos, sobre todo en el ramo de hacienda, de cuya comision era individuo. Volvió á emigrar cuando el restablecimiento del régimen absoluto, y permaneció en Paris hasta 1832 que entró en su pátria en virtud del decreto de amnistia. En 1834, formó parte del ministerio presidido por su amigo Martinez de la Rosa, del cual fué luego á su vez presidente, hasta que la fuerza de los sucesos le obligaron á dejar el puesto. En virtud del pronunciamiento de 1840, emigró otra vez à Paris, y alli murio á los pocos meses. El principal monumento de su gloria es la obra que escribió y se ha publicado con el título de Historia del levantamiento, guerra y revolucion de España.

[graphic][merged small][merged small][merged small]

útiles en definitiva. ¿De qué se trataba en efecto? Decíase que de plantear un nuevo sistema de gobierno. Pero ¿podian gentes inespertas juzgar de su conveniencia, mas que por los medios que se empleaban para llevarlo á cabo ? y ¿cuáles eran estos medios? El incendio de los templos, el asesinato de sus ministros, la espoliacion de los propietarios, la destitucion de los empleados, el desquiciamiento de todas las existencias, la ausencia completa de todo órden, la ruina en fin, de toda esperanza de reposo. ¿Quién echaria sobre sus hombros la carga de la responsabilidad de tantos infortunios? ¿Quién prestaria su apoyo al triunfo de una causa, manchada por la impunidad de tantos crimenes? ¿Quién derramaria su sangre por que reinasen sobre escombros dos ó tres centenares de hombres que, durante doce años, no habian hecho mas que exacerbar resentimientos de que era tan estrepitosa la explosion? Debíase, pues, es-perar una resistencia, que se manifestaria por el hecho de pasarse á las bandas carlistas la juventud que se llamaba á los ejércitos; y en efecto, en las provincias donde habia bandas, al llegar á los pueblos la noticia de la quinta de los 100,000 hombres, numerosos destacamentos de mozos corrieron á incorporarse en ellas.

Aun sin esto se habian ellas reforzado prodigiosamente en aquel mismo tiempo. Creciendo la miseria y el desórden, los jornaleros no hallaron mas medio de vivir que hacerse guerrilleros, no queriendo hacerse soldados. Los frailes, lanzados de sus conventos y privados de todo medio de subsistencia, vengaron su ofensa propia, arrastrando á las facciones los jóvenes sobre que ejercian influjo, y vengaron la sangre de sus compañeros inmolados escitando á TOMO II.

22

« AnteriorContinuar »