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que haremos del negocio reposa en la coleccion completa de los documentos à él relativos, que existen en nuestro poder, orijinales, autógrafos, con las firmas de los tres individuos mencionados.

Antes de empezar esa relacion, debemos decir que la publicada en el Chronicle, y reproducida en el Heraldo, es no solo deficiente, sinó de todo punto inexacta. El emigrado español, hombre de mucho talento, cuyo nombre calla el escritor ingles, era el Conde de Cabarrus, hijo del personaje de ese nombre, conocido entre las notabilidades literarias de la hermosa época de Cárlos III. El hijo distaba mucho del padre: era, sin duda, hombre de travesura, pero estaba léjos de merecer la clasificacion que de él hace el escritor del Chronicle.

Nombra este, como comisionados del gobierno revolucionario de Buenos Aires, á D. Bernardino Rivadavia y al jeneral Belgrano, callando absolutamente el nombre de D. Manuel Sarratea. Esta circunstancia es tanto mas notable cuanto que este último fué quien inició el negocio, aun ántes que los dos primeros hubiesen llegado á Lóndres; y no es posible dejar de fijarse en la omision de ese nombre, al pensar que Sarratea se halla actualmente en aquella metrópoli, y que el Chronicle es precisamente el el [sic] papel donde él escribe, en defensa de la política de Rosas, que alli representa.

Dice el escritor ingles que los diputados se hallaban en Lóndres, solicitando ostensiblmente el reconocimiento por la << Inglaterra de la independencia de la República Arjentina.>> Así se escribe la Historia. En 1815 y mucho menos en 1813, que es la fecha citada por el Chronicle ni estaba declarada la independencia de las Provincias Unidas, que se declaró en 1816; ni se habia pronunciado el nombre de República Arjentina en documento ni escrito público ninguno. ¿Como solicitar el reconocimiento de una independencia que no estaba declarada? Despues diremos el oríjen y fines de la mision de los diputados.

El emigrado español- Cabarrus - dijo al escritor del Chronicle que el objeto de la suya cerca de Carlos IV habia sido invitar al Rei á trasladar su corte á América, residiendo en Méjico. Nada de eso es cierto. El escritor, ó Cabarrus, confunde con el negocio de que se trata el pensamiento, que algunos españoles tubieron, de hacer pasar la corte de España al asiento

del Imperio de Motezuma; pensamiento mui anterior á la llegada de los Diputados de Buenos Aires á Europa; y en el que estos ninguna parte tuvieron directa ni indirecta.

Inexacta es tambien la relacion que hace el Chronicle de los motivos que frustraron el pensamiento. No fué él miedo de viajar por mar lo que retrajo à Carlos IV; fueron los sucesos militares y políticos que cambiaron totalmente la faz del mundo, concluyendo en Waterloo con el Imperio Frances.

Entremos ya en el asunto.

En 1814, Fernando VII, en cuyo nombre decia obrar el gobierno de las Frovincias Unidas del Rio de la Flata, habia vuelto de su cautiverio en Bayona, y ocupado nuevamente el trono de España. Los soberanos de Europa inclusa la Inglaterra, que, al principio de la revolucion, se habia mostrado favorable á ella, por motivos y con miras que no es del caso referir — apoyaban unánimes al rei Fernando en sus cuestiones con la América, á cuya causa eran hostiles. Lord Strangford, plenipotenciario británico en el Janeiro, habia ganado el aprecio y aun la confianza del gobierno de Buenos-aires, por los servicios que le habia hecho, en desbaratar las intrigas de la princesa Carlota. La toma de Montevideo, en 1814, sirvió de pretexto al diplomático inglés, para escribir al Supremo Director Posadas, insinuándole la conveniencia de enviar diputados al rey Fernando, para arreglar las desaveniencias de la América con su metrópoli. El Director prometió hacerlo, en nota de 12 de Septiembre de ese año, advirtiendo sinembargo [sic] á Strangford que:

Los pueblos de la Union habian peleado por sus derechos: que ellos no habian sido los primeros en entrar en la lucha, pero no podian verla concluir, sin conseguir su libertad.»

La vuelta de Fernando al trono quitaba efectivamente el pretexto de la revolucion, y del establecimiento del gobierno que la representaba. Era necesario adoptar un partido: el gobierno de Buenos-aires se resolvió á mandar una mision á Europa: no precisamente á España, sinó á cualquiera de los gabinetes, que, segun el estado en que las cosas se hall[a]sen en aquella parte del mundo, ofreciese mas probabilidad de apoyar eficazmente el establecimiento de la independencia, de modo que la afianzase y terminase la guerra. El espíritu de esa

mision aparece todo entero de las instrucciones, tanto ostensibles como reservadas que se dieron á los comisionados. Las públicas solo eran referentes á la España: nada determinado expresaban: se les encargaba presentar al rei las quejas de la América contra la opresion y los vicios de los virreyes; y oir proposiciones, en el concepto de que cualquier arreglo que se hiciera deberia tener dos basas esenciales: «dejar en los ameri<canos la garantia de la seguridad de lo que se estipulase;» y presentar lo pactado al exámen de las provincias en Asamblea <de sus representantes.» Las instrucciones reservadas decian

en su artículo 2.°:

«Tendrá mui presente (el Diputado) en el desempeño de la comision, que las miras del gobierno, sea cual fuere el estado de la España, solo tienen por objeto la independencia politica de este Continente, ó a lo menos la libertad civil de estas Provincias. »

En 1814 ni estaba, como ya dijimos, declarada la independencia, ni se habia adoptado, por consiguiente, forma ninguna de gobierno. Estos paises aparecian todavia, de derecho, como parte de la monarquia Española: no era posible, por consiguiente, que la mision llevase un caracter republicano. Por otra parte, la opinion entónces, como otra vez lo hemos expuesto, estaba todavia dividida: habia muchos hombres, de intachable patriotismo, que deseaban la Monarquía Constitucional. El sentimiento era uniforme en cuanto á la independencia: en cuanto á la forma de Gobierno todavia no. La mision era toda, pues, en el concepto de asegurar la independencia de la Amèrica, estableciendo monarquías constitucionales; con un príncipe español, si se podia; con uno ingles, ó de otra casa poderosa, si la España insistia, dicen las instrucciones, en la dependencia servil de estas provincias. No discutimos ahora si ese pensamiento era entónces útil y realizable. Sería preciso, para eso, trazar un cuadro general de la situacion de la América y de la Europa en aquellos dias: esa es tarea del historiador. La nuestra hoi solo es establecer el hecho de que el pensamiento no tenia sombra de traicion á la causa de la revolucion. Era un pensamiento honesto, lejitimo, patriótico, aun cuando fuese equivocado.

Tal era la mision que el Director Posadas confió á D. Bernardino Rivadavia, adjuntándole el jeneral Belgrano, que fué con

UNIV. B. AIRES. DOC. B. RIV.

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él, y D. Manuel Sarratea, que estaba de antemano en Londres. A la llegada alli de los primeros, en marzo de 1815, Sarratea les dió conocimiento del plan que tenia entre manos; de esa tan célebre y tan pérfidamente desfigurada negociacion con Carlos IV. El pensamiento, en resumen, era el siguiente:Los soberanos de la Europa, que se habian coligado contra Napoleon, habian desconocido la validez de la abdicacion y de las renuncias del rey Carlos, en Aranjuez y en Bayona, como obra de la coaccion ejercida por el Emperador: no podian, sin inconsecuencia, negarse á reconocer en Cárlos, refujiado entónces en Roma con su mujer y con su valido Godoy - el lejítimo soberano de España y sus Indias. Obtengamos, decian los comisionados, una declaracion expontánea de Càrlos IV, hecha en virtud de su soberania, por la que separe totalmente la América de la España, constituyéndola en dos ó mas monarquias constitucionales, absol[u]tamente independientes, poniéndo en ellas à sus hijos: comunique el mismo Cárlos esa resolucion á los soberanos de Europa, y pídales que lo apoyen contra cualquier tentativa en contra de su hijo Fernando VII. El estado de la Europa, las ideas de los gabinetes, la presencia de Napoleon que habia vuelto de Elba, y armaba de nuevo la Francia; todo hacia esperar que Cárlos seria apoyado por los demas soberanos. Si esto se realiza, añadian los diputados, se habrá conseguido, de un golpe, la independencia de la América, se habrá neutralizado la hostilidad contra ella de los gobiernos absolutos de Europa, se habrá puesto término á la guerra. Lo demas lo arreglarán los pueblos americanos por sí mismos.

Ese era el pensamiento. ¿Habia en él sombra de traicion, mengua siquiera del mas puro y acendrado patriotismo? Si hai quien diga que sí, deberá probar cual era el dogma político adoptado por la América, en 1814 y 1815, que fuese vendido ó contrariado por aquel pensamiento.

Sarratea, como hemos dicho, le tenia ya algo adelantado. Cabarrus era el ajente que habia empleado para ganar á Godoy y á Maria Luisa; y por estos á Cárlos IV. Este pareció, al principio, prestarse al pensamiento. Cabarrus, que estaba de vuelta en Londres de su primera entrevista con los reyes en Roma, fué presentado por Sarratea á los diputados Rivadavia y Belgrano. Bien considerado el negocio, resolvieron estos darle

curso. En consecuencia, se redactaron varios documentos, que Cabarrus deberia llevar para proponerlos à la aprobacion y á la firma de Cárlos IV: - una peticion de los diputados solicitando la medida; un proyecto de la declaracion del rei; otro proyecto de la constitucion de la nueva monarquia; una obligacion de continuar al rei Cárlos la pension que su hijo le pasaba, en caso de que por este motivo, se la quitase; y otro de pension à Godoy, para empeñarle en obtener la decision del rei. La peticion de los diputados, aislada de todos los demas documentos, separada de la época, y de la historia de los sucesos, es el instrumento que ha servido para acusar de traidores á los promotores del pensamiento. El odio de partido llegó á punto que, en una edicion, que no hemos visto, de ese documento, se puso únicamente la firma de D. B. Rivadavia, suprimiendo la del jeneral Belgrano, de cuyo puño y letra poseemos copiada la peticion.

Provisto de esos documentos, salió Cabarrus para Roma en el mes de Junio de 1815; y llegó á presencia de Carlos IV casi al mismo tiempo que la noticia de la batalla de Waterloo, ocurrida el 18 de aquel mes. Este suceso cambió totalmente el ánimo del rei Cárlos: le faltó el apoyo que contaba hallar, si era preciso, en Napoleon; tuvo miedo de su hijo Fernando; y cerró decididamente la puerta á toda ulterior negociacion.

Ahi està todo lo que hubo en ese tan decantado negocio. Le presentamos, por supuesto, en las reducidas dimensiones que nuestro diario permite. Aun así, nos parece que no habrá persona de buena fé y de cordura, que vea en ese negocio sombra de traicion, mengua del patriotismo. Cuando la historia le presente en todas sus relaciones con la época á que pertenece, no dudamos que aparecerá mas bien como un rasgo de habilidad de la diplomacia Americana.

Cerraremos este bosquejo, que sentimos no haber podido reducir mas, dando una idea sumarísima de la constitucion que se exijia de Carlos IV, cuyo proyecto, de letra del jeneral Belgrano, autorizado con las firmas autógrafas de éste, de Rivadavia y de Sarratea, tenemos en nuestro poder 1. Constaba de siete títulos, ó secciones, todas ellas mui breves, en este órden: - Del

1 A continuación reproducimos el proyecto, aparecido mucho más tarde en El Diario. (N. de la Dirección del Instituto.)

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