Imágenes de páginas
PDF
EPUB

tanto mas amargamente cuanto que ella coincidia con otras de que el espíritu de partido, condenado siempre á rodar de ilusion en ilusion, parecia no conocer la estension ni la importancia.

La Europa entera estraviada por las indicaciones erróneas y por las esperanzas quiméricas de la prensa liberal, no conocia bastante la profundidad de las llagas que la revolucion habia abierto en la desventurada España. La mano de arpía de las juntas habia secado en su origen el venero de las contribuciones. Las rentas del pais, al principiar el mes de noviembre, se hallaban reducidas á un tercio de lo que eran en el de julio. El comercio paralizado y los puertos llenos de géneros ingleses introducidos en fraude, no permitian contar con producto alguno de las aduanas. Los derechos de puertas, enteramente suprimidos del todo, ó reducidos considerablemente durante el interregno, no pudieron ser restablecidos como lo estaban antes; ni aun siéndolo, habrian producido mas que tenues rendimientos, ya por las cuantiosas existencias de efectos introducidos en franquicia en aquel período, ya por la disminucion de los consumos, y ya, en fin, porque, relajados si no rotos los lazos de la obediencia, no habia medios de regularizar debidamente la exaccion. Los efectos estancados eran de un producto absolutamente nulo. Gibraltar proveia á los consumidores, á bajísimo precio, de tabacos, de que la direccion del reino no podia abastecer los estancos, ni aun á precios exorbitantes. La ley votada por las Cortes sobre el régimen de la sal habia escitado por todas partes, y señaladamente en las provincias marítimas, un clamor general, y sido abolida ó modificada por las juntas, con gran contentamiento de las clases pobres y mas aun de las interesadas en las salazones. Las

comunicaciones interrumpidas disminuyeron los ingresos de las rentas de correos y loterías. Las frecuentes incursiones de las bandas de Cataluña, Aragon, Valencia y Galicia, hi— cieron desaparecer los de las rentas provinciales, ya por el saqueo de los depositarios, ya por la cobranza que las mismas bandas hacian del importe de los encabezamientos. Las rentas decimales perecieron en la conflagracion general, no solo por la facilidad que durante ella tuvieron los labradores para no pagarlas, sino por la rebaja general que hicieron las mas de las juntas en la cuota de esta prestacion. La administracion de aquellas y demas rentas de las provincias se entregó por lo general á los corifeos de los motines, y sus manos infieles ó inexpertas completaron el daño que tan grave hicieron las demas ocurrencias coetáneas.

Con esta disminucion de los recursos coincidia el aumento de los gastos. Pasaban de cinco millones mensuales los haberes y suministros de los auxiliares ingleses; de dos millones eran los de los auxiliares franceses de Argel; en millon y medio (60 contos) se habia fijado el de los portugueses, sin perjuicio de los auxilios que se habia mandado á las autoridades franquearles en el caso de que no tuviesen medios de aprontar el importe de todos los suministros que exigiesen. El presupuesto ordinario y estraordinario de las tropas españolas, reducidas á 119,000 hombres en conformidad de la ley de 26 de mayo, era de 403.000,000. El estraordinario de cuerpos francos, batallones de campaña, milicianos movilizados, etc., pagados todos ellos sobre un pie exorbitante, importaba 80.000,000 á lo menos. Los haberes de los 100,000 hombres de la quinta, aun reduciéndolos á 75,000, debian costar 200.000,000, independiente

mente de los gastos de armamento, equipo é incorporacion en los depósitos y en los cuerpos. Asi, sin contar con nuevos auxiliares ingleses que se pedian por todas partes, ni con la legion francesa de Swarce, que su indisciplina habia obligado á disolver, ni con las retribuciones á que tendria derecho la milicia nacional por el servicio que, en ausencia de las guarniciones, se viese obligada á prestar, el presupuesto de la guerra no bajaba de 60.000,000 mensuales, y esto cuando las contribuciones no rendian 20, que eran absorvidos con creces por exigencias de los diferentes servicios civiles y la dotacion de la casa real; cuando ascendian á 232.000,000 anuales los intereses de la deuda; cuando los pueblos, abrumados bajo el peso de las requisiciones y de las demas cargas militares, maldecian á los que los condenaban sin término á tamaños sacrificios; cuando emigraban los capitalistas á millares; cuando en casi toda Cataluña, en casi la mitad de Aragon y en una buena parte de Galicia, los mozos sorteables se incorporaban por bandas á las partidas carlistas; cuando, en fin, el reino entero pedia ó deseaba que se pospusiese al interes de su reposo y su seguridad la plantificacion de utopias, mas o menos justas en teoría, pero absolutamente impracticables en medio del desórden general.

Lejos de aterrarse Mendizabal con una perspectiva que llenaba de espanto á cuantos tenian lugar de meditar sobre ella, proseguia él su marcha con una seguridad de que las personas bien informadas hallaban la escusa, si no el fundamento, en la confianza que le inspiraban las promesas que coetaneamente le haeia Villiers en sus conferencias diplomático-mercantiles. En la de 2 de noviembre, quedaron

arregladas entre ambos las condiciones del tratado para la admision de los géneros de algodones ingleses en la Peninsula, cuyos derechos debian recaudarse por comisiones compuestas de ingleses y españoles, que se establecerian en los puntos que se habilitasen para aquel tráfico. Estipulóse en la misma conferencia la anticipacion de cien millones que ħaria la Inglaterra sobre los productos del derecho fijado, los cuales, ademas del pago de los intereses y de la amortizacion del empréstito, debian servir para señalar indemnizaciones á los principales fabricantes de Cataluña, cuya resistencia se esperaba neutralizar por este medio. En la misma conferencia, en fin, se fijaron las bases para un tratado de comercio de que resultarian tantas ventajas para la Gran Bretaña como perjuicios y ruina para la industria española.

Aguardando la aprobacion del convenio, que Villiers envió sin dilacion á su gobierno, y contando con recibir desde luego algunas sumas mientras se llenaban las formalidades necesarias para convertirlo en tratado definitivo, Mendizabal, que ya juzgaba disponible la anticipacion, se entretenia en ponderar la importancia del triunfo que suponia haber conseguido sobre los partidos de que él, sin embargo, no era mas que el instrumento, mientras le Hlegaba la hora de ser la víctima. Gozábase de haber establecido la unidad administrativa, cuando, si se esceptuan las provincias de Andalucía, de Castilla y de Estremadura, no habia en España una donde las autoridades no obrasen por sí, y sin siquiera cuidarse de un gobierno, que ni tiempo ni poder tenia para pensar en las provincias, las oprimia en vez de administrarlas. Complacíase en pro

clamar que, cediendo á las intimaciones de los que recla-maban progresos, no hacia mas que seguir sus propias inspiraciones, y se desvirtuaba en probar en las predicas diarias de la gaceta oficial que no era hacer concesiones acceder á tales deseos, aunque con todo los calificaba de contrarios á los hábitos y á las necesidades del pais.

Tal era la situacion general de este; tal la particular de Mendizabal á mediados de noviembre de 1835.

FIN DEL LIBRO QUINTO.

« AnteriorContinuar »